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Número 16 - Noviembre 2024
Recuperando la trama de la vida
Andrea Saltzman


Palabras claves
Diseño, vestimenta, piel, metáfora. Conexión, interacción, Trama vital.

Este artículo aborda el diseño y la producción como parte de una trama vital. Sale de la concepción dualista sujeto -objeto, propia de un universo fragmentado, para sumergirse en el misterio de las conexiones.
A través de la metáfora de la piel aborda la vestimenta y el proceso proyectual, validando el entre: cuerpo – contexto, materialidad -recursos-percepción como lugar creativo para imaginar, desde una visión conectiva asociada a las lógicas de la vida.

 

Tilcara es un lugar tan bello como mágico, ubicado en la Provincia de Jujuy, en el norte de la Argentina.
Estamos en los primeros días de septiembre y en esta región, durante el mes de agosto se estuvieron realizando los rituales de la Pacha Mama. Todavía se ven las huellas de ese homenaje a la madre tierra con rastros de flores, alimentos y guirnaldas como acto de amor y agradecimiento al sustento de la vida.
Hemos venido con un grupo de veinte estudiantes, jóvenes ávidas y ávidos que hacen que esta experiencia sea aún más vibrante.  Es un primer viaje que intentaremos se repita todos los años para comenzar a armar un proyecto entre la Cátedra de Diseño de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires, y las comunidades locales.

La vida aquí se plantea en los tiempos de la naturaleza que incluye la dimensión espiritual.
El Ritual de la Pacha Mama, que comienza el primero de agosto, coincide con ese período en el que el mundo vegetal sale de su estado de latencia y emerge en sus primeros y minúsculos brotes que luego se desplegarán en el fulgor de la primavera.

Aquí Rosana, una de las fabulosas tejedoras que fuimos conociendo, nos cuenta de su vida. Su casa, queda nueve horas a pie subiendo por la montaña, un trayecto que recorre tres veces por semana con absoluta naturalidad. Rosana, allá arriba, además de cultivar, cría ovejas que no sólo proveen alimento, sino recursos para su abrigo. Tejer un pulóver o una manta involucra una trama sumamente laboriosa y compleja. Ella realiza por sí misma todo el proceso: esquila, lava, hila, a veces incluso tiñe con los pigmentos que su entorno provee y además teje, tanto en telar como con agujas. Con sus compañeras de la cooperativa, nos estuvieron enseñando con mucha paciencia, el trabajo de hilar, que apenas logramos imitar con extremada torpeza. Para este grupo de mujeres, esto es un legado que han recibido de sus ancestros, un cobijo que se expresa como conector de signos y gestos que se enlazan de generación en generación, articulados al territorio.
Ella, así como sus compañeras, en todo momento en que sus manos están libres teje:  medias, mantas, alfombras, gorros, guantes o muñecos.
Desde que se juntaron ya no sólo tejen para sus familiares, sino que comparten sus saberes y sus vivencias y comercializan ese legado que se despliega casi en contramano con el mercado y el desarrollo industrial. Esa otra aproximación mecanicista que con su lógica fragmentada, y en un afán de eficiencia productiva, quiebra los ritmos de la vida y contamina el planeta.

Liliana Martínez, una de las fundadoras de la Red Puna, nos explica que en principio su propuesta era trabajar con las comunidades femeninas por temas de abuso y maltrato familiar. De esa experiencia, el tejido surgió como la capacidad común de las mujeres para empoderarse y generar una independencia económica, así como también un espacio de cooperación y apoyo mutuo.
Esta experiencia la podemos relacionar al mundo de los microcréditos en esa capacidad femenina de compromiso para generar ingresos y prosperar de manera conjunta.
Mientras compartimos este encuentro, ellas tejen y tejen. Algunas lo hacen con cuatro o cinco agujas y otras con un par unidas entre sí mediante un cable. Estos dispositivos las habilitan a tejer en circular, sin costuras. En lugar de hacer un frente y una espalda para luego unirlos, comienzan por el cuello que se agranda hacia los hombros y los brazos. En general utilizan motivos de guardas que también se conciben en la tridimensión, de manera tal que los espacios y las dimensiones de los motivos se sostienen en ritmos equidistantes.

