Voy hacer aquí algunos desarrollos en base a los esquemas que propone Lacan en algunos de sus textos. Propuse como título. Lo inmediato del cuerpo en la psicosis porque justamente me interesa poner el acento e intentar formalizar -con los elementos que nos brindan los textos que les propuse- cuál es el estatuto del cuerpo en la psicosis, también abrir un poco el abanico de la diversidad del campo de la psicosis y los distintos estatutos que podemos encontrar del cuerpo en las mismas.
Antes de compartir entonces las imágenes, una breve reflexión acerca de cómo nos encontramos en nuestras prácticas con el estatuto inmediato del cuerpo en la psicosis, es decir, que muchas veces constatamos en nuestra práctica que hay algo de la presencia real del cuerpo en consulta, de un sujeto que aún no podemos nombrar como analizante. A veces tenemos un efecto inmediato de la presencia de ese otro cuerpo, muchas veces hay algo que no sabemos exactamente cómo nombrar, cómo transmitir, pero que acontece en el encuentro con el paciente psicótico, donde hay una dimensión del cuerpo que cobra presencia, ya sea por exceso o por defecto. Muchas veces escucho, por parte de colegas que comparten conmigo su práctica, que controlan conmigo su práctica, el intento de transmitir algo que es perturbador en el encuentro con el cuerpo del paciente, y que incluso en algunos casos ese es el motivo de control, justamente que hay algo raro; a veces surge el término algo “bizarro”, otras veces algo “perturbador” o “inquietante”, otras veces el practicante se encuentra con que hay algo extraño en el modo en que ese paciente lleva el cuerpo.
A veces llega un paciente e inmediatamente apenas saluda al analista, se recuesta en el diván sin previo aviso. Eso ya interroga respecto de cuál es la relación de ese sujeto con ese cuerpo que tiene esa disponibilidad, esa libertad como para recostarlo sin ningún intercambio previo con el analista. O sujetos que llegan con una presentación absolutamente caída del cuerpo, en quienes llama la atención la vestimenta, todo aquello que se refiere al cuidado del semblante, por defecto o por exceso; también esos sujetos que llegan siempre impecablemente vestidos, esas mujeres que encontramos en nuestra práctica que llegan con absolutamente todas las partes y los adornos de su cuerpo haciendo juego, color y forma, o sujetos que exhiben sus cuerpos llenos de tatuajes, como superficies de lectura que desvían la mirada. Son cuestiones que llaman la atención.Como la nuestra no es una clínica de lo imaginario, no nos guiamos por esas observaciones, eso no nos dice mucho, pero sí nos dice algo que tiene que ver con el afecto que despierta en el espacio de la transferencia, que es también un espacio de transmisión en el campo del goce de los cuerpos. Hay algo llamativo que da cuenta quizás de una presencia del cuerpo que no está velada, donde resulta de pronto que lo que nos llama la atención de ese paciente es justamente su presencia corporal. Entonces ahí, ese puede ser un indicio para empezar: preguntarse ¿de qué se trata? Por ejemplo, en el Seminario 23, respecto de Joyce y el episodio de la paliza, donde luego de ser golpeado contra un alambre de púas ferozmente (1) él se desentiende rápidamente del asunto, que cae como una cáscara, no surge en ningún aspecto en él algo del orden del sentirse humillado ni de rabia, ni deseo de venganza, ni del amor propio herido; simplemente eso ya pasó, ya quedó atrás, y Lacan dice: esa relación con el cuerpo es totalmente sospechosa para un analista. Ahí está indicando que hay algo de la relación del sujeto con el cuerpo que ya nos tiene que llamar la atención acerca de la estructura cuando, por ejemplo, un sujeto puede dejar caer tan fácilmente una afrenta corporal, una humillación, una golpiza o maltrato, etcétera.
Cuando era estudiante de psicología hacía las prácticas en un hospital en Buenos Aires, el Hospital Borda, un hospital monovalente de pacientes psicóticos, y lo primero que me impactó fue que habíamos ido en pleno invierno y había algunos pacientes en el patio que estaban tapados con varias capas de vestimenta, con gorros, con guantes, con bufandas también, pero un día que hacían 10° o menos, al lado de estos pacientes había otros que estaban en camiseta, que estaban prácticamente desnudos. Por defecto o por exceso, aparece algo que no está regulado en la relación con el cuerpo. Esos eran casos de psicosis francamente desencadenada; a veces, cuando se trata de psicosis no desencadenadas, lo que llamamos psicosis ordinarias, son muchas veces indicios clínicos mucho más sutiles.
