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Número 5 - Junio 2002
Cuerpo: Espacio de intercambios
Alicia Fernández-Hernandez - Francisco Vázquez-Urbano

"Nuestro cuerpo es siempre
lenguaje sobre el cuerpo,
el cuerpo no es algo que se
comprueba, sino que se construye".
Michel Bernard

"La historia de nuestro cuerpo
es la historia de nuestra educación.
La historia del cuerpo es
la historia de la educación".
Maud Mannoni

Formamos parte de una sociedad en donde los cuerpos se juegan entre lo público y lo privado, este cuerpo que nos da una existencia y un primer acercamiento con los otros: a un sujeto se le reconoce en un primer momento por su cuerpo, quedando inserto en un tiempo y espacio social.

Por el cuerpo nos reconocemos y conocemos a los otros, es como el límite del ser, mediador entre el adentro y el afuera, entre el sujeto y el mundo, depositario de toda una historia social e individual.

Es un cuerpo sujeto por y en la cultura, sujetado por las instituciones: institución pedagógica, médica, familiar, etc. (cuerpo institucionalizado), eslabón de una cadena generacional: cuerpo con nombre y apellidos.

Cuando el cuerpo queda atravesado por estas instituciones representantes de la cultura, podemos hablar de un sujeto social y cultural que se encuentra diariamente en un intercambio con otros sujetos, estableciendo una serie de relaciones e intercambios que forman parte indispensable de los procesos sociales.

Sin embargo el cuerpo no es únicamente la unión y funcionamiento de órganos biológicos, sino además al cuerpo se le da un sentido, es hablado y nombrado en una suerte de relaciones y sensaciones que permiten al sujeto construir una imagen de su cuerpo. Esta imagen de cuerpo, como menciona Francoise Dolto "es propia de cada uno, está ligada al sujeto y a su historia". (Dolto, 1993, p. 21).

Creemos que el concepto de imagen de cuerpo es fundamental pensarlo para el presente escrito. Esta imagen del cuerpo se va construyendo mediante la comunicación entre sujetos, en las relaciones intersubjetivas, principalmente en la relación libidinal con la madre y el padre.

Así, la imagen del cuerpo se levanta como un puente en la comunicación interhumana. El lenguaje se inscribe en la carne y los huesos, dejando huellas que van estructurando en ese cuerpo a un sujeto y como tal, el lenguaje también inscribe la falta, el vacío, la incompletud y por lo tanto el deseo, la imagen del cuerpo está en el orden del deseo y de las experiencias emocionales.

Dolto nos dice que: "gracias a nuestra imagen del cuerpo portada por y entrecruzada con nuestro esquema corporal, podemos entrar en comunicación con el otro. Todo contacto con el otro sea de comunicación o de evitamiento de comunicación, se asienta en la imagen del cuerpo; porque no es sino en la imagen del cuerpo, soporte del narcisismo, que el tiempo se cruza con el espacio y que el pasado inconsciente resuena en la relación presente…la imagen del cuerpo refiere al sujeto del deseo a su gozar, mediatizado por el lenguaje; es la encarnación simbólica inconsciente del sujeto deseante". (Dolto, 1993, p. 23).

Todo sujeto, niño o adulto va construyendo su imagen del cuerpo, sin embargo, esta imagen puede ser fragmentada, quedando fallida como sucede en los trastornos de tipo autista, donde la imagen del cuerpo es una imagen no integrada.

El niño con estos trastornos vive su cuerpo como un cuerpo despedazado y quizá sin un sentido. En el niño autista aparece una imagen del cuerpo donde el lenguaje no brindó al niño la posibilidad de estructurarse como sujeto deseante, en este sentido es una imagen del cuerpo no atravesada por un deseo propio, hay una imagen del cuerpo que dificulta la comunicación interhumana, determinando la manera de contacto corporal y la relación con los otros.

Así, cabe preguntarse, ¿qué sucede cuando en la cotidianidad el contacto corporal es de un orden diferente al establecido como "normal"? ¿qué vínculos se establecen entre los cuerpos? ¿cómo se puede trabajar con estos?

Estas y otras preguntas aparecen en el trabajo diario con los niños del Proyecto Amancay, específicamente con los niños del Grupo Técnico A (niños con severos trastornos en el desarrollo de tipo autista) pensamos que en este grupo el contacto corporal, atravesado por la palabra, que se establece entre los niños y nosotros, sirve como medio para establecer relaciones que nos permiten trabajar, utilizando así el cuerpo y la palabra como instrumentos de trabajo.

