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Número 16 - Noviembre 2024
Historia del poema de Antoine Tudal y los lapsus de Lacan.
Su decir acerca del amor

Ariel Pernicone

Ningún tema nos convoca más a hablar en un análisis que las cuestiones del amor y del cuerpo. No hay análisis que no atraviese estas dos cuestiones.

Freud ya había señalado aquello que necesitamos hablar. El amor es fuente y motor de búsqueda de felicidad humana, de satisfacción pulsional, pero al mismo tiempo, es aquello que nos coloca más que ninguna otra cosa a merced del desvalimiento, de la angustia y de la posible pérdida del objeto amado.
Un Freud crudo, realista, que nos advierte acerca de la vida en la cultura y sus malestares posibles en torno al amor.   
Pero también de la mano del mismo Freud, hemos asistido a uno de sus relatos más tiernos y amorosos. Lo leemos en detalle en su observación sobre su propio nieto de apenas dos años de edad, Ernest, hijo de Sophie. Freud lo observa jugar, feliz de arrojar y hacer desaparecer objetos. Se detiene en el niño y su juego, lo analiza, sin dudas con un amor tierno, transformado luego en escritura. Una de sus más bellas páginas. El juego de ese niño que repetía las palabras “fort y da” con su carretel de hilo, mientras extrañaba a su madre e intentaba hacer algo con eso.
Un Freud en su intimidad amorosa y de su pluma, el nacimiento de uno de los más cálidos párrafos escritos por el creador del psicoanálisis.
Estrechos lazos entre el amor y la escritura y la creación de una enseñanza. 

Del amor hablamos y el amor toca al cuerpo, por amor gozamos, por amor sufrimos, por amor sentimos, disfrutamos, nos ilusionamos. Por amor nos obsesionamos, seducimos, tememos, quizás enloquecemos. Cuerpo y amor, se unen en íntima conjunción, y la idea de un cierto goce asoma en esta ligadura. El amor, eso que nos hace hablar. Hablar para poder decir. Al hablar gozar, pero quizás también tocar y decir alguna verdad que nos represente como sujetos en nuestros deseos. El amor y sus veladuras de lo real.

¡Pero de qué bella manera lo dicen los poetas! ¡Qué bien lo dicen cuando bordean las verdades de la existencia y de sus lazos con el amor, o el enamoramiento en su escritura!

De que bella manera lo dice el poeta Mario Benedetti, cuando escribe así su poema

Enamorarse y no:

“Cuando uno se enamora, las cuadrillas
del tiempo hacen en el olvido escala,
la desdicha se llena de milagros,
el miedo se convierte en osadía
y la muerte no sale de su cueva

Enamorarse es un presagio gratis
una ventana abierta al árbol nuevo
una proeza de los sentimientos
una bonanza casi insoportable
y un ejercicio contra el infortunio

Por el contrario, desenamorarse
es ver el cuerpo como es y no
como la otra mirada lo inventaba,
es regresar más pobre al viejo enigma
 y dar con la tristeza en el espejo”. 

¡Y Lacan lo sabía!  Sabía que los poetas podían decirlo. Lo sabía cuando de pronto en una charla en la que hablaba del saber del psicoanalista, se arrojó a recitar de memoria unos párrafos del poema de un joven poeta adolescente, que había leído al azar 20 años antes, que lo había cautivado, seguramente porque el joven había logrado escribir en forma simple y llana, en pocas líneas, acerca de su propio sentir sobre las cuestiones del amor. “Entre el hombre y el amor, hay la mujer”( “Entre l´homme e l´amour, il y a la femme). Así lo escribiría el joven poeta.

Lacan estaba en dicho momento hablando en el Hospital Sainte Anne, lugar que había conocido en su tiempo de formación como psiquiatra y no sin cierta emoción, según algunos que estuvieron allí presentes, comenzó a recitar con vehemencia el poema de amor y también sobre el mundo y sus muros.

