Volver a la página principal
Número 8 - Septiembre 2005
El doloroso encuentro con un aborto
Carolina Arbelaez Buraglia

"Hoy hacia el anochecer
me adentré un poco con la niña ciega en el bosque
donde todo es sombra y oscuridad.
La acompañé hacia una sombra que venía a nuestro encuentro…..
"
Opal Whitely

La ponencia que presento a continuación tiene como fin compartir la experiencia del trabajo terapéutico con una joven que consulta por dificultades en sus relaciones familiares, de pareja y profesionales, las cuales se expresan como indicadores de fallas en el establecimiento de sus vínculos tempranos y como síntoma de un aborto no elaborado.

El aborto es una difícil experiencia desde el punto vista terapéutico. Ponerse en contacto con el dolor del paciente, con sus temores, con la mirada crítica hacia una experiencia traumática que se experimenta al margen de lo legal, no es tarea fácil. Reflexionar sobre este tema permite plantearse preguntas en relación con la postura que asume la sociedad frente a la joven en embarazo, el papel que desempeña el hombre como pareja, la actitud de la familia y la labor terapéutica a la luz del psicoanálisis.

En este trabajo incluyo el material clínico de una paciente que se vio obligada a abortar en medio de innumerables conflictos y el análisis del material centrado en las cinco fases principales del tratamiento. En estas exploro los conflictos y dificultades a la hora de ser mujer, pareja y madre, la disyuntiva psíquica entre mantener el embarazo o abortarlo, las dificultades para nombrar la experiencia traumática, los sueños como reflejo del conflicto inconsciente y la instauración del modelo abortivo que afecta también la terapia. A lo largo del material me apoyo en planteamientos teóricos de Melanie Klein, Wilfred Bion, Donald Meltzer, Marie Langer, Dora Pines y Julio Aray. Todos ellos fuero para mí una guía esclarecedora que enriqueció notoriamente mi propia mirada clínica.

 

EL CASO CLINICO

Elisa es una joven de 19 años de edad, baja estatura y contextura mediana. Tiene una expresión un poco aniñada y tímida, por momentos aparenta menos edad de la que tiene. Cuando empieza a hablar sobre el motivo de consulta, llama la atención su tono consentido y agudo y su postura corporal metida en el sillón y encorvada de hombros. A medida que va hablando se va enderezando y se ve más suelta y espontánea sin dejar el tono de voz de niña consentida.

Esta paciente consulta porque tiene problemas en la relación con sus familiares, no sabe si continuar estudiando medicina o elegir una actividad afín al negocio de la familia y además se siente inestable en la relación con el novio actual. Está insegura y no sabe como salir de los conflictos actuales. Durante los primeros meses de terapia nunca mencionó el embarazo que tuvo y el aborto, situación que permaneció latente, durante algún tiempo, como algo innombrable.

El relato familiar

Elisa comenta que sus padres se separaron cuando tenía tres años, y su padre se distanció mucho de la familia. La hermana, doce años mayor, se responsabilizó de su cuidado mientras la madre trabajaba en la empresa de la familia para sacar adelante a sus hijos. Los momentos más angustiosos para la familia fueron cuando la madre tuvo una crisis depresiva y fue hospitalizada. Por esa época, la hermana se hizo cargo de la empresa y de cuidar a Elisa que era una niña. Este fue un momento donde sintió tambalear todo. Recuerda cuando fue a la clínica a ver a la madre acompañada de su hermana, sintió tan frágil y tan triste a su hermana ante la mirada de la madre enferma que se prometió estudiar algo que le permitiera más adelante aliviar ese dolor y proteger a sus seres queridos del sufrimiento.

En algunos momentos la madre tiende a ser vista como un objeto todopoderoso, que se hace cargo de toda la familia y en otros como un objeto dañado (crisis depresiva), que pierde la capacidad de producir y crea una situación de abandono. Otras veces se percibe como un objeto que presiona a favor de sus deseos y confunde. Casi siempre la vive como un objeto controlador: "mi mamá me prohíbe quedarme hasta tarde donde mi novio, ella dice que qué va a pensar la mamá de él…también me confesó que le asusta que yo quede embarazada, ella quiere que yo llegue virgen al matrimonio. Yo veo que ella quiere controlarme y le da susto que me le salga de las manos, y así me lo dijo ¡Es que yo mando su vida!"

Elisa tiene una relación muy estrecha con la hermana quien la ha cuidado desde niña, la orienta y es su confidente. Ella ha sido el objeto bueno pero también se ha convertido en el objeto rival frente a la madre. En ocasiones siente que ella obtiene más beneficios y reconocimiento por parte de la madre y surgen entonces los celos que se proyectan en el cuñado.

Su padre aparece como un objeto sin fuerza, abandónico e indiferente. El padre además es un objeto infiel que traicionó a la madre con otras mujeres. Ella siente necesidad de un apoyo protector que no encuentra disponible y se establece una barrera entre ella y el padre que convierte el vínculo actual en débil. El mayor vínculo se da a través del trabajo pues el padre tiene una empresa que sostiene relaciones comerciales con la fábrica de la madre. El padre aparece como un objeto con quien se realizan transacciones de beneficio mutuo, más que afectivas.

Su único hermano cumple algunas de las funciones paternas de orientación y apoyo económico, es quien la aconseja en ocasiones y es afectuoso con ella. Cuando su hermano se casó, se distanciaron. La cuñada aparece como una rival en la relación con su hermano.

Su novio es a veces bueno y contenedor, y otras veces infiel y abandónico. El novio repite la situación del padre, la traiciona con otras mujeres, es mentiroso y no responde por sus compromisos. El novio contiene la proyección de muchas de sus partes infantiles. Es un niño que no ha podido terminar la carrera que empezó, no ha logrado ubicar sus proyectos a futuro, está confundido. Es un objeto con el cual no ha podido hacer pareja porque no ha podido diferenciarse de él. Por otra parte, el novio es el único que conoce el secreto de su aborto. A nivel inconsciente, es su cómplice frente al crimen y no puede confiar en él porque no le pudo confiar la vida. El novio es además el objeto que se fusiona con su parte que quiere negar el dolor, esa parte que no quiere sentir el dolor de crecer, porque crecer es separarse. Elisa no se ha podido destetar bien, cada separación es más un desgarramiento entre partes que luchan por estar juntas.

El proceso terapéutico tuvo varias etapas que reflejan los movimientos mentales y emocionales de Elisa. La primera fase duró un año con dos sesiones semanales, las demás fases se dieron en un lapso de tres meses cada una.

 

Fase I - El temor de dañar y ser dañada

Esta primera etapa se centró en una mirada general sobre sus relaciones actuales tanto con sus familiares como con su ex novio. A través de ella pude comprender el mundo de sus objetos internos femeninos y masculinos, así como la dificultad para establecer el objeto pareja en la relación creativa padre-madre

Durante el tratamiento la madre tuvo otra crisis depresiva y fue hospitalizada. Elisa había retomado nuevamente la carrera de medicina. Con esta situación se llenó de temor al pensar que la recaída fuera tan grave como cuando ella era niña y ella no pudiera actuar. Aunque había cursado tres semestres de medicina, se sentía impedida para dar cualquier concepto que pudiera resultar erróneo y temía que la madre se agravara por su causa. Surgieron en este momento ansiedades depresivas por haber dañado a la madre con sus sentimientos hostiles, esta ansiedad se mezcló con la ansiedad persecutoria de ser atacada por objetos externos (universidad) que no le permitirían aprobar la materia, se unieron el temor y el castigo y se bloqueó. Renació la impotencia de la niña que le impidió enfrentar la patología de la madre.