No podemos olvidar que nos paramos frente a un cuerpo vivo y como tal, cuerpo que expresa y establece vínculos.

Nos parece fundamental preguntarnos sobre el cuerpo, porque a partir de nuestras experiencias podemos decir que en este intercambio con los niños, se juega totalmente el cuerpo, junto con la palabra, aunque en ocasiones la palabra parece que se resbala y queda entonces el lenguaje corporal, donde el niño puede explorar los recursos de su propio cuerpo.

En esta relación tan particular que se establece entre nosotros, como acompañantes, y los niños, ponemos el cuerpo con sus sensaciones: desde placer, dolor, excitación, deseo, etc. Así, el cuerpo es capaz de moverse en una danza de tactos, miradas, olores, sonidos y sabores, mostrando un cuerpo abierto al cuerpo de los demás.

En nuestra intervención como acompañantes terapéuticos, trabajamos con el cuerpo en las tres funciones que consideramos principales en esta labor: sostener, contener y crear un vínculo con el niño. Con esto nos surgen varias preguntas: ¿qué posibilita hacer con el cuerpo y la palabra una forma de trabajo? ¿cómo y por qué se da esta relación corporal tan particular entre los niños y nosotros? ¿qué pasa con lo que expresa el cuerpo? Y finalmente, ¿cuáles caminos y posibilidades se presentan con este tipo de trabajo?

En el Grupo A, la forma de relacionarse con el cuerpo nos remite a lo más arcaico, está en el orden de los contactos primarios, remontándonos a ese tipo de relación primordial constitutiva del niño, en donde se ha sostenido y abrazado al niño con el cuerpo, la palabra, la mirada, donde en ocasiones, eso que no se puede decir con palabras verbales, se dice con palabras táctiles.

Recordemos que en trastornos tan severos como el autismo, se presenta una falla muy primaria en la constitución como sujeto y cuerpo totalizado, el primer contacto tendría que ser de un orden muy primario, como es el encuentro cuerpo a cuerpo, sin olvidar que dicho encuentro debe ser mediado por la palabra.

También este encuentro es una forma de conocer la presencia de otro cuerpo diferente, un cuerpo totalizado, capaz de desear y ser amado, como en una especie de reconocimiento de los niños, y estableciendo el contacto con ellos como una forma de llamado, esperando que ellos nos reconozcan.

Sin embargo, creemos que en el trabajo no se trata de regresar al niño a ese primer momento fúndante, no podemos plantear un regreso a los bebés que ya no pueden volver a ser, ni colocarnos en el lugar de la madre o el padre, es un lugar que no nos corresponde.

Si pensamos que en nuestra intervención surge una escucha desde lo corporal, también hay una escucha con el cuerpo con miradas y tacto acompañando al niño y dándole un lugar, respetando su posición de sujeto.

Así, el contacto con los niños y de los niños hacia nosotros es en ocasiones a destiempo, aveces hay un desencuentro, sin un enganche ni de afecto, ni de sentido, entonces, el contacto pareciera vacío.

En los niños, la mayoría de las veces, se da primero la actuación de cuerpo y luego la palabra (si es que la hay), no hay un engarce entre acto, afecto y palabra. Es aquí donde nuestra intervención toma forma, tratando de que se amarren el acto corporal y el afecto mediante la palabra, cargando de afecto el contacto y con un sentido que está en el orden de la comunicación.

Cabe mencionar que en este trabajo, si bien, no ofrendamos el cuerpo, nos parece que sí se expone de alguna manera, ya que están presentes las agresiones físicas, mordidas, rasguños, patadas y todo tipo de golpes, con una carga de violencia muy fuerte, además hay esa impotencia que se siente cuando no obtenemos respuesta y solo hay silencio, algunas veces la sensación de que es invadido totalmente nuestro cuerpo y espacio, junto con las agresiones a las que estamos expuestos provocándonos enojo, coraje, dolor, angustia, miedo y demás sensaciones que nos afectan directamente en el trabajo diario, como se muestra en la siguiente viñeta:

"En el taller de expresión corporal, como sucede casi siempre, L. no quería participar, comenzamos bailando y él no quiso hacerlo, el Acompañante Terapéutico lo invitó, pero recibió como respuesta un fuerte empujón, el acompañante contestó con una pregunta ¿quieres estar sentado un momento y después bailas con nosotros? L. contestó el acompañante insistió, pero solo hubo silencio, así que el acompañante se puso a bailar con A. En seguida llegó el momento del masaje, cada acompañante empezó a dar masaje a un niño y niña. El acompañante de nuevo se acercó a L., se sentó frente a él y busco su mirada, L. no correspondió la mirada y por más que el acompañante quiso hacer contacto visual L. no lo permitió, así que el acompañante tomo sus manos y empezó a darle masaje, L. dirigió su mirada hacia sus manos y las manos del acompañante, para después establecer por fin un contacto visual que duró solo unos segundos, en seguida L. se levantó y empezó a dar vueltas en el salón, los demás niños comenzaron a dispersarse, A. comenzó a angustiarse y rasguñó muy fuerte a L., una acompañante sostuvo a A. para evitar que siguiera lastimando a L., pero A. le mordió fuertemente un seno, ocasionando que sangrara. La acompañante no supo que hacer cuando vio sangre en su blusa, únicamente sostuvo a A., le levantó la cara y le dijo: "¡No tienes derecho a lastimarme, es mi cuerpo y me duele, yo también siento dolor, no se vale lastimar a las otras personas!" A. solo miró unos instantes a la acompañante y le preguntó: "¿Te duele?" la acompañante contestó con los ojos llorosos: "Sí, mucho, o lo vuelvas a hacer."

A. se dio la vuelta ,se acercó a otro acompañante y pegó su cuerpo al cuerpo del acompañante, éste respondió: "Separados, somos dos personas distintas y separados podemos movernos mejor." A. separó su cuerpo y empezó a moverse tratando de bailar; el acompañante le dijo de nuevo: "No lastimes a los demás porque son otras personas y es su cuerpo, duele cuando rasguñas o muerdes, no lo hagas, mejor habla y di lo que sientes, dilo con palabras." A. solo movió la cabeza afirmativamente.>>

Esta viñeta nos muestra como nuestro cuerpo está expuesto y se juega en la intervención mediada por la palabra, esperando que algo suceda con el niño y en la relación que tratamos de establecer con él.

Ahora bien, en nuestra práctica constantemente nos preguntamos ¿qué expresa el cuerpo?, el cuerpo de los niños y el de nosotros.

Pensamos que los niños son capaces de expresar mediante su cuerpo y sus movimientos la imagen que tienen de él. Este cuerpo aparece como un texto capaz de ser leído en esos movimientos, en ocasiones organizados, pero otras veces tan desorganizados que nos muestran la imagen de un cuerpo fragmentado, dividido. Nos muestran también ese recorrido en su propia historia; y a la vez nos expresan afectos, pero que de alguna forma aparecen separados de su cuerpo, afectos extremos de placer-displacer, que no están atravesados por la palabra: el miedo y la angustia se expresan de tal modo que resultan paralizantes. También hay una excitación desbordada que el niño no puede controlar.

Así mismo, el cuerpo es utilizado muchas veces, únicamente para satisfacer una necesidad, y nuestra intervención va dirigida a la palabra que permita pasar de esa necesidad biológica a una demanda, o bien, el sentir que paraliza ponerlo en palabras, en la medida de lo posible, es un trabajo constante, a veces sin respuesta, pero donde poco a poco puede ir surgiendo algo . Por ejemplo:

<<A. de nuevo se rasguñó, había mordido a L. y a un acompañante, entonces otro acompañante la sujetó de las manos y le dijo: "Te tomo de las manos para que no te sigas lastimando, ni lastimes a los demás, porque sangras y eso te duele, mejor sóbate, eso no duele." A. no hizo caso y continuo lastimándose, el acompañante la llevó a la enfermería, durante el camino A. le jaló el cabello a otra niña, el acompañante la sujetó y le dijo: "¿Qué pasa? ¿qué tienes?" A. escondió su cara de nuevo, como lo hace constantemente y no contestó (cabe mencionar que esta situación se repite diariamente), así que el acompañante volvió a preguntarle: "¿Qué pasa?", sólo obtuvo como respuesta un fuerte rasguño, entonces el acompañante, sin soltar a A., para evitar que A. se siguiera rasguñando, esperó unos minutos para que A. se tranquilizara y pudiera escuchar. De nuevo el acompañante volvió a preguntarle "¿Qué tienes?" A., sin levantar la cara contestó: "Tengo miedo." El acompañante la abrazó y le preguntó: "¿De qué?", A. sólo movió la cabeza negativamente, sin poder decir todavía lo que la asustaba.>>

Pensamos que estos pequeños momentos donde el niño o la niña se sienten contenidos y logran poner en palabras lo que sienten, son resultado del constante y largo trabajo en el acompañamiento y uno de los principales objetivos de nuestra intervención.