En fin, quería entrar un poco en clima de lo que ahora voy a tratar de formalizar con Lacan, en relación con el estatuto del cuerpo en la psicosis, entonces voy a pasar a compartir la pantalla con ustedes.Para introducir la cuestión de lo inmediato o de lo no mediado del cuerpo psicótico quisiera empezar por los planteos que hace Lacan en el Seminario 1 cuando introduce el esquema óptico alrededor del cual se encuentra la clase sobre Los dos narcisismos que yo les propuse como bibliografía (2), porque justamente ahí Lacan está haciendo una formalización del estadio del espejo donde toma como referencia permanente la etología, es decir, el estudio del comportamiento de los animales. Justamente, Lacan va a plantear -como ya lo decía en su temprano texto del estadio el espejo- que en el ser hablante, a diferencia del animal, hay una discordia primordial -hay una dehiscencia dice él- del organismo, hay una falla estructural que está ligada también con el hecho de la pérdida del instinto que es correlativa de la aparición del lenguaje. Se puede hacer un contrapunto, podríamos decir, y preguntarnos ¿cuál es la estructura del animal? Es una estructura de la cual se podría decir que están entrelazados directamente lo imaginario y lo real. Entonces, el funcionamiento del instinto es un funcionamiento del animal cuando se encuentra con otro cuerpo, sabe qué hacer porque tiene un saber que está escrito en lo real del cuerpo pero que funciona a partir de imágenes, sean visuales, táctiles, auditivas, olfativas, se trata de un programa que se pone en funcionamiento. Tanto si ataca como si se defiende o copula, siempre está regido por los dos grandes instintos: de autoconservación y conservación de la especie.
En el hablante, justamente, como el instinto está perdido y hace su irrupción el lenguaje, lo imaginario y lo real no están entrelazados en un primer tiempo lógico, por eso Freud dice que no hay nada parecido a una unidad en un primer tiempo y que la constitución del yo y del narcisismo requiere un nuevo acto psíquico. En Introducción del narcisismo, este nuevo acto psíquico (3) es un segundo estadio del narcisismo, posterior al estadio del autoerotismo donde todo está suelto, todo está fragmentado. Podemos decir que en el ser hablante, en un primer momento lógico que se asocia al momento del nacimiento, cuando el parlêtre es un infans, lo imaginario y lo real todavía no están anudados y además está lo simbólico, están los tres registros sueltos.En el Seminario 1, Lacan va a decir que en el estadio del espejo lo que opera es un entrelazamiento entre lo imaginario y lo real del cuerpo por medio de lo simbólico, es decir, el espejo sería el orden simbólico que posibilita que estos dos, que en el animal ya vienen anudados por el instinto, en el hablante se anuden por intermedio de lo simbólico que va a operar en el espejo.
Podemos decir que hay un primer tiempo, mítico, primer tiempo lógico pero que también en la experiencia se puede verificar en el infans, en el tiempo previo al estadio del espejo donde lo imaginario y lo real del cuerpo no están entrelazados, no están agarrados, están sueltos y en donde a nivel de lenguaje lo que tenemos es lalengua, lalangue; es decir, los significantes sueltos. Tampoco están encadenados: podemos decir que, por un lado, lo que hay es un cuerpo fragmentado, esas pulsiones parciales que todavía no constituyen una unidad, y por otro lado, un Otro fragmentado, no hay Otro, no hay un orden simbólico sino que hay significantes sueltos. Es el estadio de lalangue.
En relación con ese tiempo mítico, con ese tiempo cero donde todavía no hay unidad, donde todavía no se constituyó el cuerpo, podemos situar el autismo, podemos decir que el autismo está ubicado en este tiempo, dónde todavía no se constituyó nada parecido a una unidad, por eso, en algún sentido, se podría decir que el autismo no es una estructura porque no llega justamente a estructurarse, a constituirse como un Uno, como un cuerpo.
Ahora bien, ¿qué ocurre con las psicosis? En el campo de las psicosis, pensemos por ejemplo en Schreber, que es la referencia fundamental en De una Cuestión preliminar…,(4) el escrito de Lacan sobre la psicosis del que les propuse leer el Capítulo 3. ¿Antes del desencadenamiento cuál era el estatuto del cuerpo de Schreber? Porque hasta los 50 años, podemos decir que más o menos se las arregló, se las arregló en el campo del amor, de lo social, de lo laboral, incluso llegó a ser un reconocido jurista, por eso lo llegaron a nominar como presidente de la corte de Dresde, entonces parece que tenía cierto saber hacer con el cuerpo. De ninguna manera se podría decir que Schreber no tuviera un cuerpo antes de que se desencadenara su psicosis, pero sí podemos preguntarnos ¿cuál era el estatuto de ese cuerpo? ¿cómo se constituye el cuerpo psicótico?
