Volver a la página principal
Número 2 - Octubre 2000
Patologías tempranas: sus fallos en el jugar
Daniela A. Muiña

El jugar se impone como una de las actividades princeps en la constitución y desarrollo de la subjetividad. Este trabajo toma como eje a esta actividad y a situaciones en las cuales es el mismo jugar el que está comprometido; cuadros en los que la función en sí misma no se ha constituído, en los que se presenta cierta actividad pero marcada en tanto estereotipia no productora de un plus de placer, o en los que observamos aparentes o "pseudo-jugares".

El cambio en la concepción misma del concepto de juego, el pase del análisis del juego al jugar, permite pensar momentos y situaciones muy anteriores al juego como expresión de fantasías, ansiedades y deseos inconcientes. Muy anteriores aún, a la posibilidad de diferenciar el espacio y tiempo de la realidad, del espacio y tiempo de la ficción, y de poder descifrar un contenido, un significado del juego, en el que la fantasía busque una expresión disfrazada.

Nos encontramos con niños que no juegan o que masivamente proyectan en la actividad, su indiferenciación con el Otro, que muchas veces se expande en la indiferenciación entre espacios, tiempos, materiales, propio cuerpo y cuerpo del analista.

El jugar es creador, creador de subjetividad, creador de cuerpo, de experiencias, de escenas... Pero, ¿cómo se inicia? ¿Cuáles son sus comienzos?

Siguiendo los desarrollos de R.Rodulfo lo que se constituye a través del jugar, en primera instancia es la sensación misma de continuidad corporal. Tener un cuerpo es fruto de una doble actividad. Actividad de un niño que repetidamente toca, chupa, observa y escucha, y que a su vez siente el fruto de otra actividad exterior a él, pero que él vive como propia y a través de la cual se siente sostenido, acariciado, mirado y acunado. Se crea así un espacio de jugares corporales, de ritmos, de cantos y sonidos que envuelven, donde generalmente tienden a predominar los "estados de encuentro".

Una primera función del jugar la constituye entonces la creación de una banda en continuidad con el cuerpo materno, mediante la cual el niño vive la experiencia de un cuerpo contínuo, la sensación de una superficie sin fallas, sin agujeros. Momento en el cual, justamente las experiencias de unión a ese Otro, vivido como parte misma del sujeto, sirven para que el niño pueda extraer, tomar en sí todo aquel material que colabore en el logro de una sensación de continuidad. Es así como sensaciones parciales como las que se producen al mamar, en esa unión boca-pecho que P.Aulagnier trabaja como "pictograma", se extienden en sensaciones que se expanden en la totalidad del cuerpo.

De ésto se trata en los primeros jugares: extraer y hacer superficies contínuas, contando con un lugar que posibilite este armado para el niño. Pensemos en ese bebé que mama y al hacerlo no sólo su boca está en actividad, sino también su mirada que busca activamente la de su madre, sus manos que intentan tocar-tomar esa teta que al haberla descubierto vive como parte de su creación. Pero pensemos también en que para que estos jugares puedan ir perfilándose, debe haber una figura que se ofrezca en tanto donante. Donante de su cuerpo, de su subjetividad permitiendo la actividad intrusiva del niño sin vivir la experiencia de que esta acción deja agujereamientos o fallas reales en ella.

Las patologías más graves, más tempranas, autismo, psicosis, depresiones tempranas, nos muestran como estas funciones de los primeros jugares se hallan constituídas negativamente.

Caty, de 5 años, concurre a un Centro de Día. No habla. Había comenzado a hacerlo alrededor del año hasta los 18 meses en los que, según el relato de sus papás, "se fue apagando", fue dejando de hablar, así como también fue descendiendo todo su nivel de actividad. Se la podía ver en los comienzos del tratamiento tiradita en el piso, con un objeto que tomaba entre sus manos y con el cual literalmente se tapaba la boca. Por momentos su mirada se perdía en el objeto y por otros buscaba tímidamente la mía.

Cuando dejaba escapar algún sonido (grito o sonido gutural), generalmente se tomaba la boca con sus dedos y la retorcía violentamente, como intentando al mismo tiempo cerrarla y arrancarla. Estas situaciones le producían una angustia extrema, que la hacían volver al punto de que fuera el piso el lugar que la sostuviera pues ella no podía mantenerse en pie, se caía.