La revisión teórica sobre el desarrollo del psiquismo infantil, permite esclarecer el motivo de las ansiedades de Elisa. Melanie Klein, psicoanalista inglesa de principios de siglo, quien vivió en su propia experiencia la discriminación a la mujer, logra esclarecer la oscura dinámica femenina y darnos luces sobre las ocultas vivencias de la niña en sus primeros años de vida. Klein en su libro Psicoanálisis de niños (1932) explica las ansiedades profundas de la niña en su desarrollo.

"El miedo más profundo de la niña es el de que el interior de su cuerpo sea robado y destruido. Como resultado de la frustración oral que la niña experimenta de su madre, se aleja de ella y toma el pene de su padre como objeto de gratificación. Este nuevo deseo la impulsa a dar pasos adicionales en su evolución. Desarrolla fantasías de que su madre introduce el pene de su padre en su cuerpo y le da a él sus pechos, y estas fantasías forman el núcleo de teorías sexuales tempranas, que producen en ella sentimientos de envidia y de odio al ser frustrada por ambos padres (casualmente, es en esta etapa del desarrollo de los niños de ambos sexos creen que es el cuerpo de la madre el que contiene todo lo deseable, especialmente el pene del padre). Esta teoría sexual aumenta el odio de la niña hacia su madre, debido a la frustración que ha sufrido de ella, y contribuye a la producción de fantasías sádicas de atacar y destruir el interior de la madre y privarlo de su contenido. Debido a su temor de una retaliación, estas fantasías forman la base de la situación de ansiedad más profunda."(p. 207)

Elisa al creer que ha destruido a su madre, cree haber arruinado el depósito del cual obtiene la satisfacción de todas sus necesidades morales y físicas. Este temor, fortifica aun más los vínculos que la ligan a su madre. Esto hace surgir un impulso a restituir y dar a su madre todas las cosas que ha tomado de ella, situación que se expresa en numerosas sublimaciones de naturaleza típicamente femenina. A la vez que está el impulso a restituir, se encuentra el impulso contrario a apoderarse de todo lo que la madre tiene, estimulado por el mismo miedo, con el objeto de salvar su propio cuerpo. Klein observó en sus pequeñas pacientes, que ellas también temen que la madre ponga cosas "malas" dentro de ellas en cambio de las "buenas". La mayor dificultad para que la niña supere sus ansiedades radica en razones fisiológicas, la misma estructura de su cuerpo no le permite verificar que su interior está bien. En opinión de Klein, es esta incapacidad de la niña para conocer algo sobre su condición, lo que agrava su miedo más profundo, esto es, que el interior de su cuerpo ha sido lastimado o destruido y que no tiene hijos o sólo los tendrá dañados.

La expresión de este conflicto de la temprana infancia con la madre se refleja en muchas de las ansiedades posteriores de Elisa. El temor de generarle daño a la madre a nivel interno (la depresión es causada por sus actitudes rebeldes), o temor a no cumplir con lo que la madre espera de ella (la mamá se va a molestar y va a tomar represalias quitándole beneficios, reemplazándola por otros). La madre también le ha quitado el pene del padre (ella lo echó de la casa) y además le obstaculiza la posibilidad de tener una vida sexual con un hombre (debe llegar virgen al matrimonio).

Elisa no ha podido construir en su mente la experiencia del objeto pareja, no ha logrado introyectar a la pareja de padres en copula creativa y feliz. En su mente surge el dolor y el desencuentro ante la posibilidad de reunir al hombre y la mujer, ella que aún no se ha podido separar del pecho de su madre, no concibe a la madre separada en una relación creativa con otro. Cuando surge el otro como pareja de un ser querido, se torna rival amenazante; cuando el otro puede ser su pareja, se tiende a fusionar con el objeto perdiendo los límites entre su self y el del objeto amado. Aún se mantiene en algunos aspectos en estado narcisista, utiliza mecanismos omnipotentes de control sobre el objeto y no tolera bien las separaciones.

En la terapia al analizar las dificultades en la relación de Elisa con la madre, el panorama se iba aclarando en su mente pero aún pesaban ansiedades profundas que no se habían trabajado. Surgió nuevamente la angustia frente a la carrera. Se sentía frenada para retomar la carrera, consideraba que el estudio era muy intenso y sentía que se le estaba yendo la vida entre los libros, no tenía tiempo para disfrutar otras cosas. Se presentó un fuerte bloqueo en relación con la toma de decisión profesional, dudaba entre abandonar o no la carrera de medicina.

En sesiones posteriores se centró en la relación con su novio y en lo triste y vacía que se sentía por haberle entregado todo y no recibir de igual manera. Poco a poco aparecen sentimientos de gran tristeza, especialmente cuando estaba con otra gente y se sentía como si no existiera, como si no fuera importante para otros. Elisa lloró amargamente y entró en contacto con la rabia por haber sido abandonada por papá. En sus relaciones con otros hombres surgieron dificultades. Cuando habló del cuñado se acordó de un novio que tuvo y al profundizar en estas asociaciones, recordó la desilusión que sintió por causa de este novio con quien perdió la virginidad y el no le dio importancia. En estas sesiones se observó la desilusión frente a los hombres, la rabia que guardaba por haber sido abandonada, ignorada, traicionada… y todo ello la llevaba a dudar de sí misma, a preguntarse lo que estaba mal en ella para no ser amada como quisiera y no poder retener un hombre a su lado. Cuando el hombre no le generaba confianza, se refugiaba al lado de mamá buscando protección, pero a la vez desconfiaba de ella. Estaba llena de sentimientos ambivalentes hacia los demás y hacia ella misma.

Por esta misma época nació su sobrina, hija de la hermana, y Elisa se sintió inadecuada para cuidarla. Al intentar profundizar en el tema se desvió hacia la elección de carrera y las diferentes opciones. Recordó sus dificultades cuando estudiaba medicina y perdió patología en dos semestres consecutivos. Esta cátedra le revivió la ansiedad frente a lo enfermo, lo dañado, la asoció con la enfermedad de su madre y con el temor al daño. La ansiedad como señal del estar dañada por dentro empezó a hacerse intolerable, ella misma, inconscientemente, se percibía enferma o generadora de enfermedad, había algo dañado, tal vez muerto en su interior, que no lograba salir. ¿Podría ser el aborto que no podía nombrarse, ni pensarse?.

Repentinamente, decidió que le practicaran una cirugía plástica en la nariz y el mentón y esto lo comunicó al final de una sesión, dijo que no podría asistir a terapia por unos días. No alcanzamos a trabajar este tema y no mostró interés en hacerlo. Al regresar se centró en la relación con su novio y en la necesidad de recibir su atención. Buscaba repararse mediante la cirugía y encontrar nuevamente el amor de su pareja. Al operar la nariz–genital y el mentón-embarazo haciéndolo más prominente, buscaba componer algo dañado. Después de la cirugía se deprimió, los resultados no fueron los esperados, la nariz quedó muy ancha y ella la quería respingada y pequeña "como la de una bebita". Su genital ya no era el de la bebita amada de papá, ya estaba dañado y no se podía reparar. La búsqueda del bebé que quería darle a papá y a mamá no dio resultado. Aparecieron ansiedades persecutorias del daño que les hizo y se hizo a sí misma. Se empezaron a esbozar las ansiedades sobre lo que no se había hablado. Temía que al hablar de su parte mala se dañara la terapia y la imagen de sí misma.