Por un lado, en las psicosis infantiles hay ya, en este primer momento mítico, una dificultad para la constitución del narcisismo. Nos encontramos en la práctica con casos de niños donde está este estatuto de la estructura en juego, el sujeto atravesado por lalangue, por el cuerpo fragmentado, por los significantes sueltos sin llegar a constituir una defensa autistica ante eso, porque el autismo ya implica cierto enquistamiento, cierta operación de envoltura como rechazo o defensa frente a los significantes de lalengua; o sea que el autismo se encuentra como una suerte de caparazón, de esfera que pone el resguardo de los efectos de fragmentación de la lengua y el cuerpo pero sin constituir por eso un Uno. En la psicosis infantiles no encontramos esa despensa autística, no encontramos ese rechazo a la alienación o a la incidencia del significante, sino que encontramos a un sujeto parasitado por esa fragmentación y con dificultad para un armado narcisista.Pero ¿qué pasa con toda la gran cantidad de estructuras psicóticas que logran cierto armado en la infancia, que no se manifiestan como psicosis infantiles, que logran cierto armado del yo, el cuerpo y la realidad y que pueden estar así toda la vida o pueden desencadenarse tardíamente, como el caso Schreber? ¿Cuál es el estatuto del cuerpo en esos casos? Habría que decir que hay ahí cierto armado, hay algo de yo, el cuerpo y la realidad que se constituye y, sin embargo, no es del mismo orden que el del cuerpo neurótico. Entonces ahí es donde viene bien la distinción que está en el Seminario 1, en el capítulo que les recomendé: entre los dos narcisismos, un primer narcisismo y un segundo narcisismo. Hay un primer narcisismo, una primera operación constitutiva del cuerpo que opera en la psicosis no desencadenada, las psicosis que llegan a anudarse, encadenarse de algún modo, que podría ser por ejemplo el estatuto del cuerpo de Schreber antes de desencadenarse, pero muchos casos de los que llamaba la psicosis ordinarias son justamente psicosis no desencadenadas, donde algo del cuerpo ha podido armarse.
Este tiempo del primer narcisismo tal como lo desarrolla Lacan en el Seminario 1, después lo toma en el Seminario 10 y lo vuelve a retomar en el Seminario 23. Se va articular también con lo que es en Freud una primera versión del yo. Recuerden ustedes que Freud planteaba que el yo es “la proyección de una superficie” corporal (5), es decir, que el yo es equivalente al cuerpo o a la imagen del cuerpo, la imagen especular. Esa imagen que se proyecta en el espejo, Freud decía: proyección de una superficie corporal. Entonces este primer narcisismo en Freud es el yo del placer primitivo que se constituye por una primera distinción regida por el principio del placer donde todo lo placentero va a estar en el yo, va a ser equivalente al yo, y todo lo displacentero va a ser rechazado, va a ser Ausstossung, rechazado afuera como no-yo. Es una distinción muy simple: yo-adentro-placer, no yo-afuera-displacer; ese primer narcisismo freudiano es lo que Lacan va articular con el primer espejo, que es el espejo cóncavo.
Para que se pueda constituir ese primer narcisismo es necesario que se realice alguna operación sobre esta fragmentación primera, que algo posibilite salir de esta primera fragmentación donde hay significantes sueltos y pulsiones parciales que van cada uno por su cuenta, algo que unifique. Es justamente el espejo lo que va anticipar esa unidad. Podríamos decir que en lo simbólico lo que sostiene esa operación, ese primer espejo, es la primera versión del Otro, que es el Otro primordial, el Otro de la simbolización primaria. Lacan dirá que queda ligado con el Otro de la demanda, es decir, basta que se constituya, que se encarne en la vida del sujeto, ese el lugar del Otro como un Otro de la demanda, un Otro que transforma el grito en llamado, que humaniza el grito convirtiéndolo en llamado, para que empiecen a encadenarse los significantes. Pasamos de lalengua al lenguaje y, a la vez que se realiza esa operación en el marco de lo simbólico, en el espejo se constituye un primer espejo que posibilita una primera constitución del cuerpo y del yo. El estatuto lógico de este primer narcisismo es el de la constitución del lenguaje, ya no lalengue sino lenguaje como una operación de encadenamiento entre significantes. Lacan en el Seminario 3 decía que el psicótico está en el lenguaje, no está en el discurso, pero está en el lenguaje, está en ese ordenamiento de los significantes, salvo cuando se desencadena, que en la esquizofrenia, al menos cuando se desencadena, llega a este estadillo de fragmentación absoluta.
