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Número 16 - Noviembre 2024
El cuerpo y lo siniestro
Una costura suficientemente buena o el riesgo del estrago
Andrea P Zanardi


Bordando sueños, tejiendo ilusiones, inventando un después, donando palabras cuando lo indecible hace insoportable la vida, relanzando la búsqueda, entusiasmando viajes alrededor de una nada, recortando excesos, desenmascarando fantasmas y surciendo agujeros que asustan demasiado… apasionante y difícil oficio de analistas… una profesión imposible.

Me divierte pensar que heredé el trabajo de mi madre: “corte y confección” desplegado en el taller/consultorio donde cada día se hacen presentes los pacientes con sus cuerpos. Mi madre también me transmitió la preocupación por el detalle. “Por ahí la vida está hecha de detalles y una es la que los une, como se unen dos retazos de tela para crear una unidad.” (1) También un análisis está hecho de detalles, detalles nimios que revelan una estructura y que intervenidos pueden cambiar una vida.
El cuerpo está hecho de representaciones, imágenes y real; cuerpo con multiplicidad de dimensiones; a veces hecho, muchas veces deshecho; cuerpo que se arma y se desarma;
cuerpo que goza, se enferma y pudre. Cuerpo más o menos propio; encontrado y perdido… eso más cercano y más lejano. Cuerpo familiar y extraño que nos conduce a lo siniestro tocando íntimamente la sexualidad y la muerte.
Pienso el cuerpo como un patchwork (patch: retal/ work: trabajo) o sea una labor de retales o retacería; un método de ensamble textil que consiste en la unión de recortes que convergen en un diseño mayor. Parches de distintos materiales con riesgo de ser rasgados en las suturas y donde el trabajo siempre está inconcluso.

Cuando penetra en una ostra un grano de arena, el cuerpo se lastima y las células comienzan un proceso de trabajo intentando cubrir ese grano con capas y más capas de nacar. El resultado será una perla. Los humanos somos afectados por los granos/ significantes del Otro que impactando el organismo nos dan vida, envoltorio y goce, al tiempo que nos agujerean y matan. Este cuerpo extraño se transforma en nuestra sustancia más íntima. Somos un amasijo hecho de carne y palabras… hecho de cuerdas y tendones al decir de Silvio. La vida entera es el recorrido a través del cual construimos nuestras capas, ya heridos mortalmente desde el trauma del nacimiento.
Originalmente somos un cuerpo extraño en el cuerpo de la madre. Es loco pensar que estuvimos dentro de otro cuerpo. Desde un punto de vista biológico, durante el embarazo la placenta se encarga de hacer de barrera entre los sistemas inmunológicos para permitir la tolerancia materno-fetal; ya que el embrión contiene antígenos extraños a la madre, propios del padre. Desde un punto de vista psicoanalítico, no existe instinto que garantice el
alojamiento del viviente. Saber inconciente, fantasías o delirios se ponen en marcha intentando dar forma a un real. Siempre recuerdo a una jovencita embarazada, que estaba internada en una sala de salud mental, gritando aterrada por tener en su vientre “dos patos y un chanchito”.

Si lo que causa el deseo es un objeto desprendido del cuerpo, ya comenzamos a percibir la relación con la maternidad. La madre ama en su hijo una parte de su cuerpo cedida al campo del Otro (…) el hijo es, en lo real, algo que se desprendió del cuerpo materno. (…) Si el hijo es amado, eso oculta la crudeza del hecho de que, (…), él es un pedazo de cuerpo. Lo que la mujer ha gestado puede ser causa de su deseo, pero también puede ser un desecho…” (2)

Nacemos como un objeto a extraído del cuerpo materno del que quedamos exiliados por
estructura. Somos un desecho sanguinolento que en el mejor de los casos será modelado con amor y odio, palabras, silencios, caricias y cuidados. El cuerpo va quedando cosido con la tela del Otro primordial.
Una paciente sueña: “Su madre costurera le confecciona un hermoso vestido. Mientras hace el dobladillo, cose la tela a la carne de sus piernas.” Despierta angustiada. Angustia que revela un real cuando el trabajo del sueño no logra velar el horror. Recordemos que no hay sueño sin ombligo… ombligo marca del nacimiento, pérdida y cicatriz… anudamiento posible.

