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Número 16 - Noviembre 2024
Cuerpo: Trazo que da contorno a un sujeto.
Momentos lógicos de construcción

Daniela Fernanda Medina


El actual texto surge de un recorrido de larga data, que inicia sus reflexiones y cuestionamientos en las Jornadas Freudianas (1); en consecuencia, han surgido algunas reflexiones que dan origen al presente texto. Quisiera relatar brevemente la idea central de esas jornadas. Un proyecto que a lo largo de la travesía que hemos emprendido quienes formamos parte del Centro de Atención y Formación Psicoanalítica refleja el eje conductor fundamental de nuestro trabajo en este espacio, el cual nos permite reflexionar, sobre todo, acerca del contexto tan peculiar en el que hemos decidido establecer nuestra práctica. Dicho tópico es la clínica de lo local, eso local que es de lo que no podemos dejar de hablar, pues ello nos antecede, habla a través de nosotros y determina la forma en la que particularmente nos posicionamos en relación a los otros, además de la forma en la que cada sujeto logra conformar una manera específica de conducirse como “hombre entre los hombres” (2), eso da figura a la representación de las más diversas formas en que los sujetos muestran los vericuetos con los que se enfrentan con los medios que el mismo contexto les provee.

Tras un trabajo que nos permitió establecer un análisis de nuestro contexto y los efectos que este mismo genera en la forma de padecimientos a los que los sujetos se enfrentan y que nos dan muestra de ello en nuestros consultorios, me he permitido elaborar interrogantes que nos guíen, como el hilo de Ariadna, en ese sumergirnos en el laberinto de ida y vuelta, donde al regreso nunca se retorna de la misma manera. Es de esa forma que, tratando de dar cabida a un fenómeno particular que actualmente acontece en mi ciudad y que ha terminado por convertirse en una problemática que aparece frecuentemente en mi práctica clínica, me encuentro con cierta situación ante mis ojos: el creciente aumento de adolescentes que demandan atención clínica “a voluntad propia”. Dicha situación últimamente me ha merecido una serie de cuestionamientos y, con ello, replanteamientos en mis argumentaciones, así como en mi proceder clínico. La mayoría de mis pacientes son adolescentes, que buscan privacidad y distancia de su familia, a diferencia de la asistencia de niños, que obedece a sugerencias institucionales.

A continuación, plantearé 2 momentos lógicos que obedecen a diversas reflexiones de mi clínica particular que han surgido en el intento de extensión de la misma, haciendo un entramado sobre lo que acontece como manifestación de las expresiones sintomatológicas en el consultorio y el malestar epocal entramado con el contexto desde el cual llevo a cabo mi práctica. Siguiendo a Néstor Braustein (3), diremos que eso no sería para sumar puntos de vista, sino para mirar nuestro objeto de estudio y distinguir la particular visión del psicoanálisis, sin caer en el esquema de la interdisciplinariedad que pretende un saber sumando ignorancias.
 
Momento 1: La apuesta del psicoanálisis ante el inminente aplastamiento del sujeto por la tendencia al “progreso”.

La superstición del progreso es el veneno que corroe nuestro tiempo” (4).

Iniciare haciendo algunas referencias desde la voz del progreso. Según nos comenta Agustín López Tobajas (5), escuchamos que este se rige bajo la tesis de un hombre primitivo de origen animal que ha tenido una trayectoria linealmente ascendente hasta el hombre moderno, es decir, el camino de la humanización del salvaje hacia la civilización, mediante la técnica que conlleva el dominio de la naturaleza el hombre contemporáneo se considera el punto culminante de la historia y contempla el devenir humano como una trayectoria ascendente en cuya cumbre coloca con orgullo la grotesca caricatura del hombre universal, en el que él mismo ha llegado a convertirse.

El dogma del progreso es un efecto del discurso de la ciencia moderna que se rige bajo la idea de que el mundo debe estar organizado con base en el saber y la razón buscando cada vez más el dominio por parte del hombre sobre la naturaleza por medio de técnicas universales para poder tener un control, siempre medible, objetivo, calculable, es decir, evolucionar hacia estados de cada vez mayor dominio sobre la naturaleza para establecer armonía entre los hombres, que puede alcanzarse por medio del saber científico-universal.