Con esto quiero dar cuenta de la complejidad que manejan. Aquello que tejen guarda una relación directa con la naturaleza, con los recursos disponibles, con los procesos de producción, e incluso con el modo de concebir el tejido como parte de una trama en la que la forma, el cuerpo, la técnica y hasta el motivo se conciben en unidad.
En este momento de crisis planetaria, en que tanto se habla de palabras que a veces suenan huecas como ecología, sustentabilidad o economía circular, aquí hay algo que resuena y que necesitamos interiorizar que es la importancia de las conexiones. La situación extrema a la que hemos llevado la vida de nuestro planeta tiene que ver con esa carencia para reconocernos como miembros de esta gran trama vital.
Hay algunos aspectos que en la enseñanza académica han sido omitidos y que en ese relato intento recuperar: que involucra la dimensión corporal y espiritual.

En este texto a través del imaginario de la piel como metáfora intentaré bucear en esa trama.

Entre cuerpo vestido: piel

Comenzar a pensar en la piel me llevó a comprender el mundo desde las relaciones.
El imaginario de la piel me apareció al entender el diseño de la vestimenta como la construcción de un cuerpo vestido. Mi interés no estaba en el producto, sino en la interacción, como en la danza, que fue mi primera formación, que refiere a un devenir creativo atravesado por el cuerpo y el espacio.

El mismo nombre, “vestido”, lo entendí como una relación, porque viste, caracteriza a quien cubre y en torno a ese cuerpo se con-forma y cobra vida. Es desde el cuerpo que establece un juego: entre lo que cubre y descubre, entre lo que enmarca o insinúa y solo desde allí, cobra forma y sentido. Esa relación involucra todos los aspectos de la apariencia: los rasgos anatómicos y su modo de interactuar con estos, así como el peinado, el maquillaje, el tatuaje, los accesorios, el calzado. Ese cuerpo vestido se entiende en la totalidad de la piel, porque la piel es ese borde peculiar que contiene todas las cosas. Incluso un cuerpo desnudo nunca es uniforme, tiene pliegues, concavidades, convexidades, colores, texturas: la piel de los pezones, de las axilas, la piel del pubis. El vello. Las uñas. Los labios. La lengua. La piel involucra la diversidad en la totalidad de un cuerpo. Responde al interior que envuelve y al exterior al cual se conecta y reacciona. La piel habla de la vitalidad del contacto.
Así entendí la vestimenta: como una piel social que se construye entre la singularidad, la pertenencia o la discrepancia al grupo. Cada uno de nosotros se compone y manifiesta en ese intercambio. Por eso la piel nos sumerge en un universo entramado, a la vez que brinda un aspecto, propone diferentes posibilidades para interactuar con todo lo que nos rodea. Esa piel, a la manera de una cinta de Moebius, se pronuncia entre mi pulsión interna y externa, entre lo individual y lo colectivo.
La metáfora de la piel me permite imaginar el mundo y la vestimenta desde una relación orgánica entre el cuerpo y el entorno, y poner de manifiesto la vitalidad de ese borde creativo en la interacción.
En la obra Enlace, de la artista dominicana Raquel Paiewonsky (1), el modo de conectar dos cuerpos entre sí cambia el sentido del vínculo y también el de cada uno. Ese entre recrea la visión dualista anclada en lo masculino y lo femenino dando lugar al nacimiento de otras identidades.

