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Número 3 - Abril 2001
El niño discapacitado, su cuerpo y
las marcas que interrogan al analista
Ariel Pernicone

 

"Que otra cosa es la aventura Psicoanalítica que ese avance
a través de senderos sin cesar inexplorados donde se entrevé
la verdad sin jamas atraparla".

Maud Mannoni.

Me pareció oportuno comenzar este escrito con una frase de Maud Mannoni, casi a la manera de un necesario homenaje a esta autora pionera, quien produjo ese hito iniciatico de reflexión psicoanalítica acerca de la discapacidad en la infancia, con su libro " El niño retrasado y su madre ".

Me interesó la idea del avance a través de senderos inexplorados, porque de eso se trata sin dudas la tarea del analista, y porque creo que queda mucho aun por explorar desde el psicoanálisis en el campo de la discapacidad.

Pienso que en este andar que es su labor, todo analista que se precie de tal, tiene su libro de bitácora guardado en algún lugar del alma, algo así como un libro de ruta, invisiblemente escrito.

Marcas que van quedando grabadas, y de cuyas elaboraciones, si las logra, hace su experiencia.

Marcas que en el mejor de los casos hacen letra de su practica, toman forma de teoría o de algún modo de enseñanza de la que otros pueden aprender.

No puedo evitar traer aquí, juguetonamente, como corresponde a un analista de niños, la imagen de las muescas del revolver de los cowboys en las películas del lejano oeste, casi como si cada uno de nosotros como ellos, fuéramos anotando nuestras pequeñas marcas andando la experiencia clínica que nos toca en suerte.

Mi impresión es que el interrogarse del analista esta hecho de esas marcas: Freud tuvo su Dora, su Hans, y su hombre de los lobos, Lacan su Aimee, Winnicott su Piggle, y su niño sindactilico autor de los garabatos, Klein su Dick y Dolto su Dominique.

Pienso que sin esas marcas no se construye un analista. Las palabras de los maestros, el trabajo de lectura, el análisis personal y estas marcas que nuestros pacientes nos tallan, son parte de ese fuego sagrado que constituye la formación del analista.

Salvando las honrosas distancias, cada uno de nosotros, nos topamos con nuestros Juanitos, que ora desde la conmoción, ora desde la perplejidad, ora desde la sorpresa, nos inquietan, nos interrogan, nos llevan a preguntarnos y a cuestionarnos sobre nuestra posición...

!!! Pobre del analista que no se interroga!!!... No habría analista allí.

Con cierto orgullo conservo cantidad de marcas transitadas en el hospital a lo largo de 15 años de practica psicoanalítica con niños, que me llevaron a interrogarme infinidad de veces sobre mi posición, pero creo que ninguna marca me interrogó con tanta intensidad como lo hizo, el vérmelas cara a cara con el cuerpo de niños discapacitados, tanto por lo que esos niños me decían acerca de su discapacidad, como al escuchar el sufrimiento que los padres de esos niños padecen.

De esas marcas quiero hablar hoy:

1) Primer Marca : -El Padre-

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" Del padre que se quedó dormido ".

/( Herida Narcisista y retiro libidinal)

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Estaba hace unos años, trabajando en un equipo interdisciplinario, mas precisamente en una institución dedicada a la estimulación temprana, cuando me piden que reciba a una pareja de jóvenes profesionales, que demandaban ayuda para su hijo recién nacido, que padecía el Síndrome de Down.

La mamá de Germán, Susana, que es quien solicita la entrevista, concurre con su esposo Gabriel y relata sin preámbulos, entre decidida y angustiada la historia del nacimiento de su hijo: Luego de un largo noviazgo, debieron postergar varias veces el casamiento deseado a raíz de la enfermedad del padre de su esposo que padecía de cáncer. La gravedad de su estado los obligó a interrumpir los planes en varias ocasiones. Finalmente y luego de una prolongada agonía, falleció. Tras un breve lapso pudieron casarse.

Susana queda embarazada en la luna de miel. Cursa un embarazo normal y nace Germán. El niño, informan los médicos apenas nace, tiene el Síndrome de Down. La mama del pequeño, relata con gran angustia, el desconcierto, y la herida que el nacimiento de su hijo le produjo. Por su parte, Gabriel, el padre del niño acompañaba con gesto adusto y en silencio. Si bien se lo veía preocupado, no mostraba signos de angustia, se lo notaba mas entero.

Susana, continua hablando y en forma mas detallada, revela sus más hondos sentimientos respecto de su bebé recién nacido. Sumida en la depresión recuerda con desconsuelo uno de los momentos más álgidos: Relata asi, la dolorosa experiencia de escuchar en boca de una fría medica genetista, la confirmación del diagnostico de su bebé. Sin consuelo llora.