Esta misma niña frente a cualquier ocasión posterior en la cual se animaba a entrar en cierta actividad (tomaba un camioncito que hacía andar por toda la sala, o saltaba) volvía a una situación muy primitiva de intentar aferrarse al cuerpo del Otro y envolverse en él. Se tiraba al piso acurrucada, tiraba de mi mano, ropa, pelo, en medio de gritos y quejidos, hasta que era abrazada y lograba quedar totalmente cubierta por mi cuerpo y el piso que le hacía de base. En esos momentos el mínimo movimiento de mi parte la llenaba de angustia.

Hasta aquí un recorte de material que muestra serias fallas en la constitución de los primeros jugares. No se trata de que Caty esté inhibida en su jugar, sino de trastornos en la constitución misma de la actividad, que nos hablan de trastornos en la constitución misma de su cuerpo y su estructuración psíquica.

En lugar de jugares en donde la boca y en su extensión todo el cuerpo se constituyan como totalidad de sensación placentera corporal (como puede verse en el embadurnamiento con papilla que un niño hace al comer), lo que aparece es el dibujo del agujereamiento.

Los objetos aparecen como superficies que intentan remarcar sensaciones que hay algo existente allí. Restitución siempre fallida que se inscribe como lo negativo del principio del placer, como el agujero que queda allí donde la sensación de placer no puede constituirse. Es por ello que al emitir algún sonido la boca misma queda arrancada, destruída y el cuerpo se desvanece.

Punto importante para penssar el concepto de "depresión psicótica" que desarrolla D.Winnicott, donde lo que queda perdido como tal no es el objeto sino una parte del cuerpo mismo, que en este caso, por lo masivo, se extiende a la pérdida del sostén corporal.

En patologías tempranas, vemos lo masivo del desvastamiento que intenta cierta constitución fallida a través de la hipertrofia de sensaciones corporales en la unión a esos objetos-sensación, o la adherencia al cuerpo del Otro donde la presencia real de éste es condición para la existencia del niño.

Entonces, nos encontramos con pérdidas que se presentan en momentos muy tempranos de la constitución psíquica, cuando no hay diferenciación yo/no-yo, y donde cualquier pérdida del objeto implica una pérdida de sujeto; con vivencias aniquilatorias donde insisten preponderantemente inscripciones corporales negativas... Se impone la necesidad de investigar que ocurrió con los primeros sostenes que deben ofrecerse para colaborar en la creación por parte del niño de sus primeras vivencias de un yo corporal, y qué impidió a éste tanto constitucional, como mítica y ambientalmente apoderarse de esos primeros lugares en los que aposentarse.

Les presentaba este primer material en el que predominaba una falta de actividad, de movimiento, en el que la caída podía representar el desvanecimiento de cada intento de subjetividad. Nos encontramos con otros niños que más allá de un constante actuar tampoco pueden iniciarse en jugares que colaboren en su estructuración. Podemos ver estereotipias que intentan sanar heridas, o que masivamente ponen en escena (para ellos su realidad, sin diferencias de lo ya vivido) la imposibilidad de constitución de un espacio, un tiempo y un cuerpo personal.

Pedro, de 5 años, toma un colectivo que comienza a hacer andar por la Sala de Juegos. Va nombrando las calles por las que transita, que de un instante al otro cambian de nombre, de numeración. No hay paradas, ni cortes, es un contínuo andar donde lo que nunca termina de variar insiste una y otra vez. Infinito que se repite en su compulsión a numerar cuanta hoja o papel encuentre y en un intento de marcar carencias posibles con su "faltan hojas", que aparece por momentos.

Presenta serias dificultades en poder quedarse en un lugar y apropiarse de él. Pasa de una a otra habitación, así como pasa de uno a otro material. No acepta los límites de espacio que enmarcan la institución e intenta constantemente invadir otros, como si las puertas no existieran en tanto cierres, como así tampoco existen sus propias puertas, las que lo separan del otro con el cual se confunde. Se nombra en tercera persona, y así como se indiferencia con los otros se confunde con los materiales como cuando queda totalmente mezclado y taponado con las hojas con las que llena la habitación.

Intenta mantenerse ajeno a toda posibilidad de sentir, de percibir, y repite "mirá no", "escuchá no", "triste no", "sentir no", en la dificultad de transformar al afecto o sensación en sentimiento, en una nominación que no puede producir al no posicionarse en tanto sujeto deseante.

Sus intentos de juegos se enmarcan así en un contínuo de haceres estereotipados, siempre marcados por los mismos decires, que más allá de producir cierta elaboración o creación, lo mantienen tenso, vigilante de que nada se modifique, pues la mínima diferencia lo angustia y provoca el freno de la actividad o crisis en las que parece estallar.