Las formas nos involucran e interpelan y amplían nuestra concepción del mundo. Esto se hace evidente en el trabajo de la artista argentina norteamericana Analía Segal: mediante protuberancias y hendiduras, en algo tan cotidiano como los muros o los azulejos de los baños, erotiza el espacio. (Obras). Su intervención desconcierta e impulsa a recorrer la superficie para comprender. Ese gesto de deformación devuelve la magia a la caja arquitectónica y nos lleva a la experiencia sensorial. Esa forma experiencial nos conecta y desnaturaliza aquello que de tan próximo se había vuelto ausente. Justamente la conexión es la que permite volver a nominar.
Ya no se trata de una pared, un azulejo, una camisa, un pantalón o un corpiño, sino de un acto de descubrimiento. Hay que poner el cuerpo para ejercitar la conexión y dejarse atravesar para que surja lo que todavía no tiene forma ni fue nombrado. Así concebida, la vida y el diseño se alejan de la clasificación de lo que ya fue enunciado y nos invitan a imaginar.
El origen etimológico de la palabra diseño, disegno, en latín, es dar nombre o signo a algo. Ese signo se construye y nace del proceso. No es anterior. Culmina en aquello que anteriormente no existía.
En mi tarea docente, la piel, como metáfora, se me presentó como camino de apertura para redescubrir la forma, la materialidad y para movilizar el proceso proyectual. Necesitaba encontrar una manera para sostener la incertidumbre y desnaturalizar la vestimenta concebida como producto y forma preestablecida.

Entendí que mediante esa metáfora recuperaba el asombro y me alejaba de la idea previa.
Alguna vez escuché decir a Jorge Luis Borges (2), haciendo referencia a la metáfora, que, a diferencia de las ideas, las metáforas se acogen, es decir, se encarnan, hay que ponerles el cuerpo para desentrañarlas.
Las ideas, en cambio, involucran una posición dual de adhesión o enfrentamiento. Se aceptan o se oponen.
Borges era un erudito, su camino en la escritura fue el cuento y la poesía, no nos explicaba, sino que contaba, construía relato. En sus propias palabras, en lugar de ser un pensador audaz, elegía ser un pensador tímido que va tanteando la vida.
La metáfora de la piel nos aportó esa conciencia del relato que se construye en proceso.
No se puede improvisar pensando en lo que se va a hacer, la cabeza es más lenta que el cuerpo y uno se separa de lo que está surgiendo. La idea nos aleja de la experiencia, nos ancla al pasado de lo que ya está constituido. La metáfora de la piel nos permitía imaginar lo que todavía no es.

El cuerpo entramado

La artista Lygia Clark (3) es un importante referente en mi trabajo.
Ha hecho una profunda indagación sobre el cuerpo entendiéndolo como conexión interior- exterior. Mediante “objetos relacionales” que construyó como obra artística para habitar, involucra la percepción en la exploración espacial. Lygia propone indagar sobre los límites del cuerpo como espacialidad sensible y variable. Utiliza guantes de goma para tocar, extensiones rellenas de bolitas de Telgopor y hasta trajes envoltorios que se exploran en pareja con cierres, que habilitan a introducirse en el cuerpo del otro simulando los órganos internos con bolsitas rellenas de agua. Su trabajo nos vuelve a conectar en el entre como lugar de construcción de la espacialidad, del yo, del tú, del nosotros-nosotras, del ellos-ellas de manera sensible y dinámica. Incluso en el desarrollo de tejidos comunitarios, en el que cada integrante forma parte de una red común, Lygia le da forma a las tracciones, tensiones, proximidades o rechazos como manifestación física del cuerpo en la sociedad. A través de la vivencia corporal, en un bamboleo interior-exterior que remite a la piel, nos sumerge en la trama colectiva como conciencia de continuidad, de ser parte de.
La comprensión corporal involucra un estado de conciencia.

Didier Anzieu (4) desarrolló una teoría psicoanalítica a la que llamó el Yo-piel, basada en el concepto de una membrana viva de contención y de intercambio. Anzieu sitúa el conflicto en la piel como borde vincular entre el sujeto y el entorno. Explica que el yo, a la manera de una membrana o un traje, hereda la doble posibilidad de establecer barreras que se convierten en mecanismos de defensa psíquicos y de filtrar los intercambios. El conflicto en sus extremos sería volverse tan permeable, incapaz de desarrollar mecanismos de defensa, o, por el contrario, tan hermético, imposibilitado de conectar con los estímulos que recibe del exterior.
La piel envuelve al cuerpo, del mismo modo en que el vestido y que el yo, tiende a envolver el aparato psíquico.

