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Número 16 - Noviembre 2024
Lo imaginario, lo simbólico y lo real del cuerpo
Daiana Soledad Romero


“El parlêtre adora su cuerpo porque cree que lo tiene.
En realidad, no lo tiene, pero su cuerpo es su única consistencia –
consistencia mental, por supuesto, porque su cuerpo a cada rato levanta campamento.”
Jacques Lacan,
El Seminario, Libro 23, El sinthome, 1975-1976.

En el cuerpo suceden cosas

Recibí la grata invitación a realizar un escrito sobre la noción de cuerpo dentro del marco del psicoanálisis. Enseguida pensé en la cita de Lacan que inicia el trabajo, especialmente en la última parte. Verificamos en la clínica, muy a menudo, que el cuerpo “a cada rato levanta campamento”. El cuerpo se hace rebelde, se maneja de formas que desconciertan, a veces aparece como algo ajeno. En el cuerpo suceden muchas cosas. No se sabe qué hacer con él. Frecuentemente es la temática del cuerpo la que surge en primer plano en las consultas: la forma del cuerpo, las sensaciones que en él se presentan, las marcas que se han asentado allí.
Ahora bien, la pregunta que surge es: ¿qué es el cuerpo desde la perspectiva del psicoanálisis de orientación lacaniana? Para guiar mi trabajo haré un recorrido posible por algunos momentos de la enseñanza de Lacan para indagar: cómo el cuerpo se articula con los registros imaginario, simbólico y real; variados matices de la noción de cuerpo que surgen según el registro que se acentúa; el cuerpo como consistencia que se sostiene del anudamiento de los tres registros; y las problemáticas en el cuerpo que se presentan de acuerdo a distintos lapsus del anudamiento del nudo.   

Constitución del yo

En lo que Lacan denomina “los antecedentes de su enseñanza”, es decir en el trayecto que realiza desde la publicación de su tesis de doctorado sobre el caso Aimée en 1932 hasta los años ´50, despliega un amplio desarrollo centrado en el registro de lo imaginario. Durante esta etapa primerísima, Lacan elabora su teoría del “estadio del espejo” a partir de una relectura del concepto freudiano de “narcisismo”. La importancia de este trabajo para nosotros radica en que el mismo permite ubicar una noción fuerte de cuerpo ligada a la “construcción de la imagen corporal”. De lo anterior se desprende que, si el cuerpo es una construcción, dicha construcción podría no realizarse de forma completa o el cuerpo que se armó podría desarmarse.
Con su concepto de narcisismo Freud pudo demostrar que el ser hablante no nace con un yo. Lacan dice: “una unidad comparable al yo no existe en el origen, nicht von Anfang, no está presente desde el comienzo en el individuo, y el Ich debe desarrollarse, entwickeln werden. En cambio, las pulsiones autoeróticas están allí desde el comienzo” (1). Durante el autoerotismo las pulsiones parciales se satisfacen de forma autárquica en las zonas erógenas del cuerpo. En una etapa posterior, y antes de pasar a la elección de objeto en una persona ajena, el sujeto se toma a sí mismo como objeto de amor. El yo es el primer objeto. Se constituye en la fase del narcisismo, momento en el cual las pulsiones se unifican.

El narcisismo comprende para Freud “una nueva acción psíquica” (2). Dicha acción es concebida por Lacan como una identificación de carácter especular. Durante los primeros meses de vida, aun cuando su desarrollo es incompleto -lo que se verifica en la falta de coordinación motriz y del equilibrio-, por la maduración precoz de la percepción visual el infante al mirarse en el espejo “experimenta lúdicamente la relación de los movimientos asumidos de la imagen con su medio ambiente reflejado… con su propio cuerpo y con las personas.”(3) Es decir que el niño, al mirarse en el espejo, es capaz de reconocerse como completo, adelantándose de ese modo a sus posibilidades reales. El reconocimiento de la imagen suele estar acompañado de júbilo, por la ilusión de unidad que conlleva la constitución del yo.