Con lo expuesto hasta aquí vemos que es de por sí una tarea compleja el desarrollar una adecuada identidad femenina que prepare para la maternidad. Elisa ha tenido varios obstáculos en este proceso, ilustrados en el material de sus sesiones. Para Elisa el objeto primario resulta ser un objeto ambivalente, confuso. Es la madre nutricia omnipotente y a la vez la madre controladora que apresa. Elisa no sabe si confiar o no en la madre, no sabe si confiar o no en ella misma, no sabe si confiar o no en la terapeuta que podrá resultar también un objeto maravilloso que apresa. El objeto materno externo de Elisa tiene comportamientos que favorecen la confusión y el resurgimiento de ansiedades primitivas; la enfermedad de la madre, quien en ocasiones la utiliza para manipular a sus hijos, ha incrementado en Elisa el temor de haber dañado el cuerpo y la mente de la madre. En consecuencia, Elisa también se siente dañada por los comentarios y actitudes intrusivas de la madre, siente que la quiere controlar y quizá también poseer. Ella inconscientemente teme haber dañado el cuerpo de la madre y así mismo estar dañada internamente. Todas estas ansiedades se concretan con el embarazo y se actúan con el aborto.

 

Fase II: El Secreto Difícil de comunicar

Se inició el ciclo del secreto en la terapia. Apareció un sentimiento de angustia profunda que Elisa no podía dilucidar. A través del trabajo con diferentes asociaciones, emergió el recuerdo sobre un hecho que no podía compartir, era un secreto y se prometió a ella misma no comunicarlo. En este momento surgió un tercero en la relación terapéutica, era ese otro, ese secreto misterioso, quizás peligroso, del cual no se podía hablar. El secreto mismo empezó a funcionar como una presencia "maligna" que debía permanecer oculta para evitar el daño. El mecanismo de la evitación se instauró en un intento de controlar al objeto malo, encapsulado, para mantenerlo aislado del resto del funcionamiento de la personalidad.

La terapia se centró en los temores para hablar. Temía que yo la rechazara, la juzgara por lo que hizo. Entró en períodos de silencio que la angustiaron mucho. En ese momento la palabra se volvió algo peligroso, el detonador de lo prohibido, de lo censurado. Callar pasaba a ser la manera de evitar lo que no quería, pero a la vez se convertía en un silencio persecutorio. En su fantasía yo no iba a aceptar el silencio y si hablaba sentía que la iba a juzgar por lo que hizo, estaba claramente en una encrucijada. Se debatía entre el impulso a expulsar aquello oscuro y peligroso o retenerlo. La terapia se volvió un espacio persecutorio, era el espacio de la palabra y la palabra no puede ser nombrada, la palabra se había convertido en el objeto malo dañado que es mejor evitar.

 

Fase III: El aborto, una experiencia de daño aterrador e innombrable

Se necesitaron varias sesiones de calmada espera, de acompañarla en el doloroso trayecto hacia la expulsión. En la sesión 75 llegó diciendo que en el carro se había acordado del secreto y venía dispuesta a decirlo, pero que en ese momento no sabía cómo hacerlo, no quería decirlo de una manera que sonara como si no le importara, como si fuera simplemente quitarse los zapatos. "Quiero decirlo pero no me salen las palabras". Ante estos comentarios apareció en mi mente la imagen de un parto difícil, era como parir un niño deforme, un bebé muerto quizás, un bebé monstruo al que la madre teme enfrentar, era como si la paciente necesitara ayuda para expulsarlo, ella sola no se sentía capaz de parirlo. En este punto la palabra se convirtió en un instrumento para nombrar lo innombrable, para darle significado a través del lenguaje a aquel pedazo de objeto atorado, para darle vía de salida a lo que se vive tan maligno que no se puede siquiera tocar con la boca. Le ofrecí mi ayuda para nombrarlo ante lo cual Elisa respondió afirmativamente y agregó que a esas alturas ya debía yo saber de que se trataba por todo lo que ella había dicho. Cuando le mencioné la interrupción de un embarazo, Elisa irrumpió en llanto expresando con sus lágrimas todo el dolor contenido durante las últimas semanas. Nombrar el hecho, fue de alguna manera servir de partera para recoger ese feto muerto y destruido retenido en el psiquismo como un objeto persecutorio. Ahora el tercero, el bebé dañado y muerto había dejado de ser un fantasma y estaba allí entre ella y yo, allí, donde ella apenas si podía mirarlo. En cuanto se recobró un poco empezó a dar explicaciones, a justificar el hecho: "Mira, es que yo no quería interrumpir mi vida, acabar con mis ilusiones….mi novio inicialmente me dijo que me apoyaría en lo que yo decidiera, pero luego dijo que no quería repetir la historia de su familia, donde sus dos hermanas se casaron por quedar embarazadas. Entonces decidí hacerlo, el fue conmigo al sitio pero luego cuando yo quería hablar del tema, me decía que lo olvidara, que no pensara en eso, que para qué me hacía daño."

Después de haber contado su secreto guardado por tanto tiempo, afirmó que se sentía más aliviada, ahora estaba desahogada, pero evitó continuar con el tema en sesiones posteriores, limitándose a hablar de nuevo de su opción profesional. Pudo sacar aquello que tenía atorado pero algo había quedado dañado y aún no se había reparado.

Parece que el nombrar el aborto resultó ser tan doloroso y desestructurante, que evitó tocar el tema nuevamente durante semanas. El recuerdo del aborto fue una experiencia que revivió sus impulsos sádicos sobre el objeto-bebé hasta destruirlo y generó una vivencia de daño interno que no lograba reparar.

A la sesión siguiente no llegó y la sesión que continuaba la canceló a última hora por enfermedad. Al retomar la terapia expresó sentimientos de profunda tristeza y recordó "el tema del que hablamos" sin atreverse aún a nombrar la palabra aborto. Con visible angustia trajo el recuerdo de una película que vio en la universidad cuando estudiaba medicina y que ya había visto en el colegio. Las escenas que recordó eran aterradoras para ella.

"Recuerdo al fetico, lo succionan y van desapareciendo cada una de las partes de su cuerpo, se va rompiendo, es horrible", empieza a llorar y continúa "yo no creo que el mío fuera así de grande, tan solo tenía seis semanas y ahí me decían que era más fácil…y todas esas mujeres allí reunidas, algunas tenían embarazos más avanzados…pobrecitos".

Pensó sobre el objeto dañado y el dolor por el daño que le ocasionó. De nuevo había sentimientos depresivos y persecutorios mezclados. Afirmó que aunque ella no mató al bebé, sí permitió que otros lo hicieran. A lo largo de la sesión expresó su dolor por lo hecho y el deseo de reparar de alguna manera el daño; pero se quedó anclada en un dolor que parecía más melancólico. Se quedó con el objeto muerto al que debía cargar por el resto de la vida, se defendió de ese dolor proyectando el malestar a otras situaciones pero en el fondo persistía la sensación de cargar una profunda tristeza.

