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Número 8 - Septiembre 2005
La neoadolescencia
Eduardo Angarita R.

En una sesión un paciente de catorce años me dice lo siguiente: quiero un estado de paz, de tranquilidad... a mí la cuestión de Dios, no. Eso de que Cristo nació por obra del espíritu santo, que el hombre está hecho de tierra... mientras que la ciencia sí habla de una evolución. Dios es una figura omnipotente, que uno no la ve. Si no la veo, cómo voy a creer en eso. Dios no hace nada por uno. Que Jesús es el Mesías... que es esa pendejada. Por eso estoy en un camino de búsqueda. Yo quiero que haya un estado que maneje este país correctamente. No quiero destruir.

Este es un discurso que cada vez está siendo más familiar en nuestra consulta, y que nos lleva a pensar de qué adolece el adolescente de este siglo XXI. La practica analítica muestra que nos encontramos con una nueva forma de adolescencia, muy arcaica en su estructura, y que se expresa a través de un drama genitalizado de una gran complejidad sumado a un estado de megalomanía.

Para entender este cuadro clínico, primero abordaremos esa nueva genitalidad del adolescente con el estudio de las ideas de Joyce McDougal (1982) sobre neosexualidad y luego el tema de la megalomanía a partir de los aportes de Denise Lachaud (1998). Estas dos entidades se ilustrarán con algunas viñetas clínicas de pacientes que han estado y están en análisis conmigo.

 

De la neosexualidad

El drama neosexual se presenta como una nueva solución al conflicto sexual, e implica tratar con un doble problema: los relacionados con el conflicto edípico, al igual que con los pertenecientes al campo de la sexualidad primaria: las primeras concepciones infantiles del mundo sensual, con sus correspondientes estimulaciones y frustraciones internas y externas arcaicas.

Estos dos problemas son ampliamente negados por el neoadolescente para mantener la homeostasis libidinal y la homeostasis narcisista que, sin embargo, conlleva una carga alta de ansiedad que es vivida como una fuerza compulsiva incontrolable. Esta angustia en la estructura neosexual está asociada a un polo neurótico y a un polo psicótico.

Estos pacientes llegan a tener la impresión de que no escogen ni controlan sus manifestaciones sexuales. Creen haber descubierto el verdadero secreto del placer sexual, situación en la cual dictan sus propias reglas y asignan el papel de su pareja. Cualquier incumplimiento de estas reglas o el menor cambio en la respuesta de la pareja puede ocasionar una ansiedad intolerable.

El drama que se fantasea tiene que ver con la castración, asociada a un castigo materno o paterno de tipo fálico. Es una castración de tipo narcisista o pregenital, o es experimentada como una amenaza para el cuerpo en su totalidad o la vida misma. Este drama es negado, como ya hemos dicho, a través de actos sustitutivos de la castración cuyo objetivo es el dominar la angustia de castración. Es la negación de los deseos dirigidos contra los objetos parentales, los cuales fueron fragmentados y dañados en el mundo interno. Por tanto, la meta castradora es llevada a cabo como un juego o es cuidadosamente disimulada bajo la necesidad de reparar al otro, lo que le permite al individuo sentir que es incapaz de hacer daño.

Estas nuevas teorías sexuales, que normalmente salen a la luz durante la adolescencia, sirven para enfrentar y manejar los conflictos propios de esa edad al igual que las contradicciones. Aquí juega un papel muy importante el diálogo parental relativo a la sexualidad, junto con el modelo de pareja sexual que los padres le muestren a su hijo. El neoadolescente trata de dar sentido a lo que ha oído y entendido en las conversaciones familiares sobre el sexo. Necesita comprender, especialmente, las comunicaciones incoherentes relativas al cuerpo y a los genitales del sexo propio y del sexo opuesto.

Entonces, inventan una teoría que, inicialmente, surge del hecho de que lo que el niño oía se oponía a lo que la sociedad y los demás niños parecían creer. Por eso hay que pensar que las actitudes parentales traumáticas de la infancia pueden estar relacionadas con sentimientos abrumadores de dolor narcisista asociados a la angustia de castración, y que el desarrollo de esta teoría infantil va a configurar la futura sexualidad adolescente o adulta.