Al menos lo podemos leer así, en uno de los testimonios más cargado de especial emoción que pudimos encontrar entre los presentes que lo escucharon en esa ocasión.
Se trata de Catherine Millot quien recordaría así el clima en el que se habían desarrollado las conferencias conocidas como “Hablo a las paredes” (Je parle aux murs), en las que Jacques Lacan hablaría, en la Capilla de Sainte Anne bajo el título de su versión original conocida como “El saber del analista”. Seis charlas que transcurrieron durante finales del año 1971 y comienzos de 1972. Allí entre una diversidad de cuestiones, Lacan hablaría, para enunciar su particular decir sobre la función del amor, el amor como aquello que suple la relación sexual que no existe.  Una y otra vez, Lacan afirmará que la relación sexual “es imposible de formularla” y en tal sentido, esa imposibilidad de escritura de la relación sexual compelerá a los seres parlantes a hacer algo con ella. Entonces con ese “no hay”, ese agujero, ese real de la estructura cada uno inventa el truco que puede.
Se trata del amor, y de imaginar, de soñar un amor en el que la unión proporcional, exacta, resulte imaginable como posible. Ilusionarse hacer uno de dos, ese idealizado “amor narcisista”. Así lo nominó Freud.
Hablar del amor, tal vez sea uno de los placeres dilectos de los seres parlantes para afrontar cierta verdad de la existencia.
Así, también, como se lo hace en la infancia, cuando las niñas y los niños crean sus ficciones, sus inventos lúdicos, para armar esas pantallas imaginarias respecto de la demanda del Otro, de las angustias primeras, las más sensibles, de lo pulsional y de su empuje, y no quedar a merced como objeto del Otro, de la demanda del Otro.

Pero en ese imposible de la relación, sabemos, está la no proporcionalidad y allí entran los modos singulares de goce de cada cual. En el lugar de esta proporción que “no hay”, cada sujeto entonces debe inventar su artificio, un semblante que le permita instrumentar algo con dicha imposibilidad, para otorgarse un modo de gozar posible.

Lo cierto es que, por entonces, Lacan hablaría del amor, su lectura acerca de la verdad del amor y Millot en su sentido testimonio, lo recordaría así:

“Sus frases a menudo estaban fabricadas de esas torsiones que las devolvían y que, como deslizándose por un tobogán, lo hacían a uno pasar de una cara a otra y salir del encierro en el que se creía. Tenían el arte de poner en continuidad el adentro y el afuera, como esos objetos topológicos rebeldes a la imaginación que llevaban nombres extranjeros: banda de Moebius, botella de Klein, crosscap, y de los cuales él hacía gran uso para deshabituarlo a uno de la manía de comprender. El mundo se veía como expandido, incluso cuando clamaba que hablaba a las paredes con un tono que iba alzando casi hasta la vociferación, y que recordaba al de Artaud”.
“No se trataba de cualquier pared, sino precisamente de las del asilo, una tarde en la que hablaba del saber del psicoanalista en la capilla de SainteAnne. Había agregado que hablar a las paredes lo hacía gozar, y que nosotros, su auditorio, también gozábamos por participación”.

Millot no se privó tampoco de mencionar los efectos que tales palabras producían en su cuerpo, la resonancia de esa voz que la había incluso conducido a analizarse con él:

“El corazón me latía al oír en su voz un acento que pasaba de la ira sorda a la risa de un alegre saber, y creo que desde ese momento se decidió para mí algo que todavía persiste. ¿Lo llamaré transferencia? Aquella tarde, había continuado hablando de la "carta de amuro" ["lettre d'amur"]. Esta consonancia entre el amor [amour] y la pared [mur] la había tomado prestada de un poeta olvidado que había citado: "entre el hombre y la mujer hay el amor, entre el hombre y el amor hay un mundo, entre el hombre y el mundo hay una pared".