Tanto el embarazo en la mujer como un posible aborto, tiene profundas implicaciones en el psiquismo femenino y compromete los procesos primarios de identificación.

Marie Langer en su libro "Maternidad y Sexo" (1951), se refiere a la maternidad en el psiquismo femenino y afirma que la mujer durante el embarazo y el parto repite especialmente su relación primitiva con su propia madre. Helen Deutsch (1947), había interpretado esta situación como consecuencia de una doble identificación de la mujer en cinta. Por un lado la mujer se identifica con el feto, reviviendo así su propia vida intrauterina, y por otro lado, el feto representa para la mujer embarazada a su propia madre y especialmente a su superyó materno. De esta manera su relación ambivalente con la madre es revivida con el futuro hijo. Cuando el feto representa a su madre, cuya venganza oral teme, es experimentado como algo angustiante y destructor que ella lleva dentro

Hay mujeres que logran la finalidad de tener un hijo sin mayores problemas, pero hay otras en conflicto con su feminidad que no lo logran. Langer expone este conflicto como provocado por dos corrientes diferentes de fantasías inconscientes:

"las primeras pertenecen a la posición esquizo-paranoide y las segundas a la posición depresiva, descritas por Melanie Klein. Albergar el pene, el semen o el feto dentro de ella, significa entonces para la mujer haber robado algo que pertenece a la madre, significa ganarle y triunfar sobre ella. Por eso mismo implica el peligro de castigo y de destrucción. Entonces la salvación consiste en negarlo todo -frigidez- o en esconderse de la madre o aun de desprenderse de un embarazo robado. Pero estos temores paranoides están en conflicto con el deseo de reparar (posición depresiva) a través de su propio embarazo y parto feliz a la madre destruida, de devolverle lo robado a través de un hijo sano y de dar fe de ésta manera, tanto de su bondad y tolerancia, como de la bondad e integridad del propio cuerpo." (p. 187)

Se puede entender la difícil situación de Elisa al quedar embarazada siendo aún una adolescente, con unos objetos femeninos y masculinos llenos de ambivalencias. Por los comentarios de Elisa sobre los conflictos que emergieron en relación con su vida y el temor para enfrentar la situación con la madre en el momento del embarazo, se puede inferir el despertar de ansiedades primitivas. Quedar embarazada era una manera de demostrarse a sí misma que ya era adulta independiente de mamá y podía apoderarse de un pene y concebir bebés como ella, pero este intento fracasa al quedar invadida por el miedo de dañar a su madre y a sí misma con aquél bebé devorador que viene a interrumpir sus planes. En el embarazo proyecta sus impulsos destructivos y se siente amenazada. En la madre proyecta sus propias tendencias agresivas y teme el castigo de la madre frente al embarazo. Siente que la madre no le perdonará haber tenido relaciones sexuales, ni haber usado el cuerpo sin su permiso pues sería como haber entrado en el cuerpo de la madre para robarle sus productos. Las ansiedades persecutorias que predominan en Elisa durante el embarazo parecen haberla llevado a pensar en una solución drástica. El embarazo o el aborto, esta es la disyuntiva psíquica que se plantea Elisa, sin que existan las condiciones emocionales y de su entorno para buscar una alternativa que la integre en lugar de fragmentarla. Elegir el aborto parece haber sido la salida desesperada ante las ansiedades paranoides, pero ¿la posibilidad de reparar dónde ha quedado?. La carrera, las cirugías, volver con el novio, la terapia misma, todos estos factores contienen de alguna manera ansiedades depresivas que impulsan hacia la reparación mezcladas con ansiedades persecutorias que toman fuerza nuevamente. Explorar lo que sucede en el psiquismo femenino después de un aborto ayudará a comprender mejor lo experimentado por Elisa.

 

Fase IV: El aborto aparece en sueños

Aunque durante varias sesiones Elisa se refugió de nuevo en el tema de la universidad y en los asuntos cotidianos; se fue acercando a su mundo interno y trajo dos sueños. El primero lo soñó un domingo y el segundo lo tuvo dos días después.

Sueño 1

"Uno es como yendo al 20 de julio, por allá a un almacén, iba primero como en un bus y había gente en la calle que me tiraba cosas (señala en ademán agresivo). Luego entraba a una especie de almacén y en el fondo había como un túnel oscuro y largo, había cosas en el piso. Yo pensaba que la gente de allí parecían traficantes de drogas, luego vi discos pirata tirados en el piso, entonces pensé que tal vez eran traficantes piratas. Yo continuaba avanzando, al final llego a un sitio donde estábamos varias niñas, éramos doce, cada una por un signo del zodíaco; una mujer nos daba una cajita a cada una con el signo, me la entregaba, yo la abría y salía una raíz como una S, me decía qué significaba -pero ya no me acuerdo lo que dijo- luego había como un coliflor alargado con florecitas, me decía que era la expresión del amor, la abundancia o florecimiento del amor -algo así pero no me acuerdo qué significaba".

Sueño 2

"Salíamos con un grupo de niñas, éramos como del colegio, no sé. Nos íbamos de paseo pero salían unas personas que nos decían que no fuéramos por allá, que era peligroso y nos podían hacer daño, iba a pasar algo como un río que bajaba y nos podía arrastrar. Luego yo veo que no tengo cepillo de dientes, entro a una droguería y veo que hay una niña del grupo pidiendo una prueba de embarazo, yo entro y pido la crema de dientes, ella no me ve. Luego ve que yo tomo las cajas con tranquilidad, leo las instrucciones y las vuelvo a dejar, salgo y me voy. Más adelante está la niña en el piso, a su lado se encuentra un tigre que se le metió y le sacó el bebé; entonces si estaba embarazada pensé, el bebé ya estaba grande, está a un lado encogido como un feto unido a ella por el cordón umbilical, llora y mira a la mamá. Ella está allí, tirada y herida….algo más pasó pero no me acuerdo".

Los sueños fueron un claro indicador de las ansiedades movilizadas. En el primer sueño se expresa su ansiedad por haber pertenecido a un mundo vivido por ella en la ilegalidad – el del aborto – del cual aún no puede retirarse. Ha hecho parte de lo prohibido y recibe el castigo de los objetos externos, que le tiran cosas de manera agresiva. Teme ser dañada como retaliación por el daño que le ha hecho al bebé y a la madre interna. El 20 de Julio señala también un lugar de peregrinación religiosa a donde se acude para pedir favores al "Divino Niño", es por esto que debe regresar a ese lugar, en un viaje interno a través de un túnel-vagina, hasta llegar al lugar de la procreación "coliflor alargado con florecitas" que es el lugar "donde florece el amor". La ansiedad que surge es la del daño al propio cuerpo y más específicamente el daño al lugar donde crece el amor – el útero, los ovarios y las trompas- allí donde el "divino niño" fue "asesinado". Este es un lugar que se vive ncia lleno de "cosas tiradas en el piso" cosas como pedazos de bebés destrozados, los bebés de ella y de las otras doce niñas del sueño que son todas las mujeres que encontró abortando y también los bebés de la propia madre, que ella inconscientemente ha querido destruir. Hay una mujer en ese lugar, una mujer que puede representar a la terapeuta entregando una cajita – las interpretaciones – cuyo significado no puede recordar o retener. La S puede representar la incógnita ¿? frente a todo lo que pasa en su mundo interno. El proceso de reparación no se ha podido llevar a cabo, las ansiedades por el daño y la culpa persecutoria siguen activas.