Según el Dr. Daniel Gerber (6) nos refiere que: “El llamado progreso es correlativo del desarrollo de un mercado único, que unifica gustos, preferencias, opiniones y juicios. La razón como garantía de orden y estabilidad en el mundo tiene que lograr homogenización, uniformidad, borrar particularidades, diferencias, todo lo que pueda limitar su poder. El sujeto tiene que ser calculable, cuantificable, por lo que no es casualidad que las disciplinas psi busquen al sujeto funcional y que opere ajustado al engranaje de la maquinaria social.”  

La creencia en el dogma del progreso nos va encaminando cada vez más hacia la desaparición de la singularidad, tendiendo hacia la universalización, hacia las técnicas estandarizadas que producen el borramiento del sujeto en su particular modo de sufrir. Lo observamos en esta época de prisas apremiantes, de eslóganes y consignas, de siglas y códigos de barras, un tiempo en el que la realidad de conocer por encuestas y el conocimiento se reparte en cursillos de fines de semana. Vivimos en el reino de la virtualidad, donde (casi) todo es posible, presos en el laberinto de las ficciones, donde para renovar los espejismos se vive manteniendo esa ilusión, atrapados en la red de consumo. Esta adoración al progreso crea la compulsiva necesidad del intento de satisfacción por medio de la espera perpetua de la aparición de nuevos productos que el sistema productivo se encarga de proporcionarle novedades a un ritmo que supera incluso sus propias demandas, de modo que se pasa la vida corriendo de una novedad a otra, da igual si se trata de máquinas, ropa, corrientes artísticas, sensaciones o mensajes religiosos, pues todo es válido, toda innovación es progreso.
Recordemos que (clínicamente) el advenimiento del sujeto se funda por la falta constitutiva de la cadena significante, ese intervalo que posibilita su existencia y que requiere de dos operaciones: la alienación, en el momento en que el infans es forzado a entrar al campo del lenguaje, cuando aparece dependiente en el campo del Otro, se encuentra alienado al Otro como su Significante que lo representa. Y la segunda es la separación producida por la falta del gran Otro que lo rescata del aplastamiento del sujeto que es efecto de la alienación.

La tendencia actual a la negación de la falla en el gran Otro, falla taponada con el ideal de progreso, genera la identificación con los diferentes discursos, proceso ficcional que no permite al sujeto emerger, pues se ve atrapado en el proceso de alienación con la completud del discurso que se encamina al progreso, produciendo las manifestaciones que se muestran en la clínica.

No podemos dejar de lado la obligación que se impone al sujeto actualmente por la tendencia a seguir al pie de la letra del imperativo categórico de ser/estar sano en nombre de un progreso científico y tecnológico, el cual es el garante del saber y que es la voz que nos da cuenta del dominio del poder que impera en nuestra sociedad. Por medio de la clasificación y el diagnostico el signo aplasta al sujeto negando su existencia.
Ya Freud escribía (7), que cuando algo parece inaccesible o inalcanzable al hombre, este crea la Cultura, pero también construye ideales y dioses que realizan lo que él mismo no puede. Así el hombre siempre se ha formado ideales de omnipotencia y omnisciencia, él ha querido saber y dominar su mundo, ha construido ideales y dioses pero también ha realizado lo que se suele llamar "conquistas de la cultura".
En efecto, se han producido herramientas y "bienes útiles" (el lenguaje, la escritura… etc.) con los cuales el hombre mismo se trasforma. El hombre ha perfeccionado sus órganos, -tanto los motores como los sensoriales-, utiliza instrumentos en su cuerpo para facilitar su accionar e incluso "ha destituido a los dioses".

Freud nos refiere que el hombre que "esta tierra vio aparecer por vez primera como un débil animal y a la que cada nuevo individuo de su especie vuelve a ingresar como lactante inerme" (8) ha llegado a ser, por así decirlo, un dios con prótesis: bastante magnífico cuando se coloca todos sus artefactos.