Por su modo de estructuración el yo no puede concebirse como sintético o exento de contradicción, y tiende a manifestar un transitivismo normal que se emparenta con el conocimiento paranoico. El transitivismo es un fenómeno que se produce a partir de la captación por la imagen. Se trata de una ambivalencia primordial que se presenta en espejo (4) y domina de manera significativa la fase primordial en la que el niño toma conocimiento de sí mismo. Dicha ambivalencia lleva al niño a hablar en tercera persona antes de hacerlo en primera, y a atribuirle a su compañero recibir de él el golpe que él mismo le dirige. El primer efecto de la imago es un efecto de alienación.

Conformación del cuerpo imaginario:

En el Seminario I, Los escritos técnicos de Freud, Lacan retoma sus planteos sobre la constitución del yo -este es el mismo proceso que da lugar al armado de la imagen corporal. Establece que el proceso de maduración fisiológica permite, en un momento, integrar las funciones motoras y acceder a un dominio real del cuerpo. No obstante, antes de que se alcance, el niño toma conciencia de su cuerpo como totalidad debido a que “la sola visión de la forma total del cuerpo humano brinda al sujeto un dominio imaginario de su cuerpo, prematuro respecto al dominio real.” (5) Esta anticipación influirá en las posibilidades futuras de dominio efectivo del cuerpo.

Lacan acentúa que se trata del “imaginario corporal”. Recuerda que Freud señala que el ego tiene una relación muy estrecha con la superficie del cuerpo. No se trata de la superficie sensible, sensorial, sino de esa superficie en tanto está reflejada en una forma. (6) Es a partir del intercambio con el otro que el hombre se aprehende como cuerpo, como forma vacía del cuerpo. Dicha forma “no le es dada sino como una Gestalt, es decir, en una exterioridad donde sin duda esa forma es más constituyente que constituida.” (7) Y, en el Seminario 3, Las Psicosis, agrega que la unificación de la imagen “nunca será completa porque se hace por una vía alienante, bajo la forma de una imagen ajena.” (8) La imagen ideal no se alcanza jamás y se le escapa al sujeto sin cesar.
En el escrito “El estadio del espejo como formador de la función del yo [je] tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica” Lacan analiza la tensión constante del yo con el otro, que es él mismo, propia de todo vínculo especular y dice: “el sujeto, presa de la ilusión de la identificación espacial, maquina las fantasías que se suceden desde una imagen fragmentada del cuerpo hasta una forma que llamaremos ortopédica de su totalidad –y hasta la armadura por fin asumida de una identidad alienante.” (9) Una discordancia primordial, una hiancia en el ser que no se podrá colmar, hace que la imagen del cuerpo no logre ser completa y que la imagen del otro venga, en mayor o menor medida, a cautivar al ser hablante.

Marca que toca el cuerpo:

En los años ´50 Lacan establece el inicio de su enseñanza. Hace prevalecer la estructura de la palabra y el lenguaje como eje de la experiencia psicoanalítica. La marcada primacía otorgada al registro simbólico puede considerarse una corrección de la desviación de los posfreudianos que, al perderse en lo imaginario, se alejaron de las ideas de Freud. El inconsciente es conceptualizado como estructurado como un lenguaje (10) y sus formaciones solo se resuelven en ese orden. Los símbolos envuelven la vida de los seres hablantes. Un sujeto es hablado por el Otro desde antes de su nacimiento y las palabras con las que se lo ha nombrado inciden en su destino. Para el proceso de constitución subjetiva -aunque la decisión depende de lo que Lacan en su escrito “Acerca de la causalidad psíquica” denomina “la insondable decisión del ser” (11) - no es lo mismo haber sido “deseado” o “no deseado”.  