Cuando la psicosis está estabilizada o cuando está anudada, el psicótico está en el lenguaje y podemos decir que ha operado la dimensión de la alienación, no la separación, pero si la alienación, hay cierta dimensión del fantasma que opera, falta la parte de arriba del rombo, la separación, pero hay cierta dimensión del fantasma que opera. En el caso de Schreber, es el fantasma de que sería hermoso ser una mujer, lo que algo del cuerpo le arma como fantasma inconsciente hasta que se desencadena su psicosis. En la psicosis no desencadenada lo que está operando es el espejo cóncavo, es este primer espejo del primer narcisismo, ¿cuál es la característica del cuerpo en este espejo? ¿Qué lugar tienen las flores y el florero en este espejo? Están adelante del espejo, están entre el espejo y el ojo. Si ustedes alguna vez hicieron experiencia del ramillete invertido o vieron algún espejo cóncavo, cómo funciona con la imagen, habrán visto que el espejo queda atrás y la imagen se arma adelante como si fuera en el aire, como una especie de holograma, a diferencia del espejo plano, que es el espejo que todos tenemos en nuestras casas, donde nos vemos atrás del espejo y nos vemos con la mediación del marco atrás del espejo, la imagen está atrás, mientras que en el espejo cóncavo la imagen está delante, está entre el ojo y el espejo. Ahí podemos situar lo inmediato del cuerpo psicótico, es este cuerpo que de alguna forma se le viene encima al sujeto porque no está mediado, no está enmarcado.
Pasar del espejo cóncavo al espejo plano ya implica una operación segunda que introduce el segundo narcisismo para la que, ahora sí, es necesaria la intervención del Nombre del Padre. Por eso vamos a decir que en la psicosis no desencadenada opera el espejo cóncavo pero no el espejo plano, por eso no se constituye la mediación en la relación con el propio cuerpo y muchas veces el psicótico consulta por esta inmediatez del cuerpo aun cuando no esté desencadenada la psicosis. Así, va a traer síntomas que dan cuenta de la dificultad para regular la relación con el objeto, la dificultad para regular el goce en los bordes del cuerpo, una dificultad mayúscula. Aunque podemos decir que en la neurosis también hay algo desregulado, pero hay algo desregulado con una mediación, con un marco, con una pantalla, que no está operando en la psicosis. Por eso es que a veces en una transferencia tenemos esa percepción de la inmediatez de ese cuerpo que angustia al practicante.
¿Cómo pensar a partir del escrito de la causalidad de la psicosis, De una cuestión preliminar…, el tema del esquema Ro, que Lacan propone ahí para la neurosis? Es un esquema qué está constituido con base en el Nombre del Padre y el falo, con base en el Edipo. ¿Qué nos entrega Lacan con ese texto? El esquema Ro, que construye a lo largo del Seminario 5, constituido con el Edipo, con los términos Nombre del Padre y el falo. Después nos entrega el esquema I, que sería el esquema del estadio terminal de la psicosis de Schreber, es decir, cómo Schreber se las arregla para rearmar el yo, el cuerpo y la realidad después del desencadenamiento, cómo vuelve armar ese campo. Pero lo que en ningún momento dice Lacan es cómo sería el estatuto del cuerpo en Schreber antes del desencadenamiento, porque de ninguna manera podría ser el esquema Ro, ya que justamente es un esquema edípico que cuenta con el Nombre del Padre y el falo. A partir de esos desarrollos yo quería proponerles cómo vengo pensando esta cuestión de la aplicación del esquema Ro en el cuerpo psicótico.
Este primer narcisismo, está primera distinción yo- no yo implica una estructura, una distinción adentro afuera, Lacan lo va a plantear así tal cual en el Seminario 23, donde habla de este primer narcisismo y dice refiriéndose a qué es lo real en Freud: “Él nos explica con algo que concierne precisamente al ego, a saber, el Lust-Ich, que hay una etapa del narcisismo primario -acá lo llama narcisismo primario pero en realidad es un primer narcisismo porque el narcisismo es secundario siempre respecto de ese tiempo primero de fragmentación, Lacan acá lo llama narcisismo primario, alguna etapa del narcisismo primario que se caracterizaría, no porque no haya sujeto, sino porque no hay relación del interior con el exterior” (6). El interior es todo lo placentero y el exterior es todo lo displacentero. Por eso en la psicosis, aún en la psicosis no desencadenada, el objeto es amenazador, y el objeto no es solamente el objeto de la pulsión, no es solamente el objeto a, también es el pequeño otro, incluso es la propia imagen en el espejo lo que eventualmente se vuelve amenazador o se le viene encima al sujeto. Muchas veces lo que tenemos como indicio de la psicosis no desencadenada es cómo al sujeto se le viene encima el cuerpo del otro y eso trae dificultad con el lazo, incluso con el propio cuerpo. Cuántas veces los sujetos psicóticos nos cuentan que tapan los espejos de su casa, que se asustan cuando encuentran su imagen en espejo y entonces prefieren no mirarse, etcétera. Este estatuto un tanto amenazador de eso que viene de afuera.
