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Número 5 - Junio 2002
Niños ciegos y su constitución psíquica
Reflexiones
Cristina Marcela Guerra

La pregunta que me ocupa sería: Qué peso tiene la ceguera en la constitución psíquica de un niño?

He notado que conflictos psicológicos que ya existían en un niño ciego salen a la luz en el momento en que ingresa a la escuela; es decir a los 3,4 o 5 años si tenemos suerte de que la flía no tarde tanto en pedir asesoramiento a cerca de la educación y estimulación. En ese momento se suelen notar dificultades más relacionadas con fallas en la vinculación temprana que problemas de aprendizaje propiamente dichos.

La alteración en el desarrollo padecida por un niño puede ser variable, pero en todos los casos una alteración orgánica severa e irreversible como la ceguera deja una marca inalterable que pareciera alejar al niño de la conocida "normalidad".

El momento en que se instala este déficit condiciona el proceso de estructuración psíquica, ya que no es igual en un niño ciego desde el nacimiento que en aquel en el que existen restos mnémicos de las cosas ya vistas y que, por algún desafortunado motivo queda ciego. En este último caso pareciera haber más elementos para una adecuada estructuración del psiquismo, lo cual por sí solo no garantiza el éxito.

En el caso de personas ciegas desde el nacimiento el registro visual de las personas y las cosas, no existe y deberá alcanzar el reconocimiento y ligazón con el mundo a través de otros sentidos.

Esta marca inalterable que provoca la ceguera, como cualquier otra alteración definitiva y orgánica, pasará a ser parte constituyente del niño, y eso fallado será parte de su estructura, la que se va consolidando como tal a través de todo intercambio, fundamentalmente humano.

El papel del tacto, la mirada, la voz y su modulación son medios insustituibles en la constitución del lugar del sujeto, esto más especialmente en esa época primera de la vida en que las palabras en sí mismas aún no presentan significado.

Cuando alguno de éstos vehículos falta o falla gravemente, el riesgo de que el ser quede excluido de la cadena de significantes es muy alto, aumentando la posibilidad de trastorno mental, o lo conocido en la práctica clínica como "trastorno generalizado del desarrollo, generalizado porque apunta al déficit en la constitución psíquica; tal vez sea oportuno el término"fracaso psíquico".

Lacan refiere al estadio del E spejo la identificación primaria del niño con su imagen, que será origen de todas las identificaciones posteriores.

Doltó amplía el concepto considerando al espejo como una superficie omnireflexiva, es decir que no solo refleja lo visible sino también lo audible, lo intencional y lo sensible, refleja el ser del sujeto en el Otro.

Una persona privada de uno de sus sentidos, en tanto lo consideremos sujeto del lenguaje, deberá reorganizar la simbolización de los otros sentidos.

He notado que los niños ciegos suelen ser parlantes precoces, pero esto no quiere decir que hablen tempranamente en el sentido simbólico del término, ya que el niño ciego parece sustituir su carencia tomando de su propia voz aquello que invoca del Otro, es decir que al comienzo este parloteo se instala a la manera de una apoyatura para...

Entonces la pregunta sería:

Será que la palabra en el niño ciego ocupará el espacio de la mirada en niños videntes?

Según este desarrollo pareciera ser así; por lo tanto el apego prolongado y simbiótico a través y con esta palabra-objeto conduciría al fracaso psíquico, visto en la práctica clínica como la aparición de conductas psicóticas.

Según Doltó la palabra es el objeto transicional por excelencia ya que cambia constantemente, pero antes de adquirir carácter simbólico las palabras funcionan como fetiches, a causa casi exclusivamente de sus propiedades sonoras, en esta instancia el aspecto relevante de las mismas no es el simbólico como los analistas acostumbramos a ver, sino que adquiere importancia el aspecto rítmico. No son interpretables por su contenido sino por su forma.

Los niños ciegos tienen la tendencia a perpetuarse en esta fase.

Nuestra tarea y la de aquellos abocados al trabajo con estos chicos sería la de ayudar al despegue de esta palabra como fetiche y al surgimiento de los otros sentidos como medios que reflejen la realidad y que ubiquen al niño como ser en el mundo.

Muchas veces este parloteo perdura y se constituye en obstáculo, el niño queda estancado en esta primera apoyatura y atrapado en un como sí (como sí hablara, como sí fuera el Otro).

Es necesario ver nacer al niño, recuerdo que la madre de un chico ciego con esta problemática me dijo... ’tengo que volver a parirlo’.

Suele ser en este momento conflictivo en el que los padres insisten en encontrar soluciones mágicas(y casi siempre muy traumáticas)para la modificación de la falla. Operaciones quirúrgicas fallidas, una tras otra obturan el agujero y dejan cada vez más marcas en un niño no hablado.

Es necesario ser muy precisos con el diagnóstico clínico y no funcionar como obturadores respondiendo al pedido indiscriminado de los padres, sería mejor abocarnos a crear las condiciones para hablar de lo indecible permitiendo que la angustia circule.

Trabajar con los padres y con el niño sustituir á cualquier indicación estereotipada posibilitando un esclarecimiento de la incidencia que la afección orgánica ha tenido en el desarrollo y diferenciándola de fallas vinculares tempranas.

Sería importante en cada caso intentar significar la ceguera, ponerle palabras a la incapacidad visual (válido para cualquier otra discapacidad), ayudándolo a vivir dentro de sus limitaciones, lo cual permitiría abrir nuevos canales de comunicación, despegándolo del fetiche y ayudándolo a despertar como ser deseante que tiene derecho a ser mirado como humano.

Lic. Cristina Marcela Guerra

Bibliografía

La familia y el desarrollo del individuo - Winnicott

Maternidad y sexo - Marie Langer

El vínculo afectivo – cap. XIV y XVI - Bowlby

La imagen inconsciente del cuerpo - F. Doltó

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