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Número 3 - Abril 2001
El niño del carretel:
Una visita a W. Ernest Freud
Adriana Prengler C.

 

RESUMEN

En este artículo, la autora relata su experiencia a raíz de una visita que realizó en Abril de 1999 al nieto de Sigmund Freud, Ernest Freud, quien, a la edad de 85 años, aún vive en la ciudad de Heidelberg, Alemania.

Ernest es el nieto de Freud que creó, siendo un bebé de 18 meses, el famoso juego del "carretel" ó "Fort Da" al cual Freud hace referencia en su celebre libro "Mas allá del principio de placer."

Este trabajo relata algunos acontecimientos vitales de la vida de Ernest e intenta poner en evidencia la estrecha relación que existe entre los eventos que le acontecieron ya a partir de su más temprana infancia y los intereses científicos que Ernest desarrolló más tarde.

Así, vemos como su primordial juego del carretel, observado e interpretado por su abuelo Sigmund como una manera simbólica de recrear separaciones y reencuentros, parece haber representado un paradigma en su vida, ligado a las innumerables separaciones y reencuentros que a lo largo de su vida le tocó vivir.

ABSTRACT
In this article, the author tells the story of her recent visit, in Heidelberg Germany, with W. Ernest Freud, the 85 year old grandson of Sigmund Freud. In 'Beyond the Pleasure Principle,' Sigmund Freud described the game (Fort Da) of an eighteen month old baby whom he had observed at play. W. Ernest Freud was the object of that observation and the inventor of the Fort Da game. The author recalls some of the events in the life of W. Ernest Freud and ties them, thematically, to his childhood game of Fort Da as well as to his later scientific interests. This linkage illustrates how the childhood game, originally observed and interpreted by Sigmund Freud as a way of symbolically recreating  separations and reunions, seems to have paralleled some of W. Ernest Freud's subsequent life experiences.

Freud con sus nietos Heinerle y Ernst
aproximadamente en 1922
Ernst Freud y Adriana Prengler
27 de marzo de 1999

En Marzo de 1999 realicé una visita al nieto de Sigmund Freud junto con mi colega Daniel Benveniste, un psicólogo de orientación psicoanalítica formado en la ciudad norteamericana de San Francisco y residenciado recientemente en Venezuela. Ernest W. Freud acababa de dejar su hogar en Inglaterra para establecerse en Heidelberg, una pequeña ciudad al suroeste de Alemania.

Finalizaba el Invierno, se asomaba la Primavera y el cielo gris acompañado de una perpetua llovizna no lograban privar de su encanto a esta pintoresca ciudad a orillas del río Neckar. Una vez resguardados de la lluvia y al primer repique del teléfono contestó Ernest, el hombre que había creado el juego del carretel a los dieciocho meses de edad mientras era observado por su abuelo Sigmund. Habían pasado 83 años desde entonces y pensamos que sería interesante que él mismo, en carne y hueso, nos cuente algo sobre ésta, su actividad lúdica que tanto interesó a su abuelo.

Ernest se mostró entusiasmado al saber que nos encontrábamos en su hermosa ciudad y con agrado nos invitó a visitarlo. Llegamos a su puerta y leímos emocionados: "Dr. Freud". Mi imaginación se remontó cien años atrás, evocando la imagen del propio Sigmund en su época floreciente. Nos encontrábamos frente a la puerta de su nieto, el hombre cuyo juego había sido observado por el genial Freud y que habría recibido la mirada, el afecto, las enseñanzas de quien cambió la concepción de la mente humana con su sabiduría e intuición.

La escena que imaginaba, donde el bebé Ernest jugaba con el famoso carretel mientras era observado por su abuelo, fue interrumpida al abrirse lentamente la puerta detrás de la cual se asomaba un señor menudo, de pequeña estatura, con una mirada amplia. Su apariencia física evocaba fácilmente la imagen de su abuelo.

