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Número 16 - Noviembre 2024
Mat®ices de la interpretación (*)
Oscar Lamorgia


PUESTA A PUNTO

Una de las definiciones que suele darse de la interpretación (o quizás, más que definición es una aproximación), es que en la interpretación se trataría de “afectar lo real por lo simbólico”.
¿Qué quiere decir éso? Que lo Real tiene que ser afectado por lo Simbólico. Y cuando hablamos de lo Real, estamos hablando del punto de vista que Freud llamaba económico. Ustedes recordarán que el Maestro Vienés considera el punto de vista dinámico, el punto de vista tópico y el punto de vista económico. Este último es el más difícil de comprender y es el más difícil de modificar a lo largo de una cura, porque cuenta con dos dificultades: la dificultad de la comprensión de los analistas en formación (pues se trata de magnitudes de energía pulsional, de libido); y, por otra parte, justamente esa energía está al servicio de mantener, de una manera incólume, los puntos de goce en los que el parlêtre está más aquerenciado.
Justamente se trata de la consolidación del Fantasma fundamental y es ahí donde, en la lógica del significante, los mismos tropos de la escritura o de la lectoescritura permiten -si bien hay sobredeterminación de los significantes amo (S1)-, un ejercicio dialéctico, que por la ruta del Discurso hace que uno se sienta un poco más libre y pueda jugar por momentos con las palabras, que pueda hacer chistes, es decir, anunciar la Verdad de una forma más lúdica.
Pero al mismo tiempo que eso ocurre, en el campo de la lógica del fantasma, tenemos, la fijación de una fantasmática. Estoy diciendo, entonces, que el fantasma está conectado con el concepto de fijación. Tal vez no haya un concepto más conectado al de fijación que el fantasma fundamental.  Las nociones freudianas más ligadas al Fantasma, serían entonces, las de realidad psíquica y fijación.

Entonces, un análisis que sólo trabajara bajo el imperio de la lógica significante podría eternizarse conmoviendo exiguamente a la lógica del fantasma y sus puntos de fijación al goce, que es un goce muy particular y al que el paciente no renuncia con facilidad.
Una de mis hijas, hablando del jabón de glicerina que le habían recetado por una especie de dermatitis (jabón que carece de perfume, de color y olor), después de un mes de uso, le pregunté cómo le fue con el tratamiento con este jabón. Me respondió: “ese jabón que me indicaron acaricia la mugre, pero no la limpia”. Y es verdad, efectivamente no tiene efecto de detergencia. Entonces, no daña la piel, pero tampoco limpia en profundidad.

Eso es lo que ocurre cuando no hay detenciones del analista a lo largo de toda la trayectoria por la cadena significante. Cuando no hay puntos de detención del analista en esas pepitas de oro que aparecen como núcleos de goce enquistados. Cuando el analista no intenta conmover eso que aparece ahí. Lo cual equivale a decir que el analista debería, llegado el caso, operar en otros puntos de apoyo para conmover las palancas argumentales que el axioma fantasmático ofrece al ser hablante.
Ahora bien, estamos hablando de lo Inconsciente por un lado y de lo Real por otro. Si uno lo piensa de esa manera, parece que estamos hablando de instancias que no tendrían puntos de contacto. Sin embargo, los hay.
Hay puntos bisagra y para eso he preparado el presente esquema. Es un esquema que toma a lo Inconsciente y al Ello pulsional.

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Es un diseño de mi autoría, y lo considero importante, no porque yo sea su artífice sino porque permite encontrar los conectores que hay entre el Ello pulsional- donde anida el punto de vista económico-, con la lógica significante propia del inconsciente reprimido dando lugar a sus propias formaciones: sueños, chistes, lapsus, síntomas, etc., inmanentes a esa época de Lacan. Un Lacan freudiano.