La sujeción a un significante del Otro -que la identificación primaria conlleva- permite la instauración de un agujero y, correlativamente, la pérdida de cierto goce. El lenguaje mortifica el organismo. A partir de esta operación primera, el cuerpo se separa de dicho organismo y queda fragmentado, dividido en zonas erógenas por donde hace su recorrido la pulsión. La conformación de la unidad corporal requerirá –como hemos visto previamente- de una nueva acción psíquica, la identificación imaginaria, a partir de la aceptación por parte del sujeto de un nuevo límite al goce, esta vez, al goce pulsional –como efecto de la operación de castración efectuada desde la instancia paterna.
Por otra parte, en los capítulos agrupados bajo el título “La tópica de lo imaginario” del Seminario 1 Lacan se sirve de los esquemas ópticos para mostrar el modo en que lo simbólico sostiene y regula la identificación imaginaria constitutiva del yo y del cuerpo, y propia del vínculo del yo con los objetos. Mediante el uso de un espejo esférico, Lacan demuestra que es posible dar lugar a la constitución de una imagen real. Propone una experiencia. Representa con un ramillete las pulsiones parciales y con el florero -que envuelve las flores cuando la imagen se produce- la constitución del cuerpo. (12) Para que la imagen se vea apropiadamente, el sujeto tiene que estar ubicado en cierto campo. Dependiendo de su ubicación, se podrá ver “una imagen, nítida o bien fragmentada, inconsistente, incompleta.”(13)

Dando un paso más, Lacan muestra que la imagen real o “yo ideal” puede verse en un espejo plano como imagen virtual. La imagen virtual es una imagen que se ve en el espejo, ahí donde no está pero en óptimas condiciones como si estuviera allí. (14)Mientras la constitución de imagen real con sus características da cuenta de la función de lo imaginario para todo animal, el espejo plano y su inclinación -dirigida por la voz del Otro- (15), muestra la función del orden del lenguaje en el hombre. Dicha función del “ideal del yo” es la que regula y sostiene la identificación imaginaria y el armado de la imagen corporal. (16) El modo en el que un sujeto se ve a sí mismo y concibe su yo y su cuerpo depende de los significantes que desde lo simbólico sostienen el espejo en el que se refleja.

El cuerpo pulsional:

En el Seminario 7, La ética del psicoanálisis, el registro real formaliza su entrada a la teoría psicoanalítica por medio de la conceptualización sobre el objeto que, tomando el término que Freud  propone, Lacan denomina “Das Ding”. Dicho objeto condensa el resto de goce que no termina de ser expulsado por la operación de castración -que redobla la pérdida estructural efectuada por la acción del lenguaje sobre el viviente. Si bien para el ser hablante el objeto está perdido, el mismo no deja de estar inmerso en el campo de lo simbólico. Es una paradoja, ya que está en el centro pero excluido. (17) Constituye una exterioridad íntima.

A partir del Seminario 10, La angustia, lo real se centra en el objeto a. Dicho objeto puede tomar distintas formas: oral, anal, invocante o escópico. En cada ser hablante predomina una u otra de sus versiones. A diferencia de Das Ding, el objeto a da lugar un goce que puede ser elaborado por el significante. Por eso, es posible hacer algo con él a partir del trabajo de análisis. La relación del sujeto con el objeto arma la estructura del fantasma. Lacan explica que es con dicho objeto con el que nos enfrentamos tanto en el deseo como en la angustia. La realidad del sujeto, lo que este último ve en el espejo, está sostenida por la falta, es decir, el objeto a tiene que estar articulado a la castración. Mientras dicho objeto este velado orienta el deseo del sujeto. De él extrae la imagen su prestigio. Ahora bien, la ausencia que constituye la falta es también la posibilidad de la aparición de una presencia. Si algo de ese resto, de ese residuo no imaginado del cuerpo, llega a manifestarse en el lugar previsto para la falta aparece la angustia (18)

En el Seminario 17, El reverso del psicoanálisis, Lacan presenta los discursos. Teniendo en cuenta el trabajo que realiza allí, podemos decir que lo que el Otro -que sostiene el espejo en el que el sujeto se reconoce o se desconoce- transmite no es solo un elemento ideal sino el resultado de una serie de interacciones discursivas que afectan los cuerpos. También es en este seminario que Lacan señala que la articulación significante -además de dar lugar a la pérdida o mortificación- permite cierta recuperación de goce en el plus de gozar. El sujeto goza. Puede gozar poco o mucho, pero el goce no es nunca el conveniente.

