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Desde Freud hasta Lacan, el psicoanálisis ha desarrollado una concepción del cuerpo del hablante ser. Este no se refiere al organismo animal, sino a uno que, transformado por el lenguaje, ha perdido su brújula instintiva. Es un cuerpo erógeno, libidinal, diferente al de las necesidades puras.
El cuerpo se construye inicialmente como imagen, a través de la identificación imaginaria que conocemos como el estadio del espejo. Es a partir de la mirada del Otro que esta imagen se constituye, permitiendo el reconocimiento del sí mismo y la diferenciación con otros cuerpos. La alienación a esta imagen es esencial para la formación del “yo” y constituye el narcisismo. La unidad de esta imagen es crucial; su afectación puede provocar horror, revelando la identificación con la imagen fija y la tendencia agresiva surge ante cualquier metamorfosis que la amenace.
Pero el cuerpo no es solo una imagen estática, sino que también es una imagen animada. Es necesario la ruptura de esta imagen para que se ponga en movimiento. Lo que el hombre tiene frente a sí en el espejo es la imagen virtual. La imagen, si es fija, no contiene ningún cuerpo. Sólo su mueca, su flexibilidad, su desarticulación, su desmembramiento, su dispersión a los cuatro vientos, comienzan a indicar cuál es su lugar en el mundo. (1)Suelo decir que el amor da forma, el deseo pone en movimiento y el goce introduce lo vivo en el cuerpo. El sujeto se inscribe en la trama simbólica del Otro, y el lenguaje se instila a través de lalangue, modelando el cuerpo. La libido es instilada por la lalangue, implantando el goce en el cuerpo y permitiendo el goce de los objetos. El goce anima el cuerpo, conduciendo al concepto de pulsión.
Lacan enfatiza que la pulsión no es natural ni pertenece al registro de lo orgánico. Las pulsiones no surgen del organismo; su empuje es constante, mientras que la necesidad sigue ritmos. Propone la idea de un montaje sin sentido ni finalidad para estudiarla. Lo pulsional no se refiere al organismo con el que nacemos, sino al cuerpo producido por la demanda del Otro.El lenguaje transforma el organismo en cuerpo, y la pulsión es el eco en el cuerpo de que hay un decir. La pulsión es el efecto causado por el orden significante y la demanda en el organismo, haciendo de este un cuerpo. La consecuencia de definir la pulsión en relación con la demanda es que articula la pulsión con la función del Otro y, además, sitúa que, en el origen, opera una cadena significante y no puras necesidades orgánicas. La pulsión es la forma en la que la sexualidad se representa en el psiquismo, lo cual implica que la sexualidad es objeto de estudio del psicoanálisis cuando se manifiesta en forma de pulsión. Estamos atentos a lo pulsional, al modo gozante de ese sujeto al cual analizamos.
La pulsión no es lo real orgánico, sino el concepto que trae un real al aparato psíquico. Lacan traduce el texto freudiano como “Pulsiones y sus vicisitudes” para subrayar lo azaroso, no algo naturalmente dado. Vicisitud implica un orden sucesivo sin fin determinado, sometido al azar, como las aventuras. Para Freud, estas son: transformación en lo contrario, vuelta sobre sí mismo, represión y sublimación.
Constituido en el campo simbólico, el parlêtre no tiene una relación armónica con el mundo, se encuentra desorientado por la falta de una naturaleza que indique qué hacer, siendo la pulsión, no el instinto, lo que lo comanda. El cuerpo humano se construye; tener un cuerpo es un hecho de lenguaje relacionado con la entrada en el campo simbólico y la pérdida de la relación armónica con el mundo.
El tiempo de la adolescencia
La forma en que se piensa la adolescencia influye en cómo se desarrollan los adolescentes; las presentaciones que hacen los adolescentes son efectos del discurso de cada época. Podemos decir que la adolescencia es una construcción social. Por lo tanto, resulta necesario analizar los síntomas en el contexto histórico y cultural en el que emergen, identificando los significantes de la época que generan diferentes manifestaciones clínicas. Es fundamental tener en cuenta el momento discursivo que atraviesan los adolescentes para poder situarnos frente a las particularidades que presentan en sus diversas manifestaciones.