En el segundo sueño, la angustia consciente e inconsciente es evidente. En el sueño se ve a sí misma en la etapa de colegio, en su estado mental aún adolescente, como ella misma lo asocia. Sale hacia la aventura sin atender los peligros advertidos por los otros, sus objetos internos padres-maestros. El río que arrastra puede representar toda la presión de la sexualidad y los impulsos destructivos en los que se encuentra envuelta. La preocupación por el cepillo de dientes, como un mecanismo obsesivo que la ayude a limpiar y controlar sus impulsos agresivos, la distrae de la escena. La "prueba de embarazo" como una prueba de realidad ante los hechos de los cuales ella no puede hacer conciencia.

La siguiente escena muestra el resultado doloroso de la pérdida de contacto mental con los hechos. La niña está tirada en el piso y "un tigre se le metió y le sacó el bebé", en identificación proyectiva sus impulsos sádicos y destructivos han sido desplazados en la fiera que la representa a ella misma y a los que han practicado el aborto. Ella como un tigre voraz ha querido arrebatar los bebés de la madre y al bebé propio visto como un invasor que le iba a dañar su vida. El acto violento y destructivo lo practican otros, los médicos "piratas" "ilegales", entonces ella puede identificarse con el dolor de la niña tirada en el piso. El bebé está vivo "llora y mira a la madre", el objeto dañado tiene vida y está vinculado a la madre "unido por el cordón umbilical" y aparece entonces la ansiedad depresiva por el daño al objeto. Parece que sólo al verlo fuera de la niña lo puede reconocer como un objeto total que siente y puede ser herido. El bebé unido a la madre es sólo un pedazo que estorba y daña y del cual hay que deshacerse. Ella misma es a la vez feto desprotegido arrancado de la madre, como niña herida y tirada. Este es su estado mental, una niña lastimada, asustada, abandonada y culpable por una situación que no termina de asumir ni de poder nombrar. Como niña no puede asumir su posición activa frente al aborto, pues esta niña ni siquiera sabe a qué horas quedó embarazada. El "río" pasó y con su fuerza arrastró y confundió su capacidad de hacer contacto con su realidad psíquica. No fue una mujer la que decidió navegar en su sexualidad y contener un bebé, fue una niña arrasada por sus impulsos, deseos y confusiones la que se sorprendió con una "prueba de embarazo" y se expuso pasivamente a ser atacada en sus entrañas. Son otros, los objetos externos los que actúan la agresión, médicos y mujeres que practican el aborto, un novio que resulta ser tan pasivo como ella sin capacidad para contener. Una madre a quien continúa "unida por el cordón umbilical", una madre depresiva de quien no puede soltarse ni romper el cordón, porque parece que es la madre, la que aún respira por éste.

¿Qué se puede decir del estado mental de esta mujer, que en realidad es una niña a nivel psíquico, intentando liberarse de una madre que no le permite crecer? Cuando ella asume el lugar del bebé condescendiente y bueno que se deja alimentar, cuidar y llevar de paseo, la madre buena y amorosa la cubre de cuidados y mimos, pero cuando intenta salir de éste estado y separarse, la madre despliega sus controles y se declara al mando de su vida. El temor a separarse se intensifica cuando percibe al objeto dañado – madre con depresión – y se siente como la causante del mal de la madre. Surge entonces la depresión como la enfermedad que contiene la muerte, la muerte de la madre, de todos los bebés y de ella misma, la muerte de toda la familia que depende de mamá para subsistir. Teme ser la gran asesina, no hay lugar para dos seres diferentes porque uno atacará al otro. Sólo hay lugar para una madre con los bebés pegados, comiendo todos de la misma placenta (ella y sus hermanos comiendo todos de la gran madre fábrica). Si alguno se separa, surge la amenaza del gran depredador, que vendrá para alimentarse a costa de todos los demás, el gran enemigo que hay que atacar antes de que nos destruya (así son vistos los yernos o nueras cuando no entran a ser parte de la gran madre- fábrica). En estas condiciones ¿cuál puede ser el lugar de un futuro hijo? ¿Puede pensarse un hijo cuando aún no hay espacio mental para sentirse como mujer adulta y asumirse como tal?

El embarazo resultó ser para su realidad psíquica un pedazo que creció como invasor, casi como un tumor que hay que extirpar antes de que acabe con la vida misma. En un estado mental de fusión con el objeto no hay espacio para pensar, el pensamiento propio no existe porque resulta subversivo. Los seres independientes atacantes, pasan a constituirse en parte del mismo cuerpo y de la misma mente.

Donald Meltzer (1974), señala los efectos del aborto cuando ha primado la identificación proyectiva con la madre interna. En la nota de pie de página, comenta que cuando ha predominado la identificación introyectiva, la mujer - que vivencia su embarazo como propio - estará en mejores condiciones de elaborar el duelo correspondiente en el caso en que razones poderosas justifiquen su interrupción. Pero si es la identificación proyectiva con la madre interna la que prima, surgirán entonces las consecuencias y los síntomas típicos de un duelo patológico. Meltzer, también afirma que no es sólo la salud mental de la mujer embarazada lo que está en juego sino la de todos los protagonistas del drama del aborto. El bulto, dice él, se lo pasan al medico que efectúa la intervención, y son éste y la mujer embarazada en quienes descansan la responsabilidad última y las posibles consecuencias. El bebé es, en cuanto posesión, sólo el bebé de la madre. El padre puede en la fantasía apoyar la existencia y defenderlo de los perseguidores, pero la existencia del bebé es co-extensiva a la de la madre y siempre ha estado dentro de ella. Se fantasea que la madre ha elegido un bebé para alimentarlo para que nazca y la destrucción o confiscación del bebé la involucra en una tarea de duelo mediante el cual el bebé vuelve a ser recibido adentro de ella y colocado nuevamente entre sus bebés internos. Los bebés muertos a los que se les impide volver adentro de la mamá al ser enterrados en las heces, se convierten en fantasmas perseguidores, en objeto de un terror paralizante, mientras que sus madres despojadas se convierten en el objeto de "terror sin nombre" descrito por Bion. Los bebés no nacidos, continúan viviendo en una especie de limbo inconsciente y aparecen en sueños, actos fallidos o en la menopausia, época del ciclo vital en que no pueden repararse. Meltzer afirma que tales nonatos abortados continúan existiendo dentro de la madre interna y se convierten en perseguidores que dificultan la diferenciación entre los bebés que pertenecen a la embarazada y los que pertenecen a la madre interna que acusa y reclama desde el superyó. La patología del duelo abarca desde actitudes maníacas, con fuertes mecanismos de negación, hasta reacciones francamente persecutorias frente a los bebés muertos convertidos en perseguidores fantasmas. Grinberg (1971), sostiene que junto con el duelo por la pérdida del objeto (del feto abortado), aparece el duelo por aspectos del propio self corporal y psíquico, con el predominio de una intensa culpa persecutoria.