Prótesis, artefactos, cirugía estética, etc. Intentos que buscan combatir lo perecedero del cuerpo. En efecto, hoy se rechaza al cuerpo, el cual, en su inevitable camino al envejecimiento y a lo ineludible de la muerte, ha sido todo el tiempo considerado como desfalleciente. El rechazo de la falta, de un cuerpo “defectuoso” y perecedero por parte de la ciencia médica moderna y por nuestra sociedad, no es otra cosa que el rechazo de "lo real", de la muerte. Sin embargo, es impensable la verdad del Sujeto sin considerar su finitud, su incompletud, así como el ideal que tiene de ser inmortal.

El estudio de las manifestaciones de la verdad del Sujeto en su exterioridad, en sus excesos, con sus prótesis y artefactos, nos lleva a denunciar los propósitos de la medicina científica, una práctica dominada por la fascinación absoluta de la omnipotencia tecnológica que se propone postergar la muerte de los hombres, frente a la cual, no hay poder alguno que la evada.
Desde luego,  según Eleazar Correa González (9) nos dice que, no se trata de oponerse o de recusar ciegamente todo avance científico o tecnológico, pero sí de advertir su potencialidad siniestra –propia a la lógica subyacente del "progreso"- que busca una gigantesca instrumentalización del cuerpo y que tiende a borrar al sujeto en su especificidad singular.

Volviendo a lo que nos dice Freud (10) la fuente de malestar proviene de los vínculos con los otros, es decir, el lazo social es el causante de la ausencia de satisfacción plena, la relación entre los semejantes siempre es agresiva e inestable, ningún ser humano soporta una aproximación demasiado íntima con el otro, por lo que lo único que puede permitir que este vínculo se dé, es la existencia de un conductor que venga desde afuera, la palabra, la ley, se impone como apaciguadora, ordena y regula lazos. Es decir que el acatamiento de las exigencias emanadas del orden simbólico no asegura un dominio pleno, ni una regulación eficaz del goce.


La meta de la cultura es asociar a los sujetos en unidades cada vez más amplias fortaleciendo los lazos que los liga, lazos establecidos en nombre de un ideal común, el significante amo.

Momento 2: “El cuerpo: trazo que da contorno a un sujeto”

“El cuerpo es el camino regular por el cual
 la carne humana llega a la condición de sujeto, sujeto del inconsciente, claro está” (11)
“Quiero recuperar de nuevo mi cuerpo, se perdió en un remolino que lo tragó y que ya no me permite reconocerme” (12)
 “No estoy buscando un cuerpo. No estoy buscando, porque mi cuerpo es normal, es un cuerpo que siente frio” (13)

“Se trata de comprender que es por el cuerpo
como nos apropiamos del organismo a través de un proceso en el que el sujeto,
en su constitución desde los comienzos de la vida, inicia a sentir que le pertenece
en la medida que puede ejercer dominio sobre él”
(14)

Me remitiré al malestar que se muestra en la cotidianidad del consultorio: la habitual frecuencia de los trastornos de lenguaje en la infancia que no permiten a los niños aprender la palabra del Otro por la falla en la trasmisión, la ilusión de la completud por la inclusión al campo virtual, la imposibilidad de algunos niños de controlar un cuerpo que les es ajeno, pues la palabra no los ha podido nombrar. Los síntomas que aparecen en la actualidad apuntan hacia formas en las que la Ley ha modificado su presencia en la subjetividad, y la tendencia a agrupar los síntomas, cuya posible causa es completamente diferente, responde más a una estandarización como forma de controlar el "malestar", sin atender a que cada uno revela la fuerza con la que se impone el goce al deseo en nuestro tiempo. En ello, podemos escuchar la dificultad de encontrar en el sujeto mismo lo que le anude a la lógica del lazo social en los términos de cohesión y renuncia a gozar.

Vemos rostros desencajados, ausentes, palabras vacías, imposibles de articular un discurso que les sea propio, lanzando su acto –ataques de pánico, angustia, extrañeza de su cuerpo y de sí mismo- esperando desesperanzados por una respuesta del Otro que no llega, códigos que no se alcanzan a descifrar, congelando o colapsando al sujeto.

