Volver a la página principal
Número 16 - Noviembre 2024
La angustia encuerpo
Lujan Iuale


Hablar de angustia es hablar de afecto. Es hablar de cuerpo comprometido y concernido en esas coordenadas. Cuerpo afectado por el encuentro con el trauma de lalengua, cuerpo afectado por el lazo con el Otro de los primeros cuidados.
Contrariamente a lo que puede pensarse, la infancia no es un paraíso donde nada inquieta al niño. Con esto quiero acentuar que, el sujeto infantil se encuentra-por el contrario- más abierto a la angustia.
Y, si hay angustia, es porque lo real está en juego. ¿Cuáles son las formas de lo real en la infancia? Entendemos a lo real como aquello que escapa a lo simbólico y que en el armado del nudo produce la ex –sistencia. Pedazos de real entonces, que se ponen en cruz para que las cosas no anden. Una de las primeras formas de lo real es el trauma de lalengua, en tanto la realidad sexual del inconsciente entra para el niño como malentendido de goce entre los que lo antecedieron.  Aquí tenemos, por un lado, esos cuerpos parentales que a nivel del goce, no pueden más que malentenderse, anudándose en el mejor de los caso, por la vía sintomática. Y tenemos además el cuerpo del infans trastocado por lalengua, primera irrupción del enjambre zumbante que fragmenta al uno del viviente y lo inunda con un goce que será preciso tramitar.

Otro modo de presentación de lo real es la envestida de la primera oleada pulsional con la que el niño tendrá que vérselas, en la medida en que el armado del nudo implica un primer domeñamiento de la pulsión. El cuerpo pulsional, ese que entra en la erogenización a partir de la lógica pulsátil de la presencia- ausencia del Otro, se jugará en torno a la extracción de pedazos de cuerpo, pérdidas necesarias para que el inconsciente juegue también su parpadeo de apertura y cierre.
El otro real con el que la infancia se encuentra ineludiblemente es la muerte. Es interesante que, así como no es necesario haber atravesado por una vivencia sexual traumática para que la sexualidad haga trauma en el serhablante, tampoco es necesario confrontarse con una muerte concreta para que ésta aparezca en el horizonte. Es la coyuntura misma del serhablante atravesando las coordenadas del Complejo de Edipo lo que pone a jugar estas cartas. El cuerpo sexuado es también un cuerpo mortal. Tempranamente, el niño adviene a las coordenadas de la posible desaparición del Otro, de un juguete, de una mascota, y finalmente de él mismo en esa serie.
Encuentros con lo real, pedazos de real, que hacen a la coordenada de la emergencia de la angustia como afecto privilegiado en la infancia. Si bien la angustia puede presentarse bajo una mascarada de desregulación, sabemos que Lacan se ocupó de distinguirla de la emoción y señaló que siempre se encuentra enmarcada. Ahora bien, ¿qué enmarca a la angustia infantil si el infans no cuenta aún con el fantasma? Realizaremos algunos rodeos antes de aproximar una respuesta. Para ello, revisaremos algunas referencias de Freud y de Lacan respecto a la angustia, con el fin de pensar la relación entre angustia, cuerpo e infans.

