“La capacidad de crear lo que aún no,
el ejercicio imaginativo corporante puede impugnar
lo que existe con la potencia de la infancia”
Natalia O. Maldonado,
en el prólogo a “Las chicas salvajes” de Le Guin.El cuerpo habla sin saber lo que dice. “Hablo con mi cuerpo y sin saber” (1), Por otro lado ¿cómo saber a qué llamamos “mi cuerpo”?
El cuerpo, un misterio poético, político, pulsional, deseante.En un diálogo analítico hay cuerpos, atravesados libidinalmente por el lenguaje, cuerpos que dicen, se encuentran, se desencuentran, se ubican, se incomodan, se sitúan y se comprometen en distintas dimensiones complejas. En especial la vertiente Imaginaria, los orificios y el espejo, en lo extendido en un espacio, en las huellas borradas de lo Simbólico, y en la dimensión de lo Real, como expresión de lo imposible, suspendido allí, indecible, que con destellos o cataratas de angustia asoman los abismos de lo inasible para asirse, encarnarse en una imaginación corporante.
La encarnadura atañe a la pulsión entramada en una oración, y en lo que incumbe al análisis a una demanda. La mirada, la voz, ligada al movimiento, al ritmo, al parpadeo, al susurro, al ronquido, a la interjección intermitente. A veces, con una materialidad significante en acto.
Los cuerpos sufren transformaciones. En una ocasión, a partir de la lectura de Kafka, subrayé dos vertientes a tener en cuenta (2). El término Verwandlung del título kafkiano “La metamorfosis”pareciera que adquiere el matiz de lo que se ocasiona sin intervención de la voluntad de cambio. Se produce, acontece. Mientras que, aunque puedan usarse como sinónimos, la Umgestaltung lleva en sí alguna agencia de participación. No carece de relevancia el asunto, respecto a “asumir” responsabilidad o no, en los acontecimientos que trastocan el cuerpo, el espejo, la lengua.
En cuerpo y alma, utiliza muchas veces Freud como expresión retórica. Menciona tempranamente que los médicos se encuentran teniendo que pensar en el “influjo alterado de su vida anímica sobre su cuerpo”Un cuerpo escuchante. Quiero distinguir cuerpo del analista de cuerpo en el analista, como distintas formas de habitar o reubicar lo que ocurre en la escena transferencial.
Quien practica el psicoanálisis es afectado en cuerpo por su tarea, con cada analizante, cada infancia con la que juega, cada adolescencia con la que intercambia, afectación en el transcurso del día o luego de la jornada. ¿Qué quiere decir que nos afectamos y no sólo con angustia? ¿Cuál es el cuerpo, o que estado de corporeidad importa entonces para oficiar en ese sitio?
Instituciones. Quienes trabajan a diario en un hospital, en una escuela, en una guardia, con cansancio o agotamiento, “no se da más” se oye decir. Efecto de implosiones o excesiva ausencia de pausas. Las situaciones cotidianas irrumpen tantas veces violentas, dolorosas, apuradas. Infancias y adolescencias, con sus familiares o en orfandades, que a veces no piden, tampoco demandan, pero testimonian con acciones de un sufrimiento que padecen, en circunstancias, en contextos adversos, arrasadores, mortificantes. Se agolpan en las salas de espera, en las internaciones de urgencia.
Cuando se puede configurar una demanda, aún mínima, en el detalle a veces accidental, o impreciso, quien acude quiere saber, se puede hacer oír una pregunta escondida, o es tomada la oferta de jugar, paradojalmente se descansa de una impotencia.
El valor de conversar con quienes estén en cercanía, en confianza, en privacidad reservada, en red amable, seria, libre de juicios. Construir grupalidad, permanente o efímera.Hacer con eso. A veces la afectación en lo corporal que padece quienes hacen de soporte, se pone en mayor evidencia, cuando algo que aparece está desmarcado de una supuesta subjetividad en reserva, o de la serenidad del estado de escuchar.