Y continuaría evocando:

”No hacía tanto tiempo que las paredes de París se habían cubierto de inscripciones, mientras que las antiguas barreras parecían hacerse añicos. El amor es lo que se produce cuando cambiamos de discurso, había dicho también. Parecía que por esos años se respiraba más libremente. Para mí, llevarán por siempre un nombre: el año de “…O peor", y luego el año de "Aun", el año de "Los no incautos yerran", y el de "Joyce el Sinthome".

El “poeta olvidado” al que aludía en su recuerdo Catherine Millot, era un joven de apenas 14 años, de nombre Antoine Tudal, cuyas primeras estrofas de su poema Lacan recitaría de memoria, para hablar del amor. Y lo haría no sin algún tropiezo en su decir, unos lapsus que tendrán desde ya su importancia en su enseñanza sobre el amor en los tiempos del coetáneo seminario 19 “…O peor”.

Y como dijimos, Catherine Millot, que estuvo allí, escuchando ese tiempo de la enseñanza de Lacan sobre el amor, lo seguiría recordando, ahora a la distancia, de esta forma:

“De manera extraña, no es sino hoy que me doy cuenta, que entonces él no dejaba de hablar del amor. Del amor y de la lógica, título que dio a una conferencia en Roma, y a la que también asistí. La grabación quedó perdida. Así era él que, al combinar términos aparentemente tan disímiles, el pathos se desarmaba y la lógica misma se volvía erótica. De hecho, lo que le interesaba en la lógica eran sus fallas: sus impasses, sus infranqueables paradojas, allí donde se revela su incompletud, su inconsistencia. En suma, los torbellinos en los que los propios lógicos se pierden. Son las mismas paradojas que encontraba en el amor, cuando éste se vuelve serio y exige rigor, como en los místicos, hasta el punto de no poder decir más nada sin contradecirse y hacer equivalente la perdición y la salvación. Es allí que, dice Lacan, alcanzamos "lo que debería ser el amor, si eso tuviera el menor sentido".
“…Esos puntos producían como un sifón por el cual se evacuaba el sentido. Es también por esos agujeros que desaparecía la esperanza de establecer relación alguna entre hombres y mujeres. Lacan nos invitaba a prescindir de ello para reinventar los juegos del amor, es decir, tal vez otra lógica que parta de lo imposible”.

Para finalmente arribar a una conclusión sobre la práctica del análisis, la trasferencia y el verdadero amor:

“La experiencia psicoanalítica, como Lacan la llamaba… Se lanzaba allí a fondo perdido, apostando todo para ver hasta dónde iría, hasta qué punto de tope o qué apertura imprevisible. Estamos entonces lejos de la psicoterapia. Esa apuesta era la transferencia, amor no tan habitual porque nos llevaba directo a volvernos partenaire del Otro, ese Otro cuyas fallas eran objeto de la lógica lacaniana. En esos parajes, sucedía que se encuentra lo que Lacan llamaba el verdadero amor, que nace de los signos de lo que en cada uno marca la huella de su exilio”.

El “verdadero amor”, curiosa mención respecto de la cual Lacan, en su Seminario 20, (pag.174) situará en concordancia con la valentía.

“No hay relación sexual porque el goce del Otro, considerado como cuerpo es siempre inadecuado-perverso, por un lado, en tanto el Otro se reduce al objeto a- y por el otro, diría, loco, enigmático. ¿No es acaso con el enfrentamiento a este impase a esta imposibilidad con la que define al real como se pone a prueba el amor?  De la pareja, el amor sólo puede realizar lo que llamé, usando la poesía, para que me entendieran, valentía ante el fatal destino”.

