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Número 4 - Agosto 2001
El derecho a un cuidado familiar alternativo
María Susana Guasti - Fabiana Alejadra Isa

Tal vez muchos se pregunten acerca de dónde se encuentran aquellos niños/ as que esperan ser adoptados, o de cómo son los lugares en dónde viven; esas y muchas otras inquietudes son las que motivaron el presente artículo.

Los niños / as tienen DERECHO a crecer y desarrollarse en el seno de su propia familia, por ello la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño – Ley Nacional 23.849/90 – a través del Artículo 18 destaca la centralidad de la familia de origen y garantiza la asistencia del Estado para el desempeño de sus funciones, cuando agotadas las medidas para evitar la separación y ésta sea inevitable, el recurso del Acogimiento Familiar es reconocido como la alternativa más favorable.

La Convención en su Artículo 9 inciso 1, autoriza en virtud del interés superior del niño a que sea separado de sus padres en casos extremos. El Artículo 20 a su vez, garantiza que: "los niños temporal o permanentemente privados de su medio familiar, o cuyo interés superior exija que no permanezcan en ese medio, tendrán derecho a la protección y asistencia especial del Estado.[…] Entre los cuidados figurarán, entre otras cosas, la colocación en otra familia…".

En el ámbito del Consejo Nacional del Menor y la Familia, los Departamentos que brindan una atención familiar son:

Ubicaciones Familiares Transitorias - Amas Externas - , para niños/ as de hasta 5 años y de corta permanencia.

Pequeños Hogares, mediante su Programa de Familias Cuidadoras atiende a niños /as hasta la mayoría de edad y preferentemente a grupos de hermanos, de mediana a larga permanencia.

Adopciones, para niños /as desvinculados de su núcleo familiar y en estado de adoptabilidad.

Los dos primeros tienen como objetivo la atención al niño /a y su familia para ayudar a ésta en la superación de las circunstancias que determinaron la separación inicial.

El peso de la intervención profesional está en diseñar primeramente un diagnóstico lo más ajustado posible, que dé cuenta de las carencias como así también de las potencialidades, incluyendo la familia ampliada, las redes de apoyo y el entramado institucional.

Finalmente, cuando todas las medidas tendientes al reintegro del niño a su familia fracasaron, es necesario impulsar la Adopción de manera de garantizar la estabilidad indispensable para su desarrollo.

Cabe destacar, que mientras el cuidado del niño /a en una familia alternativa le brinda la atención que requiera durante la crisis temporal en su familia; la Adopción le ofrece la posibilidad de un cuidado permanente en una familia que establece con el niño /a una relación legal de padres e hijos.

Por ello, siempre el Estado deberá evitar la institucionalización del niño /a y ofrecerle una familia alternativa para adopción o de largo plazo, sino estuviera el niño /a en condiciones de adoptabilidad para acceder a la primera.

De más está decir, que si bien el cuidado familiar se diferencia notoriamente del institucional, sostenemos que la intervención del Estado debe producirse en contados y estudiados casos, ya que sino se deja de lado su objetivo primero que es el de velar por el interés superior del niño; el cual debe ser respetado, evaluando toda posibilidad de asistencia y /o tratamiento en su medio familiar de origen e implementando todos los recursos de las redes de apoyo para evitar su exclusión. Hecho que no será sin consecuencias, tanto para el niño /a como para su familia que, inhabilitada en su función parental correrá el peligro de sucumbir ante el Sistema –judicial / asistencial- y tal vez precipitará un abandono concreto de ese hijo, al cual dejó de cuidar hace tiempo.

Pensamos que las diferentes situaciones de riesgo en las que se encuentran inmersos los niños /as conducen a un conjunto de reflexiones:

Si existieron motivos suficientemente fundados para sacarlos de su núcleo de origen, supone que han debido soportar una importante carga de sufrimiento.

Si para evitar la agudización del daño de estas situaciones adversas, se lo desarraiga de su medio; y en función de su protección, se lo somete a una nueva sobrecarga de experiencias traumáticas.

Algunos niños /as frente al cuadro descrito reaccionan manifestando signos visibles tales como: enuresis, robos, destrucción de su nuevo hábitat, falta de concentración, dificultades escolares –de aprendizaje y conductuales-, fugas, aislamiento; mientras que también pueden aparecer equivalentes depresivos tales como: accidentes reiterados -golpes, cortaduras-, apatía o hipersomnia.

Uno podría estar tentado de creer que éstos niños /as presentan conductas de incierto pronóstico, sin embargo, se sorprenderán al saber que las mismas son las de mejor pronóstico para el chico, ya que mediante su acción no hace más que forzar al ambiente a reparar el daño que le ocasionaron.