A veces se siente un dolor, un temblor, un peso, un júbilo, enojo, sopor. Se trata de hacer con eso ¿Cómo incluirlo en la transferencia? Entre la idea de “contratransferencia” y deseo del analista, se han transitado caminos, escritos. ¿qué podemos decir?El estado de atención flotante si se logra, es un estado que asume paradojalmente cierto olvido del cuerpo en tanto conciencia, está más cerca un modo de tregua. Cuerpo que se presta suspendido.
“No basta con que el analista sirva de soporte a la función de Tiresias, también es preciso como dice Apollinaire, que tenga tetas”. Eso no implica literalmente que sea mujer, pero que una posición femenina abre por su relación a lo orificiado, el borde del vacío que acerca al deseo, una relación más directa a partir de lo que Theodoro Reik, llamó Tercer oído. Lacan dice de Ella Sharpe algo que sorprende como huellas de posibilidad en la escucha: “Era una mujer muy apasionada, ardiente, todo lo indica en su estilo. Fue institutriz, antes de ser analista, este es un buen punto de partida para la penetración de los hechos psíquicos, una mujer de talento… puede escuchar una pequeña tos…como anunciadora”
Clavijas impensadas. Una sensibilidad particular, una manera de registrar las sutilezas del tono, lo silencioso, lo raspado, lo sin sentido que resuena, lo oscuro. Cierto estado de soledad.
Un analista asiste en cuerpo de escucha enmarcada en una escena. Porta un timbre de voz, camina de determinada manera, mira o cierra los ojos. Le ocurren cosas que resuenan, en alguna vergüenza a veces se sonroja, se puede caer, trastabilla, se asusta, se ríe, se fastidia, se conmueve. El cuerpo a veces como obstáculo. No se puede escuchar con tranquilidad con interferencias orgánicas pero un dolor de cabeza, o preocupación muchas veces se disipa a al momento de estar en la escucha.
El cuerpo, atravesado por una historia, huellas, cicatrices, hilachas, sonidos, letras de lengua materna, extranjeridad.
La puerta. Determinada manera abrir la puerta. La puerta inicia la escena, se saluda, se despide. La confrontación de dos cuerpos en los inicios y al final.
La palabra encarnada o encarnada la palabra de quien habla
Cuando no lo está. Hay dicho, pero sin un decir, que toca el cuerpo que habla, juega, se silencia, murmura, asiente, balbucea, suspira.
El cuerpo del analista participa atravesado por la abstinencia. “¿Qué lugar dar a esas sutilezas de la relación transferencial cuando ciertas cuestiones, que no están pasando por la palabra, se activan en un análisis? Ocurre todo el tiempo” (3) Interesante la palabra sutilezas. Recuerda a partir de Lucy Tower, la idea que en el analista, si sucede un análisis, es indefectible que el trayecto le produzca cambios personales, aunque sean menores.Se abrigan en ocasiones situaciones de máxima vulnerabilidad. Hay un prestarse paradojal que no pide la vuelta de lo que se ofrece, aunque mucha de las veces media un pago. ¿Qué quiere decir prestar? El cuerpo en el analista se presta para que se produzca el sin sentido, la fabricación inconsciente.
El cuerpo expone la fractura del sentido dice Nancy. Juan Ritvo, y nos parece de interés, se distingue de la idea de Nancy de “somos un cuerpo”, para acentuar un pasaje en el sujeto del ser un cuerpo pulsional a tener un cuerpo deseante, no sin el pasaje por la angustia.
Quizá pensando en la pregunta por el lugar del analista, tiene correspondencia con el pasaje, en la teorización, de la contratransferencia al deseo del analista.
Que algo se transfiera como resto.
El analista en cuerpo, como deshecho, parcial, destruible en su final.
