Volver a la página principal
Número 4 Agosto 2001
De la intervención analítica posible
en condiciones casi imposibles
(Relato testimonial de algunos años haciéndome preguntas
y pensando en el Equipo de Niños del Hospital Evita,
ex Arazo Alfaro de Lanús, Bs.As - Arg.)

Ariel Pernicone

"¿Dónde están hoy pues los practicantes del inconsciente que no escriben nunca libros
y que rechazan tanto la jerga como el reclutamiento burocrático?
Difícil decirlo, y sin embargo existen y trabajan.
Esos analistas han estudiado la clínica en
Freud, Winnicott, Melanie Klein, Dolto y Lacan.
Trabajan en instituciones hospitalarias,
con los locos, los marginales, los enfermos de SIDA.
De todas las edades y de todas las obediencias,
son el porvenir del psicoanálisis, su honor y su pasión...".
Elizabeth Roudinesco. /– 1993 -.

 

Muchas veces pensé que la clínica hospitalaria de estos tiempos, plagada de consultas por niños cuyas familias son portadoras de una historia de grandes sufrimientos, plenas de aristas sociales y de pobreza, debería conducirnos a una profunda interrogación como analistas a partir del limite que nos impone a la intervención tal circunstancia.

Estas consultas realizadas en hospitales tan limitados en recursos, que no logran responder de forma alguna a la masiva demanda, nos ubica a todos nosotros, los que trabajamos o hemos trabajado en dicho contexto, en un lugar de borde complicado para ejercer nuestra función.

Creo que es un borde que nos interroga en forma inquietante, o al menos a mí me ha ocurrido así, respecto de cuales son verdaderamente las intervenciones posibles o imposibles desde nuestro lugar como analistas allí.

La figuración de ese borde, el borde en el que quedamos ubicados frente a tal situación, la voy a dejar librada a la imaginación de quien lea este escrito, ya sea que quiera suponerlo como el borde de un precipicio, y en tal caso, borde paralizante ante la posible caída hacia el vacío, o prefiera dibujarlo como el borde de un bordado, en el sentido de que algo es posible de ser hecho a partir de allí.

Yo intento pensarlo como un borde a partir del cual algo pueda ser creado o construido: La experiencia clínica personal de 15 años trabajando en el hospital, al menos me lo mostró así.

Lo cierto es que cada niño por el que somos consultados en el hospital nos lleva de la mano por ese borde, hacia una realidad social plagada de carencias y marginalidad, de padres desocupados y madres angustiadas por su situación presente, con pocas esperanzas de poder construir un proyecto hacia el futuro que les permita soñar y darle sentido a su existencia, y en consecuencia, muy afectados en su capacidad para ejercer su función de padres, tan decisiva y vital para la constitución del psíquico infantil.

Junto a esta realidad tan dura, cohabitando, la indigna indiferencia de las políticas de salud, mezquinas, poco solidarias, que ignoran mansa y descarnadamente cual debiera ser el alcance de su acción.

Y allí, en ese borde, nos hallamos ubicados nosotros, dispuestos a realizar alguna intervención, que insisto en querer pensar como posible.

Nos hallamos al trabajar en el Hospital, en un lugar que no voy a dudar en denominar, tomando prestado un concepto de Silvia Bleichmar, "lugar de psicoanálisis de frontera":

Así y todo, yo pienso que nuestra intervención como analistas es posible a pesar del contexto tan desalentador.

-Testimonio de ello, son las legiones de madres que diariamente concurren confiadas a los hospitales, trayendo a cuestas el padecimiento por alguno de sus hijos, confiadas en el encuentro con alguien al que le suponen un saber, y en el que depositaran sus esperanzas de ayudar a su niño.

-Testimonio de ello, tambien lo son, la cantidad de jóvenes analistas que concurren, diariamente, en su mayoría ad honorem, llenos de deseos, y de compromiso ético con su función, que se integran y se constituyen en equipos de trabajo, que aprenden y estudian y están dispuestos a interrogarse en cada acción en la que les toca intervenir.