Una imbricada juntura

Ya Freud había situado en el caso Juanito, la imbricación entre pulsión y angustia. El conflicto de Juanito se configura frente a la satisfacción pulsional que irrumpe en el cuerpo a través de las erecciones y que ponen en cuestión su lugar en el campo del Otro. Queda interpelado, de este modo, el lugar de Juanito como falo de la madre-presencia cautivante de un objeto que pretende colmar al Otro en su deseo insaciable- porque la pulsión se aviene con una exigencia que no puede ser eludida. Juanito responde a esa encrucijada que se configura bajo la pregunta: si no soy el falo ¿Qué soy para el Otro?, con un sueño de angustia. Le dice a la madre: “Soñé que tu no estabas y yo no tenía nadie con quien hacer cumplidos”. Luego de eso se desarrollará la fobia que vendrá a ser respuesta a la angustia. El síntoma fóbico, en tanto sustituye una representación por otra -el temor al padre es reemplazada por el temor al caballo- liga en parte ese afecto que es signo de lo real. Para Freud, es el temor de castración lo que lleva a la angustia y al síntoma subsecuente. Para Lacan, es la operatoria fallida del padre en el segundo tiempo de la metáfora paterna la que forzará a Juanito a hacerse castrar de otro modo, vía la mordedura esperada y temida del caballo. El cuerpo del infans queda así afectado de un modo diverso antes y después del síntoma- no sin el pasaje por la angustia-. Enredado en la dialéctica del señuelo, todo su cuerpo se reduce a ser o no ser ese objeto que taponaría la falta en el Otro. Mientras que- tras el pasaje por la angustia y la subsecuente fobia que se configura- solo una parte queda comprometida en términos de afrontar la voracidad insaciable del Otro. Pero no solo eso, sino que además inscribe de este modo, la marca del falo como falta que resignificara las pérdidas anteriores.

En la Conf. 32°: Angustia y vida pulsional, Freud dice algo interesante, respecto a lo que podríamos llamar las formas de la angustia en la infancia. Señala que: “a cada edad del desarrollo le corresponde una determinada condición de angustia, y por tanto una situación de peligro, como la adecuada a ella. El peligro del desvalimiento psíquico conviene al estadio de la temprana inmadurez del yo; el peligro de la pérdida de objeto (de amor), a la heteronomía de la primera infancia; el peligro de la castración, a la fase fálica; y, por último, la angustia ante el superyó, angustia que cobra una posición particular, al período de latencia. A medida que avanza el desarrollo, las antiguas condiciones de angustia tienen que ser abandonadas, pues las situaciones de peligro que les corresponden han sido desvalorizadas por el fortalecimiento del yo.” (81-2) Sin embargo, Freud dirá que estas condiciones para la angustia, nunca se abandonan totalmente.

No olvidemos que en 1926 – en Inhibición, síntoma y angustia- Freud explicitará que la angustia emerge frente a un peligro, y como ya cuenta con el más allá del principio de placer, será peligroso aquello capaz de romper la homeostasis, rompiendo la barrera antiestímulo. Se tratará de la angustia frente al peligro que lo pulsional conlleva para el aparato. De allí que la hipótesis de Lacan sea la necesaria operatoria de una extracción que el padre debe producir para que el cuerpo no quede a merced del Otro.
Entonces, a nuestra pregunta antes formulada, podemos responder que la operación de privación que ha de llevar a cabo el padre imaginario -es uno de los modos de enmarcar la angustia infantil. Se trata de un “no” que recae- como sabemos- sobre el infans pero también sobre el Otro materno. Doble articulación de la ley: “No te acostarás con tu madre”- “No reintegrarás tu producto”. Baste decir además que el padre imaginario, que encarna la figura del otro feroz, también está afectado por ese “no”, es decir también está no solo sujeto a ley, sino que es representante de dicha ley.

El objeto a: angustia y cuerpo

El Seminario 10, Lacan vuelve a Freud y la teoría de la libido, pero hace un esfuerzo por romper la supuesta linealidad de las etapas libidinales. En el capítulo XXII que lleva por título: De lo anal al ideal, destacará el nexo estrecho que anuda angustia y objeto a, objeto que siempre será parcial. Angustia y objeto a interesan al cuerpo. La angustia se siente en el cuerpo e irrumpe cuando el objeto no falta. En esa clase propone distintas versiones o formas de presentación del “a”, a partir del siguiente esquema:

 

Lacan dirá que en todos los niveles está el objeto a, y propondrá una constitución circular de dicho objeto. En la Clase XIV, dice que la angustia como señal es un movimiento más primitivo, que atañe al encuentro con algo que es radicalmente Otro. El trauma de nacimiento no es la separación de la madre, sino la aspiración en sí de un medio radicalmente Otro. Entonces esto instaura una dialéctica: ¿Qué soy en el deseo del Otro? Y ¿qué tengo que ceder? a nivel de la demanda. Ambas vertientes se articulan con el Otro y es allí donde debe operarse la función del corte. El objeto a es el correlato de un pathos de corte (Lacan 2006, p. 232) Lo que se cede es una parte corporal y por eso, el objeto parcial- dice Lacan- es cuerpo y, por otro lado, agrega que solo somos objetos de deseo en tanto cuerpos.