El análisis de los sueños de Elisa en relación con el aborto, muestra señales del duelo no elaborado. En uno de sus sueños aparece la imagen del feto arrancado de las entrañas de la madre que pide auxilio, tal vez busca ser puesto adentro de la madre nuevamente. Esta imagen, representa la identificación de Elisa con el bebé abortado que pide ser reparado. Otros elementos de la historia de Elisa señalan la presencia de un duelo patológico. La película que Elisa vio en la universidad sobre el aborto, donde se despedaza a los fetos, se convierte en objeto persecutorio que le recuerda permanentemente el asesinato de tantos bebés que yacen entre las heces. Al poco tiempo Elisa empieza a experimentar un terror paralizante frente a la materia de patología, que le impide continuar con su carrera de medicina. Después del aborto, Elisa asumió una actitud maníaca con un fuerte mecanismo de negación, que empezó a movilizarse durante el tratamiento.

Tres estados mentales oscilaron a lo largo de la terapia. En ocasione s Elisa mostraba su parte adulta con buenas capacidades mentales y capacidad para contactar su realidad interna, en otros momentos surgía la niña dependiente que quería una mamá que la guiara y aprobara sus actuaciones, y en otros aparecía la bebé desprotegida, sin capacidad para producir pensamientos, invadida por la ansiedad de ser dañada y de haber dañado.

 

Fase V: El aborto de la terapia

Elisa llegó proponiendo vacaciones de la terapia antes de tiempo y esperaba que yo le diera el permiso para suspender. Le señalé su deseo de alejarse para evitar entrar en contacto con situaciones molestas o dolorosas, para evitar hablar de la relación emocional que reanudó con su ex novio. Ante este planteamiento, Elisa se mostró conmovida y confusa, reiteró el no saber qué decir e insistió en que lo mejor era suspender la terapia por un tiempo.

La decisión de Elisa ya estaba tomada, al igual que la del aborto, lo que esperaba era realizarla en paz sin el remordimiento de haberse equivocado. Yo, en mi ansiedad por no perder éste bebé que ya se estaba yendo, intenté retenerla y terminé favoreciendo la expulsión.

Julio Aray (1994), sostiene que los embarazos y abortos en la adolescencia, crean circunstancias difíciles porque todavía no ha transcurrido la transición psicosomática de la infancia a la adultez. Los duelos por estos abortos tocan la estructura de la personalidad, del self, y dice, basado en su experiencia, que dejan una huella para toda la vida. Aray dice que con el aborto se reactivan fantasías muy primitivas que dificultan la elaboración del duelo del aborto. Señala, entre otros, el ataque al pene del padre dentro de la madre, el ataque a los procesos creativos y simbólicos desplazados a la sublimación, la castración femenina en el vaciamiento genital del embarazo, la destrucción de los bebés propios y los de la madre interna y la persecución melancólica del Yo por un imago parental filicida, amenazante. La observación psicoanalítica de sus últimos treinta y cuatro años le ha enseñado insistentemente que un aborto genera un duelo patológico y se exacerba mientras exista mayor patología previa a esta situación. Afirma que en muchos casos la aparición del aborto fue un hallazgo encubierto bajo la persistencia de un modelo abortivo de actividades sublimadas, bajo inhibiciones de la creatividad, interrupciones prematuras del análisis o reacciones terapéuticas negativas. Inicialmente aquellos abortos que parecían no tener demasiada importancia, la iban adquiriendo hasta aparecer como un modelo de todas las actividades. En su exposición, Aray destaca la culpa persecutoria y depresiva que con tanta frecuencia aparece en el análisis del aborto y que hace pensar en "universales" surgidos ante la angustia de vaciamiento genital. La tendencia abortiva de la personalidad puede expresarse en la terapia con una interrupción prematura de la misma.

En Elisa vemos como el modelo abortivo está instaurado en muchas de las experiencias de vida posteriores al aborto del embarazo, el aborto de la carrera, la cirugía para eliminar el turupe de la nariz indeseado y finalmente el aborto de la terapia. En todas estas actuaciones se da una proyección del objeto dañado interno y se busca eliminarlo mediante la actuación de evacuar o poner distancia. Se observa la falta de un espacio interno que permita contener las ansiedades persecutorias originadas por lo que se siente destructivo o limitante al propio crecimiento.

Meses después, Elisa llamó para retomar terapia y quería asistir con su novio. Buscaba tal vez con esta iniciativa, reparar la pareja dañada y reparar finalmente lo que habían creado y destruido juntos.

Para la joven embarazada, se hace esencial encontrar un continente que pueda recibir sus ansiedades y le ayude a elaborarlas. La posición de la familia tiene un papel primordial, cuando la joven aún depende de esta. La función de la pareja es vital en el embarazo pues sirve de continente para la futura madre y la apoya en su tarea de diferenciarse de la propia madre. Tanto pareja, como familia y comunidad, pueden ayudar a activar el mecanismo de escisión o la integración de las partes sueltas en la mente de la joven. Una mujer adolescente como Elisa, que no encuentra en su realidad externa objetos que contengan y además, que esté invadida por sus objetos persecutorios internos, difícilmente será un continente adecuado para un futuro ser. Tomar la decisión de abortar, fue una acción que quedó teñida de emociones desintegradas, para las cuales no existía una palabra que las reuniera. Nominar el hecho "yo aborté", implicaba poder pensarlo. La experiencia resultaba tan conflictiva y opuesta a su ideal del yo, que puso en funcionamiento el superyó materno y negó el hecho hacia el exterior, de forma que no lo podía nombrar. El nombre, como lo dice Bion (1967), acumula significado y esto sólo es posible cuando hay simbolización. Esta experiencia emocional no integrada al self, resultaba difícil de simbolizar y por lo tanto de pensar.

La terapia permite nombrar y pensar aquel dolor paralizado y darle una nueva significación. La terapeuta en su actitud continente puede recibir los pedazos dañados que reeditan la experiencia del aborto y acompañar el duelo por la pérdida, favoreciendo una nueva integración que resignifique la experiencia traumática.

 

CONCLUSION

El propósito de presentar este caso clínico y su análisis en un foro sobre niñez y adolescencia es invitar a la reflexión sobre las múltiples condiciones que envuelven la posibilidad real de la preñez. Nos invita también a tener en cuenta el origen de un psiquismo vulnerable, un ser que se va abriendo paso entre las identificaciones y las proyecciones del mundo que le rodea y muy especialmente de su primer mundo, la madre que le contiene. Y ¿qué planteamos como sociedad en desarrollo a las mujeres envueltas en el proceso del embarazo? ¿qué planteamos para la pareja de estas mujeres que en su estado requieren de un medio que les ayude a contener la vida, de un hombre que sea parte del proceso creativo y continente? ¿Estaremos educando a los hombres en su función de contener a la mujer en embarazo? ¿Se sentirán como pareja que gesta al unísono con la mujer?

Elisa refleja la situación de muchas adolescentes lanzadas a la experiencia de la sexualidad sin la capacidad mental y emocional para contener las consecuencias de su experiencia. Su novio refleja a tantos jóvenes invitados y presionados por el medio para iniciarse sexualmente sin un claro sentido de lo que conlleva relacionarse en la intimidad con una joven y concebir la vida. El aborto resulta ser la salida fácil o tal vez la solución desesperada ante una sociedad que promociona el goce corporal sin dar alternativas de contención ni para el ejercicio de pensar la sexualidad ni si el resultado es un embarazo. Encontramos entonces a tantas adolescente que como Elisa quedan en la encrucijada de aceptarse como madres a costa del rechazo familiar y social o abortar en la ilegalidad, cargando solitarias y silenciosas el peso de un secreto muerto que lacera su capacidad creativa .

