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Número 16 - Noviembre 2024
Habitar el cuerpo.
Cartografías de un viaje adolescente

María Eugenia Otero

… “El escenario de la primavera está casi preparado: la luna y las
flores del ciruelo…”
                                        Matsuo Bashó

En el planeta adolescente, los tiempos se bifurcan, como laberintos desobedientes, que escapan a las reglas del orden y se establecen creando nuevas dimensiones.

El cuerpo se prepara, es el escenario exquisito para saborear diversas sensaciones: el encuentro con la propia genitalidad y el encuentro con el cuerpo del otro.
Nuevas experiencias, cargadas de sensorialidad, escrituras pictogramáticas, rebosantes que dan cuenta del esfuerzo del aparato psíquico por metabolizar aquello que deviene extraño e inunda al psiquismo de sensualidad.

Las experiencias subjetivas, se apilan, se amontonan, se evanecen, discurren, ocurren en un cuerpo que se talla de un modo acontecial. El acontecimiento, es la creación de una posibilidad, señala Badiou (2003), es una propuesta, quizá en los tiempos del crecer adolescente.

Un acontecimiento significa hallarse en la disposición subjetiva de reconocer la nueva posibilidad y estar dispuesto a darle acogida. El desafío implica, producir un trabajo elaborativo sobre aquello que excede al psiquismo, apostando a, elaborar, a inscribir este nuevo cuerpo que adviene con sus metamorfosis complejas y necesarias para adentrarse en el mar de la vida.

La subjetividad adolescente emerge como un entretiempo, con la capacidad de producir desorden hacia la búsqueda de organizaciones nuevas.
El entretiempo puberal, adolescente, juventud (1) (Gutton, 1996; Grassi y Córdova, 2010), como un trabajo de frontera, se abre entre los tiempos de la sexuación infantil y la conformación definitiva en la adultez. Como un rizoma, fluye, ocurre, se expande, en una unidad que tiende a la multiplicidad.

Deleuze (2) caracteriza el rizoma como un conjunto de tallos subterráneos que se ramifican en todas las direcciones haciendo que no resulte posible determinar el centro, el origen. En su geografía, no hay jerarquía, no hay imposiciones, cualquier punto puede conectarse con cualquier otro, prescindiendo de una instancia superior que organice y unifique esa característica.
Lo distingue del esquema árbol-tallo-raíz- eje, donde cualquier punto remite a la raíz y se ramifica mediante estructuras duales que crecen verticalmente.

El rizoma, se extiende bajo la tierra adquiriendo formas imprevisibles, estalla sobre la superficie regalando una planta, y otras. De pronto forma bulbos y tubérculos, proyectándose en múltiples direcciones. Si es cortado en algunos de sus tramos, se lanza nuevamente a la aventura de crecer. Sus formas diversas no evitan el caos.

El psicoanálisis contemporáneo nos invita, de la mano de la filosofía a pensar en una suma de diferentes perspectivas, a preguntarse por las relaciones entre los diversos elementos. Debatirse en esa lucha inacabable contra lo preestablecido, contra lo sedentario se resuelve pensando, en los bordes de un psicoanálisis no encorsetado, vivaz, dispuesto a dejarse tocar por otras disciplinas, atravesado por la complejidad y acompañando una producción de subjetividad epocal.

Nada puede crearse entre homogéneos absolutos. La cartografía, se abre como un abanico y sustituye la idea de (descripción de un) sistema o estructura.
El mapa se propone producir otras relaciones, poner en marcha nuevas interpretaciones, nuevos procesos, crear. Es abierto, conectable en todas sus dimensiones, desmontable, alterable, susceptible de recibir constantemente modificaciones. Y allí, situamos a la geografía puberal adolescente que desordena y trabaja para la incorporación y metabolización de lo proveniente de distintas perspectivas: los cambios corporales, los vínculos con otros y la articulación del sujeto con sus orígenes.

En lo traumático puberal la experiencia que resulta excesiva, “ese demás a metabolizar”, la energía libre a ligar e integrar en el yo, proviene de la propia interioridad. Lo puberal irrumpe con sus nuevas imágenes que exponen las metamorfosis corporales, una nueva estética corporal y sus nuevas sensaciones (3).