Ahora bien, detengámonos en la relación entre objeto a y angustia en los tiempos de constitución del sujeto. Lacan se detiene en las particularidades de lo oral, lo anal, la voz y la mirada. Veremos que en cada una de estas instancias el objeto, el cuerpo y la angustia jugarán su partida.

Separtición

Partimos de las especificidades de la oralidad. Lacan establece allí cierta relación de la demanda con el deseo velado de la madre. Ubica al seno como objeto y, a los labios, como borde que implica la operación de corte. El seno es objeto intermedio entre el infans y la madre. Pero dice, además, que el seno- está implantado sobre la madre y que hay una relación parasitaria que hace que el corte sea entre el pecho y el cuerpo de la madre, quedando el seno del lado del niño. Aquí para Lacan, la angustia es de la madre. Y agrega que, en el niño, la angustia de la falta de la madre, es la angustia del agotamiento del pecho. Lo temido es la propia voracidad.
Sin embargo, un poco más adelante, va a situar que, a nivel de lo oral, la angustia coincide con la emergencia misma del sujeto, en la manifestación del grito. Con el grito algo se ha cedido, algo escapa al recién nacido, y por eso la angustia es el primer efecto de cesión.

Lacan dice que es necesaria una separtición, para que el deseo se estructure. Para eso es necesario que el pecho del cuerpo del niño se separe del cuerpo del infans. Son las angustias típicas frente a la pérdida de esos objetos metonímicos: el chupete, la mamadera, el pecho que alimenta y calma, la mantita que se chupa, el pulgar succionado para tranquilizarse.

 Caracola resonante

Respecto a la voz toma como ejemplo al caracol, al cual propone como análogo al oído. Se trata de la resonancia inherente a esa oquedad porque la voz resuena en el vacío del Otro. Sabemos que corresponde a la estructura propia del Otro constituir cierto vacío, vacío que de no constituirse empuja al infans a tener que producirlo incluso hasta con su propia pérdida. Lacan hablará de ecos de lo real y dirá que la voz se incorpora. La voz modela el lugar de nuestra angustia, solo después que el deseo del Otro ha adquirido forma de mandamiento. Pone énfasis en el carácter superyoico que porta el significante, su matiz de imperativo. Agrega que, a su vez, la voz le otorga, a la angustia, su resolución, llámese culpabilidad o perdón. La voz puede entonces disparar la angustia -presencia del objeto- o puede calmar la angustia cuando se viste de los semblantes pacificadores del Otro. Es la canción de cuna que adormece y tranquiliza- que detiene el enloquecido cabalgar del corazón en la noche interrumpida por la pesadilla- y también su reverso feroz cuando el Otro no soporta que el infans no responda al Ideal en juego.

Perder a demanda

Entramos ahora en la coordenada de lo anal. Lacan se pregunta como entra el excremento en la subjetivación, y responde “a través de la demanda del Otro”. Describe entonces una mínima secuencia estructurante de la pérdida:

¿Dónde y cuándo se precipita la angustia? La angustia aparece en el infans en el punto en el cual la demanda del Otro no puede desfallecer.
Sabemos la cantidad de consultas que llegan en estas coordenadas: niños que retienen las heces, angustia frente al inodoro, apelación constante a la presencia del otro parental en el baño y luego la contracara de berrinches para intentar sacarse al Otro de encima.