Ernest Wolfgang Halberstadt Freud había nacido un 11 de Marzo de 1914. Hijo de Sophie, quinta hija de Freud y de su marido Max Halberstadt, un fotógrafo de Hamburgo, Alemania. Siendo el primer nieto de Freud, su nacimiento ocasionó la siguiente nota de Freud a Ferenczi: "Anoche alrededor de las 3:00am nació un pequeño que es mi primer nieto. Admirable! un sentimiento tardío ante las maravillas de la sexualidad!" (Gay, 1988).

Ernest Freud acababa de cumplir 84 años en el momento de nuestra visita. Con un cálido saludo nos invitó a pasar, habiendo preparado un ambiente para conversar cómodamente. Estantes de libros reposaban junto a algunas interesantes fotos, como un paisaje de Grundslee, el hermoso lugar donde compartía de niño sus vacaciones veraniegas con la familia Freud y que tantas veces habíamos leído en los textos; fotos de sus padres Sophie y Max, de su tía Anna Freud y de su propio hijo cuando era niño; en los estantes al frente, fósiles de varios tipos, una punta de flecha de manufactura indígena que le había sido obsequiado por Karl Menninger, entre otras cosas. Recordó emocionado cómo de niño solía recorrer terrenos con su abuelo en busca de fósiles. Este era un movilizador recuerdo de su relación con Freud.

Ernest recordó momentos de su pasado y se entregó a añoranzas y vivencias que tuvimos el placer de compartir acerca del juego que creó 83 años atrás, en presencia de la atenta observación que le prestó su abuelo, observación que lo convirtió en el primer infante observado psicoanalíticamente.

En su célebre libro "Mas allá del Principio del Placer" (1920) Sigmund Freud cuenta que durante unas semanas de convivencia con su hija Sophie, su yerno y su nieto Ernest, pudo dedicarse a observar con atención el juego del pequeño. Su hija lo había amamantado y cuidado personalmente y mantenía con su bebé una relación tierna. El niño tenía un carácter "juicioso" y no lloraba cuando la madre lo abandonaba por algunas horas, mas bien parecía que se resignaba fácilmente. Dice S. Freud (1920):

"Este buen niño exhibía el hábito, molesto en ocasiones, de arrojar lejos de sí, a un rincón, o debajo de una cama, etc., todos los pequeños objetos que hallaba a su alcance, de modo que no solía ser tarea fácil juntar sus juguetes. Y al hacerlo profería, con expresión de satisfacción e interés, un fuerte y prolongado "o-o-o-o", que según el juicio coincidente de la madre y de este observador, no era una interjección, sino que significaba "fort"{se fue}... El niño no hacía otro uso de sus juguetes que el de jugar a que "se iban". Un día hice la observación que corroboró mi punto de vista. El niño tenía un carretel de madera atado con un hilo... con gran destreza arrojaba el carretel, al que sostenía por el hilo tras la baranda de su cunita con mosquitero; el carretel desaparecía ahí dentro, el niño pronunciaba su significativo "o-o-o-o", y después, tirando del hilo, volvía a sacar el carretel de la cuna, saludando ahora su aparición con un amistoso "Da" {acá está}. Ese era el juego completo, el de desaparecer y volver. La mayoría de las veces sólo se había podido ver el primer acto, repetido por si solo incansablemente en calidad de juego, aunque el mayor placer, sin ninguna duda, correspondía al segundo".

La interpretación del juego resultó entonces obvia para S. Freud, quien sostuvo que Ernest admitía sin protestar la partida de la madre y entonces escenificaba con sus objetos (que sí estaban a su alcance) las idas y regresos de ésta. No era que escenificaba la partida ("fort") porque le diera placer, pero parecía necesitar la representación de la partida porque era "la condición previa de la gozosa reaparición ("da"). Sin embargo, confundía a Freud el hecho de que la primera parte del juego era jugado la mayoría de las veces sin que le siguiera la segunda. ¿Dónde estaría entonces el placer de ese juego? Freud intuyó entonces un motivo que explicara el repetido juego sosteniendo que "en la vivencia con su madre el niño era pasivo, era afectado por ella; ahora (en el juego) se ponía en un papel activo repitiéndolo como juego, a pesar de que fue displacentero". A esta idea de cambio de pasividad en actividad se sumó otra interpretación referida a la presencia de " un impulso de vengarse de la madre por su partida, como si dijera: "Vete pues, no te necesito, yo mismo te echo", convirtiéndose así en el único responsable de la ida de su madre.