Toda historia personal es ante todo una historia de la piel. Lo más profundo se encuentra en esa superficie que se extiende hacia la exterioridad e interioridad del sujeto.
Este protagonismo constitutivo de la piel como borde de intercambio también lo encontré en el estudio de las células. El biólogo molecular Bruce Lipton (5) dice que la información de la célula depende de su membrana protectora. Es ella la encargada de filtrar los intercambios con el medio activando o desactivando esa información. Según Lipton, no son los genes y el ADN los que controlan nuestra biología, sino que el ADN está controlado por esta membrana que recibe señales procedentes del medio externo e interno, incluso de los mensajes que provienen de nuestros pensamientos.

Tanto Lygia como Anzieu y Lipton entienden el entre como espacio creativo interior- exterior que habla de la vida como proceso de interacción.
A partir de ahí surge una conciencia de trama que involucra conexiones, siempre dinámicas y cambiantes. Ese borde vital narra la trama de la vida y es el espacio que considero crucial para desarrollar el diseño.

El pensamiento corporal

El cuerpo es nuestra conexión con el mundo. Como dice Merleau Ponty (6), cada uno de nosotros vive atravesado por la carne de un mundo que no cesa de escurrirse. Esa porosidad, y a la vez esa incapacidad de abarcarlo todo, narra la magia de la aventura vital.
Pero, ¿por qué se apela tan poco a la experiencia corporal? ¿Por qué la mente está tan legitimada y el cuerpo tan poco explorado como espacio experiencial en la construcción del conocimiento?
Nuestra costumbre es transmitir ideas y conceptos desde un plano mental.
Cuando era pequeña, en los primeros grados de colegio, a los niños nos retaban por usar los dedos para contar, había que saber las tablas de memoria. Incluso el sacar la lengua para llevar adelante actividades de precisión merecía una reacción discriminatoria. Años más tarde descubrí la importancia de la lengua en la danza butoh y en el yoga kundalini.
El cuerpo no ha sido validado en el proceso de la enseñanza.
El ámbito académico nació asociado a una concepción científica vinculada a la certeza, lo comprobable, lo objetivable y lo racional. Este encuadre nos ha condicionado en todas las áreas del conocimiento. En el modo de concebir las disciplinas, en las maneras de enseñar y de reflexionar.

La introducción del cuerpo como situación vital en el aprendizaje, al igual que el conocimiento intuitivo y el desarrollo poético, han sido situaciones descalificadas.
Recuerdo la emoción que me resultó leer por primera vez al físico Fritjof Capra (7) en su libro El punto crucial. Allí encontré una voz que explicaba y cuestionaba la visión mecanicista del mundo que surgió con la filosofía de Descartes y la ciencia de Newton. Capra explica que la metáfora de la máquina nos llevó a pensar en nosotros mismos como egos aislados de nuestro cuerpo, a conceder más valor al trabajo intelectual que al manual.
“Pienso, luego existo”, la famosa frase de Descartes (8), involucra una negación del cuerpo en cuanto organismo de percepción en la conexión con el mundo.
El método cartesiano puso en duda todo aquello de lo que fuera posible dudar, la sabiduría tradicional, las impresiones, los sentidos y hasta el hecho de tener un cuerpo. El menosprecio y el dominio hacia las culturas originarias, pareciera guardar relación directa con esta visión mecanicista.

