Trabajo presentado en las III Jornadas Interinstitucionales sobre Problemas de Aprendizaje y Clínica Psicopedagógica. Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires, Mayo de 2001.
En el "Fedro", Platón narra una fábula egipcia contra la escritura. A partir de ella desacredita el texto escrito pues concluye que éste no elige a sus lectores, que "pueden ser malvados o estúpidos", mientras que el maestro sí puede elegir a sus discípulos.
Clemente de Alejandría (hacia fines del siglo II) sostuvo: "Lo más prudente es no escribir sino aprender y enseñar de viva voz, porque lo escrito queda". "Escribir en un libro todas las cosas es dejar una espada en manos de un niño".
Testimonios de recelo inequívoco contra la escritura, en los albores de la civilización escrita. Para los antiguos, la palabra escrita era sólo un sucedáneo de la palabra oral, cuidadosamente selectiva, fuertemente contextualizada, afortunadamente evanescente, inalienablemente propia.
¿Sería errado suponer la presencia de puntos comunes entre estas aporías en el nacimiento histórico de la escritura y su construcción por parte de un sujeto concreto?
Si escribir es -como lo definen los lingüistas-producir enunciados que se independizan del emisor del mensaje y que permanecen, quedando librados a miradas incontables, ¿qué peligros acarrearía la escritura para un niño? ¿qué miradas teme el sujeto que escribe? ¿qué intenta evitar aquél para quien la escritura es imposible? ¿qué cortes (¿deseados? ¿temidos?) puede ejercer la espada de la letra en manos de un niño?
1. El espacio al que el texto puede advenir.
Postulamos que la escritura sólo puede advenir en un espacio catectizado por la libido narcisista. Nos preguntamos: en las dificultades de un sujeto para producir un texto autónomo, ¿podemos ver sus dificultades para construir un espacio autónomo, en relación con modos particulares en el ejercicio de las funciones parentales?
A propósito de Leonardo da Vinci, Freud sostiene:
"Para la creación pictórica de Leonardo, la identificación con su padre tuvo una fatal consecuencia. Creaba y luego ya no se cuidaba de sus obras, como su padre lo había descuidado a él". ( FREUD, S. 1910, pág. 113)
Traduciendo entonces de la creación artístico-pictórica a la experiencia del sujeto que escribe, diríamos que el sujeto trataría a su producto -en este caso el texto- según modalidades de relación que evocan el modo de ejercicio de las funciones parentales. La escritura correspondería a la línea paterna en tanto fuertemente estructurada por una legalidad arbitraria y ajena al sujeto (tanto en lo que respecta al sistema de representación escrita como en lo referente a las reglas semánticas, sintácticas y pragmáticas del texto escrito), representando así -según una idea de Marcela Pereira (PEREIRA, M. 1997, pág. 107)- un espacio de terceridad.
Por lo tanto, en el acatamiento de la legalidad de la letra podríamos rastrear retrospectivamente modalidades particulares construidas en las relaciones habidas con las figuras parentales.
Si es que el texto constituye un soporte del narcisismo del sujeto que escribe, podríamos intentar una tipología de las formas posibles en que el escritor puede vincularse con su producto, trazando un paralelo que las articule con las formas de ejercicio de las funciones parentales 3. No intentaremos definir tipos ideales sino simplemente retomar algunas características de las formas posibles de funcionamiento simbólico parental como punto de partida para postular hipótesis acerca de su interacción posible con los mecanismos de generación de la escritura.
Sabemos que las relaciones tempranas libidinalmente satisfactorias ofrecen el marco de confianza necesario para facilitar el pasaje de la legalidad familiar a la legalidad secundaria. Sabemos además que ciertos tipos de ejercicio de funciones paternas o maternas restringen -por el contrario- las posibilidades de dicho pasaje. Intentaremos aquí caracterizar las formas en que estos tipos de ejercicio de las funciones simbólicas constitutivas modalizarían el posicionamiento del sujeto frente a la escritura.