Pienso, que la clave está en la posición.

Yo me pregunto, y me he preguntado infinidad de lunes por la mañana, desbordado por la cantidad de consultas que concurrían al servicio de nuestro Hospital en Lanus, confrontado a esta cruda y masiva realidad, y encorsetados por la escasez de turnos disponibles por parte de los terapeutas que concurrían a puro deseo....Digo, me he preguntado y me pregunto ... cual es la intervención posible en este borde, en esta frontera, con tanto limite adverso alrededor?

Me lo pregunté cientos de lunes por la mañana, ciertamente angustiado en mas de una ocasión, y me respondí, tambien en mas de una oportunidad, luego de haber confiado en el dispositivo analítico: "La clave está en la posición, en la posición en la escucha analítica. Por más breve que ella sea."

.....................................................

Recuerdo de un Lunes por la mañana en el Hospital Evita," El Lanus "

Ese lunes, era una mañana mas, semejante a otras mañanas en el hospital.....

Estabamos allí, parte del equipo, como tantos otros lunes, dispuestos en torno a lo que llamábamos, siguiendo la tradición: "La Admisión".

Sistema mañanero, por el cual nos dedicábamos a escuchar cuidadosamente a cada persona que concurría consultando por un niño, ya que nosotros constituimos el "Equipo de niños del mítico Hospital Lanus".

El mito Goldemberg, (nota: Dr. Mauricio Goldemberg, Fundador del servicio en el año 1956) nos acompañaba silencioso como telón de fondo, y se respiraba su historia en cada uno de los consultorios en los que atendíamos diariamente, como tantos otros lunes.

Mientras, Amelia Aflito, su legendaria secretaria, que aun se encontraba firme en la misma ventanilla de recepción en la que atendía desde hacia 30 años, nos iba contando algunas anécdotas de otros tiempos en tanto nos anticipaba, como de costumbre, su diagnostico, "hecho a ojo por ella misma a la distancia", de algunos de los niños que nos consultarían un momento después y que ella había recibido primeramente, cerca de las 8 de la mañana.

Desde temprano, ese lunes, habíamos ya recibido una gran cantidad de madres, como tantos lunes en los que nos venían a consultar por sus hijos. Sabíamos que muchas de esas madres posiblemente, vinieran de peregrinar por diversos servicios hospitalarios que no habrían podido responder a su pedido de ayuda, por estar abarrotados de consultas como nosotros. Tambien sabíamos, como lo sabíamos cada lunes, que si no les dábamos alguna respuesta a su pedido, seria muy posible que se quedasen sin la ayuda que venían a buscar, y que el sufrimiento de un niño estaría en juego en la cuestión.

De todas formas, reconocíamos tambien, porque ya lo habíamos hablado en muchas ocasiones entre nosotros, que existe algo a ser reconocido, que se llama "castración", y que tal cuestión, supone la aceptación y el reconocimiento de un limite estructural de lo humano, y en consecuencia la aceptación de un limite de nuestro lado, limite en la capacidad para responder a la cantidad de situaciones que se nos presentaba cada lunes por la mañana, que por cierto nos excedía. Y que, por lo tanto no podríamos, en consecuencia, "tapar todos los baches", que la política de salud dejara, ni responder completamente a una situación de déficit en lo social que iba mas allá de nuestras posibilidades de resolución.

El limite estaba planteado allí de antemano!!

Pero, tambien pensábamos, como muchas otras veces: " Aceptación no es sinónimo de resignación".

Por lo tanto, y sabiendo todo esto, estabamos allí, como un lunes mas, esa mañana, dispuestos a escuchar, munidos de nuestra principal herramienta a mano, nuestra capacidad de escucha analítica, y la posibilidad de discutir cada caso en equipo, como siempre lo hacíamos:

- Juan, entró junto a su madre. Al instante, y sin mediar palabra, ella nos estira con su mano un papel en el que está escrita, con un tono de cierta urgencia, la derivación a psicología desde el Servicio de Neurología del mismo Hospital, para que recibamos al niño en nuestro servicio de salud mental.