Nuestro anfitrión se mostró deseoso de compartir sus ideas acerca del Fort Da y nos ofreció una muy interesante descripción del carretel que él mismo realizó a través de un dibujo improvisado. Al preguntársele sobre las interpretaciones formuladas por su abuelo en relación con su juego, afirmó haber coincidido con él plenamente. Hizo énfasis en la manera como este juego le otorgaba un sentimiento de control y dominio sobre la pérdida temporal de su madre. Confesó que esas ausencias fueron particularmente difíciles debido a que al mismo tiempo su padre también se encontraba ausente del hogar, sirviendo al ejercito durante la primera guerra mundial, lo cual intensificó aún mas sus relaciones con su madre e hizo vivir sus ausencias aún más intensas.

Ernest vivió su infancia inicialmente con su padre y su madre en Hamburgo, Alemania. En Diciembre 18 de 1918, cuando tuvo la edad de cuatro años y medio, nació su hermanito Heinz (Heinerle) (Young-Bruehl, 1988). Este evento pareció levantar intensos celos en el pequeño Ernest (Freud, 1920). Un año mas tarde, en la Alemania de la postguerra, una peligrosa forma de influenza comenzó a propagarse rápidamente por Europa. Sophie Freud, su madre, estaba en aquel momento embarazada de su tercer hijo cuando contrajo la enfermedad. Lamentablemente desarrolló neumonía y falleció el 20 de Enero de 1920 a la edad de 27 años cuando Ernest contaba con apenas cinco años diez meses. Así, pierde en una sola jugada a su madre y a su pequeño futuro hermano. Freud reporta en ese momento(1920): "Ahora que su madre realmente se "ha ido" (o-o-o) el pequeño no parece estar de duelo".

Ernest nos confiesa que nunca, ni siquiera en su adultez indagó acerca del tamaño de la gravidez de su madre al morir. Quizá su juego del carretel era una manera de permitirse no tener que saber, sólo tirar del carretel hacia sí y recuperar el objeto perdido. Pero esta vez su madre se había ido para siempre y su padre continuaba sin estar suficientemente presente en su vida.

Luego de la muerte de Sophie, Anna Freud, su hermana menor de 25 años para el momento, se involucró en el cuidado de sus dos sobrinos Ernest y Heinerle y comenzó a pasar sus vacaciones con ellos. De alguna manera, estos dos niños se fueron convirtiendo en sus primeros "pacientes" de análisis infantil. Se dice que Anna los ayudó a enfrentar sus miedos a la oscuridad incitándolos a que cuenten las historias que imaginaban (Gay, 1988), con lo cual los niños estaban cuidados a la vez que Anna "practicaba". Ernest Conserva de Anna cálidas e íntimas memorias y la imagen de una mujer aguda y de una claridad inigualable, habiéndole impresionado especialmente la extraordinaria capacidad que ella poseía para integrar las ideas principales de todo cuanto escuchaba.

Heinerle fue informalmente adoptado por Matilde y Robert Hollitscher y Anna se hizo mayor cargo de Ernest, haciendo, dentro de lo posible, las veces de su madre. Desgraciadamente, el 19 de Junio de 1923, otra muerte acechó al pequeño Ernest. Esta vez fue su hermano Heinerle quien sucumbió a la tuberculosis. Nuevamente Anna Freud volvió a Hamburgo para ayudar a Max Halberstadt y a su hijo Ernest a sobrellevar este terrible y nuevo duelo (Young- Bruehl, 1988).

Como vemos, Ernest tuvo una infancia difícil, perdió a su madre junto con su hermanito aún no nacido y luego a su hermano Heinerle. Su vida escolar tampoco fue muy feliz, habiendo ocurrido múltiples disrupciones en su educación, enfermedades, ausencias, mudanzas y cambios frecuentes de escuela, todo lo cual se veía agravado por su condición de soñador diurno con algunas dificultades de aprendizaje y poco aplicado en su escolaridad. Recuerda sus años escolares en la escuela Heitzing la cual era dirigida por su tía Anna y que incluía como parte de sus maestros a Peter Blos, Erik Erikson y su esposa Joan.