Coraline y la puerta secreta es un libro de terror para niños de Neil Gaiman que fue adaptado y llevado al cine.
La película inicia con una escena en la que unas manos de agujas descosen y cosen una muñeca hasta convertirla en una réplica de Coraline, la protagonista de la aventura. Esas mismas manos lanzan la muñeca a través de una ventana en un viaje que culmina en la realidad. ¿Nacimiento, llegada al mundo? Es una muñeca, doble de sí misma, que espía los deseos y frustraciones de la niña y que la acompaña en la exploración del mundo. Esas manos de agujas, afiladas y perforantes, tienen una dueña: “la otra madre”, doble de su propia madre.

El cuerpo no es un maniquí, representación ideal y sin agujeros, especie de esfera maciza que sirve de modelo y al que ningún cuerpo se ajusta. Nuestro cuerpo está perforado y sólo al precio de un desconocimiento podemos construir un adentro y un afuera… siempre confusos, siempre móviles. Otra paciente sueña: “Mira sus piernas y ve várices… las várices de su madre, las várices de su abuela. Las várices se convierten en gusanos. Comienza a extraerlos pero su cuerpo se desarma, se va vaciando y pierde forma.”

Un grano aparece en su dedo, lo aprieta con todas sus fuerzas. Se hace un agujero por el que extrae una planta que deja su dedo sin carne.”
Los “gusanos” atraviesan los cuerpos de varias generaciones. Cuerpos interpenetrados que arman historia, propician rasgos identificatorios, pegoteos y separaciones. El Otro primordial con sus manos de tijera hechas de lenguaje va recortando el cuerpo, establece agujeros y algo cae. Un dedo puede ser un vientre materno donde una representación implantada germina y se desprende. Lo caído y perdido es condición y causa del deseo. Lacan lo llama objeto a.
Coraline atraviesa en sueños una puerta secreta y descubre un mundo ideal. Un largo túnel desemboca en una casa idéntica a la propia, también son idénticos sus padres, vecinos y
amigos. Su “otra madre” está preparando delicias en la cocina. “Bienvenida a casa… te esperábamos hace mucho tiempo.” ¿Deseo que anticipa la llegada de un niño? Un detalle la diferencia de su madre: tiene botones cosidos en el lugar de los ojos. Al despertar le comenta risueña a su mamá: “Tuve un sueño demasiado real.” Todos sus anhelos son complacidos en el “otro mundo”: ricas comidas, un hermoso jardín, juguetes mágicos, espectáculos alucinantes, atenciones y mimos. “Es que mamá te conoce como la palma de su mano.” La “otra madre costurera” había fabricado la muñeca réplica de la niña con la malvada intención de convertir a la criatura en su propio juguete hasta devorarla. Evoquemos el inicio de la película en un taller de costura. La muñeca no sólo es parecida físicamente a Coraline, cada detalle de su ropa está contemplado en la reproducción. La muñeca no podría parecerse a la protagonista sin la vestimenta que la identifica.

Lacan pone el acento en que nuestro ser se caracteriza por la falta en ser, un vacío nos habita y nos habilita a habitar el mundo. Somos cebollas vestidas con múltiples capas con el corazón hecho de nada. Nacemos al perder las bolsas que nos recubren e inmediatamente un ajuar nos envuelve. Morimos y nos eligen la ropa más elegante, incluido un ataúd. Distintos trajes nos irán vistiendo y modelando. Lacan lo intuyó correctamente: el hábito hace al monje. El monje no sería monje sin su hábito.
Una costurera dijo: “No se puede andar en cueros por ahí, sería espantoso, para eso está la ropa… siempre me asustó un poco lo de los cuerpos desvestidos, para eso pongo el biombo, para que se cambien ahí atrás, pero algunas entran en confianza… como si yo no existiera y estuvieran encerradas frente a un espejo…”. (3)