Me dirijo entonces a Gabriel, con intención de hacerlo entrar en escena ante la angustia de su esposa.....pero a su lado, el padre del niño, me mira, cierra los ojos, y se queda completamente dormido.

Todavía hoy recuerdo el impacto que me produjo ese curioso episodio clínico. Un padre profundamente dormido, al instante de tener que escuchar el cruel diagnostico de la genetista. Me pregunto, aun hoy como en aquel momento: ---De que estará hecho tamaño retiro de la realidad?

-Qué dolor profundo lo habrá empujado a ese padre, por el tobogán del sueño en momento tan imprevisto, .... y porque no decirlo, tan inoportuno en mi opinión?

Y si me torno algo más agudo, o inquisitivo, avanzo y me pregunto:

- Que oscuro deseo se jugaría en él para entregarse a ese increíble encuentro con los brazos de morfeo?

Mientras escribo estas lineas, y me interrogo sobre este padre dormido, en busca de una respuesta, me veo llevado a citar a otro padre, que extrajo de su propio dormir y de su soñar, las conclusiones más valiosas para nosotros. Encuentro así, en las paginas de "La interpretación de los sueños", de Freud, el siguiente sueño, de un padre dormido tambien en insólita ocasión:

El padre, dormido en la habitación contigua en la que yace el cadáver recién fallecido de su pequeño hijo, se ve agitado por el resplandor de un velón que acaba de caerse accidentalmente sobre la mortaja y el brazo del niño

amenazando con quemarlo.....antes de despertarse, sueña:

" El hijo está de pie, junto a su cama, le toma el brazo, y le susurra este reproche: Padre, acaso no ves que me estoy quemando?"

- Extrañas volteretas de los deseos del padre, Soñar vivo un hijo muerto,

dormirse profundamente donde quizás, no se pueda soñar nada para él.

Dormirse, soñar, modos de elaboración o de defensa, ante la presentificación en el hijo de lo real del cuerpo, que sersena su función.

Herida mortal al narcisismo, que de manera desesperada se intenta tramitar.

La clínica con niños discapacitados me ha deparado muchas de estas sorpresas, y me han movido a las más diversas interrogaciones de mi practica.

Y me han llevado a preguntarme acerca de la posición del analista en relación a este tema tan complejo que nos presenta la clínica de la infancia.

En este punto, me pregunto, no sin cierta alarma, porque serán tan escasas las bibliografías psicoanalíticas referidas a este tema, y porque son tan remisos los analistas a dedicar su escucha a estos niños?

No puedo evitar aquí evocar la sarcástica mención que leí en algunas paginas ingeniosas de Ricardo Rodulfo, referidas a este tema, donde decía que los niños discapacitados parecen ser algo así como " los negros del psicoanálisis", irónicas palabras que hacen alusión a cierto racismos que aqueja a muchos analistas afectados por la resistencia a recibir en sus consultorios y tomar en tratamiento a niños que padecen alguna discapacidad.

Sin duda es la resistencia la que juega aquí el papel central, seguramente resistencia a vérselas, como estos padres dormidos, con lo real del cuerpo. Castración en lo real que el niño y su discapacidad nos presentifica con toda crudeza.

Esto me conduce a

2) La Segunda Marca: El niño y su cuerpo

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" De la mano de Matías y mi mano ".

( Cuerpo biológico, objeto de cuidados vs. Constitución subjetiva de la Imagen del cuerpo como propio)

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Cuando iniciamos la atención de un niño afectado por una discapacidad, lo orgánico se impone, se ubica en un primer plano, cobra una omnipresencia casi apabullante. Frente a este real del cuerpo biológico dañado, la primera idea que invariablemente aparece es " aquí hay poco lugar para un psicoanalista ".

Vacilación del deseo que amenaza con impedirnos la instalación del dispositivo.

Ahora bien, si uno logra sobreponerse a este detenimiento inicial, tornando más permeable esa línea divisoria tan tajante entre orgánico versus fantasmático y hecha a rodar preguntas tales como:

- " Cuánto hay de compromiso orgánico en este chico y cuanto de otra cosa?

- Hasta donde es el daño orgánico en su cuerpo el que ha cobrado su alcance y hasta donde es lo emocional en juego lo que está produciendo un déficit en sus funciones y en su constitución como sujeto?",

Es decir, si el analista logra hacer despertar ese deseo que esta en la especificidad de su escucha, las más valiosas consecuencias se pueden extraer de dicho acto.

Matías es un niño de 7 años, nacido de un parto con sufrimiento fetal, debido al cordón umbilical corto, que produjo anoxia, dejando visibles secuelas en su cuerpo y déficits en sus funciones.