Así fue la historia traumática de otro paciente que buscó ayuda porque no podía cumplir con sus obligaciones académicas. No fue un hijo deseado, presentó enuresis hasta los seis años. Durante varios años el padre se tuvo que ausentar del país, tiempo que coincidió con el periodo de latencia y adolescencia del hijo, que se caracterizó por una marcada bulimia que trajo como consecuencia una gran obesidad. Cuando el padre se ausento le dijo a su hijo, único varón y con ocho años de edad para ese entonces, que ahora él tenía que ser su reemplazo y le encomendó el cuidado de la madre. Mi paciente tuvo que prometerle al padre que nunca iba a permitir acercar a un hombre al lado de su mamá. Esto lo convirtió en un ser celoso, violento, con ideas obsesivas muy intensas y con una gran dificultad para tener una relación de pareja estable.

El neoadolescente puede recordar o interpretar, por ejemplo, una hostilidad marcada de la madre hacia el papel de la pareja parental en la vida sexual, a la sexualidad masculina en general y a la diferencia entre los sexos. Esto lleva a que exista en estos sujetos el riesgo de una confusión en su identidad sexual, así como del lugar que ocupan en la familia. Es cuando necesitan, casi que de manera imperiosa, inventar una teoría a fin de conseguir que su papel y su lugar sean coherentes.

Así pues, el neoadolescente puede sentir que se ha convertido en el prisionero de los temores y deseos inconscientes de los padres. De esta manera el niño puede llegar a creer que es el objeto sexual privilegiado de la madre y que su destino es satisfacer los deseos de ésta. O el niño y la niña creer que se les apoya en su deseo envidioso de castrar al padre y tomar posesión mágica de su pene. La pérdida de estas ilusiones conlleva la construcción de un mito neosexual con su correspondiente drama.

La creación de esta mitología privada, donde los objetos y las metas desviados del deseo sexual se encuentran en el mundo interno, extraídos de las primeras fijaciones y ayudados por las informaciones desviadas parentales, se va a caracterizar por un total repudio al mito edípico y, más específicamente, a su status universal. Este mito, entonces, es reservado para un uso exclusivo, con el establecimiento de unas leyes propias y únicas.

En cuanto a la pareja sexual, el neoadolescente no sólo la busca como imagen idealizada, sino también para que personifique los elementos que el sujeto no quiere tener. Es un intento de solución en el mundo externo que le permita invertir un conflicto intrapsíquico. De esta manera, y si la pareja participa y disfruta de ese requerimiento, el individuo encuentra una solución mágica que le permita tener las pruebas de que la tensión intrapsíquica no tiene por qué existir, la castración no es dañina, la diferencia sexual entre los sexos no es la fuente del deseo sexual y la verdadera escena primaria es la representada en este drama neosexual. Esta situación trae como consecuencia una búsqueda compulsiva de parejas y que la escenificación de este drama sea una urgente necesidad.

Una paciente que asistió a análisis por un cuadro de anorexia presentaba el siguiente drama: fue producto del primer embarazo de la madre, no deseado, con ausencia del padre. El parto fue en presentación podálica con luxación de cadera. La lactancia sólo fue por un mes porque "se secaron" los senos. Fue criada por una tía materna. La madre no pudo volver a tener hijos a pesar de múltiples intentos. El análisis llevó varios años centrado en lo corporal, donde era muy claro que el cuerpo del otro era el de ella. Por ejemplo, ejercía un control muy estricto sobre el cuerpo de los padres a través de los alimentos que les preparaba y les daba. Deseaba ser un hombre porque para ella ser un hombre era no tener menstruación y tener poco deseo por el hombre. Llegó a creer que los padres la inventaron como si fuera una niña perfecta; esto le hizo pensar que su enfermedad se había convertido en un desahogo para los padres. Con el tiempo pudimos entender que a través de la anorexia quería evitar que los padres envejecieran juntos. Al respecto dijo lo siguiente: si no es así, deseo morir primero o los tres al mismo tiempo.

La búsqueda compulsiva de parejas le asigna a la sexualidad una connotación adictiva. El papel del otro consiste en solamente facilitar la negación y dispersión no sólo de los conflictos edípicos y la angustia de castración, al igual que la escenificación de una fantasías más primarias: las fantasías de haber atacado y destruido los objetos internos. Este ataque y destrucción se busca reparar a partir de una reparación ilusoria de los objetos originales y de la expresión de una sexualidad arcaica en la que partes y sustancias corporales se intercambian como objetos reparadores. Este tipo de reparación también adquiere la cualidad de una urgente necesidad porque de lo contrario la persona se va a sentir arrollada por la sensación de ser peligrosa y estar internamente muerta.

Este drama neosexual también conlleva otro tipo de exigencia para el individúo. Ante el peligro constante que representan los instintos sádicos y destructores, el sujeto los puede buscar contrarrestar cayendo en un estado de parálisis o muerte interna. Así se experimenta una sensación de vacío, que puede llegar a ser más aterradora que la misma angustia de castración y el temor de desintegración.