Luego, desde el seminario de Lacan “De un Otro al otro” en adelante, la cuestión del síntoma cambia de estatuto cualitativo y cuantitativo. Aunque no es tema de este trabajo, al menos lo menciono: ahí donde las otras formaciones de lo Inconsciente se mantienen, el síntoma, si bien persiste esa manera de ser pensado, hay un “suma y sigue”. Lo que Freud llamaba en alemán Aufhebung, y que significa conservación y superación. Entonces, se mantiene esta dimensión de formación del inconsciente como el síntoma con el que el paciente viene y que organiza su queja en su derredor, pero adquiere una estatura ética diferente en otro momento avanzado del análisis y que tiene que ver con un saber hacer con lo incurable.
En este esquema, debajo del Ello pulsional, tenemos las formaciones del Ello o las formaciones del objeto “a”. A saber: fenómenos elementales, psicóticos o no, fenómenos psicosomáticos que, como ustedes saben, son transestructurales – pueden darse en cualquiera de las tres estructuras – y patologías del acto que tampoco son patognomónicas de una estructura diagnóstica en particular.

Este esquema está desplegado a los fines didácticos y metapsicológicos de una manera – si se quiere – bajo el manto de una lógica binaria – aunque quienes me conocen saben que soy enemigo de esa manera y de esa lógica, pues presenta excesiva claridad en puntos que son bastante más complejos – pero está dividido aquí con fines propedéuticos.
Pero sepamos que en la clínica se presenta mezclado. Y esto significa que el mismo consultante que padece de X síntoma, en determinado momento puede tener un fenómeno elemental al modo de El hombre de los lobos, pongamos por caso, o de una locura histérica. La locura no es la psicosis, pues es un estado y como tal es transitorio. Sucede lo mismo con las patologías del acto, por ejemplo, la emoción violenta, haciendo la salvedad de que sea una emoción violenta verdadera, a diferencia de aquella fabricada por abogados para salvar a alguien de asumir la responsabilidad que le toca.

Volviendo a nuestro esquema, vemos que tenemos dos puntos bisagra que conectarían lo inconsciente con el punto de vista económico en el Ello pulsional o con el objeto a o con lo real, si ustedes quieren.
Uno de los conectores anticipados en la precedencia es el fantasma a través del rombito, ese conector losange, y abajo tenemos la letra L que significa letra y que sería el punto de reductibilidad mayor del campo del significante. Letra proviene de litoral. Litoral es donde hay juntura de tierra y agua, como el litoral argentino. Acá hay juntura de tierra y agua. Vale decir que la clínica, lejos de presentarse con la pulcritud que yo trato de transmitir en este cuadro y en los demás se presenta sucia y es el barro de la clínica. Alguna vez me habrán escuchado decir: el agua es H2O en el laboratorio, pero en la zanja, en el río, en el mar, en la laguna, ahí no es H2O, pues tiene microorganismos, tiene otros minerales y solamente es H2O en el laboratorio. Entonces, este esquema es el laboratorio.

Pero es importante tener en claro esto para que cuando nos topamos con el barro en el consultorio, en el hospital o donde sea que trabajemos, haya cierta claridad que nos ayude a desenredar lo que en la clínica se presenta barroso.

EL INCONSCIENTE FREUDIANO Y EL NUESTRO

Es la otra aproximación que menciono. Al explicar la diferencia entre el inconsciente freudiano y el nuestro, según dice Lacan en el libro 11 de su Seminario, nos encontramos con que ya no estamos en el campo del “reservorio”, sino que estamos con algo a producir-se entre dos significantes.

Y esos dos significantes son el analista y el analizante. Entonces, tenemos otra aproximación: la interpretación es el retorno en el analista de lo reprimido del analizante.
En el seminario aludido líneas arriba, en el capítulo del inconsciente freudiano y el nuestro, Lacan dice varias cosas. Una es que el inconsciente no es óntico, sino que es ético. Esto es, que no le da una entidad que nos lleve para el lado de cierta materialidad, sino que surge del campo de la ética del deseo. Durante muchos años, los postfreudianos – y esto no es porque Freud no lo haya dicho – se pertrecharon en una expresión freudiana que es hacer consciente lo inconsciente. Eso está en Freud y no solamente que está en Freud, puesto que eso y la frase de fortalecer al yo se encuentran y se pueden recuperar al inicio y en el último escrito freudiano, que es el compendio de psicoanálisis, según la traducción, o esquema de psicoanálisis, de un texto que es de 1938. Sería hablar del “ultimísimo Freud”, parafraseando a Miller con el ultimísimo Lacan. También Freud habla de fortalecer el yo. Pero hay que aclarar si uno lee bien, que hay un par de lugares: uno es “Más allá del principio del placer” y otro es “Psicología de las masas”, donde Freud habla de que hay una parte inconsciente del yo.