Hemos separado la mente del cuerpo, y con ello, el tacto y el contacto. Hemos ignorado a la piel como organismo conector. El sociólogo y antropólogo David Le Breton ha hecho una hermosa investigación en torno a la piel como conexión al mundo. En sus textos coincide con el enfoque de Capra respecto a la desvalorización que la mirada mecanicista hizo sobre el cuerpo y la percepción.
La mirada racionalista nos llevó a descalificar el hacer-pensar y con ello la artesanía, las labores hogareñas: la cocina, la limpieza, la crianza, la costura.
La exigencia de la validación de una mirada objetiva niega la presencia del sujeto y con ello al cuerpo y la vivencia. Pero la experiencia corporal involucra una conciencia que nos atraviesa. No nos separa del pensamiento. Lo integra. Nos integra.
Siempre percibí al cuerpo como disparador del pensamiento. Como dice Marifé Santiago Bolaños (9), sentir, es una experiencia que refiere a la corporalidad. Entiendo que solo después de atravesarla se puede descifrar y construir sentido.
En mi época de estudiante de Arquitectura, para diseñar usábamos representaciones del espacio que dejaban al cuerpo por fuera. Las plantas, los cortes, las vistas, las axonométricas estaban más cerca de una viabilidad constructiva que de una inmersión espacial. Incluso en la perspectiva, el gran invento del renacimiento, el observador se sitúa por fuera del cuadro: como un voyeur que mira, pero no habita ese espacio. Por el contrario, en la danza, el espacio surge en interacción con el cuerpo, y en movimiento.
Creo que ese conflicto fue el que me impulsó a salir de la visión centrada en el objeto para entender el diseño como configuración mutable desde un cuerpo vivencia y arribar así a la metáfora de la piel como borde conector. Esa metáfora me llevó a validar el entre desde sus múltiples estrategias de intercambio. Desde esta aproximación, lo que nos rodea, observamos y diseñamos se percibe como una red de relaciones cambiantes en el devenir del tiempo.

Imaginar, ficcionar

Vivimos sumergidos en un mundo de formas que modelan nuestro cuerpo y nuestra vida cotidiana. Cómo comemos, nos vestimos, descansamos, nos relacionamos, está mediado por conformaciones que involucran gestos y procedimientos que vamos incorporando y naturalizando, creyendo que la vida es así. Pero la vida fluye, cambia y el diseño anticipa esos cambios y les da forma.
La manera de interactuar, de concebir la materialidad, los recursos con los que contamos, la tecnología y los modos de trabajar son construcciones que mutan como la vida misma. Así como la noción de cuerpo, sociedad, cultura, naturaleza… Es necesario ir más allá de lo concebido para replantear esas formas que ya están establecidas.
La mirada de quien diseña promueve la extrañeza. No está apegada a los códigos, se anima a la imaginación, así como el niño o el turista. Es la mirada que construye en un ejercicio de apropiación para componerse con el mundo. Imaginar promueve desnaturalizar el estado de las cosas.

La vestimenta es tan próxima que se hace difícil tomar distancia de lo que ya está establecido. Por eso la importancia de las metáforas, y el desarrollo de procesos.
La metáfora de la piel lleva a la experiencia de la corporalidad. Al descubrimiento de mundos, texturas, tejidos. Impulsa a adentrarse en la fascinación de la materia en ese juego entre el cuerpo y el textil. Entre las convexidades y concavidades, texturas y contactos se desarrollan estrategias, se despliega la imaginación y emerge el proyecto.

La vestimenta no es en sí misma, sino en relación a las personas y su manera de habitar. A su anatomía, sus gestos, su historia, su percepción y sus múltiples circunstancias. Esa condición hace necesario ficcionar para construir una puesta en escena con personajes y situaciones que permitan descubrir otras modalidades y así imaginar y ampliar nuestros modos de interactuar y de concebir la trama social.
En el libro La metáfora de la piel, planteo trabajar el proceso proyectual a la manera de un relato. Ese relato permite tejer relaciones entre la forma la materialidad y los personajes en todo su despliegue corporal. Habilita justamente a entramar el proceso como una auto organización. La noción de entre se vuelve clave en esa capacidad de asociación entre una construcción y otra para avanzar sobre la complejidad de la propuesta. El relato nos zambulle en la experiencia de un hacer-pensar corporal como vaivén interior-exterior, a la manera de la respiración.