Cada vez es más usual en la clínica encontrar manifestaciones donde lo real brota, en la angustia desmedida que en algunos casos genera que los cuerpos no encuentren calma, por ejemplo en el balanceo desmedido de niños ante cualquier circunstancia que les genere tensión, mostrando el desborde de lo real, es decir, ante la imposibilidad del establecimiento de bordes que delimiten el cuerpo, no pueden poner coto a eso que intenta salir aún a pesar del mismo; no es casual que cada vez sea más frecuente que nos encontremos con diagnósticos de autismo. Un tema muy complejo, pero, para ello, retomemos la idea de pensar al autista como un sujeto sin cuerpo, sin constitución de cuerpo, inmerso en lo Real, atrapado en el Uno que se muestra en la iteración, en la repetición sinsentido. Hay algo que no se ha constituido a nivel imaginario, la imagen-cuerpo que totaliza a nivel simbólico, lo que no le permite nombrar cada una de sus partes del cuerpo; su cuerpo queda fragmentado, no se logra la imagen totalitaria especular, lo que genera una condición especifica propia del autismo.

En la sesión analítica es el amor de trasferencia lo que permite al sujeto neurotizarse, pero no por la dirección o mandato del analista sino por la condición estructural del sujeto, por un lado, y, por el otro, la función de objeto “a” que cumple el analista, figura que sirve como moneda de canje de los fantasmas que le aquejan al sujeto por nuevas ficciones que permitan el paso del sufrimiento hacia otra cosa por la vía creativa, dejar de quejarse para pasar al acto creativo.

Partiendo de lo anterior, me permitiré traer una pequeña viñeta clínica a la que he dado por nombre “Mi creación, mi personaje perfecto”.

Se trata de una chica que tiene diagnóstico de Asperger, con la que he trabajado por dos momentos diferentes, de los 5 a los 9 años, suspendió un año y regresó a los 10, y actualmente tiene 13 años. Lo menciono como 2 momentos de su análisis pues en un inicio tenía el lenguaje muy precario, poco hablaba y sus padres estaban atrapados en la reciente detección del diagnóstico de su hija con toda la culpa que eso genera, desorientados y sin saber qué hacer, durante ese primer momento el análisis fue con madre e hija. Durante el transcurso de ese momento la chica logró desarrollar el lenguaje al punto de poder comunicarse y narrar historias y se gestó una fascinación por el dibujo. No ahondare sobre el primer momento pues es largo y complejo, además no me permite ilustrar lo que me interesa transmitir. El segundo momento inicia con su regreso, donde la tormenta puberal estalla, con la llegada de su periodo menstrual. Está por terminar la primaria, y, vale decir, para este momento ya no regresa la misma chica. Continúan las sesiones ya sin su madre en el consultorio, es decir, ahora es por su “interés propio”. En el primer momento (de los 5 a los 9 años) ella usaba una libreta para dibujar, cuando regresa se la muestro y se burla de sus dibujos infantiles (“de niña y muy flacos”, expresa), entonces le doy otra libreta, pues tras su gran interés por el dibujo que inicia por sugerencia mía (contrario a lo sugerido por una neuropsicóloga, quien daba seguimiento al área cognitiva y de lenguaje, que les decía a los padres que no la dejaran dibujar tanto porque no le ayudaría para socializar), es que le comenté a la madre que era el recurso que su hija había conocido desde pequeña y era lo que, tras todo el tiempo de trabajo, le había permitido expresarse, así que, como el interés para los padres era que su hija retomara el  tratamiento porque ya la habían dado de alta en lo que respectaba a lo académico y terapia de lenguaje, aún les preocupaba el área emocional y social de su hija tras darse cuenta de su condición, y temían fuera víctima de bullying, además que la incursión a la pubertad era un tema complicado para la madre, entonces tras el resultado de recomendaciones anteriores como natación y piano, en esta ocasión empieza con el dibujo. Actualmente tras la práctica permanente, clases de dibujo y técnicas estudiadas por iniciativa propia ya sus dibujos tienen profundidad.