Su madre, nos mira, con una mirada triste casi vacía. Acompañando cierto tono cansino en su manera de hablar, una expresión entre vencida y empobrecida, se dibuja en su rostro.

Balbuceante y muy simple en su decir, inicia la consulta con un discurso completamente aletargado, confuso, que nos hace pensar a quienes la estabamos entrevistando, en una debilidad mental, en una psicosis, o al menos en un diagnostico de cierta gravedad en ella.

Con escasas palabras, nos dice que no sabe lo que le pasa a su hijo, no lo entiende.

- "No se queda quieto nunca"-, afirma. "Del colegio lo quieren echar y mandar a una escuela especial, ¿ Usted no le puede dar algo para que se quede quieto?", nos pide.

Luego, nos enteraremos que el neurólogo, un tiempo atrás, le había recetado un medicamento para que el niño se tranquilice pero que " ese frasquito" ya se le había terminado, quizás porque ella, un día, sin darse cuenta le había dado algunas gotitas de mas, nos explica.

Desde su lugar, sentado a su lado, un niñito de no más de 6 años, de gesto muy vivaz y canchero, dibuja espontáneamente un barco, unos números en forma invertida y una gran cantidad de cintas semejantes a víboras enredadas, sobre las hojas que le habíamos dejado a mano sobre la mesa.

Terapeuta: "¿Y a usted que le parece que le puede estar pasando a su hijo que está tan inquieto?"

La pregunta allí, haciendo caso omiso a su pedido de medicación, es una apuesta fuerte a la palabra, a poner "en trabajo" a la mamá en relación a la búsqueda de lo que le pasa a su hijo, pese a que ella parece mostrar una gran imposibilidad para hacerlo.

Madre: " Puede ser que tenga bichos....-nos dice. Se queda pensando, y agrega-.....por ahí está nervioso ".

El niñito, que había seguido atentamente nuestro dialogo desde su asiento se pone de pie y nos dice:

Juan: "Mi papáme pega mucho con el cinto cuando me porto mal...siempre me pega con el cinto .."

Presenciamos entonces, como se abraza a la mamá con ternura, mientras ella, estática no parece sorprendida por el comentario del niño, casi como si estuviera habituada al hecho.

Juan la abraza, pero el cuerpo inmóvil y blando de su madre, no da señales de poder alojar al niño en su sufrimiento.

Ella no atina a sostenerlo, porque no puede, y por un momento tuvimos la sensación fugaz, de que era el pequeño quien la sostenía.....

Pero, a esa altura de la entrevista, no habían pasado mas de 15 minutos, ya algo había sido dicho, por el mero hecho de que nos habíamos dispuesto a escucharlo.

Por la tarde, de ese lunes, recordé una frase de Doltó , que me parece oportuno recordarla acá, para graficar la mejor enseñanza que me dejó este breve encuentro con un niño y su madre en el Hospital.

"Una presencia humana que escucha, - en el decir de la gran psicoanalista francesa-, es todo lo que se necesita para que un niño este dispuesto a comunicar, de alguna forma, lo que le pasa ".

Yo no sé con certeza en que pudimos ayudar a Juan y a su mamá. Y cual habrá sido el alcance de nuestra intervención en ese momento y para su vida futura.

Si sé, por que la terapeuta con quien los recibimos por primera vez y que luego lo siguió atendiendo me lo contó:

-Que su madre lo trajo puntualmente una vez por semana, y que a pesar de su dificultad para comprender algunas cosas, tenia una gran confianza en la analista, lo cual le permitió a ella hacerle muchas indicaciones respecto de su vinculo con el niño.

-Que Juan a veces le contaba que tenia hambre y eso era muy duro para ella como terapeuta, pero que tambien sé sintió muy contenta al notarlo progresivamente aliviado en muchos sentidos desde que lo empezó a atender.