2. Desde la función materna
a) Las funciones maternas caracterizadas como destructivas y expulsivas proveen a sus hijos de experiencias que -lejos de ser protectoras- implican respectivamente modos de aniquilamiento psíquico del niño por desprecio de su valor narcisista y por otro lado la imposibilidad de libidinizar el producto debido a una retracción narcisista propia de la madre. Ambos tipos de ejercicio de la función simbólica materna comportan restricciones en los necesarios procesos de libidinización y narcisización, con las consecuentes carencias en los referentes considerados básicos para lograr las condiciones psíquicas necesarias para establecer lazos de integración significativa al mundo circundante. Estos niños con constituciones narcisísticas de características restrictivas tendrían dificultades en la orientación de su deseo hacia los objetos de conocimiento. Así lo afirman las autoras de la investigación citada:
"El proceso de libidinización y narcisización temprana es constitutivo del aparato psíquico del niño y mantiene activo el deseo por el conocimiento. Distintas formas de retracción narcisista en la función materna producen déficits identificatorios que restringen el aprendizaje".
(SCHLEMENSON-WETTENGEL-ALVAREZ 1994, pág. 83)
En estos casos, inferimos, no se habría estructurado por lo tanto un espacio de narcisización adecuado para el advenimiento de la palabra escrita en tanto soporte del narcisismo del niño (puesto que él mismo no ha sido lo suficientemente narcisizado como para efectuar un don narcisista en favor del texto). Es decir que estas carencias vivenciadas al interior de la estructura parental primaria actuarían disminuyendo la confianza necesaria para la aventura de escribir.
b) El ejercicio de funciones maternas caracterizadas como atrapantes posee elementos teóricos de sumo interés para comprender el acceso al código escrito y sus dificultades. En efecto, este tipo de ejercicio de la función
" ofrece el espacio de narcisización necesario para la catectización del pensamiento del niño, pero con la imposición de la renuncia por parte de él, de un espacio propio que marque una distancia que la madre se niega a perder" (SCHLEMENSON-WETTENGEL-ALVAREZ 1994, pág. 50)
Es por ello que cuando la función paterna no consigue posibilitar la ruptura de esta dualidad y el acceso a lo social por la oferta de atributos emblemáticos, se produce un reforzamiento de dicha dualidad y un encapsulamiento del niño en ésta.
Sabemos -según la investigación citada- que en los casos de niños con dificultades de aprendizaje las funciones maternas atrapantes se combinan predominantemente con funciones paternas débiles o autoritarias, articulando el atrapamiento materno con la obturación del acceso a la terceridad. Así se potencializa la dificultad en el contacto con el mundo exterior y el acceso al conocimiento.
¿Qué sucede en estos casos con la construcción de la escritura?
No nos sorprenderá que estos niños manifiesten dificultades en la construcción del lenguaje escrito, si evocamos las características de las funciones parentales que han signado su devenir como sujetos. Cautivos en la relación con sus madres -quienes ejercen funciones atrapantes-, sin posibilidades de triangulación (obstruidas por una función paterna débil o autoritaria que no logra instaurar un orden de lo tercero), el sujeto pierde su oportunidad de acceso al espacio extrafamiliar, representado en este caso por un objeto cultural como es la escritura.
Dice Piera Aulagnier:
"En una fase en que su vida depende todavía de los cuidados del exterior, y ante todo de la madre, en una fase en que el mundo que lo rodea comienza a devolverle la imagen de su dependencia afectiva, la prueba de la insignificancia de su poder y de los límites que cercan por todas partes su deseo, el niño toma consciencia de que sin embargo tiene el poder de crear "objetos" -pensamientos- que sólo él puede conocer y sobre los cuales logra negarle al Otro todo derecho de injerencia." (AULAGNIER, P. 1986, pág. 244)
Es en el registro del pensar que va a librarse - según esta autora- una lucha decisiva en relación con la aceptación o la negativa de la madre a reconocer la diferencia, la singularidad, la autonomía del hijo que hasta entonces ha sido totalmente dependiente de ella.
"El derecho a guardar pensamientos secretos debe ser una conquista del yo (je), resultado de una victoria lograda en la lucha que opone al deseo de autonomía del hijo la inevitable contradicción del deseo materno a su respeto." (AULAGNIER, P. 1986, pág. 245)
Acota además:
"Contrariamente a las actividades del cuerpo, la actividad de pensar no sólo representa una última función cuya valoración superará a la de sus antecesoras, sino que es la primera cuyas producciones pueden ser ignoradas por la madre y, también, la actividad gracias a la cual el niño puede descubrir sus mentiras, comprender lo que ella no quería que sepa"
"Así, el pensamiento del niño se convierte en la vía regia que le indica a la madre la respuesta, rechazo o aceptación del niño a lo que ella espera".