Mencionados los datos que nos permiten poner en contexto, les comparto lo siguiente. (El relato siguiente es construido en una sesión en la cual la chica llega diciendo que no durmió esa noche por los cólicos que tuvo). Tras 3 intentos de elaboración de su dibujo lo termina diciendo: “Aquí está mi creación, mi personaje perfecto. Su nombre es Alison, ella es un demonio que surgió de un pacto con el Diablo.”

A continuación, redactare el relato que a partir de dicho dibujo construimos en una ida y vuelta entre paciente y analista, (para mayor claridad entre comillas esta el relato de la paciente y mis acotaciones las marcare entre paréntesis).
“En su pasado le hacían bullying porque creían que era una bruja, asustados le tiraban piedras y la golpeaban”. (Idea inicial que manifiesta como inicio de la construcción del relato que busca dar origen a su personaje).
“Todo comienza con la imagen de dos pajaritos que eran hermanos, uno de ellos tenía los ojos cerrados, el otro volaba, pero algo que no notaba el hermano era que sus amigos eran los que molestaban a su hermana, el pajarito de ojos cerrados”. (Analogía que simboliza su imposibilidad de ver, de verse en la mirada del Otro, dificultad para establecer lazo, no tenía vida social, por ende, no tenía cariño, contrario a su hermano al que veía como sociable, por ende, muy amado, tenía muchos amigos).
“Tiempo después, su hermano se entera de que sus amigos le hacían bullying a su propia hermana, así que quiere resarcir lo pasado, arrepintiéndose la busca, pero ya era tarde, ya había hecho el pacto que la convertía en demonio, el pacto consistía en darle su alma vacía de amor a cambio de matar a sus agresores, a esos demonios los cuales se divertían haciéndola sufrir, el mismo pacto también incluía convertirla en un demonio que lideraba un ejército, que tenía como objetivo reclutar a otros para convertirlos en demonios. Para lograr dicha empresa fue dotada del poder de convertirse en mujer tras el ritual de beber su sangre, siendo mujer convencía a sus víctimas (utilizando la seducción), es decir, buscaba a nuevos integrantes de su ejército demoniaco en personas depresivas que se encontraban al borde del suicidio (características que la hermana tenía antes del pacto por el abuso), para cuando pudo consolidarse el ejército del Diablo, tuvo que luchar con su hermano y tras derrotarlo termina siendo aliado de su propia hermana formando parte del mismo ejército” (El hermano que por elegir estar con los amigos no puede ayudar a su hermana,  pues no se da cuenta del sufrimiento de la misma, termina siendo rival en un primer momento y luego un aliado que lucha en conjunto para servir al Diablo).

Termina la sesión preguntando: “¿Puede no tener nombre completo mi personaje?”.
Pregunta que abre la posibilidad de construcción de un apellido para Alison, pues recordemos que el apellido es la filiación que sostiene, que da orden y nos refiere a nuestro origen para dar sentido a la existencia, que puede dar paso a la exogamia, posibilidad de relacionarse con los otros y, en su caso, posibilidad de ser amada de otra manera; se abre el camino hacia el comercio sexual.

Recordemos las palabras de Freud, (15) donde se cuestiona acerca de la tarea del analista, mencionando que su tarea no es recordar, sino que tiene que colegir lo olvidado desde los indicios que esto ha dejado tras de sí, es decir, tiene que construirlo.  Por lo que su trabajo de construcción, o reconstrucción si se prefiere, muestra coincidencias con las del arqueólogo que exhuma monumentos destruidos y sepultados, solo que el analista tiene condiciones  propicias ya que su empeño se dirige a algo todavía vivo, pero al igual que el arqueólogo que a partir de los restos ruinosos restablece la historia, del mismo modo procede el analista cuando extrae sus conclusiones a partir de jirones de recuerdos, asociaciones y exteriorizaciones activas del analizado. Las repeticiones mostradas a través de la transferencia develan los restos de objetos destruidos, material con el que será posible llevar la reconstrucción que solo será una labor preliminar pues el abuso de sugestión no es propio del psicoanálisis.