Notó que a partir del tratamiento se reía mas y jugaba mucho como debe jugar un niño, y pensó que esto era señal de que su trabajo estaba siendo eficaz.

Además ocurrió que ella se ocupó de ayudarlo con respecto a su situación escolar, comunicándose con el colegio y trató de trabajar mucho con su mamá y alguna vez tambien con el papá , a pesar de lo difícil que ello parecía.

Todo esto, y otros casos similares, me han hecho pensar que alguna intervención en los hospitales es posible, pese a las limitaciones que nos presentan.

Muchos de los Juanes que hemos recibido, me hacen afirmar hoy, que la escucha analítica, y principalmente, la ética en la posición, son la clave para realizar una intervención atinada desde nuestra función como analistas.

Creo que solo desde allí es pensable alguna intervención eficaz, que por mas acotada que sea, tendrá un sentido para quien la reciba.

-Como les transmitía en el inicio del relato, muchos lunes por la mañana, cantidad de encuentros semejantes a los de este pequeño y su madre, me llevaron a interrogarme y tambien a dudar del alcance posible de nuestra intervención.

Yo no sé verdaderamente, en cuanto es posible ayudar a un niño como Juan, en un contexto tan adverso, pero quiero pensar o tal vez ilusionarme con la idea de que nuestra intervención, por mas limitada que sea, pueda tener un verdadero valor para su vida y la de otros niños como el.

Por que, después de tantos años en el hospital, y después de escuchar a muchos Juanes, aprendí a mirar de una manera más benévola ese borde tan complicado y frustrante, que se nos quiere imponer como el vacío de un precipicio.

Aprendí a soñarlo mas como el borde de un bordado, es decir como el borde a partir del cual, se pueda crear algo, y sea factible construir una intervención eficaz para un niño.

Aprendí a apostar a que hay alguna intervención analítica posible en el hospital, a pesar de la mezquindad de las políticas reinantes. Y sentí que vale la pena intentarlo, mas allá de lo limitante que parezca la situación.

Por que en una época tan vacía de valores profundos, tan plagada de malestar y de búsqueda de éxito barato y efímero, es nuestra obligación preguntarnos una y otra vez por nuestra función como analistas, ya que en eso radica la ética de nuestra intervención.

Tambien creo en la conveniencia de permanecer siempre abiertos a la sorpresa, porque no hay mejor intervención, ni más eficaz, que la que sorprende al propio analista cuando se dispone a estar abierto a la misma.

En ese sentido, es que pienso, hoy mas que nunca, que vale la pena apostar, confiar, ilusionarnos y soñar con esa intervención posible y eficaz para un niño tambien en el Hospital, porque yo creo que en medio de tanta marginalidad, en medio de tanta falta de solidaridad, en medio de este "salvaje sálvese quien pueda" que es nuestro presente de hoy, aun vale la pena seguir soñando, aun vale la pena intentar seguir bordando, y aun vale la pena seguir apostando por nuestros ideales.

 

17/8/01. Ariel Pernicone.

-Nota aclaratoria y breve homenaje:

El presente trabajo fue presentado el año 1999, en las 5* Jornadas de Psicoanálisis con Niños e Intervención hospitalaria, organizado por el Equipo de Niños del Hospital Evita de Lanus./ Bs. As/ Argentina.

Ese año me despedí como coordinador del Equipo, luego de 15 años de practica hospitalaria , ad honorem.

Aquel trabajo ha sido reescrito para la presente publicación en la revista Fort-da. www.fort-da.com

Lamentablemente la situación hospitalaria actual ha empeorado desde entonces, y las políticas en salud mental en la Argentina, han recrudecido su mezquindad y su falta de solidaridad con quienes más lo necesitan.

Vaya mi especial homenaje a todos aquellos que trabajan día a día en los Hospitales y lo sostienen con su deseo, y mi agradecimiento para los padres, madres y niños que concurren aún con esperanzas y confianza en dicho lugar.

Volver al sumario de Fort-Da 4

Volver a la página principal PsicoMundo - La red psi en internet