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Número 16 - Noviembre 2024
Psicoanálisis en tierras de violencia
Erika Olmos Rosas


Los relatos que escuchamos en la clínica psicoanalítica son señales de la realidad social en la que nos encontramos y por lo tanto superpuestas a la nuestra, que Janine Puget describió como “una zona del mundo en común, colectora de tantas vicisitudes de la actividad analítica… y que sucita a diario problemas técnicos y éticos resueltos con recursos artesanales” (1)

En Irapuato el mundo en común entre paciente y analista es una tierra de violencia, desapariciones y delitos asociados al crimen organizado y la clínica no hace más que darnos señales a través de los relatos de pacientes que se han visto intimidados por esta tierra que antes se definía como un campo mexicano fértil y próspero.

Les comparto que hace 17 años me mudé de Ciudad de México a Irapuato junto con mi familia. Abrí mi consultorio y fui descubriendo que los relatos y problemáticas que se presentaban en la clínica eran muy distintas a las de cdmx; se distinguían principalmente por pertenecer a escenarios completamente diferentes, tradiciones y creencias muy del lugar e imaginarios colectivos que no conocía. Así que tal y como lo hace un viajero me dejé llevar por estos relatos de mundos inimaginables, espacios tan lejanos a la historia en la que crecí y los relatos clínicos que me tocó escuchar en mi ciudad de origen.

Les contaré unos breves ejemplos. Fue a través del relato de una paciente que conocí la vida en el campo, me refiero al “que hacer” del campesino en nuestro país. Las problemáticas que encierra la siembra, las quemaduras por exposición al sol para ahuyentar los pájaros que asechan el sorgo cada octubre en esta tierra y a lo enigmático de saber el momento exacto para iniciar la cosecha, y digo exacto pues  un error de calculo implica la pérdida de una inversión de al menos 6 meses y el desmoronamiento de una familia mexicana. Claro que antes ya sabía del campo, pero, ¡no es lo mismo leerlo en libros que escucharlo historizado en las palabras de un sujeto!

Berta, mi paciente, llegó por una serie de síntomas de tipo obsesivo que la aquejaba, la torturaban. Las ideas obsesivas de contagiarse de un hongo le aparecían una y otra vez y eran sucedidos por rituales de limpieza donde el cloro y la lejía parecían ser la única forma de aplacar la angustia. La piel de las manos llagadas por el cloro y la lejía escondían otras marcas, las dejadas por el trabajo diario en el campo.
Ahora bien escuchar su dolor, la tortura de sus síntomas, la dificultad que tenía para hablar de sus deseos incestuosos no evitaron que mi mente pudiera viajar con ella, y así a través de sus palabras pude recorrer cada parte de su casa, de su campo y de conocer a sus animalitos que todas las mañanas ordeñaba y cuidaba.

Alberto, fue recomendado a mi consultorio por una grave abulia. La dificultad diagnóstica de este caso captó mi atención desde el momento en que lo conocí.
Él, un hombre como tantos por acá en nuestro estado que cruzó la frontera hace ya algunos años para buscar una mejor vida para su familia. Hacía más de 12 años que había tomado el tren hacia el norte. Saben, todos los días en el trayecto para ir a mi consultorio paso por las vías donde cruza ese tren. Y cuando tengo la “mala suerte” de que me toque el paso del tren, y ya saben que es ley de Murphy “justo cuando más prisa llevas, te toca el tren más largo” claro que me enojo,  ya saben digo toda esa sarta de palabrerías que por supuesto no diré el día de hoy.

Pero he de confesarles algo, después de escuchar el relato de Alberto, ese tren ya no es el mismo: Paso de ser  “la bestia” como le llaman los noticieros a ser el tren que lleva los sueños. Sueños de los que anhelan algo mejor para los suyos y que muchas veces lo logran y otras tantas la infortunia es su destino final.

Los miedos de regresar a Estados Unidos invadían a Alberto, lo paralizaban y se encontraba muy presionado pues para una determinada fecha tenía que estar de regreso en su trabajo. Es por eso que decidí citarlo diario, teníamos justo tres semanas, justo las semanas antes de navidad.

Su relato me permitió conocer el día a día de estos hombres y mujeres que se van, que dejan en casa el calor del fogón pero también la pobreza. Su relato me trasladó a un mundo que sólo hubiera sido factible de conocer aventurándome a subir de forma literal al tren de los sueños.