Cuando el sujeto busca ejecutar la trama neosexual es posible que se quede totalmente solo porque nadie quiera representar las demandas exigidas o que, por razones megalómanas, desee interpretar todos los papeles, con lo cual cree protegerse de los peligros de la dependencia. Otros pueden experimentar un temor mortal al intercambio erótico porque traiga como consecuencia la muerte o la pérdida de la identidad del Yo.

La imagen parental que tienen los neoadolescentes es generalmente la de una madre adorante y adorada, muy idealizada, a menudo descrita como cómplice en la exclusión del padre de su relación con su hijo y, a veces, como fomentadora de la desviación sexual del hijo durante el periodo de latencia y la adolescencia. El padre es percibido como una persona débil, totalmente ausente, dominado por la madre o poseedor de unos rasgos de carácter que le hacen parecer indigno o despreciable. No obstante el análisis muestra que las imagos están totalmente escindidas. Tras la madre idealizada existe una mujer castradora y castrada y un padre sumamente idealizado e imposible de castrar.

Esta imagen parental está asociada a una nueva escena primaria. Esta escena primaria no sólo se explica por las frustraciones edípicas y la necesidad de proteger la investidura libidinal y narcisista del mundo objetal interno, sino como una manera de evitar la bisexualidad en la identificación sexual. No existe, por tanto, una identificación completa con uno u otro sexo y más bien se ha desarrollado una identificación artificial que se parece más a una caricatura que a una identidad sexual.

Cuando se investigan los orígenes de estas construcciones neosexuales es importante tener en cuenta que en los comienzos de la vida del bebé la psique, de un modo alucinatorio, trata a los objetos de necesidad y de placer como si fueran engendrados por él mismo. Esta megalomanía primaria da paso a una búsqueda urgente de un "afuera" responsable de la producción de vivencias satisfactorias y gratificantes. Esto lleva a que se tome posesión de las fuentes de placer y se evite a toda costa el displacer. En adelante la psique actuará bajo el dominio del proceso primario de pensamiento, y las fuentes de placer y de dolor ya no estarán engendradas por el sujeto sino por el Otro. Esta creencia en el poder mágico del Otro está asociada a un estado de megalomanía expresado como un goce de poder.

 

De la megalomanía

En el contexto en que estamos hablando, la megalomanía debe ser enfocada como una perturbación que afecta la percepción del mundo. Es la expansión delirante del yo, donde el individuo siempre desea tener más que, ser más que el otro. Es la expresión suprema del poder del goce como fenómeno reactivo empleado como defensa contra las percepciones desagradables.

Otro paciente un día llegó y dijo que se sentía como un extraterrestre y que por eso no lo podían comprender. Para él su situación emocional era de otra dimensión y si yo llegaba a entenderlo lo veía como un ataque a su omnipotencia. El análisis demostró que ser un extraterrestre fue la manera que él encontró para no ser como el padre y la única posibilidad que tuvo para salir del dominio de la madre.

Se dice que hoy en día nuestra sociedad favorece de manera decisiva este cuadro clínico, como resultado del cuestionamiento de la función del padre y a que las familias monoparentales son más frecuentes, con la idea de que un solo progenitor, padre o madre, puede ocupar los dos lugares ante el hijo. Esto es ya de por sí un rasgo megalomaníaco.

El origen de la megalomanía debe situarse, desde un punto de vista metapsicológico, en un nivel infantil muy precoz, asociado a unos mecanismos psíquicos primitivos. Inicialmente el bebé vive en un estado de omnipotencia incondicional hasta que es perturbado por la pérdida del seno materno. Cuando él creía que era el seno, ahora tiene que enfrentarse a esta primera herida narcisista.

La intolerancia a esta frustración puede llevar a que el deseo no tenga limites y a un goce infinito, a pesar que nunca se experimente la satisfacción total. Así se engendra, sin embargo, la ilusión de un goce total posible y que la sexualidad no acepte cualquier satisfacción. Esta es la esencia de este sujeto que tenemos que tratar.

El rasgo megalómano también se puede manifestar a través de un funcionamiento tiránico para cubrir o enmascarar una falla, una falta, que le permita al individuo mantener un estado narcisista libre de fisuras y así dominar su angustia. Hay una exigencia de perfección incesante a sí mismo y al otro. La verdad se aborrece, se evita, con el privilegio que se le da al goce.