Cuando decimos cuerpo del analista, podemos bordear la zona de lo resistencial, de presencia imaginaria o muda, perturbando, causando inquietud, deteniendo o tratando de situar algo. El analizante piensa en algo de la persona, de su aroma, de la ropa, de su manera de caminar. A veces se pueden incluir esas sensaciones, convertidas en palabras clave, o caen sin demasiado interés al comenzar a balbucear asociaciones, a jugar, a imaginar.Fragmentos con algunas infancias y adolescencias
En situaciones de la práctica, con infancias o adolescencias, los cuerpos se mueven o asumen lugares, en apariencia, menos convencionales. Hay juegos en el piso, corriendo, cantando, manchando, mirando a veces un video, recibiendo a familiares, formando parte de una escena teatral. El analista oficia en los diferentes lugares del discurso, con la plasticidad ligada a la situación, a condición que, en un segundo tiempo, como siempre, se realice la lectura de lo sucedido.
¡Vos estás re loca! Un niño mientras jugábamos a poner sellitos en una hoja, de pronto se distancia, mira la situación, interrumpe el juego y dice esa frase: ¡Vos estás re loca! Mi juego también entonces se detiene, registra en esa intervención del niño, un entusiasmo en demasía que orienta de donde se protege de algo que llamó locura, y que, puede estar al borde de destituirlo de su posibilidad de jugar sin riesgos inminentes. Si el Otro Goza, se puede quedar como objeto sellado. Se requería una mesura protectora al mismo tiempo, como territorio paradojal, la lectura que inaugura ubica con esa exclamación habilitada, a la locura dentro del campo lúdico.
“Podés agarrarte, pero no tan fuerte” Un niño, de diez años, que se fugaba de una institución de internación, buscando desesperado a su padre, se agarró en la corrida, se abrazó fuertemente a una mujer, desconocida para él, para que no lo lleven de vuelta. Esto sucedió cuando lo estaban por alcanzar los tutores del lugar donde residía. Ella, la mujer desconocida, le dice: “Podés agarrarte, pero no tan fuerte” (4)
Lejos de rechazarlo bordea una posibilidad, no tan, pero sí. Oficia de cuerpo agarrable. Allí se inicia algo entre dos, una forma novedosa de encuentro. Se queda por un rato entonces, aferrado a alguien que es ya no tan desconocido (5).
Sale, corriendo. Un niñito abre la puerta del consultorio, sale corriendo por las escaleras de la institución donde se lo atiende, y la analista, sin pensarlo, sale corriendo también, atrás de él, corre a su búsqueda. No oficia como educadora, tampoco como disciplinadora, ni asistencialmente. Es importante que pueda estar en estado de correr a buscarlo, porque dejarlo ir, además de un riesgo, “reproduciría” una zona materna, que lo deja ir sin mirarlo o queda estigmatizado por su insistente movimiento. Cuando la analista llega inventa un juego con la escalera que detiene al niño, lo enmarca y le da dignidad de infancia a esa fuga alocada de lo que lo tenía de rehén. Así se puede leer, en sale corriendo, que, corriendo, sale…si alguien lo busca (6)
Pegar, matar, metaforizar. Un niñito hablaba muy poco. Era pudoroso. Tenía algunos miedos, a ruidos, gritos. Llega un día y ve en mi brazo un mosquito, e inesperadamente me pega, lo mata y se lo guarda en el bolsillo. “El mosquito muerto”-sonríe. “Mirá vos, digo, parecía tranquilo…pero ¡no era ningún mosquito muerto!, ahora sí!”.
“El simulacro de devoración, pone en juego la agresividad y anula la agresión” dice Daniel Calmels, en “Ternura crueldad”. Aquí no es simulacro, es pegar efectivamente, para matar, salvar, guardar, decir, metaforizar. Pero incluye alguna agresividad que quizá muestra una agresión contenida, al mismo tiempo que la pone en una escena, para poder pasar al juego.
Al principio está el gesto y el acto, le puede seguir la fantasía. Así como el gesto del garabato de Winnicott que se realiza en el entre, da un soporte, una zona del jugar sobre papel, que inventa red, pantalla, tejido, para que se incrusten sueños.Dar la mano. En otros tiempos, impregnados quizá en mayor medida del ritual técnico analítico, una analista le daba la mano en la puerta de ingreso a una adolescente que iniciaba por primera vez entrevistas. Una experiencia, para la joven algo ajena, rara, formal, fría, Ese modo corporal de ingreso, sentía que la intimidaba.