Su padre era un hombre amable y bondadoso, decente, honesto y laborioso, pero sus relaciones con él no eran cercanas y al contraer su padre segundas nupcias Ernest trató de pasar el mayor tiempo posible en Viena con su familia materna. Refiere que su abuelo Sigmund siempre fue muy afectuoso con él aunque no pudo dedicarle mucho tiempo debido a que estaba entregado en cuerpo y alma a sus labores de lectura y escritura que apenas le dejaban tiempo libre.

Pasado un tiempo, su padre, madrastra y media hermana emigraron a South Africa. Ernest se quedó en Viena hasta que en 1938, al sucumbir Austria ante la invasión nazi, se vio forzado a emigrar a Inglaterra con el resto de la familia Freud (Freud, W.E. y Martin, J. 1985). Al morir su padre, Ernest adoptó su apellido materno y se convirtió en Ernst Freud haciendo honor a su abuelo materno.

Influido por su abuelo y su tía Anna, decidió continuar estudios universitarios de psicología en la Universidad de Londres y comenzó a considerar la posibilidad de formarse como analista durante su análisis con Willi Hoffer. Mientras tanto contrajo matrimonio con Irene, con quien tuvo un hijo varón, su único hijo al que llamó "Collin" y cuyo nacimiento coincidió con la celebración del centenario de su abuelo Sigmund en 1956 (Benveniste, 1999).

Ernest realizó su entrenamiento formal como psicoanalista de adultos en el Instituto Psicoanalítico de Londres. Su formación se desenvolvió durante la época de "guerra entre Melanie Klein y Anna Freud", por lo que tuvo contacto con los discípulos de ambas personalidades. Describió a los estudiantes de Melanie Klein como agresivos pero a la misma Melanie como una "buena abuela judía" ("a nice jewish grandmother"). Posteriormente sentó su práctica privada y se entrenó en análisis de niños en la Clínica de Terapia Infantil de Hampstead (Hampstead Child Therapy Clinic) junto a su tía Anna Freud. A pesar de que ésta era como una madre para él, no le resultaba fácil relacionarse con ella afectivamente; sin embargo, trabajó con ella muy de cerca en la Clínica Hampstead y se distinguió notablemente en la investigación de observación de infantes y como autor de un número considerable de artículos en dicha materia así como de los cuidados intensivos en infantes (Freud, W.E y Martin J. 1985). Alcanzó el estatus de analista didacta y se dedicó a la enseñanza de observación de madres y niños durante varios años. Una de publicaciones iniciales mas importantes fue un trabajo realizado junto con Anna Freud y Humberto Nagera titulado: "Metapsychological Assesment of the Adult Personality: The Adult Profile"(1965), donde los autores desarrollaron un instrumento para conectar conceptos metapsicológicos con datos observables de las situaciones clínicas, tomados como un punto de vista para el pensamiento analítico.

Durante los siguientes doce años, Ernest publicó varios artículos sobre la observación de infantes y sobre evaluación de la Infancia temprana. A partir de 1980 sus publicaciones fueron dedicadas mayormente a los aspectos psicológicos asociados a la terapia Intensiva en Neonatos. Se interesó por la reacción de los infantes a los traumas intrauterinos y la importancia de la relación entre madre e hijo, así como por los aspectos de comunicación en esta relación diádica en las situaciones pre y post- natal.

Mostró tanto interés en los problemas del nacimiento que lamentó que su abuelo no se hubiese dedicado mas al estudio de este tópico, por lo que reconoció estar sumamente complacido con el trabajo de Otto Rank y otros seguidores de su abuelo que enfatizaron la importancia del trauma del nacimiento y sus vicisitudes en la infancia como un evento psicológico, así como en lo concerniente al bienestar de la relación de la madre y el niño.