No es este un caso aislado, somos muchos los terapeutas que encontramos detrás de las relaciones conflictivas de nuestros pacientes, de vínculos dolorosos o experiencias de fracasos consecutivos, el dolor paralizante que se guarda como secreto de una vida interrumpida. Un dolor que se encona como un pedazo muerto donde la comunidad no ofrece condiciones claras para expresarlo en un duelo que permita reparar el daño. Como sociedad enferma continuamos matando y extrañándonos ante la muerte que nosotros mismos gestamos.

La vida es responsabilidad de todos, la salud mental es una construcción colectiva que se inicia con el reconocimiento de que nos compete a todos cuidarla y contenerla, tanto en la mujer que gesta como en su pareja y familia.

 

 

REFERENCIAS

ARAY, Julio. (1994). "El duelo patológico en el aborto provocado y espontáneo" Revista de la Sociedad Colombiana de Psicoanálisis, Vol. 20 Nº 4. pp. 389-395.

BION- (1967). Volviendo a pensar. Ediciones Hormé S.A.E. Editorial Paidós, Buenos Aires, 1977

DEUTSCH, Helene (1947). La psicología de la mujer. Editorial Losada, Buenos Aires, 1947.

GRINBERG, L. (1963) Culpa y Depresión. Buenos Aires,. Editorial Paidós, 1963

KLEIN, Melanie. (1932) El Psicoanálisis de Niños. Editorial Paidós, Buenos Aires, 1987.

LANGER, Marie (1951) Maternidad y Sexo., Editorial Paidós, Buenos Aires, 1990.

MELTZER, Donald (1974) Estados sexuales de la mente. Buenos Aires, Edic.Kargieman,1974. - (1977) Desarrollos Kleinianos . Parte I. Spatia Editorial, Buenos Aires, 1990.

 

 

COMENTARIO A "EL DOLOROSO ENCUENTRO CON EL ABORTO"
CAROLINA ARBELÁEZ BURAGLIA

Comenta Hilda Botero C.

Es este un trabajo que nos pone en contacto con experiencias importantes no sólo a nivel personal sino a nivel de consideración del mundo de la maternidad. Tema que en este Foro es relevante como modelo de contención y pensamiento. La narración de estados mentales a que tenemos acceso en este trabajo nos evoca nuestras propias historias y nos conduce a la necesidad de repensar el aborto como una experiencia que debe ser atendida y elaborada emocionalmente.

Encuentro tres consideraciones interesantes en el trabajo que trataré de comentar integradamente. Por un lado, la posibilidad de hallar un espacio continente dentro del cual los contenidos inconscientes puedan ser rescatados para ser pensados. Como segundo aspecto y como una alusión clave en la zona de significado, la experiencia emocional del encuentro. Sí, la paciente en la tarea terapéutica se encontró con una experiencia en la realidad psíquica que había estado perdida, escondida, refugiada en lugares oscuros de su inconsciente Y como tercer punto a considerar, una ilustración dramática de dolor mental por una experiencia como el aborto, actuada de manera similar en la terapia, .lo cual nos ayuda a comprender cómo este modelo instalado es difícil de cambiar, difícil… no imposible.

El aborto ha sido un tema que he trabajado hace ya varios años y me queda mucho aún por trabajar, por lo cual este comentario abarca toda una experiencia en construcción. El hijo engendrado puede vivirse como una calamidad que viene de afuera y es irruptivamente instalado en el vientre, o puede ser vivenciado como una posibilidad interna de dar vida a uno de los bebés que han estado acunados en el mundo interno esperando gestarse en el vientre y en la mente de la madre y del padre. Estos serían dos significados muy simples, pues la particularidad de la vida psíquica de cada padre y cada madre armaría esta experiencia de acuerdo a sus modelos relacionales, a su estructura de personalidad y a las circunstancias de su actualidad que apoyan o evaden la experiencia.

El aborto, provocado, es el resultado de una preñez no deseada que no halló ninguna otra solución. No deseada por la conjunción de factores sociales, ambientales, y de una organización psíquica peculiar. La Dra. Arbeláez nos ilustra esto de manera pausada y profunda. Elisa decía: "no quería interrumpir mi vida", "… mi novio no quería repetir la historia de su familia". Llanto y talvez un poco de alivio, pero temor que despertó la huida, Elisa canceló sus sesiones posteriores y no volvió a hablar por mucho tiempo de la experiencia.

Con este trabajo podemos acercarnos a la comprensión de vivencias íntimas con respecto a la experiencia del aborto. La huella dejada en la mujer por esta experiencia es imborrable, viva y latente siempre, precisa atención y elaboración. Parece ser que es éste el guión desarrollado en la narración emocional tanto de la paciente en su terapia, como de la terapeuta en la comunicación del material. En la mente de la mujer que aborta se establece un universo extraño en donde comienzan a gravitar emociones sin rumbo, buscando tal vez una respuesta a su existencia.

El aborto se concibe a nivel psicológico como una experiencia en la que convergen vivencias conflictivas internas ancladas en la primera infancia en la relación con los objetos primarios, que impiden a la mujer asumir y sobrellevar su situación de embarazo. Este mundo interno así configurado, unido a momentos de actualidad difíciles de superar y en los cuales no sea el pensamiento el que enfrente y asuma la realidad psíquica de una gestación, puede llevar a la decisión de evacuar el problema y plantear el aborto. Y el aborto a su vez, por sí mismo, crea otra conflictiva profunda, e instaura en el psiquismo una huella que altera o limita las posibilidades creativas de la maternidad. Es una problemática multifactorial que debe atenderse como suceso psíquico, y como realidad externa.

La autora discurre sobre el encuentro que hacen ambas, paciente y terapeuta de las huellas dejadas por una relación primaria específica que fue configurando en la mente de la terapia el escenario adecuado para ‘recoger los pasos’ de la experiencia del aborto.

La exposición del material nos conduce a lo largo de 5 fases donde paso a paso pudimos organizar la comprensión en el contexto particular de la paciente, de su vivencia del aborto como una experiencia dolorosa pues, repito, se encontró en su interior una experiencia enterrada ahora con factibilidad de ser abordada diferente. Una vez que salió a la luz el secreto creo que se ofreció una oportunidad de nacer a ese bebé dentro del continente de pensamiento a disposición de Elisa y por medio del cual podría acercarse más a la aceptación de su realidad interna. Buena parte de esa realidad es la claridad emocional en cuanto a que fue un bebé que se perdió, un bebé que murió. Una pérdida que demanda ante la evidencia interna y externa la necesidad del duelo. Pero darle nombre le implicaba darle realidad y la responsabilidad de enfrentarlo. Vemos a lo largo del material cómo sí realmente la experiencia terapéutica se convirtió en un bebé gestándose. Primero silencio, retraimiento, dolor psíquico, intentos de huir, incertidumbre. Luego, comienzos de elaboración, Elisa pudo soñar. Pudo hacer transformaciones oníricas acerca de esa experiencia emocional, lo cual señalaba evidencias de comprensión y comienzos de elaboración. Pero también irrumpen amenazas fantasmales de culpas arcaicas y dolores profundos muy primitivos. El momento de su embarazo fue de alguna forma rescatado para intentar su elaboración. Todo este material nos marca de manera contundente la edad del embarazo de Elisa, la adolescencia, como un momento en el cual la vivencia fue de catástrofe no tolerada, no pensada, por lo tanto evacuada.