Asimismo, resulta relevante considerar lo estructural, que se mantiene constante a pesar del transcurso del tiempo. Más allá de las concepciones históricas respecto de qué es un adolescente, existen cuestiones inherentes a la estructura de la adolescencia que no varían en función del momento ni de la cultura en la que se encuentre un sujeto. Es esencial diferenciar entre el ámbito de la descripción fenoménica y lo estructural, identificando lo invariante y lo variable en medio de las múltiples presentaciones fenomenológicas y las diferentes formas de la estructura que las sustentan.La adolescencia representa una etapa crucial, ya que es un periodo de transición donde se encuentran diversas encrucijadas. Para algunos, este tiempo marca el desprendimiento de la influencia parental en su camino hacia la vida adulta, mientras que para otros puede parecer un callejón sin salida. Durante la adolescencia, está en juego la emergencia de lo real sexual, que determina expresiones diversas en relación con el enlace y desenlace de los goces, y está en juego la separación de los padres y la salida exogámica.
La adolescencia es ese tránsito entre lo infantil y lo adulto, pasaje en el que se produce una nueva realidad entre pares que prepara para el mundo adulto. Para poder avanzar, es fundamental cuestionar los roles parentales y la estructura de la realidad infantil, lo que puede llevar a una creatividad transgresora por parte de los adolescentes, que cuestionan los ideales culturales de la época y producen cambios sociales significativos. Para ello, buscan inscribirse en otros espacios y construir nuevas identidades mediante la creación de lenguas, escribiendo en el cuerpo con tatuajes, piercings, cortes. Pertenecer a un grupo se hace necesario para que contenga y provea una nueva representación.
En nuestro trabajo clínico con adolescentes, intentamos tramitar lo que acontece luego de la transformación de la pubertad, cuando la consistencia del cuerpo se vuelve a poner a prueba y se cuenta con la represión de los objetos sexuales incestuosos infantiles, lo que permite que las fantasías se orienten hacia el grupo de pares.
En este cambio, hay una transformación en la forma y, además, se produce una nueva irrupción de goce, requiriendo que lo simbólico recomponga la imagen. El cuerpo parece desarmarse, disolverse o estallar, se trastorna, se conmueve, y su consistencia se pone a prueba de un modo extremo. Es un momento límite porque la forma se modifica y lo real arremete.En contraste con la naturaleza, donde este proceso se desarrolla de manera natural en palomas y perros, los seres humanos suelen experimentar esta transformación como un evento traumático que se prolonga a lo largo de la adolescencia. La clínica con adolescentes muestra cómo el desdibujamiento del límite corporal que ocurre durante este periodo genera todo tipo de rupturas en el armado de la imagen que, como efecto, producen desórdenes. En ese momento, se produce una transformación en la forma del cuerpo, que conlleva la aparición de nuevas sensaciones y otro modo de percibir la realidad. Esto puede generar tanto comportamientos arriesgados como inhibiciones y aislamientos por la sensación de vulnerabilidad.
La función de la representación del mundo se sostiene en el cuerpo, ya que este corporifica el mundo dándole forma al entorno; en este momento en el cual el borde se desdibuja, aparecen desbordes que pueden manifestarse en una variedad de excesos e inhibiciones, oscilando desde la parálisis hasta la exposición a situaciones extremadamente peligrosas. En este sentido, el trabajo con adolescentes implica un equilibrio delicado entre no convalidar el descontrol y la no intervención represiva, ya que esta última puede aumentar el exceso.
Durante este tiempo, las identificaciones edípicas y los ideales que previamente brindaban estabilidad y permitían la regulación de la agresividad constitutiva, se ven nuevamente puestos en cuestión. Los cambios producidos por la pubertad generan fragmentaciones yoicas y tienen como efecto la emergencia de la tendencia agresiva, que es el efecto que se desata cuando la imago se encuentra en peligro. Por lo tanto, se requiere nuevamente el asentimiento del Otro, y es necesario volver a rearmar la imagen del cuerpo con la forma y el deseo del otro.
En esta etapa, el transitivismo parecería ponerse nuevamente en juego, y se establecen relaciones pasionales con el semejante que pueden cambiar rápidamente del amor al odio. Es fundamental la confirmación y aprobación del par, quien brinda la forma que ratifica la propia y organiza el deseo, aunque también puede representar una amenaza al poder usurpar el lugar.Dado que las identificaciones se ven conmovidas, se vuelve absolutamente necesario pertenecer a un grupo, independientemente de cuál sea, con tal de tener algún nombre y una cobertura imaginaria. Las relaciones con los pares son extremas y pueden cambiar repentinamente de la adoración al rechazo, ya que funcionan como espejos que arman la imagen, pero también como intrusos que amenazan con quitar el lugar.