Vayamos ahora a Antoine Tudal ese joven poeta de 14 años del cual Lacan decidió valerse para hablar del amor. La mención puntual fue hecha en la tercera charla, la del día 6 de enero de 1972. El lugar como ya dijimos, la Capilla de Sainte Anne y su público, al que iba destinado en un comienzo, los psiquiatras del lugar. Sin embargo, como solía ocurrir, a esa altura esos psiquiatras ya estaban más que diluidos al conformarse un auditorio como siempre nutrido y muy numeroso, que abarrotaban el lugar, al incluirse los seguidores habituales que se sumaban y concurrían a escucharlo. Tal situación desembocaría en la pregunta de Lacan acerca de cierto enigma que se le imponía ante su variado auditorio, cuando enunció ahí mismo “¿Cómo saber a quién hablo?”. Una pregunta desde ya, para nada ingenua, que conduciría a su famosa mención acerca del hecho de “Hablar a los muros”, que luego elegiría Jacques Alain Miller como título de la publicación de esas charlas. Esos muros, que Lacan asoció de las formas más variadas a un “muro” en todas sus derivaciones semánticas, sus distintas acepciones y sus múltiples significaciones: “el muro del lenguaje”, “el (a) muro”, la "carta de amuro" ("lettre d'amur"), en esta particular consonancia entre esas palabras, el amor “amour” y la pared/muro “mur”, también el muro de la castración, o bien esos muros “hechos para rodear un vacío”.

No en vano Lacan señalará que “los muros me hacen gozar. Y en esto gozan todos y cada uno de ustedes, por participación”. Quiere decir, que, en esa resonancia, en ese hablar, es por donde se vehicula el goce. No es que los muros gozan, sino que los muros lo hacen gozar. El cuerpo lo aporta el que habla y los que participan también. (Michel Sauval. Grupo de estudio 2023- Lectura del Seminario 19 de Lacan).
Paralelamente, a esa altura, ya habían ocurrido dos sesiones del recién comenzado Seminario 19, las del 8 y 15 de diciembre de 1971, que transcurrían en la Facultad de Derecho en forma simultánea y allí Lacan construía entre otras cuestiones sus ideas sobre la lógica con relación a lo real y lo imposible, vinculado a la no relación sexual y comenzaba a avanzar con el establecimiento de las fórmulas de la sexuación.
Tal como refiere Jean Allouch en su libro El amor Lacan, “…a veces las cosas avanzan muy rápido en los seminarios, y otras con una lentitud asombrosa...algo así ocurre con el “no hay relación sexual” que, si bien es traído el 4 de junio de 1969, cohabitará durante cierto tiempo con el amor, sin por ello quedar ligado al mismo”. Según su lectura habrá que esperar a esta charla del 6 de enero de 1972, dos años y medio después, para que se produjera esta articulación explícita de la no relación sexual y el amor.

Y el amor irrumpe entonces en la Capilla, resonando en sus paredes, por el sesgo del recitado de un fragmento del poema de Antoine Tudal y junto a eso “los formidables lapsus de Lacan”. Allouch aclarará que “se podrá leer que lo que está en juego en dichos lapsus no le conciernen solo a él”. (Cap XV, Allouch J. Libro El Amor Lacan).
El hallazgo de este poema joven, que al parecer había sido tan cautivador y quizás de alguna manera revelador para Lacan, fue publicado en un almanaque de una edición del año 1950, conocido como “Almanach de Paris an 2000”, puntualmente colocado en la entrada correspondiente al día 7 de septiembre, en su página 273.

El “Almanach de Paris an 2000” era un enorme volumen que conmemoraba los 2000 años de la fundación de Paris. Un libro de alrededor de 400 páginas, que estaba ordenado en una sucesión de imágenes y escritos, distribuidos a lo largo de la publicación, correspondiente uno por cada día del año. Cada día, contenía una selección de obras artísticas, cuadros, poesías, relatos, fotos, ilustraciones justamente en homenaje a esos 2000 años de la creación de la ciudad de París.
Cabe señalar en tal sentido que los orígenes de esa ciudad se remontan a medio siglo antes de Cristo, cuando se fundó “Lutecia”, nombre de la ciudad antecesora de la actual París. La fecha fijada en la historia como su fundación, es ubicada en el momento en que la ciudad fue tomada por la República Romana, precisamente en el año 52 A.C.  El almanaque tomaría como su referencia ese hecho para realizar el homenaje por sus 2000 años de fundación, aunque haciendo un cálculo más exacto, se puede observar que se publicó con cierto retraso, en la fecha del año 1950.