"La madre percibe a esta actividad como coextensa con un riesgo. Mucho antes de que se manifieste bajo su forma canónica, la madre la espera y, al mismo tiempo, le teme. Lo que espera es la prueba por excelencia del valor de su función; lo que teme es verse enfrentada por primera vez ante una pregunta del niño a la que no podría responder: ¿Qué piensa verdaderamente él? (AULAGNIER, 1975, pág. 132-135. El resaltado es nuestro.)
Podríamos transponer estas consideraciones a la actividad de escribir, si aceptáramos que el acceso al código convencional de la escritura constituye un logro esperado por la madre con la misma secreta ambivalencia con que lo es el pensamiento. Prueba de la conformidad con la sombra hablada 4 y a la vez marca inaugural de la entrada al espacio socio-cultural. La escritura sería uno de los "frutos" que la madre espera de este niño cuidado, alimentado y educado para que esta capacidad de escribir confirme el éxito o fracaso de su función materna 5. Pero a diferencia del pensamiento, la escritura es una actividad cuyos resultados son observables y pasibles de ser referidos fácilmente a una norma, por lo cual puede convertirse también en un instrumento de control materno. El sujeto intentará preservar en su escritura este instrumento de autonomía -corolario de la autonomía de pensamiento-, aún a costa de su privación (en los casos como los que abordamos en este apartado, en que la función materna ejerce un exceso de violencia atrapante).
Las manifestaciones que aparecen como problemática de aprendizaje de la escritura en niños cuyos padres ejercen una combinatoria de funciones que refuerzan el encapsulamiento en la pseudolegalidad materna podrían pensarse como un modo de rehusarse al deseo materno (no escucharla, no complacerla, no acceder a lo que demanda) como único modo de evitar la pasivización a la que están sometidos.
Cierta agresividad se juega en esta captura en el sometimiento al deseo de la madre. Rehusamiento al sometimiento amoroso del que son objeto por parte de su madre que aparece como una suerte de defensa frente a deseos de fusión ilimitada y el peligro coextensivo a dicha fusión: el atrapamiento en el espacio primario.
Dice Silvia Bleichmar:
"Ser capturado por la madre si se cumplen sus deseos, o caer en el vacío si se produce una diferenciación de éstos, es fuente de gran parte de la hostilidad que genera el sometimiento amoroso". (BLEICHMAR, S. 1993, pág. 279)
El no escribir defendería a estos niños de ambos peligros. Paradójicamente, se rehusarían a escribir como forma de diferenciarse del deseo materno, mientras que por otro lado dicho rehusamiento les impediría inaugurar un espacio diferenciado. Aquí la " espada" de la letra no alcanzaría a cumplir su función de corte 6, puesto que su evitación permitiría una satisfacción parcial a las dos tendencias (fusión-discriminación). 7
3. Desde la función paterna
Hasta aquí hemos intentado articular aspectos del deseo materno con formas posibles de construcción de la escritura. Pero, ¿qué sucede con el deseo del padre?
Con respecto al deseo del padre por el hijo, Piera Aulagnier acota:
"Será necesario que el deseo de muerte, reprimido en el padre, sea reemplazado por el anhelo consciente de que su hijo llegue a ser, no aquel que lo arranque de su lugar, sino aquel a quien se le da (en el sentido más profundo del término) el derecho a ejercer una misma función en un tiempo futuro. Lo que ofrece el padre a través de la mediación de su nombre, de su ley, de su autoridad, de su rol de referente, es un derecho de herencia sobre estos dones para que se los legue a otro hijo. De este modo, anuncia la aceptación de su propia muerte". (AULAGNIER, P. 1975, pág. 155)
¿Debemos inferir de esto que el deseo de escribir sufriría vicisitudes semejantes a las del deseo de hijo? Si así fuera, comprenderíamos que en estos niños (cuyos padres ejercen funciones autoritarias), el deseo de escribir autónomamente aparece como un imposible. El deseo de muerte no ha sido reprimido en los padres que ejercen funciones autoritarias: halla constantemente manifestaciones en la violencia ejercida sobre el niño. No hay por lo tanto legado, no hay derecho de herencia sobre los dones detentados por el padre. No hay -por parte del padre- anhelos ni catectización del sujeto futuro en su hijo: puesto que no se reconoce como sucesor de un representante de la ley sino como la ley misma, puesto que no se reconoce ocupante de un lugar transitorio que otro (su hijo) deberá ocupar después que él.