¿Cómo cambió todo? Este cambio no fue de golpe, fue poco a poco, como cuando ligeras gotas de lluvia te hacen saber de la venidera tormenta. Y que frente a estas ligeras gotas de lluvia algunos las dejaron pasar mientras que a otros nos parecieron señales. He de ser sincera que no fue tan claro, ni tan rapido. Me hace pensar en lo que Agamben responde cuándo le preguntan ¿Qué es ser contemporanteo?
“significa ser capaces no sólo de tener fija la mirada en la oscuridad de la época, sino también percibir en aquella oscuridad una luz que, directa, versándonos, se aleja infinitamente de nosotros. Es decir, aun: ser puntuales en una cita a la que se puede solo faltar”

Hace ya algunos años estos relatos comenzaron a tomar tintes distintos: la gente que venía del campo venía con mucho miedo e incertidumbre derivados de amenazas de grupos delictivos. “Este grupo se quiere llevar a mis dos hijos y a cambio me dejan seguir trabajando el campo” La familia de estos chicos decidió mandarlos a Estados Unidos de braseros para salvaguardar sus vidas, escapando no de la pobreza sino de la violencia. Este tipo de extorsiones y “levantones” fueron de los primeros indicios, las primeras gotas de lluvia que te hacen saber de la venidera tormenta.

Roberto llegó a consulta platicando como los balazos se escucharon muy cerquita de su escuela “Todos nos tiramos al suelo y nos quedamos calladitos, las maestras nos fueron ayudando a salir a la zona más segura de nuestra escuela…esperamos…esperamos a que ya no se escucharan balazos”

La escuela de Roberto queda muy cerca de mi consultorio y por lo tanto el lugar de la balacera también. Los mundos superpuestos y las vivencias de terror parecían confundirse en la sesión. ¿qué hacer cuándo la sensación de desamparo inunda la escucha y anega el consultorio? Me senté cerca de él y suavemente le dije “sabes, yo también tuve miedo”

Christian cumplió 5 años cuándo en su comunidad se corrió el rumor de que el cartel iba a balacear su kínder. El rumor creció de tal forma que cada vez que se escuchaban sonidos estruendosos parecidos a balazos los niños se tiraban al suelo y las familias corrían al kínder a buscar a sus hijos. En una ocasión ocurrió una balacera cercana al kínder, ese día pasaron por todos los niños menos por Christian. Sus abuelos no estaban cerca y no se enteraron del hecho. A partir de ese día Christian no regresó a la escuela.
Llegó a consulta muy temeroso y curioso sobre si mi consultorio era un lugar seguro.  No quería hablar de lo sucedido sin embargo aquello desligado se hacía presente al jugar en movimientos involuntarios que irrumpían la continuidad del juego: sus brazos se movían por encima de su cabeza como cubriéndose de lo que le pudiera caer.

El trauma es una descripción de lo que sucede en la vida anímica de una persona que ha vivido una afrenta pulsional inesperada o ha vivido lo que para él o ella ha sido una experiencia traumática; en ambas el Yo (tanto en su dimensión consciente como inconsciente) perdió la posibilidad de vincular y de representar.

En “Mas allá del principio del placer” Freud denomina trauma “a las excitaciones externas que poseen fuerza suficiente para perforar la protección anti estímulo”(2) dejando al aparato psíquico anegado, rompiendo violentamente las cadenas significantes y mermando la capacidad de ligar o representar.
El evento traumático tiene un impacto contundente en el aparato psíquico de quien lo vive, trastoca la mente y deja al individuo en un estado de desamparo y desvalimiento. Para Freud “La tarea (después del trauma) es dominar, ligar psíquicamente los estímulos que penetraron violentamente a fin de conducirlos a su tramitación” (3)

Entonces tenemos no sólo estímulos que han entrado de forma violenta y han causado estragos en el aparato psíquico de una persona sino también como efecto de esto tenemos que cadenas significantes han colapsado en esta entrada violenta.
Estos estímulos desligados no son representaciones aparecerán en muchas ocasiones en el registro de lo real, de lo ominoso o terrorífico.
Los elementos desligados, consecuencia del trauma, se harán presentes en la transferencia y el encuadre. Aparecerán como elementos sin sentido y sin representación psíquica para el sujeto, como con Christian que mientras jugaba se agachaba y se tapaba la cabeza como si algo fuera a caerle encima. Este movimiento no era consciente, simplemente se desplegaba en cualquier juego que ocurriera; junto con esto aparecían gestos de terror que tampoco eran registrados por Christian. Cuando aparecían estos movimientos y gestos mis intervenciones iban dirigidas a identificarlos para él y ofrecer significantes que lo ayudaran a tramitar y ligar.  “¿Debe ser terrible todo el tiempo estar esperando que algo caiga en mi cabeza, me da mucho miedo, a ti te pasa lo mismo?”
¿Cómo es ser Psicoanalista en una tierra de violencia?