Es en relación a esa serie, en la entrada referida al día 7 de septiembre, donde se encuentra ubicada la poesía recitada por Jacques Lacan, que lleva por título, la palabra “Obstacles” (“Obstáculos”) de Antoine Tudal. En una nota a pie de página, los editores indican que el joven tenía 14 años y que el poema había sido publicado con la autorización del autor.

Cabe señalar que, según la referencia del propio Lacan, ya había incluido anteriormente, una parte de este poema como “exergo” en su escrito "Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis" (Escritos 1, Editorial Siglo XXI) puntualmente en la sección III  "Las resonancias de la interpretación y el tiempo del sujeto en la técnica psicoanalítica". Allí escribiría esto asociado al fragmento de poema citado: “Henos aquí pues al pie del muro, al pie del muro del lenguaje. Estamos allí donde nos corresponde, es decir del mismo lado que el paciente, y es por encima de ese muro, que es el mismo para él y para nosotros, como vamos a intentar responder al eco de su palabra”.
 En su charla en Sainte Anne, hará al respecto una pequeña y sorprendente mención, recordando que, en su opinión, aquella inclusión previa de ese poema y esa referencia hecha allí, le parecía a la distancia como “des cheveux sur la soupe”, expresión que fue traducida como “un pelo en la sopa”, aunque también se la podría traducir como la expresión “peludo de regalo”, aludiendo a algo o alguien que llegó de forma desubicada o fue dicho en forma inesperada o incluso fuera de lugar.
Sin embargo, no podemos dejar de observar en la lectura, que la expresión “muro del lenguaje”, allí ubicada tempranamente, ya representaría un eco lejano de lo que vendría mucho tiempo después, en esta conferencia que estamos recorriendo en su aspecto histórico y donde el “muro” tiene un lugar fundamental.

Volviendo a la charla de Sainte Anne, al evocar el poema de memoria, en la conferencia de 1972 Lacan cometerá sus “lapsus”, cambiando la secuencia de los “obstáculos” y los “entre” que los indican. Aquí el detalle comparativo:

Versión original Antoine Tudal.

Entre el hombre y el amor,
hay la mujer. 
Entre el hombre y la mujer,
hay un mundo. 
Entre el hombre y el mundo,
hay un muro.

Versión Jacques Lacan.

Entre el hombre y la mujer,
hay el amor
Entre el hombre y el amor,
hay un mundo.
Entre el hombre y el mundo
 hay un muro.

El “lapsus del amor” de Lacan. ¡Ese “entre” el hombre y la mujer, el amor! El amor “que suple”.  Vemos así que en la secuencia que sustituye al poema original de Tudal, Lacan en su lapsus recitado, reemplaza al “amor” por la “mujer” como “objetivo” primero y a la “mujer” por el “amor” como primer “obstáculo”. Ya no es entonces “entre el hombre y el amor hay la mujer” de Tudal, sino será “entre el hombre y la mujer hay el amor” de Lacan. El hombre se dirige a la mujer, pero “entre” ellos “hay el amor”. He ahí su “mesología”, tal como la nombrará en su conferencia.

Para concluir con este breve recorrido histórico, se observa con relación a sus lapsus sobre el amor, que Lacan vehiculizará su enseñanza desde ahí. Lapsus que revelan aquello que a esa altura viene construyendo sobre el lugar y función del amor en la estructura y con relación a la no relación sexual.
En el Seminario 19, afirmará entonces “que la afectación del cuerpo es por encuentro con los otros”… “No es necesariamente “un” cuerpo porque a partir del momento en que se parte del goce, esto quiere decir exactamente que el cuerpo no está solo, que hay otro...…  puede decirse que el goce no está relacionado, es el goce de cuerpo a cuerpo”. Para continuar tiempo después en el seminario 20 definiendo el encuentro como “…todo cuanto en cada quien marca la huella de su exilio, no como sujeto sino como hablante, de su exilio de la relación sexual” Experiencia de un saber-real, “encuerpo” respecto de la castración. Se trata de una vivencia que se escribe.
Entonces, ante “el destino fatal”, la valentía del amor implicaría soportar una división irremediable, el desencuentro de dos saberes inconscientes. Saberes que no se recubren en el sentido ni en la verdad como absoluta. Encuentro que toca la ranura de lo real sin desconocer la castración, ese muro que es la castración. “Para hacerse una sana idea del amor, tal vez habría que tomar como punto de partida que cuando algo se juega, pero seriamente, entre un hombre y una mujer, siempre se pone en juego la castración” “… la castración está en todas partes”.