La dimensión de la angustia se manifiesta en el tiempo de la adolescencia y suele estar asociada a la acción, a la tendencia del adolescente de liberarse de ella. Esta tendencia a la acción puede conducir al acting out o al pasaje al acto, y en estos tiempos la acción puede transformarse rápidamente en una escena trágica. Por lo tanto, en algunas presentaciones clínicas se corre el riesgo de un desenlace fatal. En ocasiones se escucha que un malentendido, un acto fallido, un desencuentro o una desilusión amorosa desencadenan una situación de exceso que puede llevarlos directamente a una internación. En algunas circunstancias, cuando no hay un grupo social que aloje y los pares rechazan al adolescente, es común que se manifiesten actings, los cuales en algunos casos pueden desembocar incluso en actos suicidas. Para los adolescentes, no tener un lugar donde encajar puede tener un significado literalmente mortal. Los factores de rechazo y/o humillación son determinantes en estos casos.
La lectura analítica en transferencia permite intervenir, orientando lo que podría derivar en un desenlace crítico o un acto impulsivo, y nuestro objetivo es transformar el acting out en síntoma y evitar el pasaje al acto. Por otro lado, en contraposición a esta tendencia a la acción, en algunas presentaciones clínicas se observa el opuesto: la inhibición o el encierro fóbico.
Los síntomas fóbicos son ineludibles en distintos momentos del proceso de construcción del cuerpo. A lo largo de toda la vida, la fobia puede resurgir cuando lo real irrumpa desestabilizando lo imaginario y sin que se cuente con recursos para localizar lo que ha impactado. Aunque siempre existen contingencias en la vida que pueden desarmar incluso al mejor armado, la pubertad representa una oportunidad privilegiada para que esto ocurra.En ese momento, pareciera que no existen palabras adecuadas para describir la transformación corporal experimentada. En cada época los rituales de pasaje varían, además, aunque se cuente con la ayuda de los rituales que brindan orden, siempre persistirá una falta de un marco simbólico adecuado, ya que durante ese período se cuestiona precisamente la validez de lo simbólico existente y se buscan otros nombres y lugares de inscripción. Es necesario cuestionar al Otro, es preciso ese proceso de controversia y búsqueda para poder avanzar y salir de la endogamia.
Por un lado, es necesario convocar a lo simbólico para nombrar, lo cual pone a prueba al cuerpo, ya que en ese momento algunas marcas no inscritas en lo simbólico retornan en la realidad. Como resultado, la consistencia de la intrincación pulsional se pone a prueba y, a veces, el objeto voz o el objeto mirada se hacen presentes en la realidad. Por lo tanto, algunos adolescentes neuróticos sienten que están siendo observados o escuchan voces.
Se presentan situaciones en las que pueden aparecer fenómenos que parecen estar relacionados con la perversión o la psicosis, pero que no corresponden con las operaciones de renegación ni de forclusión.
Por lo tanto, es importante evitar apresurarse en hacer diagnósticos de estructura, así como validar una elección de objeto a partir de la práctica sexual o posiciones sexuadas. En este momento en el que falla la consistencia, a menudo nos encontramos con padecimientos que todavía no son sintomáticos. Por lo tanto, la dirección de la cura consiste en producir un síntoma y no en intentar resolverlo rápidamente, sino dejar que dé sentido, que construya, para luego intervenir en su disolución.Durante la adolescencia, se produce una conclusión que permite la escritura de la historia infantil y la organización de la gramática del fantasma. Trama esencial para sostener el acto sexual y permitir que los títulos en espera entren en juego.
Malestar en la cultura
Si bien hay cuestiones que son invariantes respecto a ese tiempo, la adolescencia es resultado de construcciones sociales, y las manifestaciones que los adolescentes muestran son consecuencia del discurso predominante en cada época. El malestar en la cultura afecta a nuestra praxis y es preciso considerar cómo los significantes del discurso contemporáneo inciden en la formación de síntomas. Es crucial analizar los síntomas en relación con los ideales y significantes privilegiados de cada momento, ya que estos determinan modos de goce que dependen tanto del sujeto como del entramado real-simbólico-imaginario en el que se encuentra el hablante.
Por ejemplo, la pandemia y el confinamiento tuvieron efectos en las presentaciones clínicas de los adolescentes. Durante y después de la pandemia, se ha observado un aumento significativo en las consultas por adolescentes que presentan una amplia gama de síntomas, incluyendo: depresión, anorexia, obesidad, consumo de alcohol y drogas, insomnio, agresividad hacia los demás y hacia sí mismos (cortes), tics, rituales obsesivos, dificultades escolares, fobias y tentativas de suicidio. Presentaciones clínicas que fueron resultado del aislamiento y la dificultad de crear un espacio personal, exogámico e íntimo.