El cuerpo y los tres registros:

Durante su última enseñanza, en los años ´70, Lacan presenta lo real desde una nueva perspectiva y, además, cambia el modo de pensar la relación entre los registros. Lo real es concebido ahora como aquello que hace agujero (19) en lo simbólico, como lo que no se puede escribir y se deduce de un imposible lógico. Por su parte, los tres registros son considerados homogéneos. Ninguno es previo ni prevalece sobre los otros dos. Lacan se sirve del nudo borromeo para dar cuenta de sus ideas y para sostener que “no hay relación sexual.” (20) En el mismo ninguno de los redondeles penetra al otro y, sin embargo, se mantienen encadenados (21).

En este momento Lacan indica que los tres registros consisten por sostenerse juntos (22). Es decir que el hecho de que el cuerpo se imagine uno depende del anudamiento. Ahora bien, ¿qué sucede cuando los registros no se sostienen unidos? La “consistencia” del cuerpo se vincula con lo imaginario, pero se sostiene del “agujero” de lo simbólico. La ex–sistencia es real y se define en relación a una consistencia. Es lo que queda por fuera. En relación a dicha ex –sistencia Lacan plantean distintos goces. El goce sentido se produce entre simbólico e imaginario y ex-siste respecto de lo real. El goce fálico está entre registros simbólico y real y conlleva un enlace con lo imaginario como ex-sistencia. El Otro goce está entre real e imaginario y por fuera de lo simbólico. El punto en el que se calzan las tres superficies corresponde al objeto a.  

Lacan propone en el Seminario 22, RSI, que para que los tres registros se mantengan unidos se requiere de un cuarto elemento. En el seminario siguiente denomina a dicho elemento “sinthome”. En esta etapa, reduce el Nombre del Padre a la función esencial de “dar un nombre a las cosas” (23). Es la nominación la que se introduce y produce el agujero que permite el anudamiento. La nominación no necesariamente es simbólica, es decir, el síntoma. También puede ser imaginaria, la inhibición, o real, la angustia (24).  “Un significante Uno” se extrae del conjunto de significantes sueltos que el Otro ofrece, deviene letra de goce y hace marca en el cuerpo dando lugar a la constitución de un síntoma. La sujeción del parlêtre -conjunción del cuerpo y el inconsciente- a la marca de goce que viene del Otro y toca el cuerpo produce traumatismo (25), núcleo de goce del síntoma que luego será recubierto por el encadenamiento significante.

Cuerpo, anudamientos y desanudamientos:

En el Seminario 23, El sinthome, Lacan localiza en el caso de Joyce un error del anudamiento entre real y simbólico. Dichos registros quedan interpenetrados y lo imaginario se libera. Es lo que sucede en la esquizofrenia. Como resultado tenemos en Joyce, por un lado, las “palabras impuestas” –en las epifanías el inconsciente está ligado a lo real-, por otro lado, su cuerpo “se suelta como una cáscara.” (26) La suelta del registro imaginario es situada por Lacan en una escena que Joyce describe en Portrait of the Artist as a Young Man. Se trata de una paliza que le propinan sus compañeros y luego de la cual no queda resentido. Si las cosas que se saben dependen del significante, alguien podría no saber lo que pasa en su cuerpo. Relacionarse con el propio cuerpo como algo ajeno es una posibilidad que expresa el uso del verbo tener. Lacan dice “Uno tiene su cuerpo, no lo es en grado alguno.” (27) El deseo de ser un artista, de querer hacerse un nombre a partir del artificio de escritura, la función de este ego singular, constituye en Joyce un sinthome que restituye el anudamiento entre lo real y lo simbólico. Lacan se interesa, asimismo, por la particular relación de Joyce con su mujer. Lacan hace referencia al guante para figurar la relación entre ellos. El guante dado vuelta es Nora(28) Nora ajusta su cuerpo.