Este privilegio que se le da al goce explica claramente que no se favorezca la asimilación de las pérdidas. El fin único es no sufrir ninguna herida, permanecer en un estado atemporal, infinito, en un mundo en el que nada pasa. Salir de este mundo implica relacionarse con otros, tener límites, experimentar el principio y el fin de las cosas, ver las diferencias. Es el rechazo a someterse al principio de realidad y a la vivencia de la castración o, en otras palabras, de la perdida.

Aquí la castración adquiere un significado más profundo: significa que ningún objeto logra proveer la satisfacción completa, y su rechazo es también el rechazo al amor del padre porque, para ser amado por el padre, es necesario aceptar ocupar el lugar de una mujer. La percepción de la castración se busca negar, aunque más exacto sería decir que no existe, con la no renuncia al primer objeto bueno, el pecho materno. También hay un rechazo a abandonar la omnipotencia narcisista que va a permitir la no-diferenciación de los sexos y generaciones, como la negación de la existencia de un origen.

En la clínica es posible observar que el paciente con rasgos megalómanos está aferrado a su primera infancia, a los personajes de su infancia. Siempre tratará de colocarse en un primer plano, de anteponer su narcisismo. El sujeto, cuyo narcisismo está fuertemente sexualizado, buscará "relacionarse" con un objeto que siempre será visto como el mundo omnipotente, la madre primera. Esta sexualización del narcisismo llega a ser la causa de la pérdida de los valores de las acciones psíquicas.

El megalómano parece estar necesitado de afecto. Necesita constantemente del otro que se constituye en un espejo de su imagen. El contacto con el otro puede caracterizarse por una actitud cínica, arrogante y de desprecio. Sólo importa gozar de él con absoluta impunidad.

Dentro de ese goce absoluto se destruye todo lo que no permita que quede el camino libre a la satisfacción del deseo. El problema, como hemos visto, es que el deseo nunca puede ser satisfecho, es el sin límite, a no ser que el sujeto represente un deseo que él imaginaría satisfecho. Aquí es cuando estamos a un paso del totalitarismo y del fanatismo.

El totalitarismo consiste en hacer uso de lo que no se posee. Es la creencia delirante en la ausencia de la castración, fundamentalmente de la función paterna, que hoy en día se expresa de manera velada a través del discurso anárquico del neoadolescente que no admite equívocos, alteridades, diferencias. Es un sistema incestuoso que se identifica a través del goce de la madre todo poderosa.

El neoadolescente siente que es el falo, que lo tiene. Así no tiene la experiencia de los sentimientos asociados a la perdida y desprecia a la mujer que cree está castrada porque necesita de una mujer fálica que es la que tiene aquello que él necesita para vivir. El padre, que como habíamos dicho al hablar de la neosexualidad, es cómplice de la erotización del hijo por la madre, se ausenta y el hijo queda a merced de la madre para su satisfacción.

Un paciente soñó que compraba un arma en compañía de la mamá y de la abuela. En otra parte del sueño el arma del padre no aparece, no se sabe si está escondida o perdida. El día del sueño el paciente había escuchado una conversación de los padres acerca de un revólver que tampoco aparecía. Las asociaciones del paciente tuvieron que ver con el dominio que la madre tiene sobre él y de cómo no tiene el control sobre nada. Siente que está en una cárcel de la que no puede escapar. Inicialmente entendemos que la compra del arma sería una forma de adquirir poder sobre el padre y la madre. Más adelante dice lo siguiente, después de hablar sobre la dependencia que siente hacia la mamá: sólo soy dueño de la destructividad, de nada más. Me siento como un mueble en la casa. Me gustaría eliminarlos (a los padres)... si así es el amor, yo prefiero que se destruya. Siempre he visto que los homosexuales se la pasan con mi mamá. Yo siento que el hombre de la casa es mi mamá. No sé cómo no termine como homosexual. Mis padres tienen fuerza cada uno en su mundo, pero el de mi mamá es más fuerte, más grande. Mi papá es pasivo, psico - rígido, alejado. No me gustaría terminar como él.

Esta situación en el análisis muestra cómo se estableció la feminización del paciente al convertirse en la mujer fálica y cómo la ausencia del padre, al no ser el modulador en la relación madre -hijo, no permitió que se fije el deseo del sujeto, unido a que la madre no sabe orientar su deseo frente a su hijo. De esta manera éste se convierte rápidamente en un ser todo poderoso, en un falo que satisfará el deseo de la madre. La consigna ahora es que el padre no impida el goce, y si llega a impedirlo será una razón suficiente para que se instaure la violencia y predomine el odio sobre el amor. Esta es, en mi opinión, otra expresión de la anarquía neoadolescencial: el padre no puede estar presente o, mejor aún, no puede existir.