Sostengo que lo que dificultó la relación con el otro no fue la virtualidad sino el aislamiento, produciendo efectos que aún perduran. Pasado el tiempo de encierro obligatorio y con la posibilidad de volver a los lugares de salida, algunos adolescentes experimentaron dificultades o se les hizo imposible retomar los lazos con sus pares y salir del encierro en el que se encontraban. Estoy convencida de que tuvo implicancias usar el término aislamiento y que produjo efectos al ubicarlo como social, causando estragos en quienes no pudieron continuar sosteniendo actividades y vínculos sociales y amorosos
Efectos del aislamiento
Es sabido que la agresividad es inherente al ser humano y que son las normas culturales las que la regulan y limitan, ya que desde el origen, el parlêtre es hostil con su semejante. Desde la formación del yo, el encuentro con la alteridad desata la tendencia agresiva. Por tanto, la cultura se encarga de regular los vínculos con los otros. Cuando dicha regulación cambia, esto produce efectos en el modo en que los individuos se relacionan. Como lo indica Slavoj Zizek, cuando el prójimo se presenta como un enemigo peligroso, se desata la paranoia que refleja la imposibilidad de establecer relaciones sociales.
En el año 2020, el otro, de modo abrupto, se convirtió en un peligro para la vida. Creo que ubicar al otro como peligroso, del que es necesario aislarse, llevó al encierro en sí mismo dificultando el camino sublimatorio de la pulsión. Sabemos que el trabajo de la pulsión no cesa y se satisface en su recorrido, la pulsión no puede ser encerrada ni se puede impedir su satisfacción. También es importante ubicar que la satisfacción no implica necesariamente algo placentero, sino que está en juego lo real, lo que hace obstáculo al principio del placer y que corresponde al campo del goce.
Entonces, ¿qué destino tiene la pulsión en el aislamiento? ¿Qué pasa con el trabajo pulsional cuando se suspende de modo abrupto y obligatorio el lazo con el otro?Si consideramos las defensas frente a la pulsión que propone Freud, y que Lacan denomina vicisitudes, podemos observar que no todas tienen el mismo estatuto. La vuelta sobre sí mismo y la transformación en lo contrario son parte de la estructura de la pulsión, mientras que la represión y la sublimación tienen otro estatuto.
La represión de la pulsión siempre será fallida y producirá efectos sintomáticos. La sublimación, establece un camino para buscar la satisfacción pulsional por otra vía. Pone en juego al deseo que es una defensa frente al empuje pulsional que no cesa y que es imposible de reprimir. En el periodo de la pandemia, el deseo quedó adormecido en muchos casos debido al encierro y la falta de proyectos a futuro.La sublimación, por su parte, implica la puesta en juego de los diques culturales que limitan la pulsión y no está relacionada necesariamente con el producto, sino con la operación que la sustenta. De esta manera, el resultado de la sublimación no tiene que ser un objeto o una obra de arte, sino que puede manifestarse en actividades como el fútbol, salir a correr, organizar viandas en lugar de comer en exceso, o hacer un collage en lugar de pegarle al compañero de juegos.
La sublimación es absolutamente singular y se relaciona con el modo de goce de cada sujeto. Creo que este camino pudo verse dificultado para algunos o imposibilitado para otrosAdolescencia y exogamia
Ante la privación de canales de goce exogámico, (colegio, deporte, actividades recreativas) se dificultó la sublimación y potenció la incapacidad para tolerar la diferencia, lo cual desencadena la tendencia agresiva. La cancelación de estas salidas y la falta de interacción con otros promueven los dos primeros destinos pulsionales, lo que puede dar lugar a padecimientos sintomáticos y regresiones. En tales circunstancias, la vuelta sobre sí mismo o la transformación en lo contrario se convierten en posibles destinos, manifestándose, por ejemplo, en el consumo descontrolado en la bulimia, la restricción extrema en la anorexia, la autoagresión en forma de cortes y, en los casos más extremos, el aumento significativo de suicidios.
La adolescencia contemporánea enfrenta desafíos definidos tanto por las transformaciones históricas y culturales como por las cuestiones estructurales inherentes a este tiempo.
El malestar cultural, intensificado por eventos recientes como la pandemia y el aislamiento social, ha puesto de manifiesto la fragilidad de los lazos sociales y las devastadoras consecuencias de su disolución. Comprender cómo los adolescentes reconfiguran su identidad y atraviesan las transformaciones corporales nos permite, en nuestra práctica clínica, acompañar este período de cambios y propiciar la salida exogámica en el entramado social, más allá del ámbito familiar.Notas
( 1) Cf. Anne-Marie Ringenbach, “Algunas dificultades de la intrusión de lo vivo en la imagen”, Litoral 13, E.P.E.L. 1991.