Topológicamente, de lo que se trata acá es de una banda no moebiana, acá ustedes tienen el lado 1 y el lado 2. Queda pegado el lado 1 con el lado 1, es decir, que no hay torsión: tenemos un lado y el otro lado, una banda de dos lados, donde hay un adentro y hay un afuera. En cambio, en la neurosis va a operarse con el espejo plano, con la introducción del Nombre del Padre, una torsión moebiana que hace que el adentro y el afuera tengan relación y que constituye al objeto como éxtimo, y eso lo vuelve menos amenazador. Pero esa operación del segundo narcisismo no se llega a constituir en la psicosis y entonces el exterior es puramente exterior y el interior es puramente interior y todo el afuera se vuelve amenazador o se vuelve por lo menos un tanto peligroso.
Este es el esquema que yo propongo tomando el texto De una cuestión preliminar…, ¿cómo pensar el esquema Ro para la psicosis no desencadenada? Pongo entre paréntesis el Nombre del Padre y el falo porque están forcluidos, hay forclusión del Nombre del Padre, P0, hay forclusión del falo, pero esos agujeros están entre paréntesis, están velados, el sujeto no se ha encontrado con esos agujeros forclusivos ¿Y qué es lo que dice Lacan a esta altura de su enseñanza, a la altura del Seminario 3, en De una cuestión preliminar…? Lo que dice es que el psicótico cuando no se ha desencadenado la psicosis, se sostiene como el taburete de tres patas, es esta idea de una estructura triangular, también habla de una compensación imaginaria del Edipo ausente, es el triángulo imaginario que está, de alguna manera, sosteniendo todo. Este triángulo imaginario, donde la banda de la realidad no es moebiana, es una banda simple que distingue un adentro y un afuera, con toda la dificultad que implica y toda la inmediatez del cuerpo que implica, pero algo se sostiene ahí, algo del yo, del cuerpo y la realidad se sostiene, muchas veces con mayor dificultad que la neurosis y después ya podríamos ver los distintos tipos de psicosis.
Voy a volver sobre el espejo y después regreso al esquema Ro. Habíamos dicho que, en el nivel del esquema óptico, a nivel del espejo, cuando no está desencadenada la psicosis, este es el estatuto del cuerpo, hay un entrelazamiento entre lo imaginario y lo real que sostiene una unidad, con dificultad, con inmediatez, pero se sostiene; las flores están adentro del florero. Lo que hace que el ojo pueda ver las flores dentro de florero da cuenta que se entrelazaron, que se ayudaron lo imaginario y lo real ¿Qué pasa cuando se desencadena la psicosis? acá tenemos una variedad clínica que nos va a dar casos muy distintos, hay un punto en el que no se puede decir “El estatuto del cuerpo en la psicosis”. Se puede decir “El estatuto básico”, pero después, según el tipo de psicosis, es muy distinto lo que va a ocurrir cuando se desencadena. Incluso cuando está encadenado también hay diferencias pero sutiles, si bien cuando se desencadena estas diferencias se vuelven mucho más claras.
En el caso de la esquizofrenia, lo que ocurre es la fragmentación. Freud planteaba que en la parafrenia -así la llamaba- había una regresión al autoerotismo, al tiempo de fragmentación previo a la constitución de la unidad narcisistica. El estatuto del cuerpo cuando se desencadena la esquizofrenia es que las flores están por un lado y el florero por el otro, es decir, fragmentación corporal. Ahí tenemos el lenguaje de órgano, los fenómenos de órgano. Eso en el plano del cuerpo, porque hoy estamos hablando del cuerpo, pero lo mismo ocurre a nivel del lenguaje: la fragmentación de lalengua, los significantes sueltos.Pero hay otros tipos de psicosis que Freud no estudia tan a detalle. En el Seminario 3 y en De una cuestión preliminar…, Lacan se centra en Schreber, que era una esquizofrenia paranoide, entonces toda la lógica de la psicosis más sistemática, más desarrollada que encontramos en la enseñanza de Lacan tiene que ver con un tipo de psicosis muy particular que es la esquizofrenia, que cuando se desencadena encontramos los fenómenos de fragmentación. En nuestra práctica tenemos encuentros con muchos otros tipos de psicosis, con distintos tipos de psicosis, no sé si muchos, pero sí distintos tipos de psicosis. Así como en las neurosis tenemos el tipo clínico histeria, obsesión, fobia, también en la psicosis hay que hacer una clínica de las psicosis en su pluralidad y distinguir los distintos tipos de psicosis. Respecto de esa cuestión yo hice una primera vuelta en el libro Confines de las psicosis, especialmente con los nudos y después, en mi último libro La inexistencia del nombre del padre me metí más con la cuestión de la topología de superficies, aunque también me metí con los nudos.