Podría darse el caso de un error de anudamiento entre lo simbólico y lo imaginario, que deja interpenetrados dichos registros y lo real se suelta. Es lo que sucede en la parafrenia desde la perspectiva lacaniana. La misma se caracteriza por una deriva del semblante. Lacan hace referencia al caso de una mujer en una presentación de enfermos que no tiene la menor idea del cuerpo que tiene que poner dentro de su vestimenta. Lo que ella dice es sin peso. El cuerpo tiende a fugarse. La denomina “enfermedad de la mentalidad” (29). Lo simbólico forcluido retorna en lo imaginario, pero no se ancla en lo real. Por eso la realidad deriva sin amarre. Podemos pensar que es lo que le pasa a una adolecente que consulta por “problemas de autoestima”. Un pensamiento se repite en ella “soy fea”, y encuentra otras que son “re lindas”. Poco antes de la consulta se arranca el pelo tras ver un video en el que hay una chica muy linda. En sus “episodio de tristeza” llora, se rasguña los brazos o las piernas y se golpea. Las sensaciones con respecto al cuerpo, que aparecen principalmente después de alguna decepción, la conducen a lastimarse. Dice “Este es el cuerpo, adentro el alma. Sentía el alma pero no el cuerpo. Me veo en el espejo, pero no me reconozco.” A veces siente que está en una simulación. Le cuesta distinguir el sueño de la realidad. A su cuerpo le falta algo que lo ancle. ¿Cómo sostener ese cuerpo que se fuga?, ¿cómo darle consistencia a esa realidad que se desdibuja? 

¿Qué sucede, en cambio, si el lapsus del nudo deja interpenetrados lo imaginario y lo real, quedando suelto el registro de lo simbólico? Lo rechazado del lenguaje se presenta en la manía y en la melancolía como palabra sin punto de capitón, sin engancharse con lo real ni con el imaginario corporal. La melancolía muestra estas consecuencias en el fenómeno de la indignidad, que retorna una y otra vez a martirizar al sujeto. También se hace presente la sensación de resto, de caída, a partir de la interpenetración de lo real con lo imaginario sin conexión con el Otro simbólico. El caso de una joven mujer que  consulta luego de una internación por “problemas de autoflagelación” podría encuadrarse en este tipo de casos. Se desestabilizó al sentirse “abandonada” por su pareja, lo que le recordó la falta de cariño de su padre en su vida. Repite frases tales como “soy una vaga de mierda” y “no sirvo para nada”. Cuando comienza a avanzar el tratamiento dice que ya no quiere sentirse “un trapo tirado”. Cuenta que forma parte del grupo BDSM (esclavitud, dominancia, sadismo y masoquismo). Explica “Me gustan esas prácticas. Todo tiene que ser seguro, sensato y consensuado.” Le gusta “el juego de poder, de hacer sufrir o que te hagan sufrir, la tortura de cosquillas y la cera caliente en el cuerpo”. También hace producciones de fotos en las cuales siempre hay “algo tétrico o una casita del horror”. De este modo hace pasar el dolor de existir al campo del Otro como tratamiento de su padecimiento.

Palabras finales:

El recorrido por algunas partes de la enseñanza de Lacan me permitió ubicar la participación de los tres registros en la noción de cuerpo, en el que se pueden ir acentuando distintas facetas: el conflicto con la imagen, la marca que deja en el cuerpo el significante que viene del Otro y la difícil relación con el goce corporal. Además, pude situar, siguiendo la última enseñanza de Lacan, que la consistencia del cuerpo del parlêtre depende del anudamiento de los tres registros. El agujero que posibilita el anudamiento es producido por la nominación, a la que finalmente es reducida la operación paterna. Para que los registros se mantengan unidos se requiere de un cuarto elemento, el sinthome. También me detuve en las consecuencias en el cuerpo a causa de la interpenetración de dos de los registros y la liberación del tercero.

Para finalizar quisiera dejar planteados algunos interrogantes en relación a la época actual: ¿Qué sucede con el armado y la idea de cuerpo cuando el Otro ya no tiene la solidez con la que contaba en otros tiempos?, ¿cómo se conforma el cuerpo cuando no son claros son los significantes que dicho Otro arroja, los que de ser firmes podrían orientar al sujeto?, ¿en qué incide la promoción de la imagen, propia de nuestra época, en la constitución corporal?, ¿cómo lidiamos actualmente con el cuerpo, teniendo en consideración las ofertas que brinda el mercado, provenientes de los desarrollos de la ciencia, para tocar el cuerpo en lo real: sacar de donde sobra, agregar en donde falta, remodelar, etc.?
El psicoanálisis recibe el padecimiento subjetivo y, vía el deseo del analista, ofrece una respuesta distinta que la que el mercado propone y las terapias de moda imponen. Estas últimas apuntan a tratar el malestar con métodos universales a partir del seguimiento de indicaciones ya establecidas “a medida” que dejan de lado la subjetividad. Un analista, por su parte, pretende pescar en el síntoma -constituido a partir del modo en el que el lenguaje dejó una marca en el cuerpo- lo más propio del parlêtre, para intentar reducir aquello perturbador hacia un goce menos mortífero. Un análisis brinda la oportunidad de bordear lo imposible para dar la chance a quien consulta de inventar nuevas respuestas más acordes al deseo.     