El "deseo de ser grande" en tanto motor del juego, motor de crecimiento, posibilitado en el anhelo de alcanzar un placer anticipado y prometido, no encuentra vías de acción. No existe lugar para la diferencia, pues generalmente se hallan fijados a un lugar histórico en donde no hay lugar para el saber y el hacer del niño en tanto distinto, en tanto sujeto en crecimiento.

Pedro, mudado desde bebé de casa en casa, sin habitar lugares comunes de chicos (plazas, cumpleaños, paseos, etc.), sentado a trabajar con su madre en carpetas desde los 2 años, llenas de letras, números, marcas de autos, palabras cortas y largas, no quiere saber nada acerca de ser niño. "Pedro es grande, chico no", grita, mientras no deja de pasar las hojas de los clasificados del diario en momentos en los que su padre se encuentra sin trabajo.

Deseo de ser grande que se anula al mismo tiempo en que se dificulta la posibilidad de desear. Intento de ser el adulto, que por el hecho mismo de la imposibilidad de alcanzar ese lugar, que en realidad es de otro, no deja lugar posible.

Es importante ahondar en esta cuestión pues muchas veces nos encontramos con que lo que aparentemente es juego en los primeros encuentros, comienza a desplazarse hacia otros rumbos en los cuales casi nada del orden del jugar puede encontrar cabida.

Recuerdo una niña de 7 años que en las primeras entrevistas montaba escenas en las que era grande, iba de compras y llenaba las bolsas con perfumes, pinturas, vestidos, sombreros. Pasados los primeros encuentros se dispone a hacer uso de esos objetos que había adquirido y sentándose frente al espejo empieza a nombrar partes de su rostro que supuestamente quiere pintarse. Lejos de lograrlo se angustia pues termina pintando cualquier superficie del cuerpo, sin poder remarcar con el lápiz sus ojos, su boca, sus mejillas. No logra dibujarse sus zonas. Junto a ésto apareció un despliegue que mostraba que todas sus escenas en las que se negaba a recibir cualquier intervención del otro, eran una fachada. El mínimo decir del otro producía un quiebre en ese falso jugar, en ese falso ser. En las escenas quedaba totalmente adherida al personaje, que era quien le otorgaba escencia.

Partimos entonces, de una nueva concepción del jugar,donde la misma noción del juego queda transformada en la acción del jugar. Acción que implica creación y funciones mucho más tempranas de lo que encerraba anteriormente el concepto de juego como técnica, incluso anteriores al juego como creador de un espacio tridimensional como es el fort-da. Seguimos el recorrido de pensar las fallas en las primeras funciones del jugar en las patologías tempranas y algunas de sus manifestaciones: los trastornos en la constitución misma del jugar que pueden llegar hasta una abolición casi total de la actividad; la constante actividad pero en tanto estereotipia, sin posibilidad de tramitación subjetiva; y los pseudo-jugares que más allá de una apariencia de juego, en la imposibilidad de su sostén y en las angustias extremas que generan, nos hablan de fallas tan tempranas como las anteriores.

En este marco tomamos como eje la estructuración subjetiva y el jugar; y el deseo de ser grande que se articula en esa creación.

BIBLIOGRAFÍA

• Aulagnier P.: "La violencia de la interpretación". Ed.Amorrortu-Bs.As. - 1977

• Freud S.: "Más allá del principio del placer". Obras completas. Ed.Biblioteca Nueva.

• Klein M.: "El Psicoanálisis de niños". Cap. 1 y 2 - Obras Completas. Ed. Paidós

"Nuevas direcciones en Psicoanálisis". Cap. 1 - Obras completas. Ed.Paidós

• Rodulfo M.: "La función del jugar en Psicoanálisis".

• Rodulfo R.: "El niño y el significante". Cap. 7 al 11. Ed.Paidós - Bs.As. - 1989

Rodulfo R.: "Introducción a la patología temprana". Seminario 2º cuatrimestre 1989.

•Tustin F.: "Estados autísticos en los niños". Ed. Paidós - Bs.As. - 1987

• Winnicott D.: "Realidad y juego". Cap. 3 al 5 Ed.Gedisa - Bs.As. - 1982

• Wasserman M.: "Juego y actividades pseudo-lúdicas en los niños".

Volver al sumario de Fort-Da 2

Volver a la página principal PsicoMundo - La red psi en internet