Esa parte inconsciente del yo es el “Je” y es algo que nos acerca al sujeto lacaniano. No es el yo del narcisismo.
Entonces, lo de hacer consciente lo inconsciente está en Freud y está en el ultimísimo Freud. Pero está mal. Vamos a cuestionar a la vaca sagrada. ¿Por qué estaría mal?

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Pensando en el esquema del peine invertido, el mismo Freud, si bien coloca la percepción y la conciencia en polos opuestos del esquema mismo donde adentro estarían percepción, signo perceptivo, inconsciente, preconsciente y consciencia, posteriormente va a hablar del sistema percepción-consciencia y le asigna a esta última el lugar de un mero órgano de percepción. Como si fuera un ojo, sería un órgano de percepción. ¿Qué significa esto? Significa que no tiene memoria RAM o almacenamiento. ¿Dónde se almacena? Se almacena en el sistema de transcripciones; este signo perceptivo pasa al inconsciente, preconsciente...
Entonces, lo que propongo es esto, y desde ya ustedes después pueden abandonarlo, cuestionarlo o lo que quieran ya que somos pares y sabemos que esto no es una ciencia exacta. Estamos reflexionando en conjunto.
Pero yo lo que les diría es esto: si pensamos la interpretación dentro del mismo sistema, que es lo inconsciente, uno podría decir que estaría mal hacer consciente lo inconsciente, sino que en todo caso se tratará de hacer preconsciente lo inconsciente. Ya que este preconsciente es un inconsciente, pero es un inconsciente muchas veces – no todas – evocable.

¿Por qué no todas? Porque a veces aparece un fenómeno de tipo insight y uno vuelve a reprimir eso. Pero muchísimas veces no. De hecho, por eso se puede testimoniar un análisis; si no, no se podría testimoniar nada. Entonces, invito a que cambiemos lo de hacer consciente lo inconsciente por hacer preconsciente lo inconsciente. Es decir, que vuelva a salir a la escena lo que capturamos en la escena, pero se rearchiva en otro lado que es una zona del inconsciente. Una zona que llamaría “hipopótamo”. Por ejemplo, cuando yo dije hipopótamo, nadie estaba pensando en un hipopótamo, ¿verdad? Pero una vez que lo dije... ¿dónde estaba eso? En cada uno de ustedes eso estaba en lo preconsciente y por eso pueden evocarlo cuando lo escucharon. Luego, en 10 segundos se habrán olvidado de eso y seguiremos adelante con lo que tenemos preparado para hoy.

Entonces, si es dentro del mismo sistema, que es el sistema inconsciente, sería hacer preconsciente lo inconsciente. En cambio, si hablamos del punto bisagra que hay entre el Inconsciente y lo Real, la interpretación apunta a hacer Inconsciente lo Real. Porciones de lo Real. Jamás habrá de producirse un vaciamiento. Reitero, cuando es dentro del mismo sistema, serían dos estamentos de lo inconsciente. Pero cuando se trata de un sistema en bisagra con aquello que está por fuera de las transcripciones, lo no sistematizado, implica hacer inconsciente lo real, que sería el procesamiento de lo traumático, insistiendo en que lo traumático es lo que no ha podido ingresar al sistema de transcripciones. Por eso golpea la puerta bajo la forma de sueños de angustia, bajo la forma de ideas recurrentes o de amnesias lacunares, etc.

LA INTERPRETACIÓN: SOBRE LÓGICA, GRAMÁTICA Y HOMOFONÍA

En el texto de Lacan “L’étourdit” propone Lacan que la interpretación debe recaer sobre la lógica, sobre la gramática y sobre la homofonía.
Que recaiga sobre la lógica es un modo de barrar al sujeto. Es, por ejemplo, oponer en el discurrir obsesivo sus propios dichos que entran en contradicción. Y cuando digo discurrir es porque el obsesivo está fuera de discurso hasta que, histerificándose, ingresa en el dispositivo analítico.  Esto no es por trasvasar de una estructura a otra sino por mutar un modo de estar en el discurso, o sea, de estar entre las palabras y un modo de responsabilizarse por lo que sale de su boca. Barrar ese discurrir obsesivo no pasa por estar al acecho de que ocurra un lapsus o se presente con un sueño, dado que aunque aparezca con un sueño podría deberse a ser muy domesticado y “buen paciente” de esos que tampoco faltan y entonces trae lo que soñó, pero no produce asociaciones sobre eso, con lo cual hace los deberes, pero nada más.