Para Freud (16) los poetas son los creadores de los sueños que jamás han sido soñados y pensemos en la tesis que menciona acerca de que el sueño es un deseo cumplido, nos dice: “Si al menos pudiéramos descubrir en nosotros o en nuestros pares una actividad de algún modo afín al poetizar…”, entonces, ¿no deberíamos buscar ya en el niño las primeras huellas del quehacer poético? La ocupación preferida y más intensa del niño es el juego, acaso tendríamos derecho a decir, todo niño que juega se comporta como un poeta, pues se crea un mundo propio, o mejor dicho, inserta las cosas de su mundo en un nuevo orden que le agrada. El niño toma muy en serio su juego, emplea en él grandes montos de afecto. ¿Será entonces que la ficción creada en los relatos construidos en el espacio clínico puedan sostenerlo y que nos posibilite decir lo indecible, lo actuado o lo silenciado, darle la posibilidad al sujeto de apalabrar su sufrimiento, para hacer menores sus males? Ya que el análisis consiste en reordenar las contingencias pasadas dándoles el sentido de las necesidades venideras, para dar una forma nueva a lo que tuvo lugar y así dar al pasado un sentido nuevo en función de un porvenir. Así, al pensar eso que está en la médula de nuestra práctica, se vuelve inevitable recordar aquello que nos señala Maria Negroni (17) cuando nos dice:

“Las figuras se desvanecen, respuestas no hay, pero se va a buscar mejorar la calidad de las preguntas, hay muchas, pero solo unas pocas que terminan habitándonos. Producir algo que se vive en el momento mismo de la palabra que se crea. Invención de un sujeto por su voz. Ensoñaciones liberadoras de mi nombre, de mi historia”.

Notas

(1) Primeras Jornadas Freudianas tituladas Una clínica de lo local o (de un local level clinik) que organizó el Centro de Atención y Formación Psicoanalítica en el año 2018 en la ciudad de Culiacán, Sinaloa, México.

(2) Paz, Octavio. Libertad bajo palabra. Obra poética (1935-1957) Fondo de Cultura Económica, 3ra edición, México, 1995. 

(3) Braunstein, Nestor. Clasificar en psiquiatría, siglo XXI Editores, México, 2013.

(4) Weil, Simone. Escritos históricos y políticos, Editorial Trotta, México, 2007.

(5) López Tobajas, Agustín. Manifiesto contra el progreso, Editorial Olañeta, España, 2005.

(6) Gerber, Daniel. El psicoanálisis en El malestar en la cultura, Editorial Lazos, Buenos Aires, 2005.

(8) Ibid.

(9) Correa González, Eleazar. El cuerpo y el imperativo de salud corporal en occidente. Acheronta Revista de Psicoanálisis y Cultura, número 23, octubre 2006.  (https://www.acheronta.org/acheronta23/eleazar.htm)

(10) Ibidem.

(11) Barrera , Alma y cols “¿Qué es el cuerpo del niño para el psicoanálisis?”, Freud a la letra, S.C. México, 2017. Prólogo de Braunstein, Néstor.

(12) Frase de una paciente depresiva que atiendo en mi clínica particular.

(13) Frase de una paciente de 7 años remitida a mi consulta, por un diagnóstico de Síndrome de Asperger.

(14)   Barrera , Alma y cols “¿Qué es el cuerpo del niño para el psicoanálisis?”, Freud a la letra, S.C. México, 2017. Gabriela Dueñas en el texto titulado Acerca de qué es el cuerpo del niño para el psicoanálisis.

(15) Freud, Sigmund. Obras completas, Vol. XXIII, Construcciones en análisis, 1937. Amorrortu editores, Buenos Aires, 2017.

(16) Freud, Sigmund. Obras completas, Vol. IX, Sobre el creador literario y el fantaseo, 1908. Amorrortu editores, Buenos Aires, 2017.

(17) En la charla virtual llevada a cabo por la Escuela Freudiana de Buenos Aires en abril de 2024. http://youtu.be/gM_Zb8zk_5y

 

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