Matías no habla, solo balbucea, no camina y apenas usa sus manos. A diferencia de otros niños con daño cerebral su rostro es distendido, sonriente, su mirada sigue con vivacidad y con buena coordinación.

Su madre y su abuela lo traen en una silla de paseo que usan los bebes antes de caminar para que el niño reciba su atención en kinesiología, Terapia Ocupacional y en Fonoaudiología. Estamos en una reunión de equipo debatiendo con los profesionales que lo atienden quienes plantean su desazón ante los magros avances del niño.Todos parecen coincidir en una idea: el daño orgánico no parece justificar tanto detenimiento de las funciones.

La Kinesióloga que lo atiende desde hace dos años, plantea que los músculos del niño están en condiciones de posibilitarle, aunque con dificultad, la marcha. Y concluye: "si no lo hace es porque su inteligencia no se lo permite". Se plantea, entonces, en su estrategia, dos opciones: autorizarle la marcha, o bien esperar a que el niño responda; y opta por esta segunda posibilidad.

La Terapeuta Ocupacional plantea que le sorprende que el niño no obedezca, ni siquiera, a una breve consigna tan simple como "dame" y "toma".Y se pregunta: " Porque no usa sus manos? ". Coincide con la Fonoaudióloga en que Matías se comporta como un bebé de pocos meses.

En base al debate del equipo, y en función de las magras respuesta del niño, resultaba tentador realizar una simple reducción y decir: "el daño orgánico ha ganado tanto terreno como para que este niño no pueda usar sus piernas ni sus manos, y no pueda hablar ni manejarse inteligentemente".

No obstante esta idea inicial y mediado por un pedido de la madre, me dispuse a escucharlo.

Me incorporo así en un primer acercamiento al trabajo de la Terapista Ocupacional. El niño tiene varios juguetes al alcance de su mano pero no los toma. La Terapista Ocupacional se los ofrece para que Matías los tome pero no lo hace, solo sonríe. Parece interesarle pero no atina a mover sus manos y tomar los juguetes. Se lo digo. Le digo que lo veo con deseos de tomar esos juguetes pero que no entendía porqué él no se disponía a agarrarlos, que seria bueno para el que intentara hacerlo, ya que lo deseaba y para eso tenia sus propias manos. De pronto, ante un nuevo ofrecimiento de la Terapista Ocupacional, el niño con perfecta coordinación de movimientos, me sorprende tomando mi brazo y conduce mi mano hacia los juguetes, para que yo los tome por él. Este juego se repite varias veces, hasta que comprendo y le digo que "él está usando mis manos como si fueran las de él, que él tiene sus propias manos y puede usarlas". Para nuestro asombro, el niño tomará un juguete, con sus propias manos y se lo ofrecerá a la Terapista Ocupacional.

El juego continuará por un buen rato y en diversas ocasiones en que nos encontramos. A partir de ahí, Matías, alternará momentos en los que usa mis manos, esconde las suyas, toma un juguete por si mismo, o acaricia la pared..., pero sus manos se ponen en movimiento, juegan y por sobretodo, el niño empieza a ser mirado y escuchado de otra manera por el plantel profesional que gira 180º su manera de trabajar con el.

Me pregunto: Se puede entonces tener un cuerpo sin poder en lo psíquico adueñarse del mismo?

Muchos niños con discapacidad como Matías son testimonio clínico de ello.

Matías es un niño en el que el compromiso orgánico es innegable, pero este hecho por sí mismo, no da explicación acabada a porque él no usa sus manos, siendo que tiene una perfecta coordinación de movimientos. Comprendemos entonces, que al daño orgánico se ha acoplado, se ha sumado o imbricado algo más. Si el niño no usa sus manos y opta por usar las mías, como si fueran una prolongación de las suyas, inferimos que lo que aquí está dañado además, es la imagen de su cuerpo como propio y autónomo, expresión de la extrema dependencia de Matías respecto del cuerpo del Otro. Para decirlo en otros términos, fallas en la constitución psíquica del cuerpo como propio, que se nos revela en la ausencia de una clara diferenciación yo-/no yo, sujeto- objeto, y en los tiempos primarios instituyentes al nivel del narcisismo.

Riesgo mayúsculo al que se enfrenta un niño que padece alguna discapacidad,

-Que su cuerpo sea tomado como objeto especial de cuidados,

-Que su cuerpo sea tomado como objeto especial a ser educado,

-Que su cuerpo sea tomado como objeto especial de estudios médicos...

En sintesis, que su cuerpo sea un objeto, y finalmente,.... no le pertenezca.

3) Tercer Marca : La Madre

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"De la Caída de Anita ".