Entonces, la histérica demanda deseo ahí donde el obsesivo desea demanda, o está pronto a esclavizarse. Por eso hay que tener cuidado con que las intervenciones no se parezcan a una orden, a un pedido o a una indicación demasiado férrea, sino a ponerlo a pensar en contra de su propia lógica. Ahí es donde se interviene y donde la interpretación opera en el campo de la lógica revelando sus inconsistencias.
Aquí estaríamos tratando de reventar la significación que tienen las teorías que este consultante trae prêt-à-porter.
La interpretación recae sobre el otro eje, que es el de la gramática, cuando intervenimos sobre el goce fálico, que es el goce que está, por antonomasia, regulado por el significante. Es decir, cuando viene un consultante con una pregunta que lo divide, porque viene realmente dando cuenta de que ha habido en él, aunque no lo diga de esta manera, una cierta vacilación de la homeostasis que le proveía el fantasma durante una, dos, tres décadas. Entonces, la vacilación fantasmática bajo la forma de inhibición, síntomas o angustia le arma una pregunta con la que viene a consultar. Ergo, ese goce está regulado por el significante y entonces es de mejor pronóstico y otorga, por lo tanto, una capacidad de trabajo que es mucho más elegante y pronta que en el caso anterior que comentábamos.

Pero ocurre que la gramática es fácil asociarla con la lingüística y llevarla para el mismo campo de la sintaxis y de la ortografía. Pero resulta que, en psicoanálisis, cuando hablamos de la cadena significante y cuando hablamos de una práctica de discurso, de lo que estamos hablando es de una Retórica.

Yo los invito a que retórica lo escriban como una licencia poética de la manera siguiente:

RE(D)TORICA

Entonces, la gramática está asociada a la retórica en el trabajo sobre el predominio del goce fálico, que es el que está en el nudo Borromeo entre lo Simbólico y lo Real. Ahí está el goce fálico y ahí es donde la interpretación recae sobre la gramática y agregamos, sobre la Re(d)tórica.
Entonces tenemos la re(d)tórica vinculada a la práctica de discurso. ¿Y la gramática? La gramática en psicoanálisis está coludida con la gramática pulsional y sus tres voces: pasiva, refleja y activa.
Esa es la gramática pulsional. Entonces, es en el goce fálico donde nos encontramos con que la operatividad que ofrece el significante trabaja también el punto de vista económico.
El goce fálico está entre lo Simbólico y lo Real, y la interpretación consiste en afectar lo real por lo simbólico. ¿De qué manera? Al estar trabajando al mismo tiempo la retórica significante y la gramática pulsional. Por eso el significante “hunde sus raíces en” a la vez que modifica lo Real pulsional.

EL CAMPO DE LO REAL PULSIONAL

La homofonía es lo que suena igual o muy parecido. Eso se vincula al goce del Otro que está en el intervalo entre lo Real y lo Imaginario. Ahí habíamos colocado el discurso de la ciencia, la experiencia, los perros de Pavlov, el dolor lacerante de una lesión o de una enfermedad muy grave, donde concordantemente con el goce del Otro, ubicamos la posición objetalizada del parlêtre.

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¿Cómo operaría la homofonía? Hay un ejemplo que es muy interesante. Es lo que ocurre en el Fenómeno Psicosomático (FPS) con la holofrase.
Hay distintos modos de holofrase, pero la más conocida es la llamada “palabra frase”; por ejemplo, el nombre Sigismud, reducido a “Sigmund” por el propio Freud, en el sentido de “sig” (victoria) y “mund” (boca) en la bipartición o descoagulación de la misma.  De todas las zonas que se disputaban el honor de acabar con la vida de Freud, hubo de ser la boca, quien triunfase.

Otra viñeta, que está en mi libro “Herejías del cuerpo. Actualizaciones en psicosomática”, es el caso de la psoriasis en las manos de un paciente cuya madre era muy adúltera y gran parte de lo que ella había hecho lo dejaba al hijo en una muy mala posición. El hijo, que era el paciente que consultó, con el tiempo desarrolló una psoriasis en las manos. Al principio, las manos le hervían y contaba que la madre se había acostado con el cura del pueblo, pagándole éste por sus servicios con la compra de bolsas con comida, que el muchachito traía de la feria o del mercado y llegaba con los dedos casi cortados y las manos inflamadas. Ahí tienen uds. un antecedente. En otro momento de la historia, esta mujer, ya separada del marido, empieza a salir con un primo lejano que vivía en otra provincia. Mi paciente fue con su madre a trabajar allí, donde el primo “les dio una mano”, según relata él mismo.