El desdoblamiento de una imagen de cuerpo infantil que ha sido ocupada por un cuerpo extraño pide hacerse lugar en el registro de lo psíquico y requiere de inscripciones para ligar lo excesivo. “La vivencia subjetiva del cuerpo es “información libidinal” que proviene de las imágenes y sensaciones corporales, como también de las miradas y palabras provenientes del otro, el Otro y los otros.” (A. Grassi, 2017)

Este nuevo cuerpo puberal, se produce, vía experiencia sensorial el recurso de lo originario (4), se devela, como primer registro psíquico de la sensación, permitiendo inscribir esta nueva imagen del cuerpo, entregándose a un vivenciar sensorial, bajo el principio de placer, condición de nuevas inscripciones pictogramáticas.

Pero también, podría derivar hacia formaciones de negación, de rechazo y /o expulsión de lo nuevo que revelan la no aceptación de la rareza, resistiendo- se a aceptar, lo diferente como propio, escenario para la aparición de la angustia y sus múltiples formas amenazando la integridad subjetiva.

El cuerpo puberal no se produce exclusivamente en soledad, nuevos espejos: los pares, acontecen como faros iluminando senderos impredecibles del crecer. La vivencia sensorial de la corporeidad se comparte en grupalidad.

A,Grassi denomina: “masa puberal”, al nuevo escenario de la grupalidad puberal donde también podrá registrarse como experiencia subjetiva, un nuevo yo-cuerpo genital, que ingresa por las vías de lo originario, desde el registro de la sensación, el grupo se apuntala en nuevas sensaciones compartidas acerca de lo que NOS pasa en el cuerpo. Se produce una inflexión hacia “nuestro cuerpo”, lo que nos pasa en el cuerpo, lo vamos viviendo juntos.
Momento de metabolización de lo traumático puberal en la medida en que el grupo se constituye en organización que contiene inscribiendo subjetividad a la vez. (A. Grassi)

Esta perspectiva intersubjetiva de los procesos psíquicos,nos invita a pensar en la masa puberal como matriz diferente a lo familiar propiciatoria de las inscripciones pictogramáticas del cuerpo genital puberal, esa es su potencialidad.

Lo puberal, en su registro originario, pulsa por la continuidad zona objeto complementario, empujando al sujeto al escenario del autoerotismo, a los objetos incestuosos y a lo familiar conocido.

La novedad de lo puberal es que hay un trabajo de inscripción de una nueva zona erógena que cobra primacía: la genital. Y una nueva capacidad porque aparece el orgasmo. En lo originario puberal se inscribe el cuerpo sobre el residuo de historia y podría definirse como un trabajo de escritura del cuerpo en el cuerpo, señala N. Córdova (2010)

La fuerza de la repetición se impone y las metamorfosis cobran movimiento, transformando el cuerpo puberal en puro devenir creciente.  

Nominaciones como: “sos un fuego/a, sos una bomba, sos un bombón y comentarios
como: “le comí la boca” van acoplados a las acciones de probar, saborear, degustar,
significantes que portan la fuerza de lo pulsional, y el estallido de la genitalidad,
alentando al trabajo psíquico de metabolizar las inscripciones de la propia corporeidad 
en fugaces encuentros con la corporeidad del par.

Sobre las brasas encendidas de lo puberal, se produce el trabajo psíquico de lo adolescente,
como la fuerza que promueve la diferencia, es trabajo de elaboración de lo puberal, pulsa por la creatividad y la sublimación de la pulsión genital.

Una pareja de jóvenes se besa por primera vez y el nido de mariposas que aletea
en su interior, podría levantar una montaña o provocar estallidos de tulipanes en los pies.
 
Laurú (11: 2005) aclara: La adolescencia es la época de los primeros besos y de los primeros amores, de los primeros momentos de locura amorosa, de la “enamoración” (5).
El amor fuente de un proceso de idealización, se materializa en el sueño romántico compartido entre dos, el amor idealizado, se anuncia como infinito.
La palabra amorosa, las figuras de la seducción y de la fascinación, y el flechazo de una mirada, son elementos constitutivos de este proceso subjetivo. La mirada ocupa un lugar preponderante en la medida en que resulta central en el espejo y en esa reedición que es la experiencia amorosa, en particular en el flechazo, que es su rasgo inaugural, refiere Laurú (2005:157).