Algo así como en este texto en el que trato de hilar imágenes e ideas que me bombardean y construir relaciones e indicios que le van dando su propia lógica.

La materialidad vital

Mi formación en la danza me motivó a entender la forma en movimiento, en un espacio-tiempo. Quizás por eso ya en mi primer libro, El cuerpo diseñado, proponía salir de la vestimenta como objeto en sí mismo, para entenderla desde la relación con un cuerpo vivo y singular. Ponía en relevancia la transformación, desde la gestualidad y la ductilidad del textil, para conformar múltiples morfologías en una. Mi interés por los diseñadores Mariano Fortuny (10) e Issey Miyake (11) tiene que ver justamente con este modo de concebir la forma. Ambos supieron leer la capacidad vital de la materia textil proponiendo diseños adaptables y transformables en conjunción con la anatomía en movimiento.
Fue quizás mi formación en la arquitectura la que me llevó a cuestionar el límite entre la vestimenta y la casa con la posibilidad de abordarla como continuidad espacial. Como si fuera una piel viva, me interesó hacer énfasis en ese borde vincular que se va conformando entre el cuerpo y el entorno.

Mis descubrimientos surgieron del trabajo de la enseñanza en la Cátedra de Diseño en FADU (Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo) de la UBA (Universidad de Buenos Aires), en la interacción con docentes y estudiantes. Estos descubrimientos nos permitieron avanzar en el enunciado de múltiples relaciones que los estudiantes supieron desarrollar: entre vestir y portar, entre diferentes cuerpos, entre diferentes circunstancias y contextos o por la mera fascinación por la transformación y la metamorfosis, aquello que tanto conmueve del universo vital. (Figuras -Diseños).
 La mirada fragmentada nos lleva a centrarnos en la cosa disociada de sus relaciones. Desde allí entendimos el diseño de los objetos, el vestido o la arquitectura como forma única y definida. Pero, si percibimos el mundo desde la metáfora de la piel, emerge la forma desde la vitalidad de la transformación.

El flotamiento de la medusa, la vibración de las hojas de los árboles, la bolsita plástica en el viento constituyen referentes maravillosos en nuestro trabajo.
La forma y la materialidad se entienden en el devenir y en colaboración con las energías vitales que nos rodean. El aire, la luz, el sonido, el viento, la lluvia se plantean como posibilidades de interacción para el desarrollo del diseño, incluso el proceso de degradación puede formar parte de la propuesta. (Figura - Diseño).
Esta aproximación renueva el interés por las formas en que se desenvuelve la naturaleza. Lleva a comprender las conformaciones como hechos mutables asociados a los ciclos de la vida.

Ser en la trama de la vida

La Tierra, las plantas, los insectos, los animales nos transportan a un universo plagado de intercambios de una belleza exuberante de formas en la acción.
En un hermoso libro llamado La inteligencia de las flores, Maurice Maeterlinck (12) narra las diferentes estrategias que desarrollan las flores para arrojar sus semillas más allá de sí y superar la limitación que las ata a tierra. Expone vistosas formas de las que se valen para volar, nadar, ser arrastradas, adherirse a otro o hasta ser paladeadas y digeridas para su desplazamiento. Colores, texturas, aromas, pegoteos y los más sofisticados sistemas de ajuste, apertura y cierre, para el cuidado de la semilla y asegurar su transporte y supervivencia.

La vida se despliega en un potencial inagotable de riqueza estética.
Maeterlinck, en lugar de enfocarse en la clasificación de los componentes y sus funciones, presta atención a las múltiples alianzas con el agua, el viento y las otras especies. Narra la ingeniosa creatividad y juegos de seducción en relación con las abejas, los pájaros y los animales, a los que, como distribuidores de las semillas, los denomina “mensajeros del amor”.
Este abordaje conmovedor me moviliza en algunos aspectos en los que pienso adentrarme y que están unidos entre sí: el misterio de la belleza y la noción de trama.
Como dice Stefano Mancuso (13), autor de El futuro es vegetal, las plantas surgieron antes que los animales y los insectos y se valieron de ellos para desarrollar una compleja trama colaborativa que les permitiera su gran capacidad de adaptación.
La idea de red está literalmente presente en las raíces de las plantas a la manera de un vasto tejido neuronal para conectarlas entre sí. Este tejido se podría entender como la red digital que se alimenta de aquello que se va gestando en el intercambio y generando información común.