En la esquizofrenia, fragmentación, tenemos las flores por un lado y por el otro. Hay otro tipo de psicosis que no está tan estudiada y que sin embargo es bastante frecuente en la práctica que es la parafrenia. Sobre la parafrenia Lacan habla, por ejemplo, en la presentación de la señorita de una presentación de enfermos donde justamente a esa paciente, la señorita Brigitte, la diagnóstica como una parafrenia. Él dice que se trata de una parafrenia imaginativa, y lo que después dirá para referirse a esa paciente es que era una psicosis poco seria, que nada de lo que ella decía volvía al mismo lugar, no había nada que anclara, no había punto de capitón. Esta mujer hablaba en distintos momentos de la entrevista que le hace Lacan, de que alguna otra interna, otra paciente internada, tenía puesta su ropa, su vestido. Entonces Lacan dice: ella es ese vestido pero no tiene ningún cuerpo para poner adentro, lo que está diciendo es que es un puro semblante, dice eso, que ella es un puro semblante, no hay un cuerpo real para poner adentro.
En la esquizofrenia lo que tenemos es la fragmentación, y tenemos el imaginario que se suelta, el imaginario que unifica la imagen especular se pierde, se pierde la unidad del espejo y aparecen los fenómenos del cuerpo; en cambio, lo que vamos a encontrar en la parafrenia es que la unidad se mantiene, no hay fragmentación, el sujeto no les va hablar del interior del cuerpo, no les va hablar de fenómenos de órgano, no les van a traer la angustia hipocondríaca, sino que simplemente va a haber una pluralidad de semblantes que pueden a la vez estar totalmente separados de lo real del objeto. Lo real del objeto es lo que queda desenganchado, desencadenado, cuando se desencadena la parafrenia, y entonces lo que hay es como un deslizamiento continuo del semblante.
Por ejemplo, una paciente que yo trato hace como 30 años, una paciente parafrénica, en algunos tiempos está mejor y deja de venir, pero siempre vuelve porque no logra un anudamiento consistente, aunque logró aliviar mucho su sufrimiento en los años de tratamiento. Hay veces en que todavía hoy en día, en algunas sesiones me dice “¿yo quién soy?”, me pregunta, o “yo ahora no sé si soy yo o mi hermano”, o hay veces que viene y me dice “hoy soy mi compañera de trabajo”. Se va pegando a distintos semblantes, también tiene presencias, ella en la casa siente presencias. Lo que es interesante es que, a lo largo de los años de tratamiento, esas presencias fueron cambiando de valor. Cuando ella empezó el tratamiento, no hacía mucho que había muerto el padre y cuando ella llegaba a la casa se encontraba con una presencia que era una sombra, que la angustiaba tanto que salía corriendo y se iba a dormir a la plaza, no podía dormir en su casa, dejaba la sombra en el departamento y se iba a dormir a la plaza y volvía recién a la mañana para vestirse para ir a trabajar, por el miedo que le daba esa sombra. Con el tiempo de tratamiento pudo ubicar que esa presencia era la presencia de su padre, y a medida que fuimos trabajando con recuerdos de su infancia y que ella pudo ir construyendo una versión de ese padre, eso que era una sombra se volvió una presencia luminosa. No desapareció, sigue estando, pero ahora ella llega y hasta le habla a veces. Hay como una luz en la casa, no está siempre pero cuando está, ella sabe que es el padre, le habla y a veces hasta le alegra que esté porque se siente acompañada. Hay muchas cosas más para decir de la parafrenia y ejemplos para dar, pero simplemente quise situar cómo ahí no hay fragmentación, se mantiene la unidad del cuerpo, se mantiene la imagen en el espejo. Esta mujer no tiene ningún problema con los espejos sino con ese objeto real que no queda enganchado con la imagen en el espejo, que está suelto y que le aparece como presencia ominosa, como esa presencia opaca, que es lo que tenemos que tratar en el análisis de esta mujer. En algún sentido podría decir que el tratamiento de esta mujer es un tratamiento de la sombra de esta presencia opaca del objeto que retorna, de ese objeto que está desenganchado de la imagen.