Notas:

(1) Lacan, J. El Seminario, libro 1: Los escritos técnicos de Freud (1953-1954). Paidós, Buenos Aires, 1981. P. 178

(2) Freud, S. “Introducción del narcisismo” (1914). En Obras completas, Buenos Aires, Amorrortu, 2003, t. XIV. P. 74.

(3) Lacan, J. “El estadio del espejo como formador de la función del yo [je] tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica” (1946). En Escritos 1, Siglo XXI, Buenos Aires. 2008. P. 99.

(4) Lacan, J. “Acerca de la causalidad psíquica” (1946). En Escritos 1. Op. cit. P.178.

(5) Lacan, J. El Seminario, libro 1 .Op. cit. P. 128.

(6) Lacan, J. Cf. El Seminario, libro 1. Op. cit. P. 253.

(7) Lacan, J. “El estadio del espejo…”. Op. cit. P. 100.

(8) Lacan, J. El Seminario, libro 3: Las psicosis (1955-1956). Paidós, Buenos Aires, 1984. P. 138.

(9) Lacan, J. “El estadio del espejo…” Op. cit. P.102- 103.

(10) Lacan, J. Cf. El Seminario, libro 11: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis (1964). Paidós, Buenos Aires, 1987. P. 28.

(11) Lacan, J. “Acerca de la causalidad psíquica” Op. cit. P.175.

(12) Lacan, J. Cf. El Seminario, libro 1. Op. cit. P. 129.

(13) Lacan, J. El Seminario, libro 1. Op. cit. P. 213.

(14) Lacan, J. Cf. El Seminario, libro 1. Op. cit. P. 192.

(15) Lacan, J. Cf. El Seminario, libro 1. Op. cit. P.213.

(16) Lacan, J. Cf. El Seminario, libro 1. Op. cit. P. 214.

(17) Lacan, J. Cf. El Seminario, libro 7: La ética del psicoanálisis (1959- 1960). Paidós, Buenos Aires, 2009. P. 89.

(18) Lacan, J. Cf. El Seminario, libro 10: La angustia (1962- 1963). Paidós, Buenos Aires, 2006. P. 52.

(19) Lacan, J. Cf.  El Seminario, libro 22: R.S.I. (1974- 1975). Inédito. P. 4.

(20) Lacan, J. El Seminario, libro 22. Op. cit. P. 127.

(21) Schejtman, F. D. “Una introducción a los tres registros” en Psicopatología: clínica y ética. De la psiquiatría al psicoanálisis (2013). Grama Ediciones, Buenos Aires, 2013. P. 391.

(22) Lacan, J. Cf. El Seminario, libro 22. Op. cit. P. 22.

(23) Lacan, J. El Seminario, libro 22. Op. cit. 105.

(24) Lacan, J. Cf. El Seminario, libro 22. Op. cit. P. 193.

(25) Lacan, J. Cf. El Seminario, libro 21: Les Non- dupes Errent ó Les Noms Du Pére (1973- 1974). Inédito. P. 102.

(26) Lacan, J. El Seminario, libro 23: El sinthome (1975- 1976).Paidós, Buenos Aires, 2006. P. 146.

(27) Lacan, J. El Seminario, libro 23. Op. cit. P.147.

(28) Lacan, J. Cf.  El Seminario, libro 23. Op. cit. P. 81.

(29) Lacan, J., “Mlle. B”, presentación de enfermos del 9-4-76. Inédito.

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  7. El Seminario, libro 22: R.S.I. (1974- 1975). Inédito.
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