En casos en que la función paterna se ejerce con características que permiten clasificarla como "débil", se produciría un efecto semejante ante la imposibilidad de ejercer la función de corte y de oferta de atributos emblemáticos que dinamicen la búsqueda de objetos sustitutivos en el espacio extrafamiliar.
En efecto, la misma Aulagnier sitúa las siguientes diferencias entre el deseo de la madre y el deseo del padre por el hijo:
"1. El deseo del padre apunta al hijo como sucesor de función, lo proyecta más rápidamente a su lugar de futuro sujeto. Desde un primer momento, privilegia en el hijo el poder paterno y el poder de filiación futura.
2. El narcisismo proyectado por el padre sobre el hijo se apoyará, en mayor medida que el de la madre, en valores culturales." (AULAGNIER, P., 1975, pág. 157. El resaltado es nuestro)
Lo que el padre catectiza, nos dice la autora, es el sujeto futuro en el hijo, su poder de filiación (diríamos de autoría, en el sentido etimológico del término 8) y el narcisismo proyectado en el niño se apoya en valores culturales. Sistema cultural por excelencia, el mecanismo generativo de la escritura no podría dejar de cumplir una función trascendental en este juego de deseos. De este modo la escritura queda ubicada en una estructura filiante en tanto proyecto posible futuro.
4. A modo de conclusión
Este recorrido a través de una forma posible de categorizar las funciones simbólicas primarias nos ha servido como excusa para plantear algunas hipótesis generalizables acerca de los requisitos básicos para la constitución de la escritura y acerca del estatuto metapsicológico de sus perturbaciones.
La escritura es riesgo de mostrarse, aventura imposible para un sujeto que intenta a toda costa preservar (de la violencia de un padre y del deseo intrusivo de una madre) un espacio privado. Para permitirse escribir, este espacio debe estar garantizado. En la escritura, algo de la subjetividad se inscribe, inevitablemente y a pesar del sujeto. Razón de más para controlarla exhaustivamente, para evitar toda enunciación en que la subjetividad se filtre a la letra. Razón de más para rehusarse al placer de escribir.
El niño, ágrafo frente a la página en blanco que convoca a inscribir su subjetividad, celoso guardián que custodia la imprudente espada de la letra. Heredero imposible, sucesor impensable, el texto de estos niños no es aún proyecto futuro.
Notas
3 Escapa a los propósitos de este escrito caracterizar exhaustivamente cada uno de estos modos de ejercicio de las funciones simbólicas, por lo cual remitimos al lector al texto correspondiente. (SCHLEMENSON - WETTENGEL - ALVAREZ, 1994)
4 La sombra hablada (P. Aluagnier) representa la idealización que el Yo de la madre proyecta y consiste en una proyección de enunciados identificatorios sobre el infans. Todas las funciones corporales -y más tarde, las producciones psíquicas- son susceptibles de ser consideradas por la madre como mensajes pasibles de señalar contradicciones entre la sombra y el cuerpo real.
5 El acceso al lenguaje escrito marca el paso del espacio privado-familiar espacio público, por lo cual la escuela, en tanto institución representativa del orden social, al evidenciar un problema de aprendizaje, cuestiona el ejercicio de las funciones parentales, de cuya eficacia simbólica depende el éxito de dicho pasaje.
6 La función de corte alude a la función paterna en tanto instauradora de un orden tercero, que rompe la díada madre-hijo y posibilita el acceso al orden simbólico. La metáfora de la letra como espada parece sugerir que la escritura es capaz de cumplir una función semejante en tanto oferta de salida exogámica que abre la posibilidad de ingreso al mundo cultural público, extrafamiliar.
7¿Se trata aquí de un conflicto intrapsíquico o de un trastorno en la constitución del aparato? La idea de un psiquismo incipiente en trabajo de diferenciación con respecto a la figura materna permite hacer que las dificultades en el manejo de símbolos sean comprensibles como manifestación de esta indiscriminación. Puesto que todo símbolo remite a una ausencia, a una desaparición, ¿qué sentido podría tener el lenguaje escrito para un niño aún no atravesado por la castración?
8 Recordemos que la palabra "autor"deriva el latín auctor que significa: "el que hace crecer, el que promueve u origina" (Diccionario Salvat)
Bibliografía
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