Era aún chico y tenía que trabajar con unas maquinarias que consistían en dos palancas de madera que tenía que mover en forma elíptica, palancas de madera rugosa y áspera. Otro episodio fue cuando proyectando organizar una Pyme, bautizó a la empresa con el nombre de “Kalybos”. El nombre provenía de una película de mitología griega, “Furia de titanes”, del año de 1981, un film bastante mediocre con efectos especiales muy precarios. Al paciente le llamó la atención el personaje Kalybos, quien había sido desterrado por Zeus y convertido en un sátiro, medio cuerpo de cabra y cuernos, horroroso, y todos se escapaban de él. Pero le llamó la atención el nombre. Él recuerda esto a partir de un pedido de asociaciones, y ya para ese entonces padecía psoriasis en las manos, del tipo que va haciendo que la piel se convierta en una especie de cuero. Cuando yo le daba la mano, él titubeaba en dármela. Mucha gente lo rechazaba por ese contacto. La piel se iba convirtiendo en una especie de guante de un talle más chico del de su tamaño, como apretándolo, lo cual obligaba a que sus manos quedasen dobladas tipo garra, y al estirar la mano se producían laceraciones y grietas, a veces sangrantes. Había probado todo tipo de terapia, desde interferón hasta distintos tipos de cremas dermatológicas, tratamiento cubano, de esos que nunca faltan, hasta homeopatía. Nada daba resultado o un resultado efímero al principio con un retorno posterior de las lesiones.
Trae otro recuerdo de sus 14 años. Volvemos a la época del cura amante de la madre. Esta mujer le pide a mi paciente que la acompañe al médico. Estuvo un par de horas en el consultorio y regresa muy mareada. Su madre le prohibió que hablara del tema. Él, sin saber, había acompañado a la madre a abortar. La madre lo había puesto en ése lugar. El de ser cómplice de sus andanzas.

Cuando yo en un momento le repito (escandiéndola) la palabra KAL y BOS, él se acuerda de que una de las pocas cosas que hizo con el padre, fue cuando hubo que arreglar algo en la casa, fue tomar cal y blanquear el muro del fondo de la casa. Al volver hacia el frente de la casa, con las manos inflamadas por la cal, su madre decía: “No hay nada que hacer, la cal y vos. Vos y la cal”. Esto sucedió antes de ver la mentada película. O sea que hay un montón de inervaciones que se van acumulando para que esa psoriasis advenga en un determinado momento y hay muchas más aristas de este caso. Pero ustedes tienen ahí en KAL y BOS, dos significantes que quedan holofraseados con nombre propio y una vez, que el goce del Otro está entre lo real y lo imaginario, de modo tal que ahí parecería que el significante no tiene ninguna incidencia, pero la tiene cuando el hacha del Nombre-del-Padre, que va produciendo intervalos entre los significantes, ha fallado. Esto sucede cuando esa holofrase tiene lugar en un acontecer de tipo forclusivo, como forclusión local, pues este hombre no padecía una psicosis.

Ahí la operatividad del analista en ese intervalo reduce el Goce del Otro y al mismo tiempo permite dar lugar a la emergencia del efecto sujeto. Es decir, cuando acontece eso salimos del campo del Goce del Otro y de la objetalización del parlêtre y vamos a parar al campo del goce fálico. Después, lo que pase con la lesión depende de muchas cosas, como las series complementarias freudianas, y si el tratamiento es el adecuado. Por ejemplo, muchas veces alguno de los tratamientos que venía haciendo y que no daba resultado empieza a funcionar paulatinamente. Otras veces no.