Esta forma de anarquía, que implica una constante desvalorización del padre, permite la búsqueda permanente de otros tipos de goce como la toxicomanía y la violencia en cualquier tipo de expresión, entre otros. Al identificarse el niño con este falo materno, se establece en él una organización perversa manifestada en la negación de la castración de la madre. Es el polo psicótico presente expresado en la perversión materna: el hijo se convierte en un objeto, no es sujeto; es un objeto de goce. Por lo tanto al niño no le queda otra alternativa que fundirse con la madre, que se ha convertido en su único objeto de identificación. Esta confusión trae como consecuencia la feminización. Es por eso que se dice que la megalomanía sólo se conjuga en femenino: el sujeto deviene mujer, una mujer fálica.

¿Y el padre?. Lo anterior nos lleva a pensar en la importancia del papel de la figura paterna en todo este sistema incestuoso. Es que el destino del hijo va a estar regido en lo social por el lazo con el padre y con su función. Es propio del padre y de su función articular el deseo del hijo con la autoridad para que éste no se oponga a ella. Además el padre es el que se opone a la madre devoradora, el que tiene que desilusionar a su hijo de que es el objeto maravilloso y único de satisfacción de la madre.

Cuando el padre está ausente o es permisivo de ese sistema incestuoso, no pude transmitirle al hijo un proyecto, un futuro, una esperanza, y éste, entonces, tiene que buscar un padre fuera de la familia. Esto impone encontrar una imagen de poder, de omnipotencia, que le proporcione solidez y seguridad. Un Hitler es un buen ejemplo en este caso, y en nuestra actualidad lo es la búsqueda de grupos específicos como los autodenominados punkeros, metaleros, raperos y hasta las mismas barras bravas del fútbol. Así se abre un espacio para los sujetos faltos de padre y dominados por la madre, pero ávidos de poder, de goce. Como Edipo que es el prototipo del sujeto con rasgos megalómanos que termina asesinando al padre llevado por su curiosidad, arrogancia y estupidez.

 

Consideraciones finales

La neoadolescencia plantea básicamente la creación de una teoría delirante de la sexualidad humana y los orígenes del deseo sexual, dentro de una estructura megalómana sustentada en un narcisismo frágil y una renegación de la realidad para contrarrestar la realidad que se percibe como agresiva u orientada perversamente.

El proceso psicoanalítico en estos neoadolescentes debe ir dirigido al análisis de los objetos internos y el conflicto entre ellos en lo que tiene que ver con no enfrentar el conflicto edípico, la castración simulada, el rehusar dar un significado simbólico a las diferencias entre los sexos y las generaciones, el rechazo al falo como símbolo del deseo para ambos sexos y la negación de la escena primaria. Es, en últimas, el análisis de las fantasías inconscientes asociadas y lograr entender cuál es el mito privado del paciente.

El análisis de la fantasía inconsciente se vuelve vital en el caso de la castración simulada. Todos sabemos como la fantasía de estar castrado, relacionada a una representación inconsciente de la feminidad, es bastante común en el análisis de pacientes de ambos sexos. La situación importante a tener en cuenta es que en la trama neosexual esta fantasía se utiliza para esconder otra fantasía más peligrosa: la de tener un pene destructor o potencialmente venenoso. Esto lleva a que el individuo busque en el mundo externo un pene bueno compensatorio o un "pene fetiche", que pueda añadir al suyo propio a fin de transformarlo en un pene capaz de realizar el acto sexual y, más específicamente, el acto de relacionarse en todo sentido.

Este es el caso de una paciente que tenía un hermano gemelo de sexo masculino. La madre siempre tuvo con ella una comunicación basada en la contradicción y en la ambigüedad. El padre era muy celoso y no toleraba ninguna muestra de feminidad en su hija. Se llegó al punto de vestirla igual que su hermano, a pesar que buscó rebelarse a esa situación cuando a los cuatro años le confeso al padre que quería tener un hijo y cuando a los ocho años le dijo a la madre que no se consideraba una niña normal. El desarrollo de su análisis fue mostrando que existía un conflicto muy grande entre su mente y su cuerpo: a la mente no le gustaba el cuerpo que le toco. A partir de la exploración de esta situación se logró entender el por qué ella buscaba relacionarse con hombres que tenían un comportamiento sádico. El relacionarse con este tipo de hombres era para convertirlos en "aliados" de su mente y de su padre para destruir su cuerpo femenino.