( Ambivalencia materna: Devoción y Deseo de muerte)

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Para concluir, quiero desarrollar el tercer punto que se refiere a la gran ambivalencia que padecen muchas madres de niños con discapacidad con respecto a sus hijos.

En mi experiencia de trabajo pude observar que en la mayoría de los casos es la madre la que emprende la más tenaz de las búsquedas en procura de encontrar la solución para sanar a su hijo. Y los padres, en cambio, en general parecen rendirse más fácilmente, quedando al margen y haciendo recaer todo el peso de la responsabilidad en su esposa.

En cambio la madre se siente absolutamente comprometida con su hijo. Y le es muy difícil renunciar dando muestras de un amor sublime que parece no tener límites. Pero al mismo tiempo pude observar que con mucha frecuencia, se producen accidentes con los niños en los cuales las madres suelen estar involucradas.

Recuerdo el caso de Lidia, cuya hija Anita, una niña de diez años que desde los tres meses sufrió convulsiones que los médicos no lograban controlar, llegando en una época a tener quince convulsiones en un día lo cual dejó severas secuelas que le impiden absolutamente la marcha, el habla y muchas otras funciones vitales que hacen que la niña se asemeje a un paciente catatónico. Era una nena que no tenía prácticamente respuesta alguna, debido al daño a nivel neurológico. En tanto Lidia, la mamá de la pequeña, daba muestras de una devoción y una entrega total hacia su hija.

Dice: "En casa yo la baño, la cambio, le doy de comer. Yo estoy con Ana y estoy feliz, es como tener un bebé todo el año. Para mí Anita no es ningún problema. Pero cuando vengo a las reuniones de padres sola, sin ella, no escucho. Estoy en casa con Ana, me pongo a pensar cuanto tiempo la tendré, si se va a morir, esto me sucede seguido".

Ella se encontraba pensando en la muerte de su hija, por la que tenía una devoción y una entrega absoluta. Lidia nunca mencionó en forma explícita algún malestar respecto de Anita, solo mencionó su temor a que ella muriera.

En un momento posterior a esta mención, sucedió’ que, debido a unos nuevos ejercicios de kinesiología que la madre le practicaba a la niña en la casa, (era una niña que tenía los huesitos absolutamente frágiles porque no podía caminar), ejercicios que con devoción le realizaba en las piernas, a la nena se le produjo una fractura en cuatro partes y posteriormente, pero cerca en el tiempo, se abrió accidentalmente la ambulancia que las trasladaba, soltándose de su mano a la mamá la silla de ruedas, cayendo violentamente a la calle y, salvándose la niña milagrosamente.-

Lidia diría después, "la veía enyesada y la veía muerta. En casa me ahogaba y me parecía que me iba a morir yo también".

-Es muy posible que este sea uno de los aspectos más angustiosos del trabajo con padres de niños discapacitados. La relación amorosa madre e hijo, marcada por la estrecha dependencia y devoción, presenta su trasfondo de muerte. Trasfondo de muerte, negada o bien disfrazada, pero los deseos de muerte están casi siempre ahí. Aunque la mayoría de las madres no puedan tomar conciencia de ello.

Será un lugar difícil el del analista que deberá escuchar y posibilitar hablar de estos deseos hostiles que, por otra parte, de no encontrar una vía de expresión adecuada, se transformarán en síntomas, o actos como en el caso que acabo de mencionar.

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Llegando ya al final de este escrito, pienso nuevamente en el valor de esas marcas tal como las mencione en el comienzo.

Marcas que en el intento de andar por esos senderos inexplorados, mis pacientes me han tallado. Entonces vuelvo a pensar en la conveniencia de dejarse interrogar por esas marcas. Porque después de todo, tal como dice Nasio, " si un analista se pregunta, y sabe preguntarse, es un analista que está formándose bien, es simplemente una cuestión de posición ética".

Creo que, en gran medida, esto me lo enseñó el trabajo con niños afectados por alguna discapacidad. Saber escuchar al niño que tiene necesidad y derecho propio a decir, como sujeto, su sufrimiento y no como un mero objeto-cuerpo a ser atendido. Por eso pienso, que no existe un psicoanálisis especial para la discapacidad. Existe simplemente un psicoanálisis a secas, para todo sujeto que necesite hablar y ser escuchado.

Sin embargo, porque negarlo, sostener la transferencia en este tipo de consultas no es cosa fácil, en tanto la castración y la muerte se presentan demasiado cerca. Entonces uno confirma que no hay resistencia más dura de vencer que la del analista, y que solo venciendo las propias resistencias es posible ampliar el campo de investigación del psicoanálisis.

 

2/9/00

Ariel Pernicone.

Psicoanalista

silariel@ciudad.com.ar

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