Las primeras notas establecidas por el padre de Hans, previas al desencadenamiento de la perturbación que afectó luego a este niño permiten, tal vez, cierta ocasión para sostener la pregunta sobre el estatuto del inconsciente en la clínica con niños desde el juego y en relación a la fobia.
Así, como desde una ventana abierta hacia su vida cotidiana podemos advertir que Hans investiga, distingue entre lo vivo y lo inanimado, compara entre lo grande y lo pequeño, merodea por la atribución del falo, pero en lo esencial de sus rodeos lo vemos mirar hipnotizado hacia el cuerpo de su madre, atrapado en la creencia de su completud.
Algún tiempo después, el agua sanguinolienta del parto de su hermana se hace signo de su vacilación en la creencia al concluir que "de su hace-pipí no sale sangre" 1, estableciendo cierta comparación que como tal comienza a cuestionar la identidad entre su madre y él "ya que se ha afianzado en él la primera desconfianza hacia la cigüeña" 2.
En aquellos meses próximos al acontecimiento recién situado el niño sueña que está en Gmunden pero incluso al volver del veraneo, en la casa de Viena, fantasea con Berta, Olga y Fritzl, los amiguitos de Gmunden como si estuvieran presentes. Por entonces, y en un oscuro cuarto destinado a guardar la leña de la casa el niño concibe un juego muy particular: juega al inodoro simulando hacer pis en la leñera a la que nombra como su baño.
El juego del inodoro y el fantaseo recién mencionado nos indican que la oscilación entre creer y no creer constituye la cuña en la que anida la ilusión, el como sí del que depende el juego, el que hace diferencia con la hipnosis que lo impide. Con su fantaseo el niño inventa a los otros que en Viena no están; con el juego del inodoro, figura un inodoro en la leñera, o sea, establece el como sí sin el cual no hay juego.
En ambas ocasiones Hans inventa, extiende, complejiza el espacio, el de Viena hasta Gmunden, el del baño hasta la leñera. Cuerpo y espacio comienzan a estar afectados por la ilusión, en el sentido en que ésta indica el comienzo del clivaje entre placer y goce. De este modo despunta lo que llamaríamos, sin duda, un verdadero juego puesto que con él Hans se las arregla para cuestionar la presencia, diplopía de la madre en presencia del niño y del niño en presencia de la madre.
Sólo que el intento de Hans, válido, valioso como el de todo niño que se apoya en el juego, resulta, no obstante, insuficiente.
Es que al retornar a Gmunden, en medio de sus juegos de verano, el niño reclama dormir con Marield, una de sus amiguitas preferidas, pero su madre replica y lo retiene una vez más: el goce del Otro obstaculiza el paso lúdico hacia el pequeño otro y cierra el espacio que Hans había comenzado a abrir. Así, en el sueño de las prendas, elocuente porque manifiesta la dificultad recién indicada, Hans expresa " ¿Quién quiere venir conmigo?. Alguien dice Yo. Entonces ella tiene que ponerlo a hacer pipí"3 y con ello establece testimonio del reclamo: que haya otros y no sólo el Otro para que miren su "hace-pipí".
Sin embargo, la textura de su lenguaje permite avanzar algo más en cuanto a la problemática de la presencia ya que el sueño se nos muestra como una plataforma desde la que se advierte el antes y el después de la fobia, o sea indica que el destino de la presencia será diferente si se inscribe por medio del artificio lúdico ó como efecto de la solución fóbica.
Por eso, es posible afirmar que hasta allí el juego no alcanzó para cuestionar la presencia, y que ésta en lugar de articularse a la ausencia se enquistó como una obsesión de presencia, la que corresponde al objeto fobígeno.
En principio, baso mi hipótesis en que Freud señala que este sueño pertenece al tipo auditivo, al que le falta todo elemento visual. En este mismo sentido propondría que este sueño auditivo, constituído "por palabras que provienen de dichos de la vigilia" 4, muestra que esos dichos perduran sin transformación al modo de una presencia sin ausencia neta en lo Simbólico.
Pero en lo esencial el sueño, con sus jirones de dichos sin imágenes, expone el déficit de la figurabilidad, no sólo la del sueño sino la lúdica, déficit que al mismo tiempo anuncia la solución fóbica que llegaría pocos meses después.
Por el recurso de figurabilidad, Darstellung, el juego se eleva en una zona de ilusión, imprescindible para que un niño obtenga sus disfraces en comunidad. Dicho de otro modo: la figurabilidad escribe la civilización.
Darstellung contiene Da , que implica el sentido que corresponde al lugar que es un acá ó ahí cercano pero que también concierne a una temporalidad primera.
Esto quiere decir que con el juego un niño escribe, hace cifra, porque transcribe lo real en signos de percepción que disponen de sincronía pero también de simultaneidad, como sucesión temporal en el presente que utiliza la trasposición de imágenes.
Entonces, mediante el recurso de Darstellung el juego expone, muestra ó presenta en sincronía y en simultaneidad la posición de un niño y cuando la escritura que la Darstellung permite oscila hacia la Vorstellung es que algo se significa en tanto hace cuadro o escena bajo una mayor complejidad simbólica. De este modo el juego hace cifra, establece los signos de percepción que constituyen el fondo del lecho inconsciente, el que para "ser estructurado como un lenguaje necesita de la represión primaria" 5.
En el caso del pequeño Hans no sería accesorio recordar que poco después del sueño de las prendas estalla el malestar, y a partir de allí la fobia constituye el parapeto donde el juego quedó interrumpido, estrangulado por la presencia del Otro real.
Para concluir diría que el juego se enlaza finamente al estatuto del inconsciente en la clínica con niños y nos muestra al inconsciente espejeando y próximo, lejos de articularse como cadena de saber. Por eso y desde este ángulo el juego es un artificio que con su hacer produce contrainvestidura. Es el viaje del Otro hacia el otro en el que sedimenta la represión primaria.
O sea, el juego de un niño indica que el espacio de ilusión que promueve, figuración mediante, no se produce sin una presión efectiva de la represión primaria contra el Otro real, separación que implica la escritura de una investidura de lenguaje que trama el borde del irreductible agujero de lo Simbólico al mismo tiempo que instituye el radical aislamiento del objeto a, pérdida de goce, esencia de lo lúdico.
Cristina Marrone
13 de octubre de 2001
Notas
1 Sigmund Freud: ob. cit., pág. 11
2 Sigmund Freud: ob. cit., pág. 11
3 Sigmund Freud: ob. cit., pág. 19
4 Sigmund Freud: "La interpretación de los sueños", pág. 463. Tomo V. Amorrortu Editores.
5 Jacques Lacan: "El objeto del psicoanálisis". Clase 1-12-65.