Esto fue observado, ya hace muchos años, por un psicoanalista inglés llamado D. W. WINNICOTT, 2 quien atendió a niños que habían estado privados de una provisión ambiental adecuada para sus necesidades.

Otros niños, se sobreadaptan pasivamente, es decir, no presentan ni signos ni conductas que requieran de atención por parte del adulto y su costo psíquico es aun mayor, ya que resignan lo propio, lo espontáneo en pos de ser aceptados por el adulto y no contradecir su voluntad.

Es muy llamativa y a la vez preocupante la capacidad de adaptación con la que cuentan éstos niños /as, la cual le permite saber lo que el adulto cuidador espera de ellos y así poder actuar en consecuencia.

Cabe destacar que dicho mecanismo tiene un alto costo para su psiquismo, debido a que el sujeto se encuentra a merced del designio del otro y no se atreve a expresar sus inquietudes espontáneamente, por temor al rechazo y / o la sanción de aquel adulto significativo para él.

El imperativo de trabajo con las Familias Cuidadoras consistirá en acompañarlas para que puedan comprender las conductas del niño en el marco de su historia; sabiendo que éste trae consigo su cultura, sus signos, sus jerarquías, por lo tanto dicha relación ha de basarse en el reconocimiento y respeto de las diferencias, sin prejuicios valorativos.

Sostenemos que dichas familias tienen que constituirse en soporte del niño en tránsito, y prodigarle los cuidados de un hijo, incorporándolo a su núcleo familiar, sin establecer diferencias y respetando su singularidad; pero a la vez el mayor desafío será el estar preparadas para facilitar la partida de aquel niño que si bien cuidaron como propio, no lo es y debe partir; ya sea retornando a su familia de origen o saliendo en Adopción, según el caso.

En cuanto a aquellos niños /as en vías de adopción y que aguardan la llegada de "padres para siempre"/ "padres para ellos"/ "padres propios", nos gustaría referirnos puntualmente.

Cuando se decreta el Estado de Adoptabilidad del niño /a, es recién allí cuando los profesionales podemos iniciar un trabajo de preparación previo que posibilite futuras vinculaciones del niño con sus nuevos padres. Dicho trabajo, dependerá de la edad del niño, de sus recursos subjetivos y de su historia; no será lo mismo trabajar con un preescolar que con un niño de seis años de edad.

Lo imprescindible a destacar es que la variable del tiempo deberá ser muy tenida en cuenta, no hablamos sólo del tiempo cronológico sino del tiempo psíquico -propio de cada sujeto- y más especialmente el de un niño.

Si bien, en la adopción intervienen diversas instancias -los adoptantes, el niño, el Juzgado, el Equipo profesional-, no todas necesitan del mismo tiempo para llegar al primer encuentro y no todas cuentan con los mismos recursos subjetivos. Tal es así, que el más vulnerable es el niño, el cual demandará un tiempo particular y acorde a sus necesidades. Por ello es fundamental, la intervención del Equipo profesional, poniendo en palabras esto a las otras instancias intervinientes, de manera tal que lo antedicho pueda respetarse; y que dicho Equipo especializado esté a cargo de la preparación del niño - quien necesitará poder anticipar lo que vendrá y expresar sus miedos y fantasías al respecto de ésta nueva situación- y de los adoptantes- quienes han estado esperando un hijo desde hace tiempo y también deben ser escuchados, en sus temores y en sus preguntas- , hecho que posibilitará una llegada diferente a ese Primer Encuentro entre ambos y les hará contar con algunos recursos extra.

A modo de conclusión, quisiéramos destacar que si bien el cuidado familiar pre-adoptivo como el que brindan las Familias cuidadoras sigue siendo una opción válida para el niño en tránsito, nada se compara con un cuidado familiar definitivo como el que ofrece La familia del niño, Su familia -sea ésta de origen o adoptiva-, porque sólo Su familia le otorgará el lugar de hijo y lo incorporará a su descendencia en calidad de heredero y miembro portador del apellido paterno.

No olvidemos que la Adopción es un modo de filiación particular 3 que da cuenta de una forma diferente de acceder a la paternidad; y es justamente el deseo de éstos padres adoptivos, lo que hará que el niño adoptado se constituya en hijo, en su hijo.

Notas

1 Este Trabajo ha sido publicado en la Revista Familia y Adopción N° 3 de la Fundación Adoptare en Agosto del 2000.

2 D. W. Winnicott: "Deprivación y Delincuencia". Ed. Paidós. Bs. As. 1990.-

3 Adela Fryd: "El Caldero de la Escuela" N°54. Ed. EOL. Agosto 1997.-

 

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