Pero, el asunto es ver cuáles son las matrices de la interpretación interviniendo sobre los goces predominantes que aparecen en el consultante. Donde hay que prestar atención a la relación del parlêtre con el gran Otro, del parlêtre con sus objetos privilegiados y cuál es el goce predominante que lo tiene más tomado cuando llega a consultar, porque eso es dinámico y después va a ir cambiando, como en el caso que mencionaba.
El paciente no padecía un síntoma sino un FPS (fenómeno psicosomático), al que le falta para ser un síntoma la envoltura formal. Por eso ubicamos el goce en bruto, que se manifiesta en la quemazón que él siente en las manos. Hay una alteración de la buena forma de lo imaginario, que sería ese efecto garra en el cuero, lo que lo hace rechazable a la visión del otro, y el goce en bruto en el efecto de quemazón que no cesa ni con agua fría ni con crema, ni con nada.
Entonces, la operatividad que tiene esa bipartición es enviar al parlêtre al campo del goce fálico. Lo saca de la objetalización en la que estaba y lo manda al campo del goce fálico, por eso es dinámico, y ahí el predominante pasa a ser otro goce que aquel en el que estaba enquistado.

Cuando hablábamos de “El inconsciente freudiano y el nuestro”, para sacarnos de la idea del reservorio, es importante tomar la banda de Moebius para ver que si tomamos una cinta de papel y le damos medio giro – solo medio – y pegamos los extremos, nos encontramos con la clásica cinta de Moebius. Si colocamos una hormiguita caminante, como se hizo hace mucho ya en tantas experiencias y en tantos dibujos, ponemos una hormiguita a caminar dando recorrido completo. Por lo tanto, una de las caras de la cinta es la misma siempre. Lo mismo si la marcáramos con un bolígrafo. Vamos a encontrar que empecemos por donde empecemos va a estar dibujada de los dos lados en determinado momento
Vamos a encontrar que, empecemos por donde empecemos, va a estar dibujada de los dos lados de lo que anteriormente fue la cinta recortada, pero que ahora, convertida en cinta de Moebius, tiene un solo borde y un solo lado.

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El ejemplo de la cinta de Moebius puede, en un primer momento y de una manera bastante rudimentaria, permitirnos pensar en lo inconsciente justamente como aquello que está en la superficie y en las rupturas del campo del discurso. En las rupturas, en lo que no encaja, en los tropiezos, pero no debajo de nada. Esa es la utilidad de la banda descrita.

Pero la banda de Moebius no tiene en cuenta un elemento crucial para lo que venimos sosteniendo en el sentido de que la acción analítica sea operativa sobre lo Real. Y para eso hace falta otra figura topológica.
Tomando un rectángulo de papel, por ejemplo, y engomando, pegando, los dos lados más largos, construiremos un tubo.

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Ese tubo lo doblamos y conectamos el agujero de entrada y el agujero de salida, que cualquiera puede ser de entrada o de salida, los conectamos con cinta engomada.
Entonces nos queda algo similar a un salvavidas o a una cámara de auto inflada, y esa figura se llama toro.

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Viene más a cuento todavía de la intervención analítica y de lo que ocurre en un segundo momento porque le abre las puertas a algo que no está contemplado en la banda de Moebius, que es lo Real, el registro de lo Real. En cambio, en esta figura sí ocurre. También sucede esta contemplación de lo Real en la botella del matemático Klein.

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Esta botella termina por dar por tierra con la idea freudiana del adentro y el afuera en relación al cuerpo, entendido el cuerpo en el sentido imaginario. Lo contrario a la concepción de que el cuerpo termina en la piel, en la superficialidad de la piel.
La vez pasada habíamos dicho que el mismo Freud dice que la libido inviste a los objetos y que Lacan dice que la libido es un órgano irreal. Por lo tanto, el mismo Freud va y vuelve sobre sus pasos sobre este adentro y afuera, pero Freud no tomaba apoyo en la topología sino en la física clásica, por lo tanto, se maneja con esos parámetros.
Una vez que está el toro armado, nos vamos a encontrar con que hay algo que se llama alma del toro, que es el vacío que hay por dentro de esa cámara de neumático. La cámara de auto está llena de aire, pero en este caso pensemos en ese aire como vacío. Supongámoslo.

Pero también nos encontramos con dos vacíos más: un vacío que está en la periferia y por fuera de esa cámara, y un vacío que está en el centro de la cámara. El vacío del centro, es decir, en esa figura que parece una dona de esas que vienen llenas de dulce de leche, el agujero que está en el medio es un vacío, un vacío central. Y hay otro vacío periférico, que es el que excede los bordes de la dona o del toro o de la cámara de autos.