De allí que el amor “verdadero” se soporta en la castración.  No hay relación sexual, pero el amor “suple”, será la vía privilegiada para articular goce y deseo. El goce no se dirige al Otro, es autista, se goza del cuerpo. Cada uno goza solo, “para gozar hace falta un cuerpo” afirmará, en tanto el amor permite enlazar el goce a un partenaire, allí donde incluye el deseo.
El amor como uno de los modos de suplir la castración real, el no hay relación sexual, este agujero, que “no cesa de no escribirse”. De allí que Lacan articule el amor con el no todo, con la verdad en tanto es un medio decir, verdad no toda.   
Diremos aquí que en el amor se trata pues de historias, de contar historias, de escribirlas de alguna forma. Se convierten en necesarias.  Los seres hablantes, construyen desde ahí, desde un imposible, sus historias de amor, hablan del amor, del que tienen, del que no, del que esperan, del perdido, del que añoran, del que anhelan. El amor como “simbólico”, amor que se hace de palabras, “mariposas en la panza” que tocan el cuerpo y se dirigen al otro.
¡Seguramente los poetas nos dirían, pero que hermoso invento este de escribir sobre el amor!  Para luego acordar con Lacan cuando escribe esta frase que me encanta: “…todos sabemos porque todos inventamos un truco para llenar el agujero (trou) en lo Real. Allí donde no hay relación sexual, eso produce “traumatismo” (troumatisme). Uno inventa. Uno inventa lo que puede, por supuesto.”

Y aquí concluyo este recorrido con esta frase del libro Escribir de Marguerite Duras:

“Hallarse en un agujero, en el fondo de un agujero, en una soledad casi total y descubrir que sólo la escritura te salvará. No tener ningún argumento para el libro, ninguna idea de libro es encontrarse, volver a encontrarse, delante de un libro. Una inmensidad vacía. Un libro posible”

 

.Imágenes: Almanach de Paris An 2000. Edición año 1950

Poema de Antoine Tudal. Versión completa, original en francés - Pag. 273.

Bibliografía.

  • Freud, S. (1920) "Más allá del principio de placer", en Obras Completas, Bs. As, Amorrortu editores. Tomo XVIII.
  • Freud, S. (1930). "El malestar en la cultura", en Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu Editores. 1976. Tomo XXI.
  • Lacan, J., Hablo a las paredes”, Paidós, Bs. As., 2012.
  • Lacan, J., …O peor, El Seminario, Libro 19, (1971-1972), Paidós, Bs. As. 2012.;
  • Lacan, J., Aún, El Seminario, Libro 20, (1972-1973), Paidós, Bs. As., 2007.
  • Lacan, J., Los no incautos yerran (1973-1974).
  • Lacan, J., EscritosVol.1, Bs. As., Siglo Veintiuno Editores, 2003.
  • Sauval, Michel , Grupo de estudio Seminario 19 “…O peor” de Jacques Lacan (Dictado durante el año 2023 :  Referencias y fuentes )
  • Allouch, J. El amor Lacan. Ediciones Cuenco de plata. Bs. As. 2011.
  • Harari, R. Un doble lapsus de Lacan. Revista de psicoterapia psicoanalítica.  2. Pag. 417. 1988. Trabajo presentado en 6* Jornadas de Mayeútica-Institución psicoanalítica el 19 de septiembre de 1987.
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