Cuando el sujeto se siente perseguido internamente por albergar este pene peligroso, no es raro que busque de manera compulsiva el fellatio, que se vuelva exclusivo el coito anal o se aplique enemas dolorosos. Estos actos tienen como fin, en la fantasía inconsciente, expulsar ese pene peligroso para lograr así la tranquilidad mental.

El análisis debe igualmente tener en cuenta la información que el paciente tiene de la identidad sexual y las relaciones sexuales, e ir más allá intentando reconstruir las más tempranas comunicaciones corporales entre la madre y el bebé. Esto es muy importante a tener en cuenta más si partimos de la idea de que la primera diferencia que el bebé experimenta no es la diferencia entre los sexos, sino entre dos entidades corporales. De ahí que las primeras ansiedades puedan implicar un daño corporal total.

Esta experiencia erógena entre la madre y el bebé se empieza a constituir a partir de las huellas que se van formando del sonido de la voz de la madre, el modo de amamantarle, mecerle, acariciarle, de cuidarle. Con este primer intercambio sensual entre dos cuerpos, las reacciones inconscientes de la madre ante el despertar sensual ya han sido transmitidas y el bebé está empezando a formarse una identidad sexual.

Esta identidad sexual se da en relación directa con el cuerpo de la madre como origen de las representac iones erógenas y las funciones corporales. La experiencia y la observación clínica confirma que el neoadolescente crea una nueva sexualidad que le sirve de barrera protectora contra una imagen corporal dañada y contra la pérdida de la representación del cuerpo y de la sensación de cohesión del Yo.

Desde el punto de vista de la megalomanía el análisis debe enfocarse primero en entender cuál es la problemática narcisista del paciente. Es lo que tiene que ver con el manejo que el individuo le ha dado a sus heridas narcisistas que le han impedido una elaboración adecuada de sus pérdidas. Esta dificultad en la elaboración de las perdidas, cimentada bajo una gran intolerancia a la frustración, explica la búsqueda de un goce infinito, la necesidad de que no existan límites y que no se logre alcanzar la posición depresiva.

De igual manera el abordaje de la megalomanía debe diferenciar qué vertiente es la predominante, sí la vertiente tiránica o la relacionada con el hedonismo.

Por último, recordemos que estamos en la era y en la cultura de la expresión de la personalidad y de la autenticidad. La dependencia preedípica es cada vez más fuerte, subordinada a un superyó arcaico materno cada vez más feroz y caprichoso, con un padre que no sólo ha abandonado su función sino que además es permisivo.

Por eso estos neoadolescentes se encuentran enfrentados a una situación muy compleja y difícil: ¿cómo dominar a la madre o cómo estar sin ella?. ¿Cómo evitar, en la búsqueda del placer, enfrentarse con la madre seductora?. Mientras tanto, ¿ papá dónde está?.

 

Resumen

El autor con este trabajo propone estudiar la adolescencia del siglo XXI desde dos perspectivas. Una asociada a una nueva forma de sexualidad caracterizada por la necesidad de evitar el conflicto edípico, la perdida de significado a la diferencia de los sexos, la presencia de una castración simulada y la creación de una nueva escena primaria.

La otra perspectiva está relacionada con la presencia de una estructura megalómana, determinada por la presencia de heridas narcisistas muy tempranas que traen como consecuencia un gran deseo de goce de poder.

Bogotá, Agosto 4 de 2005.

Referencias

LACHAUD, D. (1998). De la megalomanía. El goce del poder. Buenos Aires : Nueva Visión, 2001.

MCDOUGAL, J. (1982). Las neosexualidades. En Teatros de la mente. Madrid : Julian Yebenes, 1994.

COMENTARIO A NEOADOLESCENCIA
EDUARDO ANGARITA

COMENTA NANCY DE LA HOZ

El autor plantea como frecuente en la práctica clínica con adolescentes la presentación de un drama genitalizado que enmarca en el concepto de una nueva adolescencia (adolescencia del siglo XXI) en la cual los conceptos de neosexualidad y megalomanía brindan una comprensión profunda a la problemática pregenital y edípica. Los puntos de anclaje son las ideas de Joyce McDougal sobre Neosexualidad y Denise Lachaud sobre megalomanía.