Un dibujo de una persona  Descripción generada automáticamente con confianza media

Deseo que se entienda cómo es el circuito de la demanda en el Toro y cómo este circuito, cuando se desgasta lo suficiente, se encuentra con el deseo. Y con eso vamos a tener para entretenernos un rato. Fíjense que, en la figura de arriba, la dona que está del lado derecho es donde empieza el circuito de la demanda, armando lo que sería una bobina como las antiguas estufas previas al cuarzo, que eran una vela como de yeso que venía envuelta en una bobina de alambre de cobre que se ponía incandescente. Por esas vueltitas pasaba corriente. Ese circuito de la derecha sería el circuito de la demanda circulando por adentro, circunvalando el toro, donde las demandas son siempre de otra cosa.

Entonces ahí se entra en un camino del orden de la repetición que, como sabemos, es repetición con diferencia. Entonces ahí nos encontramos también con una de las caras de lo que es Tyché y Automatón.
Esa demanda que empieza a dar vueltas circunvalando el toro, cuando se encuentra o se riza el rizo una suficiente cantidad de veces, demuestra su vacuidad y su operatividad inconducente, debido a que ningún objeto mundano,  es. Ahí es donde surge el campo del deseo, porque al mismo tiempo que va circunvalando desde adentro hacia afuera la superficie del toro, lo que remarca a la vez es el vacío, al que se le llama alma. Alma se llama al vacío que hay adentro de esa cámara vacía. Esa demanda la va circunvalando y ese vacío que está ahí adentro recorta el vacío del deseo, que no se completa con ningún objeto.

Esto es lo que permite a Lacan decir que el deseo es el deseo del Otro. Pero si uno mal entiende eso, supondría que el deseo está condenado a ser insatisfecho por cuanto ningún objeto mundano va a poder suplir ese objeto que nunca estuvo pero que inaugura al deseo como tal. Es una apuesta perdida y haría que un fin de análisis necesariamente dé por resultado una histeria.

Entonces, ¿cuál sería la diferencia entre pensar que el deseo por estructura es el deseo del Otro y pensar en el deseo de deseo insatisfecho? ¿Cuál sería la diferencia? Pues alguna diferencia tiene que haber.
La diferencia que hay es que el deseo de deseo insatisfecho no es el deseo de la histeria, es el goce de la histeria. En cambio, la asunción de que el deseo es el deseo del Otro y que no tiene objeto que lo complete, implica la asunción de la castración e implica que el verdadero —y esto no es de Lacan sino de Deleuze, de su tesis que se llama “Diferencia y repetición”— objeto del deseo es la posibilidad de seguir deseando.
Eso es vivificante, en tanto que el campo del goce parasitario es mortificante. El deseo de deseo insatisfecho que conserva en el histérico una esperanza de poder completarse en algún objeto que un Amo va a entregar en algún momento para que no se sienta defraudado/a, versus la diferencia que hay entre eso y la asunción de que no hay objeto posible que otorgue esa completitud.
Por lo tanto, ahí donde la histérica demanda deseo, uno podría decir que alguien analizado deja de esperar de la pareja, lo que no hay que esperar de la pareja. Y solamente espera lo que se puede esperar de una pareja y no que sea mi amiga, mi amante, mi esposa, mi todo y (por si fuera poco), mi subrogado materno.

No es lo mismo decir “con la mujer que hoy comparte mi vida vamos a hacer un crucero por el Caribe”, que decir “si ella me deja, mi vida no tiene sentido”. Porque ahí la neurosis hace de algo que es contingente como el amor, algo necesario.
El amor es contingente, la neurosis lo convierte en necesario. Es como si quedara subvertido el cogito cartesiano. El cogito falaz del neurótico es “me aman, luego existo”.
Es una demanda masiva. Parafraseando a Raúl Alfonsín: “con el amor se educa, se cura y se come”.  Eso, no salió bien.

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En esta figura del toro, tenemos todas las vueltas de la demanda que se escribe con D mayúscula. Todas las vueltas de la demanda han hecho el recorrido completo. Y una vez que hace el recorrido completo y se topa con su propio fracaso en que los objetos mundanos demandados van a taponar el deseo, aparece el deseo como vacío en el alma del toro.