Tachar la mirada

Por último, Lacan ubica esa vertiente del estadio del espejo necesaria para la constitución del cuerpo y del yo.  Destaca que algo debe quedar elidido para que la imagen se constituya, una extracción- pérdida necesaria- para que el cuerpo adquiera la forma cerrada de bolsa agujereada. Y señala el punto de angustia cuando -a nivel de la imagen- irrumpe ese objeto a que no es especularizable. También la angustia adviene en el “eso me mira” propio de la mancha; o de la imagen en el espejo que vacila en tanto que propia. Tenemos entonces, por un lado, el objeto que no queda capturado en la imagen, ese real que ex -siste y a partir del cual se constituye el soporte mismo del narcisismo; y por otro lado, los efectos de fragmentación que surgen en la imagen cuando ese objeto se presentifica allí donde debiera haber una falta. Si hay jubiloso ajetreo en el espejo, es porque el velo a lo real opera tempranamente sostenido por la mirada del Otro que anticipa un “ese eres tú”. De allí que la alienación primera a la imagen funda la apropiación del cuerpo.

Paradojas del lazo

Vemos entonces como se presenta en los tiempos de constitución subjetiva la configuración del objeto a y la emergencia de la angustia como afectación prevalente del cuerpo en la infancia. La angustia como señal de lo real, se precipitará siempre en las coordenadas del objeto a, y será el lazo con el Otro, la ocasión de posibilidad de un tratamiento posible de la misma. El lazo con ese Otro es condición de la angustia, pero también es el recurso para su tramitación, en la medida en que puede llevar a cabo la acción específica.

Cuando el Otro de los primeros cuidados se desespera, no soporta, se angustia aún más, frente a la emergencia de la angustia en el infans, el cuerpo del niño queda sometido a un desborde que no logra enmarcar. Es la voz y la mirada del Otro lo que puede propiciar cierta maniobra que – vía el semblante- introduzca un velo a lo real y un tratamiento posible de ese en más que invade al cuerpo y es vivenciado como peligroso por el aparato. Los objetos oral y anal, en sus equivalencias simbólico- imaginarias- permitirán también jugar los ensayos de la pérdida y favorecer la escritura de la falta.

El jugar como aparato que se constituye en el lazo con el Otro, propiciará también las condiciones para elaborar la angustia, domeñar lo pulsional y soportar la pérdida. Pero la angustia siempre está en el horizonte del jugar, poniendo límite al juego, rompiendo su borde tranquilizador. Leemos las encrucijadas donde el juego se detiene, donde irrumpe la angustia, para poder seguir las trazas inaugurales.

Bibliografía

Freud, S. (1990) Inhibición, síntoma y angustia. [1926] Tomo XX. OC. Buenos Aires: Amorrortu editores
Freud, S. (1991)  32º Conferencia. Angustia y vida pulsional (1933 [1932]) Tomo XXII. OC. Buenos Aires: Amorrortu Editores.
Iuale, L. & Colab. (2018) Cuerpos afectados. Del trauma de lalengua a las respuestas subjetivas. Buenos Aires: JCE.
Iuale, L. & Colab. (2020) Disrupción de los afectos en la clínica y en la época. Buenos Aires: JCE.
Iuale, L. & Colab. (2023) Cuerpo delator. Escenarios clínicos entre afectos y goces. Buenos Aires: Cascada de letras.
Iuale, L. -Wanzek, L. (2022) Gesto, traza y escrituras: su incidencia en la afectación de los cuerpos. Anuario de investigaciones. Volumen XXIX. Facultad de Psicología – UBA. Secretaría de investigaciones. En  https://www.psi.uba.ar/publicaciones/anuario/trabajos_completos/29/iuale.pdf
Lacan, J. (2006) El seminario 10. La angustia. Buenos Aires: Amorrortu editores.
Lacan, J. (2002) El seminario 20. Aún. Buenos Aires: Paidós.
Lacan, J. (1980) El Seminario 27. Inédito.

 

Volver al sumario de Fort-Da 16

Volver a la página principal PsicoMundo - La red psi en internet