Los relatos de la clínica me hacían saber que había quedado atrás la tierra fértil y prospera a la que llegué a vivir hace 17 años. Y como lo hace un viajero me dejé llevar por los nuevos relatos, historias ahora con temáticas de terror que se articulaban como vicisitudes de la actividad analítica… y que a diario representaban problemas técnicos y éticos que intentaba resolver con recursos artesanales” 
Así, también llegaron a consulta la contraparte de los relatos antes mencionados. Samuel, de 18 años llega a mi consulta porque había sido miembro de la pandilla desde los 12 y había participado en varias actividades del Cartel pero de unos años para acá la situación se había puesto muy díficil y sus amigos con los que creció los estaban matando así que aprovechó una ventana que dieron los grupos delictivos para salirse y la instrucción fue “Se pueden salir, no se llevan nada de lo que tienen y si los vemos vendiendo para el otro grupo los desaparecemos”

Samuel decidió tomar esa ventana, pero tal y como le dijeron “como llegó a los 12 se fue a los 18” sin nada en los bolsillos. Y aunque su vida valía más que lo que tenía en los bolsillos no dejaba de extrañar a la “pandilla” y en sesión relataba todas las veces que ellos lo ayudaron. Finalmente los vivía como su familia porque sus padres lo habían dejado a su suerte cuando él era pequeño y como él decía “de crecer solo en la calle a crecer en la calle con la pandilla pues mejor con ellos”
Isaac, era un sicario que trabajaba para el cartel. Llega a consulta atormentado y se presenta así “Soy Isaac, soy sicario y tirador (asi les llaman a los que reparten la droga) llevo en esto ya muchos años, he matado a 126 personas pero solo recuerdo al primero” Resulta que Isaac comenzó a consumir cocaína y cristal para poder llevar a cabo las instrucciones que le daba su jefe. Así mientras mataba, entregaba paquetes y cuidaba lugares mantenía otra vida en la que tenía una novia desde la preparatoria con quién tenía intenciones de casarse. Sin embargo sin darse cuenta ni saber como habían sucedido las cosas la novia rompe la relación y termina quedandose con su amigo de la prepa. El estado alterado provocado por la droga no sólo se había llevado las historias de las 125 personas que había matado sino también la historia de la relación y su posible futuro. Isaac sólo asistió a una sesión, la verdad es que agradecí mucho esto. Así como Isaac llegaron otros algunos otros.

Los Carteles se habían apoderado no sólo de las calles de Irapuato sino también de la vida y relatos de las personas. Las historias no se podían contar sin el contexto porque todo cuento incluso los de terror comienzan con ello: “Erase una vez en un lugar muy lejano” Y así…
Erase una vez en un lugar no tan lejano unas tierras que han vivido una tormenta que no acaba, en donde las personas que viven allí se han silenciado, quedaron ensordecidos por el sonido de las armas de fuego y los llantos ahogados por el desamparo.
¿Qué queda después de la balacera? Un silencio ensordecedor, no es un silencio que signifique, no es como cuándo un paciente calla y llena el consultorio de significantes es mas bien un silencio que sucede al haberse colapsado todo.
Hoy vengo y escribo por Irapuato, por Guanajuato, una tierra de violencia, escribo para que el miedo no me enmudezca, no mantenga en silencio todos aquellos relatos que la clínica me ha permitido escuchar de personas acalladas, de familias acribilladas, de novios desaparecidos y mujeres colapsados por la violencia colectiva.
Gracias

Notas

(1) https://core.ac.uk/download/pdf/524860398.pdf

(2) Agamben, 2013 ¿Qué es ser contemporáneo?

(3) Freud, 1920

(4) Mas allá del principio de placer
Sigmund Freud, Obras Completas, Amorrortu, Tomo XVIII, páginas 7 a 66

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