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Número 16 - Noviembre 2024
Imperceptible
Sandra Serantes Shirao

“El sujeto produce la voz.
Y voy a decir más, tendremos que hacer intervenir esta función de la voz,
en cuanto a involucrar el peso del sujeto, el peso real del sujeto en el discurso”

Jacques Lacan, Seminario VI

Andrea comenta que desde la escuela han sugerido que su única hija, Joaquina, retome un espacio terapéutico. “No quería ir más con la anterior, se aburría”, dice. Coordinamos un horario para conversar telefónicamente; cuando Andrea me llama se encuentra viajando en transporte público: “¡No tengo problema en hablar ahora, no pasa nada!” -comenta y continúa- “Desde muy chiquita tuvo tratamientos. Le hice de todo ¡de todo!  Tiene un temita con el habla, pero es imperceptible.”  
Joaquina tiene -al momento de la consulta- 12 años; se encuentra cursando el último año de la Escuela Primaria (1) y ha transitado ya por varias instituciones educativas.  “Quiere hacer la tarea conmigo y nada más”. Lo que más le cuesta es lengua..., “tiene otros tiempos” me dijeron muchas veces..., yo soy de sistemas, no entiendo del tema...algo pasó en el embarazo que todo lo relacionado a su boca está en problemas... y eso que yo la escanee toda…” -refiere en una entrevista- “En vacaciones estuvo con otros chicos de diferentes países, se hizo entender, se valió por sí misma...no es algo con el conocimiento, es algo de la actitud..., yo soy de sistemas, todo lo que es emocional se me escapa...”
Joaquina ingresa al consultorio por primera vez: una joven notablemente hipotónica, que se desplaza con pesadez, hasta con cierta dificultad. Su voz maquínica resulta difícil de comprender. Le pregunto en qué le gustaría trabajar, qué le gustaría lograr. Luego de unos instantes de silencio -y un rostro desconcertado-, dice: “Ponerles el acento a las palabras”.

La función materna, en tanto catalizadora, enlaza al organismo con el símbolo y la materialidad es el decir de ese Otro primordial, siempre y cuando éste aloje al sujeto por venir ya que, de no ser así, corre el riesgo de permanecer solo organismo, tan solo una boca con problemas.
Transmitir un decir se convierte en la vía posible para que la voz tenga acentos... para que esa voz que no dice se haga cuerpo y propicie a un hablante que porte en su voz un deseo. Se trata de dar la voz en el acto del habla, de renunciar a una voz maquínica (2) en post de incluir la dimensión enunciativa y poder ingresar así a la cultura.

Teatralizamos palabras, intentamos cantar palabras agudas, graves y esdrújulas: la niña las reconoce, las propone, pero no las logra entonar. La voz robótica ha eliminado un elemento inclasificable dentro de los parámetros musicales de la emisión del sonido, único en cada individuo: el timbre. Si el timbre proviene de un robot, dice Jean Michel Vives, si no pertenece a un cuerpo, si no está sujeto a requerimientos fisiológicos, desaparece.

De la mano de una tarea escolar, trae un desafío: escribir un diálogo entre una persona enojada y otra que quiere cobrar una recompensa. “No entiendo”. Qué decir y cómo decir en una escena parece algo imposible.... Probamos frases: frases que dice alguien tranquilo, frases de gente enojada; las actuamos, gesticulamos, alzamos -alzo- la voz. Exageramos -exagero- los gestos y los tonos. Tomo unos muñecos que representarán a los personajes, inaugurándose un espacio de ficción con la animación de los juguetes, que cobran vida a través los diálogos: gesticulan, dan saltos de indignación, de sorpresa. La sonrisa de Joaquina aparece de forma inesperada; alguna pequeña, mínima, escena asoma.  Joaquina propone luego hacer juegos con palabras. Armamos distintas propuestas, nos reímos mientras experimentamos; aún con mucha dificultad, unas pocas frases comienzan a jugarse. Ya no se trata de hablar sin entender, asoma un decir con intención, entonado...
Llegan las vacaciones de verano. Finalizan las clases. “Joaquina no va a venir más. No quiere venir. Se aburre”. Sentencia un mensaje sin derecho a réplica de la madre.
Sabemos que la clínica con niños se construye con aquello que sucede en el espacio del análisis y con los efectos que dicho trabajo provoca en la transferencia con los padres.  Posibilidad y obstáculo al mismo tiempo; límites que esta clínica nos presenta. Y, aun así, apostamos al análisis con niños.

Pareciera que algo en la novela edípica de esta madre estaría obturando esa regulación de goce necesaria para dar lugar a la emergencia de una cierta subjetividad. Pareciera que ese “capital invocante”, no está disponible para ser donado.
¿Qué estatuto tendrá el aburrimiento? ¿se tratará del aburrimiento de ser un objeto amordazado una y otra vez?
¿Qué será lo insoportable de escuchar? ¿Qué será lo que debe permanecer imperceptible?

Notas

(1) En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la Escuela Primaria es de 7 años y la Educación Secundaria de 5 años.

(2) Jean Michel Vives, “Autismo y voz maquínica: un dicho sin decir vs. un decir sin dicho”, en LaPsus Calami. La voz y la mirada, Revista de Psicoanálisis, Letra Viva Editorial.

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