Ese primer instante es donde los cuerpos se tocan. Pero sobre todo, la mano dada era muy floja, débil. ¡Si hubiese podido ser dicho! No se requería “mano dura” sino que se registraba la ausencia de delicadeza firme.
El cuerpo de la recepción y de la despedida cuando hace obstáculo.¿Qué hago con el cuerpo? Un adolescente toca el timbre, y no fue escuchado por su analista. El joven pasa un rato largo hasta que decidió volver a llamar, tocar. Esta vez la analista oye y le contesta. En el ínterin del ascensor, ya nombra que la fantasía era la de la muerte de ella y cuenta que pensó. “Si soy el primero que la encuentra muerta ¿Que hago con el cuerpo?” Pregunta plena de ambigüedad. Podía verse, que esa ausencia temporal, el timbre como contingencia en la transferencia, introduce un fantasma de muerte y asesinato. En especial en la trama sexual edípica adolescente. Por otro lado, se preguntó ¿Cómo convencer a la policía que no fui yo? Crimen y castigo.
Incluir la muerte del analista como lo posible.
Cuando sueña quien oficia de analista. En un sueño, uno de los personajes, era una paciente que atravesaba su pubertad con turbulencias en relación con su bajo peso, un excesivo descenso. Sueño que las dos, nosotras estábamos sentadas en un banquito. Le decía que estábamos incómodas pero que donde cabe una, caben dos, ¿no? Se afirma interrogando. Fue una orientación sobre la lógica materna “no podía con más de una hija” y por otro la incomodidad incluía que había un cuerpo con cierto volumen, no se trataba sólo del peso, sino que se le da volumen soñando. Hubo efectos en ese análisis de lo que se aloja en la corporeidad del inconsciente en el sueño que surge, ¿de quién? ¿importa? Se presta un soporte.Pero ¿Por qué la fuerza? Cuenta Masud Khan en un artículo de un libro llamado Locura y soledad en el capítulo “Cabeza Hueca”, un extraño ejemplo. Masud Khan estaba en su casa y recibe el llamado nocturno y desesperado de una colega para atender una muchacha, ya que él atendía hasta altas horas. La joven había destrozado su consultorio en un ataque de ira. “Acepté no sé por qué dice”. Masud Estaba en su consultorio esperándola, cosa que no solía hacer, agrega. La joven desafiante, desalineada, rechaza hablar, “Acá hay muchos libros y cosas tiene demasiadas cosas, voy a destrozar esta habitación si me presiona”, Él le tomó la mano, antes de probar travesuras, démonos la mano, apriete mi mano le pidió que a su vez apretó muy fuertemente casi hasta el dolor. “Soy más ágil y fuerte que usted y tengo gente aquí que me cuida”. Ella se calma. Su actitud provocadora era una máscara que cubría su desamparo escribe.
Tejer, leer, retirar la mirada. Una jovencita llegaba al consultorio y a veces preguntaba si podía tejer una bufanda que estaba haciendo para su abuela. Me sugería que mientras tanto, yo, lea algún libro. Experimentaba hacer algo sin que una mirada recaiga sobre su hacer. Ese hacer, tejer, leer, tenía en algún sesgo la dimensión del juego, enmascara, vela un riesgo. Resguarda de una mirada, que “directa” puede desnudar, enceguecer, sexualizar con juicio, lo contrario a la configuración de una eroticidad.
Notas
(1) J. Lacan, Seminario Aún. Hay un juego de palabras entre encuerpo, encore (aún) encorps (cadáver), que estarán en el entramado de lo que estará relatado en este texto.(2) “Transformación de la metamorfosis”. wwwimprontas.blogspot.com. C. Szewach Sección Desactualidad incesante, Experiencia y Escritura
(3) Gloria Leff, Revista de psicoanálisis Me cayó el veinte número 10, “Juntos en la Chimenea” México 2004
(4) “El niño de la bicicleta”. Revista Adynata
(5) Se me presentó esta secuencia de lectura a partir de la invitación que a gradezco, a comentar una experiencia clínica en El Hospital C. Tobar García (Equipo de Consultorios Externos)