Explorar el entre es comprender y comprendernos en relación. Nos expone, nos involucra, nos moviliza. Es allí donde se pierde el control porque se desarma el lugar de la oposición. El otro y yo somos en consonancia. Me interesa este cambio de conciencia que alude a la colaboración. Muchas veces se ha hablado de la vida como lucha o competencia, pero si la observamos desde una visión macro en el tiempo, desde el nacimiento de las primeras bacterias hasta nuestra aparición como seres humanos, podremos descubrir que se trata de una gran trama común que dio la posibilidad al surgimiento de la diversidad de la vida.

Notas

(1) Raquel Paiewonsky es una artista contemporánea de República Dominicana que investiga las implicancias del cuerpo femenino como cuerpo social.

(2) Jorge Luis Borges (1899 – 1986) fue un destacado escritor de cuentos, poemas y ensayos argentino, extensamente considerado una figura clave tanto para la literatura en habla hispana como para la literatura universal.​

(3) Lygia Clark (1920 – 1988) fue una artista brasileña, cofundadora del Movimiento Neoconcreto, comprometida con redefinir la relación entre el arte y el ser humano a nivel conceptual y sensorial.

(4) Didier Anzieu (1923 – 1999) fue un psicólogo, filósofo y psicoanalista francés, conocido por sus estudios sobre el autoanálisis de Freud y la dinámica de grupos, así como por su teoría del "Yo-piel", que describe la formación del pensamiento y de la personalidad a través de las experiencias táctiles.

(5) Bruce Lipton es un biólogo celular estadounidense, conocido por sus investigaciones sobre como los genes y el ADN pueden ser modificados por las actitudes mentales sistemáticas de una persona. Es autor del best seller La biología de la creencia y profesor visitante en el New Zealand College of Chiropractic.​

(6) Maurice Merleau-Ponty (1908 – 1961) fue un filósofo fenomenólogo francés, fuertemente influido por Edmund Husserl.

(7) Fritjof Capra es un investigador y Doctor en física atómica austríaco que cuestionó la visión mecanicista de la vida. Desde una propuesta transdisciplinar aborda el conocimiento desde la complejidad misma del sistema de la vida. Una visión ecologista y componedora con nuestro planeta.

(8) René Descartes (1596 – 1650) fue un filósofo, matemático y físico francés considerado el padre de la geometría analítica y la filosofía moderna, ​​ así como uno de los protagonistas con luz propia en el umbral de la revolución científica.​

(9) La escritora Marifé Santiago Bolaños es Doctora en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid. investiga en torno al diálogo entre la filosofía y la creación artística, dedicando especial atención al análisis de la influencia del pensamiento oriental en el teatro europeo contemporáneo.

(10) Mariano Fortuny y Madrazo (1871 – 1949) fue un pintor, grabador, fotógrafo, diseñador textil, diseñador de moda y escenógrafo español, nacionalizado italiano.

(11) Issey Miyake (1938 – 2022)​ fue un diseñador de moda japonés, especialista en combinar magistralmente diseño y tecnología en la exploración conceptual indicativa de lo natural, tanto en sus colecciones como en sus diseños.

(12) Maurice Maeterlinck (1862 – 1949) fue un dramaturgo y ensayista belga de lengua francesa, principal exponente del teatro simbolista.

(13) Stefano Mancuso es un botánico italiano, profesor del departamento de Agricultura, Alimentación, Medio Ambiente y Silvicultura de su alma mater, la Universidad de Florencia.

 

Fotos de Raquel Paiewonsky

 

Obras de Analía Segal

 

Cátedra Andrea Saltzman.

Trabajos diseño:  Calles Michelle - Elías Valentina.

 

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