Vestimos representaciones, aros, cocardas, pulseras, peinados, imágenes ideales y reales, gestos, zapatos, tatuajes, maquillajes, arrugas, uñas, pantalones, insignias. Todo un andamiaje simbólico e imaginario montado sobre una desnudez perdida para siempre.
Es imprescindible contar con un velo… un vestido y un amor. El sujeto en su desnudez toca la angustia más extrema. En el cuento de Alphonse Allais “Un rajá que se aburre” el sádico rajá pide quitar todos los velos de una joven bailarina, asistimos a la caída de cada uno ellos hasta el horror extremo de ser despojada de su piel.

Aparece en mi memoria una simpática anécdota: un pequeño niño ante una ilustración de una calavera de enciclopedia exclama asustado y divertido “ A este señor le falta una remera”.
Una paciente luego de la muerte de la madre sueña: “Entra a una mercería y le comenta a la empleada del local su desconsuelo… le aconsejan un tatuaje de pájaros en su pecho… pájaros que puedan volar.”

Vestimentas y escenas del mundo… Coraline cruza el portal con pijama y pantuflas pero al entrar a su “otra casa” se viste con los atuendos preparados por la bruja. “Saltó de la cama. Decidió no usar el pijama, la bata y las zapatillas durante el día, aunque tuviera que ponerse la ropa de la otra Coraline(¿había otra Coraline? No, no la había. Ella era Coraline). Pero en el armario no encontró ropa normal. Eran más bien disfraces (…) un andrajoso disfraz de bruja, el traje de remiendos de un espantapájaros, el atuendo de un guerrero del futuro (…) Se puso los vaqueros y el suéter, y unas botas de tono naranja brillante …” (4).

Sólo cuando decide desafiar a la bruja y liberarse, vuelve a cambiar el vestuario. “Si he de hacer esto -pensó Coraline-, no quiero llevar su ropa. Se cambió y se puso su pijama, la bata y las zapatillas…” (5)

Todo parece perfecto en el mundo detrás de la puerta y puede quedarse para siempre allí. Pero debe pagar un alto costo: aceptar que su “otra madre” le cosa botones en sus ojos. “Para nuestra muñequita… pronto verás todo a nuestro modo. (…) Tienes que consentir si quieres quedarte con nosotros. (…) Es tu decisión cielo, queremos lo mejor para ti…”
Coraline se revela y escapa. Entiende que son botones obturantes del deseo lo que le ofrecen. Su destino de muñeca promete una felicidad mortificante. Su “otra madre” no da puntada sin hilo… ya había silenciado a su amigo zurciéndole la boca y se había devorado la vida de tres inocentes criaturas. Un detalle interesante: estos niños aparecen como sombras tenues, han perdido consistencia y unidad corporal.

La “otra madre” asume conocer acabadamente a Coraline “como si la hubiera parido”. No se inscribe un resto de la niña como extraña y la niña sospecha de la autenticidad de su amor.
“Coraline: ¿Por qué me quiere a mí? -Le pregunta a un gato amigo
Gato: Ella quiere algo que amar. Algo que no sea como ella, o tal vez, lo único que quiere es algo para comer.
Coraline: Eso es ridículo. Nadie come hijos.”
A pesar de su respuesta negadora, la niña entiende que está en peligro.
Coraline vive en dos mundos en espejo conectados por dos puertas con una única llave y un túnel. El pasaje de un mundo a otro es facilitado por el sueño… hasta que la pesadilla amenaza con dejarla atrapada para siempre.
Sus padres la quieren, cuidan y atienden. Algunas veces se distraen, trabajan en exceso, no la escuchan ni consienten. Ellos se fastidian y agobian… ella se aburre y se siente destratada. Son padres de “carne y hueso” atravesados por conflictos y límites.

Del otro lado de la puerta encontramos padres ideales, capaces de brindar todo lo que la hija puede desear. La “otra madre” averigua lo que le falta y crea un mundo fascinante. El “otro padre” también es un elemento de su creación. Del otro lado de la puerta sólo hay MADRE.