Luego tenemos el campo de las llamadas psicosis maníaco-depresivas, es decir, de la manía y de la melancolía, y ahí podemos distinguir el estatuto del cuerpo en el desencadenamiento melancólico y el estatuto del cuerpo en el desencadenamiento maniaco, que a veces van en un mismo sujeto o sujetos que alternan manía y melancolía y hay otros que solamente están del lado de la manía o del lado de la melancolía. En la melancolía podemos decir que desaparece el jarrón pero se conserva una unidad porque lo único que hay es el objeto; el objeto le da una unidad al melancólico, podríamos decir que el fenómeno elemental de la melancolía es la identificación con el objeto como resto, como desecho. Cuando la melancolía se desencadena el sujeto dice “yo soy la peor porquería del mundo”, “soy una basura”, “soy un resto”. Pero hay un “soy eso”, hay unidad, no hay fragmentación como en la esquizofrenia y tampoco aparecen la angustia hipocondríaca ni los fenómenos de órgano. No hay fragmentación corporal, lo que hay es una identificación con el ser de resto, de desecho, y eso le da un ser al melancólico, le da una unidad, es una unidad en el resto, unidad en la escoria, en el desecho y lo que desaparece es el velo amoroso que vela justamente lo Real del objeto, el velo del amor. Por eso la clínica de la melancolía es una clínica del odio, el odio de sí, el odio es el afecto que despierta lo real del objeto sin el velo del amor que lo envuelve. Por eso el estatuto del cuerpo, cuando se desencadena la melancolía, es el de un objeto como resto. Entonces, no se pierde la unidad, no hay fragmentación, pero sí lo que encontramos es ese cuerpo caído, ese cuerpo caído que eventualmente el sujeto -como dice Lacan en una de las clases del Seminario 10- va a dejar caer por la ventana, lo va a arrojar a las vías del tren, en esa posibilidad de que el sujeto se identifique a tal punto con el objeto como desecho que caiga, que va a caer como un Uno, no se produce fragmentación.
También puede hacer de esa experiencia, de la identificación con el objeto como resto, tratamientos diversos. En mi libro Duelo, Manía y melancolía en la práctica analítica planteo las distintas versiones que fui encontrando en mi práctica, las distintas maneras que pude encontrar en el melancólico de tratar ese ser de resto. Puede ser, por ejemplo, dedicándose a las causas de los restos. Son muy comunes las soluciones por el lado del rescate de animales, del rescate de personas; muchas veces los sujetos melancólicos cumplen una función social muy importante porque se ponen al servicio del otro y justamente eso les permite armar, rearmar el narcisismo de alguna manera, traer de vuelta ese jarrón que se perdió, ese velo del amor, en una práctica de cuidado del cuerpo del otro, sea un animal o un otro necesitado de algún modo. Es muy común la profesión, por ejemplo, de enfermería o trabajo social en la melancolía, donde es el otro cuerpo el que encarna el resto y entonces el sujeto puede armarse narcisísticamente en el cuidado de ese otro cuerpo. También encontramos, especialmente más del lado de los hombres, la perversión como una práctica donde ubicar un marco fantasmático de la práctica perversa, como una manera de extraer un goce vivo de su experiencia de ser un resto. El sujeto logra algo a través de una posición que es fundamentalmente masoquista, aunque puede ese masoquismo tomar distintas versiones objetales. Estaba pensando en un paciente melancólico que tiene una práctica exhibicionista, pero tiene que ver con una posición masoquista, la cuestión es que cualquiera puede llegar a descubrirlo y entonces darse cuenta de la porquería que es y hace cosas donde de alguna manera termina poniendo en evidencia que él es un objeto absolutamente despreciable para la mirada del otro. También puede ser una práctica puramente masoquista, una práctica sexual masoquista, donde justamente se logra extraer algún goce vivo más del lado del placer en la experiencia de ser el trapo de piso del otro.
Finalmente, la cuestión que tomaría es el desencadenamiento de la manía donde, por el contrario, lo que desaparecen son las flores, lo real del objeto, de modo que solo queda la envoltura imaginaria.