Por otro lado creemos que al permitir y establecer una relación cuerpo a cuerpo, con un sentir y con palabras, se abre por un lado: la posibilidad de que el niño empiece a apropiarse de su cuerpo y funcionamiento, haciéndolo suyo, cargándolo de sentido, y con una finalidad que permita encontrar en el niño un cuerpo de deseo y no solo un cuerpo de necesidad. También utilizamos nuestro cuerpo para poner límites entre su cuerpo, mi cuerpo y el cuerpo de los demás.

Así se crea un vínculo que permita al niño soportar y reconocer la presencia de otros, mirando al otro y siendo mirado, colocando al vínculo en el orden de lo social, con posibles momentos fugaces de grupalidad: el cuerpo deja de ser una barrera que impide el contacto con los otros y se muestra como el principal medio para relacionarse.

Finalmente en la práctica diaria tratamos de conjugar en nuestra intervención las tres acciones que consideramos principales: sostener contener y vincular.

La función de sostener la colocamos más en el orden de lo corporal, tratando de establecer con el niño una relación cuerpo a cuerpo, sostener y conocer con el cuerpo, como una primer forma de acercamiento, muy primaria, buscando una comunicación.

La función de contener, la situamos en el orden de los afectos, pensamos que por una parte, los afectos están presentes en el niño (miedo, angustia, excitación, etc.), pero el niño los vive de una manera desbordada, sensaciones extremas que lo sobrepasan y que, paradójicamente en la mayoría de las relaciones que establecen los niños, dichos afectos son ignorados, están como si no existieran, aparecen como afectos aplanados, sin que el niño pueda nombrarlos. Aquí nuestra intervención va dirigida a tratar de crear condiciones afectivas que permitan al niño nombrar lo que siente, aunque muchas veces somos nosotros los que nombramos dichos afectos.

Ahora bien, el vínculo se puede establecer cuando se liga el acto y el afecto por medio de la palabra, por un lado las palabras que nosotros dirigimos hacia ellos tratando de dar un sentido a sus acciones y esperando que los niños puedan comunicarnos lo que sienten, ya sea por la palabra o por su cuerpo, y a partir de esto establecer un vínculo con nosotros y con los demás, en este sentido, muchas veces nuestra función es como un puente entre los niños y otras personas.

Estas tres acciones no las podemos llevar a cabo de manera separada sino que se dan de manera conjunta: entramos con cuerpo, afecto y palabra, aunque no siempre es la adecuada para crear el espacio donde el niño se sienta contenido y sostenido.

Así, pretendemos a través de nuestro cuerpo y palabra empezar a construir junto con el niño este espacio, intentamos primero el contacto corporal con emociones, tratando que afecte algo de la cotidianidad del niño, sin llegar a ser tan violento que resulte angustiante para él, y cargando de sentido este contacto por medio de la palabra.

Cuando se logra dar este espacio, hay momentos donde el niño puede rozar los limites que unen el cuerpo, el afecto y la palabra, entonces surge un encuentro, sin embargo, dichos momentos son tan fugaces que se necesita constantemente de toda una red que brinde y tolere la posibilidad de contactos y sentires diferentes, teniendo presente la importancia de que los niños nos permitan ese acercamiento corporal, sin olvidar que el cuerpo nos muestra algo expresa y a partir de esto se abre la posibilidad de nombrarlo y sensibilizarlo.

Para terminar, hay varios puntos a mencionar:

Creemos que en este trabajo la apuesta es que desde la palabra, el niño acceda a un tiempo actual.

Pensamos que el deseo que nos constituye a nosotros como sujetos deseantes es fundamental en nuestra práctica, pero nuestro deseo atraviesa a los niños, más no los constituye.

Lo desgastante de nuestra labor se encuentra quizá en la impotencia que se siente al tratar de jalarlos a lo "normal", con un sentido de cura, tan cuestionable en la practica, olvidando muchas veces que se podría acompañar las posibilidades y potencialidades de los niños, en vez de ignorarlas.

En trastornos tan severos como el autismo infantil, se tendría que reconocer los derechos de un niño con un cuerpo que habla y expresa diferente.

Notas

1 Parte de este trabajo fue presentado en el III Simposium Internacional y III Encuentro Cuba/México de Psicología y Psiquiatría Clínicas psicocimeq 2000 (La Habana). Trabajo presentado en las XIII Jornadas de la Asociación Mexicana para el Estudio del Retardo y la Psicosis Infantil (amerpi - Grupo Teseo).

 

Bibliografía.

- Dolto, F. (1993). La imagen inconsciente del cuerpo. España: Paidos.

- Bernard, M. (1985). El Cuerpo. España: Paidós.

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