Jugar en la infancia, explorar en la adolescencia, soñar, mirar con asombro y detenerse a disfrutar de la luna entramado a otros, son pequeños actos psíquicos que dan cuenta de que la actividad exploratoria ya no estará centrada en el propio cuerpo sino en la búsqueda del encuentro con el otro. Waserman M (2008) desarrolla el vocablo “wan” (de orígen chino) que significa “disfrutar de la luna”
El punto de partida semántico del término parece ser: “fiarse con juguetona atención en algo”
y con una fuerte semejanza entre el jugar, el observar, el pensar y el aprender.
Significante que da cuenta de la inscripción de olfatear, palpar, examinar, investigar, etc

Salir al amor y su aventura implica recorrer su geografía: sus curvas fogosas y sus planicies, su paisaje a veces tierno, a veces líquido, su aridez y destierro, aun cuando el exilio abruma y golpea el desaliento.

El desafío será, animarse a vivirlo.

Bibliografía
Badiou, A (2003) El ser y el acontecimiento. Buenos Aires: Manantial
Córdova, N (2010) Del pictograma al pentagrama” en Entre niños, adolescentes y funciones parentales. A, Grassi- N. Córdova – Comp. Buenos Aires: Entreideas
Díaz, E: (2014) “La investigación habitada por devenires.” En: Gilles Deleuze y la ciencia. Modulaciones epistemológicas II.  Buenos Aires: Biblos 
----------- (2010) “Para leer Rizoma” en: Entre la tecnociencia y el deseo.  La construcción de una epistemología ampliada. Buenos Aires: Biblos
Gutton, Ph  (1993) Lo puberal Paidós: Buenos Aires
Grassi, A.: (2010) Adolescencia: reorganización y nuevos modelos de subjetividad” en Entre niños, adolescentes y funciones parentales.  A. Grassi -N. Córdova Comp. Buenos Aires: Entreideas
------------ (2018) Desvíos- bordes y desbordes. Las adolescencias y sus paradigmas en Territorios Adolescentes y entretiempo de la sexuación A. Grassi- Comp. Buenos Aires: Entreideas,
Lauru, D (2005) La locura adolescente. Psicoanálisis de una edad en crisis. Buenos Aires: Nueva Visión
Otero, Ma. E (2018) Territorios adolescentes. Cartografías de un devenir en Territorios Adolescentes y entretiempo de la sexuación A. Grassi- Comp. Buenos Aires: Entreideas,
----------------- (2021) Habitar la luna. Un viaje adolescente. Actualidad Psicológica.  Buenos Aires Julio 2021
Waserman Mario (2016) Condenados a explorar. Marchas y contramarchas del crecimiento en la adolescencia. Buenos Aires: Noveduc
------------------- (2008) Aproximaciones psicoanalíticas al juego y al aprendizaje. Ensayos y errores. Buenos Aires: Noveduc

Notas

(1) Tres grupos de trabajos psíquicos transitan este período del crecimiento. El tránsito por estos trabajos, presenta un abanico de síntomas no cristalizados, que permite una mirada sobre el crecimiento en devenir

(2) La filosofía de Deleuze y Guattari es denominada por los propios autores como “una teoría de las multiplicidades” lo que implica superar las dicotomías entre consciente e inconscient historia y naturaleza, cuerpo y alma. .

(3) Los aromas puberales, que inundan el cuerpo, pertenencias, cuarto y amigos. Las nuevas secreciones hormonales, sudoración, secreción de glándulas sebáceas. Las apariciones en la piel de pluritos, acné y eczemas. Imágenes y sensaciones visuales de extrañeza y rechazo, vellosidades diversas. La menarca y sus incómodas novedades y las poluciones nocturnas en los varones, aportando placer y también angustia.

(4) Destaco la categoría conceptual “lo originario” (Piera Aulagnier, 1977) para pensar el registro de la sensación en el aparato psíquico y su figura el pictograma, como piso teórico para el abordaje del concepto: lo originario puberal (Gutton Ph 1996). Resultando lo originario puberal como el primer modo de representación de la genitalidad, inundación de sensualidad en el aparato psíquico, que trae el cuerpo puberal.

(5) Mediante este significante “enamoración” el autor da cuenta del involucramiento del sujeto en el proceso que lo lleva a enamorarse.

 

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