Volver a la página principal
Número 16 - Noviembre 2024
Falta y diferencia
Cecilia Poetsch

Voy a comenzar este trabajo con unas palabras de Pascal Quignard, en La vida secreta: “La diferencia sexual que está en el origen de cada ser humano no puede ser tratada, ni superada, ni trascendida, ni velada, ni sublimada. Es pura. Es absoluta. Es la incomprensible, la incesante, la inherente, la reproductora, la proliferante, la acorazada, la no estacional, la obsesionante.”

Entiendo que para los que practicamos el Psicoanalisis, ocuparse de la diferencia es ineludible.

Para este trabajo tomo La organización genital infantil de Freud, el escrito La significación del falo de Lacan, Ensayos lacanianos de Oscar Massotta, y algunas clases del curso Para entrar de la Escuela Freudiana de la Argentina.
Al estudiar estos textos, caí en la cuenta de que hablar de diferencia es hablar de falta, y de que el falo como significante y como función pone en juego la falta en la estructura.
Lacan dice que el falo no es una fantasía, no es un objeto parcial, y no es el órgano. Sino que se esclarece por su función. El Falo es el significante de la falta y su función es hacer entrar en movimiento, por la alternancia, al deseo.
En la naturaleza hay una razón, una proporción áurea. En los sujetos, el falo es la razón que ordena la diferencia fundamental entre el significante y el cuerpo.
En La organización genital infantil, texto de 1923, Freud refiere que en la fase fálica se trata del primado universal del falo, tanto para el hombre como para la mujer. Así desarrollará la amenaza de castración en el varón y la envidia del pene en la niña.
Es algo importante destacar que la envidia del pene no tiene implicancias de inferioridad respecto al sexo anatómico. Es un concepto teórico que dice que algo está o no está, es decir que hace lugar a una diferencia. La privación en la niña, ya implica el paso por lo simbólico. Se trata de una operación real sobre un objeto simbólico.

Me pregunto cómo se inscribe, cómo se introduce, el falo en la estructura.

Para que un hijo ocupe el lugar de falo, es necesario que la mujer cuente con las equivalencias simbólicas. La mujer busca en el padre, aquello que la madre no le dio, no ya como pene sino como hijo. Para que haya una madre fálica, debe haber un hijo colmando el deseo de falo.

Oscar Massotta dice que “entre la madre y el hijo hay que contar siempre con un intermediario simbólico, el Falo.”

La lógica fálica es una lógica de inclusión, en el sentido de que estar castrado implica la posibilidad del falo, y estar en posición fálica incluye la castración. Esta imposibilidad de ponerse de un lado excluyendo al otro, conduce a la división del sujeto y a la existencia de otra escena, la del inconciente. Con lo cual la inscripción del falo, como organizador de la estructura, funda al sujeto del inconciente, que no es masculino ni femenino.
Desde hace algunos años, tengo oportunidad de atender a púberes y adolescentes con dudas acerca de su identidad de género. Aparecen en el discurso de nuestra época numerosas formas de nombrar la diversidad sexual.
Me pregunto en qué lugar quedan los significantes hombre y mujer, y concluyo en que, justamente por ser significantes, nos permiten poner en práctica la escucha de la diferencia, de la falta y de la sexuación.
Algunos de los analizantes acudieron a consultar durante la pandemia, o inmediatamente después, cuando fue posible empezar a salir de las casas. Pienso lo difícil de transitar la metamorfosis de la pubertad sin el encuentro con lo real del cuerpo de otros, en un tiempo en que la virtualidad, metida en las actividades mas cotidianas empezó a hacer pregunta de muchas maneras.

La orientación, siempre acertada, fue poner a trabajar la palabra, en transferencia.

Si asumirse hombre o mujer no está dado por las características sexuales anatómicas sino por el atravesamiento del complejo de castración, entonces requiere de un tiempo, lógico, y también cronológico, en relación a la posibilidad de establecer lazos con otros.
La ley 26743 de la Constitución Nacional, establece el derecho a la identidad de género de las personas, autoriza el cambio de nombre en el documento nacional de identidad y prácticas médicas destinadas a adecuar el organismo a la identidad sexual autopercibida. Que la ley otorgue este derecho, no implica que deba haber un empuje a hacerlo, considero necesario un tiempo de escucha, siempre particular para cada sujeto.
Si el lugar del analista es causa de deseo que hace pensar, abrir nuevas cadenas asociativas, armar redes psíquicas que bordeen un vacío que con nada se llena en su totalidad, cómo intervenir en cada caso? Cómo transmitir la importancia de las formaciones del inconciente, y de “la otra escena”?

En alguno de los casos, la decisión de los padres, fue abandonar el tratamiento y consultar con un psicólogo “especialista” en temas de género.
La escucha analítica, a diferencia del psicólogo “especialista”, implica la abstinencia de ubicarse como sujeto, y la necesaria atención flotante.
Desde la perspectiva psicoanalítica, no hay posibilidad de anular el malestar en la relación cuerpo/significante sin que eso implique anular al sujeto mismo. Cuando el cuerpo pasa a ser objeto de prácticas médicas, en muchos casos, se aleja la posibilidad de que sea la palabra la que deje marcas.

En la práctica del Psicoanalisis, que no es sin los significantes de cada época, estaremos mas orientados si nuestros faros son los conceptos fundamentales: repetición, inconciente, transferencia, pulsión.

Volver al sumario de Fort-Da 16

Volver a la página principal PsicoMundo - La red psi en internet