La adolescencia es un período en el cual aún no se ha consolidado el desarrollo esperable en el individuo y por ello puede ser visto como un momento en el que se adolece o se carece, pero al mismo tiempo se es un ser integrado completo y funcional. Tras esta dialéctica subyace una necesidad de ajuste, de adaptación a las nuevas demandas, pulsionales y narcisisticas, siendo la sujeción o integración de la genitalidad infantil la integración de la identidad y sublimación, una salida exitosa. Los cambios en este caso serían tolerados y aprovechados, estructurándose el yo en un nivel distinto "superior", esto dependería de la posibilidad de asumirlos sobreviviendo a la "catástrofe" y tal vez en otros términos, invistiendo de libido los objetos y quehaceres nuevos, logrando desprenderse de lo infantil, es decir, realizando el trabajo de duelo, que clásicamente se reconoce tras los cambios del cuerpo de los roles y de los padres de la infancia.

Si la llamada crisis adolescencial se presenta, reeditando predominantemente ansiedades confusionales, de desestructuración, de duelos patológicos, y la sexualidad-emocionalidad no muestra vitalidad, el objeto no es privilegiado pero sí el goce, es muy posible que estemos frente a un Neoadolescente, que requiera a su madre de vuelta, y la trae en el drama inventado para eso, trae a la madre que se relacionó con él de forma escindida, la madre de las fantasías sexuales infantiles. Tal vez en este intento logre investir eróticamente el cuerpo, encontrar el objeto total y sentirse vivo.

Es entonces cuando la gratificación proveniente de la descarga sexual se da como una forma de encubrir estados de angustia. Es el neoadolescente tal como el autor lo plantea quien porta un cuerpo dañado, mutilado, un yo sin cohesión, trasmitido por la falla en la relación madre-bebé, no se puede reconocer, sentir, pensar, representar, comunicar un cuerpo provisto de erotismo, integrado y aceptado. La comunicación ha sido incoherente, ha habido desencuentro, no ha habido aceptación del sexo, los genitales, y primeras actitudes auto – eróticas del bebé.

Es seguro que con anterioridad al período edípico el niño ha inventado excitaciones para lidiar con este tipo de ansiedades, se describen muchos tipos de síntomas de una amplia gama de autoerotismo, enuresis, retención o juegos fecales, balanceos, mutilaciones o auto agresiones, pero muy seguramente no se mencionará la excitación correspondiente a la manipulación de los genitales.

Las fantasías pregenitales de devorar y ser devorado, desintegrado, aniquilado de ser poseído y poseer de forma total, fantasías de incorporación anal, de tomar el lugar de uno de los padres junto al otro, de llevar un bebé en su interior, de poseer sexualmente a los padres en un trasfondo pregenital, de sentimientos extremos de amor, odio, envidia, e insuficiente diferenciación entre la corriente erótica y agresiva, posibilita que los elementos edípicos básicamente la castración se condensen a éstas, dando como resultado, tal como lo describe claramente el autor, una fantasía de castración pregenital, experimentada como una amenaza de aniquilación total.

La escena primaria y la diferencia anatómica del período edípico estarían también impregnadas de peligros, de forma que las relaciones eróticas serían sentidas como peligrosas o serían materialmente imposibles, esto marcaría sintomatología y modos de relación de tipo narcisístico, que creo, serían de importancia al intentar un diagnóstico o en el caso de una aproximación de intervención desde ámbitos distintos al psicoanálisis me refiero específicamente a los menores infractores en donde serían útiles recomendaciones a educadores y terapeutas.

El intento de solución, requiere de la invención de un escenario, un libreto y una puesta en escena que provea sentido, es tal vez este el momento en que esa invención personal es tenida como única y superior dado que posibilita el goce y que siente como superior a cualquier otra experiencia de cualquier otro, dando un sentido de libertad inmenso, que sin embargo lo ata. Esto, creo, no es tenido en cuenta en el momento de la creación.

Hay dos cosas que creo derivan directamente de este intento de solución, una, si el sentido de responsabilidad tiene lugar, la consideración por el otro se da y se accede a una relación no anónima, lo cual nos pondría en un tipo de relación no perversa; y la otra, si la técnica de intercambio sexual o simulacro de la castración, es siempre igual de exitosa, o si requiere de modificaciones, es decir, si evoluciona a formas malignas, en las que el sadismo y lo paranoide infiltran el funcionamiento, pues en mi experiencia forense los casos en los que adolescentes han iniciado éste con formas no necesariamente de sadismo evidente, en la sexualidad, en el curso de varios años se han tornado violentas, haciéndose ya no simbólica la muerte o desaparición del otro, aquí evidentemente encontraríamos ligada la estructura neosexual a un polo psicótico, entonces sería importante desde cualquier disciplina la observación de los rasgos megalomaníacos y las expresiones de sadismo en la escena, y que orientaría el tratamiento e intervenciones.