Resulta muy llamativo su profundo interés hacia los bebés nacidos y no nacidos, así como a la relación de bienestar entre el dúo madre-hijo y la comunicación entre ellos. Esto nos induce a evocar la vivencia traumática de la muerte de su madre en la infancia de Ernest, una madre que, a pesar de sus esfuerzos, no logró garantizar su presencia; así como la sorpresa desconcertante de su hermanito que no llegó a nacer. En este sentido, podemos decir que su posterior interés científico quedó signado por sus múltiples vivencias traumáticas en relación con las separaciones y los reencuentros, en fin, por los repetidos Fort Da.

Nos encontrábamos frente a Ernest escuchando su relato. Una historia de vida inundada de pérdidas irreparables que pareció anunciar con su precoz juego. Pareciera que se involucró de lleno en el estudio sobre los cuidados intensivos perinatales como un derivado de los traumas que él mismo sufrió al perder a su madre y a su hermanito aún no nacido cuando él tenía cuatro años, y luego a su hermano Heinerle a los nueve años.

Freud afirma que "los niños repiten en el juego todo cuanto les ha hecho gran impresión en la vida". El niño juega para escenificar lo que le ha pasado. Ernest jugaba a las separaciones y a los reencuentros. Resulta sumamente llamativo pensar como éste, uno de sus primeros juegos no solamente representó para él una experiencia vivida de separación, sino que parecía estar "practicando" precozmente las tragedias de separaciones consecutivas que tuvo que vivir a lo largo de toda su vida, anticipando su necesidad de controlar las cuantiosas pérdidas que le tocaría vivir en un futuro cercano. Aún me pregunto: ¿Es posible que tanto jugar a lo que desaparece (mas que a lo que aparece) le pudiera haber otorgado cierta capacidad de tolerar el dolor ante la pérdida y la separación irreparables?

Las pérdidas y separaciones sufridas por Ernest no terminaron en su infancia. Resultaba tentador pensar que al crear una nueva familia Ernest lograría dar tregua a su destino de pérdidas y separaciones. Quizá vendría la época de los merecidos "Da". Sin embargo, relató con profundo dolor la muerte súbita de Collin, quien fue arrollado por un camión a los treinta años, mientras manejaba la bicicleta de manufactura casera que él mismo había construido. Su última pérdida significativa ocurrió cuando recientemente se mudó con todas sus pertenencias desde Inglaterra a Heidelberg. Él llegó sano y salvo, pero gran parte de sus objetos se perdieron en un accidente que provocó un incendio en el tren en que viajaban; libros, recuerdos familiares, objetos testimonio de 84 años de historia de vida. Ernest nos mostró algunos de sus libros más queridos con sus páginas consumidas por el fuego. Aunque quemados, recuperó parte de ellos re-apropiándose así de partes de sí mismo. Nuevamente algo desaparece y aparece, aunque al re-aparecer se ha transformado en un objeto distinto.

Pareciera que él nunca se quejó demasiado de las pérdidas, como hacía cuando lo dejaba su madre, pero que insistió en escenificar tales pérdidas, sobrellevándolas con sublimada dignidad, inicialmente con su juego, y posteriormente, en la adultez, a través de sus estudios e investigaciones donde exploraba experiencias traumáticas que se entrelazaban con su propia historia.

Los juguetes (o-o-o-o... fort) se iban, su madre, sus hermanos, su padre, sus objetos... pero no reaparecieron como habría de esperarse. Sin embargo, Ernest parece no abandonar su carretel. Se dedica al estudio del Psicoanálisis, al nacimiento, sus milagros y sus tragedias a través de la investigación de la perinatalidad y de la relación madre-hijo. El fue el primer infante observado psicoanalíticamente y se convirtió, a su vez en asiduo observador de infantes que trata de ligar la teoría con la práctica psicoanalítica... ligar separaciones con reencuentros.

Nada fácil la tarea que le ha tocado vivir - que de alguna manera sin duda todos compartimos - tarea que viene practicando desde su tierna infancia, desde siempre. Trata de controlar y adaptarse a las separaciones sin desfallecer, teniendo la ilusión de atraer nuevamente hacia sí el carretel, seguir adelante...y esperar el próximo reencuentro.