En cambio, en la parafrenia, lo que tenemos es la multiplicidad de semblantes simultáneos o sucesivos, varios jarrones porque hay deslizamiento de semblantes. Vuelvo a la parafrenia para distinguirla de la manía porque es una cuestión del diagnóstico diferencial entre parafrenia y manía, cuestión descripta incluso por los psiquiatras. En Confines de la psicosis hay un caso que presentó un colega que en esa época atendía en el hospital Moyano, qué es un hospital psiquiátrico de mujeres en Buenos Aires: una paciente que se presentaba como multifacética, tenía como 20 profesiones distintas, las nombraba todas y todo el tiempo iba cambiando. El colega contaba que en una sesión la paciente le dijo que ya sabía lo que quería hacer en la vida, que ya había encontrado su vocación, que escuchó el llamado de Dios y que quería ser monja, que se metería en un convento: él dice “bueno, vamos a ir por ahí a ver si con esto se estabiliza un semblante”. El colega busca la Biblia, busca partes de la Biblia para intervenir, a la sesión siguiente lleva la Biblia y cuando se encuentra a la paciente, la paciente ya ni se acordaba que iba a ser monja, ya estaba viviendo con un tipo que vivía en la villa que quedaba al lado del Moyano y además tenía un embarazo, delirio de embarazo, estaba embarazada de un enfermero del hospital, ya había quedado atrás la monja que iba a ser. O el caso de una paciente que yo atendí que vino en tres momentos distintos, cada vez que vino no solamente tenía un nombre distinto, sino que tenía un semblante absolutamente diferente, a tal punto que yo no la reconocía. La primera vez que vino era la amante de un multimillonario y era como una caricatura de amante de un multimillonario, se presentaba con los tapados de piel, en esa época se usaban pieles todavía, toda llena de joyas. La segunda vez que vino era una hippie que estaba fumando marihuana todo el día y vendía artesanías en la plaza con su pareja y la tercera vez que vino era un ama de casa aburrida, era el semblante más aburrido de los tres, era un ama de casa que estaba todo el día planchando, limpiando la casa y esperando que llegue el marido, mirando las telenovelas. Cada vez era como una caricatura de un personaje, pero una caricatura vacía, ahí tenemos la multiplicidad de semblantes.
Volviendo a la manía, allí también el objeto se separa de la imagen especular pero lo que tenemos es un único semblante; no está la cuestión del deslizamiento por la multiplicidad, pero lo que sí tenemos es el estatuto de un cuerpo que no ancla. Recuerdo el caso de una paciente que llega a los 19 años diciéndome “yo en realidad vengo por mi madre y mi hermana, porque ellas me pidieron que me analice. Yo las quiero y por eso vengo, pero yo estoy en el mejor momento de mi vida, nunca fui tan feliz”. Bueno, yo le pregunto qué es lo que la hace tan feliz y me dice “siento que vuelo, mi cuerpo es como una pluma, descubrí que puedo vivir sin comer y sin dormir”. La madre y la hermana estaban muy preocupadas porque estaba al borde de la internación por su anorexia, había bajado muchísimos kilos y clínicamente estaba muy descompensada, y ella decía que había descubierto que podía vivir sin comer y sin dormir. Después me dice, casi sin comer y sin dormir, algo comía, dormía un poquito y “siento que vuelo”. Después de varias sesiones le pregunto cuándo empezó a sentirse tan bien y a ser tan feliz y me dice “¡mira qué casualidad! Justo fue después que murió mi padre”. El padre había muerto hacia un año. El mismo día que muere el padre ella se va a rendir un examen a la facultad, al día siguiente se anota en otra carrera y a la semana siguiente toma un trabajo. Entonces estudiaba dos carreras, una de las cuales era danza, además trabajaba, estudiaba a la noche porque no necesitaba dormir y era eso, el semblante como un puro semblante despegado de lo real del cuerpo a tal punto que yo me preguntaba de dónde sacaba tanta energía, porque era increíble la energía que tenía y el poco combustible que tenía el cuerpo como organismo, era como un cuerpo que vivía a fuerza de puro semblante.
Notas
(*) Conferencia Magistral dentro del Seminario de Investigación en Psicosis de la NEL CDMX(1) Lacan, J., El Seminario, Libro 23, El sinthome. Buenos Aires: Paidós, 2006, p. 147.
(2) Lacan, J., El Seminario, Libro 1, Los escritos técnicos de Freud. Buenos Aires: Paidós, 2006, p. 183-196.(3) Freud, S. (2006) “Introducción del narcisismo” (1914). En: Obras Completas, Vol. XIV. Buenos Aires: Amorrortu, p. 74.
(4) Lacan, J. (2005) ‘III. Con Freud’, en De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis (1959). En Escritos 2. México: Siglo XXI, p. 529-538.(5) Freud, S. (2006) “El yo y el ello” (1923). En: Obras Completas, Vol. XIV. Buenos Aires: Amorrortu, p. 27.(6) Lacan, J., El Seminario, Libro 23, El sinthome. Buenos Aires: Paidós, 2006, p. 152.
.