La bondadosa y abnegada “otra madre” muestra la hilacha cuando la pequeña enojada se resiste a dejarse coser los ojos y grita: “tu no eres mi madre”.
La “otra madre” se transforma, crece y se deforma. Se revela la bruja, sus manos son agujas de coser y su cuerpo arácnido se vuelve espeluznante. “Coraline pensó que tenía gracia que la otra madre no se pareciese en absoluto a su verdadera madre, y se preguntó cómo la habría engañado para que viese el parecido. La otra madre era enorme y muy pálida, del color del vientre de una araña. Los cabellos se le retorcían y enroscaban de la cabeza, y tenía dientes afilados como cuchillos.” (6)

La bruja encierra a la niña “hasta que aprenda a ser buena hija”. Una puerta que debía permanecer cerrada, se abrió. Coraline atraviesa los ladrillos. “Una especie de abertura que habitualmente en la experiencia humana está bien cerrada. (…) Muchas veces es algo que se abre solo, como una trampa inesperada, para capturarlo de la manera más corpórea que se pueda imaginar. Algo que se abre para engullirse al sujeto que quiso (o fue obligado a) mirar más allá del reflejo. (…) Esta experiencia de pasaje que se realiza atravesando lo especular, es solidaria de ciertas modalidades del lenguaje: la poesía, la ficción. Modalidades del lenguaje que tocan sutil y a la vez densamente al cuerpo en su materialidad y en su imagen.” (7)

Lo imaginario que suele aportar alguna estabilidad a la representación de quién somos y cómo nos vemos, incluido el mundo que nos rodea, se vio trastocado.
Los ladrillos habían desaparecido, como si nunca hubieran estado allí. Un frío olor a cerrado se filtraba a través de la puerta abierta: olía a algo muy antiguo y rancio.” (8)
Entró en el salón y contempló la puerta. Tenía la sensación de que la puerta también la miraba, lo cual resultaba absurdo, pero en el fondo no dejaba de ser cierto.” (9)
Daba la impresión de que los contornos de la realidad se habían difuminado.” (10)

En aquel instante ya no se parecía tanto a su padre. Había algo indefinido en su cara, como si fuese masa de pan que al crecer hubiese alisado bultos, grietas y depresiones.” (11)
De pronto eran como imitaciones, como bocetos de árboles: troncos de color marrón grisáceo que sostenían unas manchas verdosas de algo similar a unas hojas (...) El mundo que recorría
era una pálida nada, como una hoja de papel en blanco o una enorme habitación blanca y vacía. No había temperatura, ni olores, ni texturas, ni sabor
.” (12)

Lo familiar se vuelve extraño. Lo siniestro se hace presente. El otro lado del espejo es lo que encuentra al atravesar la puerta secreta.
Una amenaza la acecha: ya no poder volver. “Su casa” es una enorme tela de araña en la que su “otra madre/araña” intenta capturarla.
Entonces el padre viene en su auxilio en el recuerdo… su rasgo de “valentía” en una escena infantil donde él ofrece su vida para salvarla de ser devorada por avispas. Desde allí toma coraje y puede regresar. Su padre, como hilo de Ariadna, la guía de regreso a casa.

Notas

1.- Nada del amor me produce envidia. Santiago Loza
2.- La madre. Apuntes lacanianos. Marcelo Barros. Pág. 26 3.- Nada del amor me produce envidia. Santiago Loza
4.- Coraline. Neil Gaiman. Pág. 71 y 72
5.- Coraline. Neil Gaiman. Pág. 98
6.- Coraline. Neil Gaiman. Pág. 126
7.- La máquina imperfecta. Leonardo Leibson. Pág. 93 8.- Coraline. Neil Gaiman. Pág. 30
9.- Coraline. Neil Gaiman. Pág. 60
10.- Coraline. Neil Gaiman. Pág. 65
11.- Coraline. Neil Gaiman. Pág. 73
12.- Coraline. Neil Gaiman. Pág. 74-75

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