BIBLIOGRAFIA

- Benveniste, D. (1999), Fort da, the reel mother and romantic desire. Manuscrito no publicado.

-Freud, S (1920), Mas allá del Principio de placer. Obras Completas, Vol 18. Buenos Aires, Amorrortu, 1979

- Gay, P. (1988), Freud: A life for our time. W.W. Norton.

- Yound-Bruehl, E (1988). Anna Freud: A Biografy. Summit Books.

- Freud, W.E. y Martin, J. Ernst Freud y Jay Martin: A conversation. Psychonalitical Education. Vol 4, 1984.

- Molnar, M. (1992) The Diary of Sigmund Freud: 1929-1939: A Record of the Final Decade. London: Freud Museum Publications Limited.

 

 

Selección de publicaciones de W. Ernest Freud:

Freud, W.E. with Anna Freud and Humberto Nagera (1965) Metapsychological assessment of the adult personality The adult profile. Psychoanalytic Study of the Child. 20:9-41.

Freud, W.E. (1967) Assessment of early infancy: Problems and considerations. (Also known as ¨The baby profile -Part I¨) Psychoanalytic Study of the Child. 22:216-238.

Freud, W.E. (1968) Some general reflections on the metapsychological profile. International Journal of Psychoanalysis. 49, parts 2-3, 498-501.

Freud, W.E. (1971) The baby profile - Part II. Psychoanalytic Study of the Child. 26:172-194.

Freud, W.E. (1975) Infant observation: Its relevance to psychoanalytic training. Psychoanalytic Study of the Child 30:75-94.

Freud, W.E. and Freud, I. (1976) The Well-Baby clinic. Child Psychiatry and Human Development Vol. 7, No. 2, Winter 1976:67-84.

Freud. W.E. (1980, 1989) Notes on some psychological aspects of neonatal intensive care. In The Course of Life: Psychoanalytic Contributions Toward Understanding Human Development, Vol. 1 - Infancy and Early Childhood. Eds. Stanley Greenspan and George H. Pollock, Madison, Conn. International Universities Press.

Freud, W.E. (1981) To be in touch. Journal of Child Psychotherapy. Vol. 7, No. 2, 141-143.

Freud, W.E. (1983) Funeral tribute to Anna Freud. Bulletin of the Hampstead Clinic. Vol. 6, Part 1, 5-8.

Freud, W.E. (1985a) Prenatal attachment and bonding. In The Birth of a New Science: Selected Papers From the First International Congress on Pre and Perinatal Psychology - 1983 - Toronto, Canada. Also in The Course of Life: Psychoanalytic Contributions Toward Understanding Human Development, Vol. 1 Infancy and Early Childhood. Eds. Stanley Greenspan and George H. Pollock. Madison, Conn. International Universities Press.

Freud, W.E. (1985b) The relevance of prenatal psychological aspects for neonatal intensive care. European Symposium on Psychosomatic Obstetrics and Gynaecology, June 6-8, 1985, Leuven, Belgium.

Freud, W.E. (1985c) The perinatal continuum: Implications for neonatal intensive care. Second International Congress on Pre and Perinatal Psychology. July 26-28, 1985.

Freud, W.E, (1988) Prenatal attachment, the perinatal continuum and the psychological side of neonatal intensive care. In Prenatal and Perinatal Psychology and Medicine: Encounter with the Unborn. Eds. Fedore-Freyberg, P.G. & Vogel, M.L.V. 217-234. Lancaster: Parthenon Press.

Freud, W.E. (1995) Attempts at understanding the most promising paradigm of neonatal intensive care: Some essential though less tangible aspects of the Marcovich model. In Psychosomatic Obstetrics and Gynaecology. 11th International Congress of Psychosomatic Obstetric s and Gynaecology. Bologna, Italy. Monduzzi Editore.

Freud, W.E. & Martin, J. (1985) W. Ernest Freud and Jay Martin: A conversation. In Psychoanalytic Education. Vol. 4. 1985.

 

Adriana Prengler Czernik
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