El proceso dinámico de la adolescencia requiere de renuncias, de encuentros y aceptaciones, identificaciones, el definitivo imperio del principio de realidad, y por supuesto de una certeza de finitud, todo este desarrollo expresado finalmente en la posibilidad de la actividad creadora.

La invención es de lo que es capaz el neoadolescente. Parte de negar la realidad, lo cual lo coloca ante instrumentos menos prácticos para el manejo exitoso de un mundo interno, como el uso de defensas maníacas y la reparación maníaca. Implica la negación de las ansiedades desestructurantes, se niega la castración, toda contradicción, toda historia, la verdad es nueva, el límite es amplio, no hay depresión, ni sensación de tristeza; un estado de ánimo de despreocupada excitación, no hay verdadera dependencia de una persona, sino de una actividad, no hay daño. Lo que realmente impide la elaboración del Edipo y reparación desde la concepción de Klein. Tenemos entonces el actor en escena, sólo que él mismo ha perdido el conocimiento de que es una invención y ha entrado en el delirio. Como tal, el delirio impide la reflexión, no hay egodistonía, se ha creado, omnipotentemente, otra realidad en la que el yo se hace grandioso a expensas del súper-yo.

En este punto me pregunto por la suerte del objeto. ¿Se trata de un objeto perpetuamente nuevo, que está siendo siempre creado aunque siempre igual, colocado en el lugar de los objetos internos destruidos, por supuesto, en una reparación maníaca?. También me pregunto por la suerte de ese otro necesario a la invención. ¿En la relación con el otro, puede hablarse de pareja? ¿En qué casos? ¿Puede hablarse de cómplice? ¿Hasta donde?, lo cierto es que se requiere la relación con ese otro para reparase. Si se requiere del otro que porte el deseo, es decir, su papel viene marcado, es el responsable del deseo, la pregunta es, ¿qué tan integradamente y diferenciado se presenta, en un drama en que son protagonistas partes del cuerpo? Protagonistas de la recreación de la castración, entonces también es el portador de la culpa. Esto permitiría entender en situaciones como el abuso sexual, situaciones abiertamente perversas, en las que el niño es parte de un engranaje en el que no puede dejar de ser la sensación del otro, los dos son parte de un sueño de otro, pero, un sueño en el que se está dormido, en la clínica podemos percibir que este niño está en estado de trance.

El autor nos conduce, a través del argumento del neoadolescente a la realización del drama que requiere de la negación de la realidad y que puede tener dos variantes expresivas: una que se intente la auto reparación y que busque dar placer a otro y se logre una relación, aunque distinta, armoniosa, y la otra en la que el sufrimiento del objeto, el control del mismo son necesarios al orgasmo y este otro no es tomado en cuenta sino que sólo tiene existencia parcial como objeto–cosa, para engranar en una secuencia necesaria a la propia satisfacción. Es el caso del abuso sexual infantil, violencia intra familiar, o el de los homicidios o lesiones físicas y ataque a la existencia psicológica

Finalmente, el autor se ocupa de lo terapéutico, tal vez éste, en el terreno de la neosexualidad, sea el menos claro, cuando de aceptar un paciente se trata. Se propone como eje a partir del cual orientarse y organizar la intervención, la comprensión sobre lo narcisístico, lo que tiene que ver con la forma de manejo de las heridas narcisísticas, dado que este manejo implica acting out.

Finalmente considero que vale la pena relevar, las referencias a los efectos que sobre las propuestas neosexuales pueden tener eventos traumáticos de abandono, separación, pérdida, y como lo ilustra el autor, refuerzo narcisístico de estas fantasías por los padres, como cuando se le plantea al niño la posibilidad de ocupar el lugar del padre junto a la madre y alejar de ella otros hombres, que es como el guión sobre el cual se da la construcción neosexual. Desde la cultura y haciendo eco de la observación respecto de que estamos en la era y cultura de la expresión de la personalidad en la que lo preedípico es más fuerte también, hago eco de la percepción de que el nuevo hombre es más parecido a una máquina inventada por él mismo, que la imagen y semejanza de dios, por decirlo así, una máquina que se construye simplemente porque puede construirse, la nueva pareja, la nueva familia, puede ser monoparental, homosexual, multiparental, la procreación tiene muchas más posibilidades ahora que en el pasado, pudiéndose tener hijos de muchas maneras, incluso clones, ¿es la Neocultura?

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