Ese sería el recorrido. Por eso no se puede saltear el trabajo con lo inconsciente. Para aquellos que sostienen que el Otro no existe, lo que pienso es que el Otro no consiste, pero sí existe.
No consiste. Porque si el Otro no existe y el inconsciente es el discurso del Otro, el inconsciente no existe y queda forcluido Freud. ¿Por qué llamarle psicoanálisis a eso? Pasaríamos a operar directamente con lo Real, clínica de lo Real en el sentido más burdo y eso nos devuelve a un conductismo de ribetes vanguardistas, maquillado con términos lacanianos, sesiones cortísimas y, por toda intervención: ademanes y eventuales onomatopeyas.
Entonces, no es que primero hay recorrido sobre el campo del inconsciente y después viene lo otro. En un sentido sí, pero son procesos que se van dando simultáneamente con predominios diferentes al inicio que, como decía Freud en sus comparaciones con el juego del ajedrez, una cosa es en el inicio, otra en el medio juego y otra en los finales.

En ese recorrido que hace la demanda nos encontramos con el campo de la repetición. Dijimos que la repetición es con diferencia y que nos convoca una vez más a pensar en Tyché y Automatón.
Un ejemplo para ilustrar lo de tyché y automatón: imagínense que alguien va a pasar el día a los bosques de Ezeiza, y renta caballos para pasear. Los caballos son caballos que, aunque uno nunca haya subido a uno, son muy nobles, hacen su propio recorrido, aunque uno maneje las riendas de cualquier manera; ellos lo van a llevar a uno donde quieran ellos, y uno puede jugar a ser John Wayne aunque sea la primera vez que monta. Entonces resulta que un señor alquila uno de estos caballos y sale a dar una vuelta. El caballo empieza a hacer el circuito de siempre y en un momento dado se asusta por algo que ocurre en el piso. Al sacudirse y asustarse el animal, su movimiento hace que el jinete caiga y el caballo salga corriendo. El jinete, que está perdido, intenta volver a la base o al establo donde había sido alquilado el caballo. Pero está perdido, y en un momento dado, desde adentro del follaje, el caballo aparece corriendo y se le cruza por adelante. El caballo está volviendo al redil porque tiene incorporado ese circuito, más allá de eso que lo asustó y que generó la caída del jinete. Para el caballo, eso es automatón. El encuentro inesperado del jinete con el caballo que sale entre el follaje es una tyché.
Las repeticiones son diferentes para el caballo, con los diferentes jinetes que debe soportar en el lomo. Pero para el jinete, tiene un efecto de mezcla de susto y algo más. También, para no confundir, digamos que el jinete se cae por tonto, sin susto del caballo. Pero de repente, tratando de volver, se cruza de casualidad con lo que el caballo hace todos los días. Ese encuentro inesperado del caballo con el jinete, que surge de los matorrales, es una tyché, algo inesperado que deja al jinete en estado de estupor, con palpitaciones, asustado, etc.

De ese circuito de la demanda que va circunvalando el toro, es donde van apareciendo, y esto es propio del campo significante pero que afecta también el punto de vista económico, los S1, que son los significantes de la alienación del parlêtre. Una vez detectados los S1, se pueden producir, bajo la forma asociativa, estructuras disipativas —para decirlo con la física moderna— que permitan que un significante nuevo, un S2, ocupe fugazmente el lugar de la verdad. Piensen en el discurso analítico: los S1 están en el lugar de la producción o del Plus de gozar, y los S2 aparecen ubicados en el lugar de la verdad. Pero no queda la Verdad subsumida al S2, ni viceversa. La Verdad sigue siendo no toda, y el S2 ocupa fugazmente su lugar. Son esos S2 los que van apareciendo y también descoagulan la pregnancia que los S1, a lo largo de la vida, se han convertido en los barrotes de la celda en la que el parlêtre se transporta. Porque la celda tiene ruedas, y por eso él piensa que es libre.

Referentes bibliográficos:

  1. Lacan, Jaques: El Seminario, libro 11. Los fundamentos del psicoanálisis. Versión de la EFBA. Inédito.
  2. Lamorgia, Oscar: Herejías del cuerpo. Actualizaciones en psicosomática. Letra Viva.
*Nota edición  : El presente escrito corresponde a un capítulo del libro “ Lo inconsciente y el ello: Formaciones”, pronto a ser publicado. La revista Fort-da agradece al autor por este anticipo de su libro.

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