La Doctora plantea, con una comprensión íntima, su percepción profunda y sensible del estado, o los estados mentales de la paciente. Nos pone en contacto con una revisión bibliográfica de obligada consulta para entender la dinámica del mundo interno y la interacción entre los objetos, tanto internos, como internos y externos en el planteamiento de la preñez como posibilidad para la mujer. Marie Langer y Raquel Soifer han marcado en el psicoanálisis una mirada profunda y esclarecedora, no sólo del mundo femenino, sino de la experiencia de la maternidad que nos ayuda a enmarcar este conocimiento dentro del desarrollo de la identidad femenina, y la importancia vital de las relaciones tempranas en el firme argumento de ser madre y ser padre. Actualmente los estudios acerca de la vida prenatal nos ayudan a aclarar estados mentales arcaicos y a sumar coordenadas de sucesos y experiencias emocionales que enriquecerán la capacidad de integrar al ser humano y su universo somato-psíquico.

La historia terapéutica a que asistimos ahora nos muestra una evidencia también dramática en Elisa la capacidad de hacer historia parece obstruida por sucesos escindidos y enterrados en el inconsciente, lo que nos ayuda a comprender por qué lo que su actualidad plantea es la proyección de una organización conflictiva de sus objetos internos. De tal forma que la vivencia del objeto se proyecta hacia atrás o hacia delante en el tiempo y lo que se constituye es un presente eterno. Esta realidad psíquica atropella una actuación en la experiencia terapéutica: el Aborto de la Terapia, como nos expone la quinta fase del material. Como dice la Dra. Arbeláez, un modelo abortivo se reedita. Elisa ha abortado no sólo su embarazo, su carrera Elisa aborta ahora la terapia. Como parece que lo que se fraguó fue un enmascaramiento de la verdad, la historia se escribe y re-escribe eternamente.

El planteamiento que nos queda con este abordaje es cómo terapéuticamente se rescatan dolores indescriptibles, experiencias mortíferas que requieren ser pensadas, y elaboradas. Cuando lo que se plantea es la huida, en la realidad psíquica se crea un estado escindido, un refugio atormentado de una experiencia en carne viva, si pudiéramos hacer así la descripción. No es fácil como dice la autora la elaboración de una experiencia de tal magnitud, no es fácil tampoco como terapeuta adecuar el continente para su función con una experiencia de por sí tan fragmentada. Desde esta concepción psicoanalítica nos empapamos de la vivencia de la madre interna, de esa convivencia que permanece actualizada en nuestros pacientes. Las fantasías inconscientes con respecto a la maternidad, en la relación con la madre y el padre, prepararía a la mujer para ejercer de una u otro forma su maternidad y al padre para configurar su paternaje al lado de la madre y el hijo.

La autora concluye con una reflexión sobre la necesidad de un espacio, un tiempo y una valoración de la experiencia de la preñez. Llama la atención acerca de la complejidad del ser humano como individuo y como componente de una comunidad. Y plantea la urgencia de una función continente por parte de esa comunidad familiar, social etc., que reconozca la importancia de la atención terapéutica de vivencias tan dramáticas como el aborto. Es vital -dice- que el hombre entre en esta consideración y que sea la pareja unida y preñada la que geste al bebé. La experiencia del aborto requiere de atenciónterapéutica que elabore la función materna.

Para cerrar quisiera compartir una breve mirada, o escucha, a algunas mujeres antes y después del aborto. Nos acercará un poco a vivenciar esta realidad psíquica. De cuarenta mujeres estudiadas en situación de aborto durante una investigación realizada en Bogotá, Colombia en 19891 podrían escribirse tomos enteros de narraciones y vivencias, reflexiones y miradas a sí mismas.

"Creo que debí haber sido un accidente, mi mamá no me abortó porque no conseguiría cómo hacerlo, pero lo debió pensar, o intentar muchas veces".

"Qué injusto traer a sufrir un niño, a pasar hambre, si ni para mí puedo conseguir, qué tal con un bebé".

"Siento que algo por dentro me quema, me duele el estómago y siento un peso horrible".

"Me parece que estoy sucia por dentro, tengo ganas de ir al baño todo el día; me parece que huelo feo".

"Si no acabo con esto, esto acaba conmigo". "...esto pesa mucho, es un problema que no me deja estar tranquila".

"No quiero ni pensarlo, nunca creí que me iba a pasar esto, que a mi mamá le hubiera sucedido y la hubieran cargado de hijos eso es otra cosa, yo no quiero ser como ella".

"Esto es lo peor que me ha sucedido en la vida... él me embarazó y lo hizo por vengarse de mí".

Luego de la realización del aborto la joven se enfrenta a una realidad difícil de entender. Físicamente se siente mal y experimenta una mezcla confusional de emociones y sensaciones. La forma como aborda esta experiencia nos hace clara la conflictiva íntima y cómo se exacerba, qué rumbos toma etc.

"Siento un dolor muy grande, como si me hubieran quitado algo muy importante, muy, muy mío; sé que es lo mejor que he podido hacer, ya no tengo qué me perturbe la vida".

"Quisiera retroceder el tiempo y salir corriendo con mi bebito, pero ya es tarde".

"Estoy feliz, tenía muchos vómitos y maluqueras, ahora estoy regia, es casi como hacerse un lavado".

"Sentí como si hubiera perdido algo por dentro, pero lo decidí así, más bien no pensar; de aquí en adelante hago de cuenta que no ha pasado nada, que no he sentido nada, total, ni siquiera era un bebé".

"Me sacaron mucho, mucho, yo vi así, por un lado y vi muchísimo, sentí que me vaciaban, que me sacaban un pedazo".

"¿Yo si puedo volver a tener hijos? ¿Cuando yo quiera más adelante no voy a tener problemas para tener bebés? ¿Esto no me deja estéril?"

"...a veces pienso que voy a enloquecer, me veo en un hospital de locos todos señalándome y gritándome... esto me sacó de muchos problemas, pero me metió más problemas adentro".

"Me siento tan extraña, como descansada pero con muchas ganas de llorar y llorar sin parar, y que alguien me tome en sus brazos".

Quisiera dejar en la mente de cada uno de nosotros una consideración importante en la maternidad y es la presencia física y psíquica de un padre preñado, un padre que da a luz y un padre que amamanta como un pecho abundante la díada made-bebé. Hay una realidad que no podemos eludir más y es aquella en la cual la maternidad se afirma, se enriquece, se alimenta, se ejerce de forma vital y certera si existe un padre acompañando y ejerciendo su paternidad al lado de la madre. En el aborto también el padre aborta y ¿quién piensa en ello? Estos padres merecen también estudio, comprensión y cuidado para la elaboración de una experiencia tan marcante en la existencia y en las funciones parentales.

Volver al sumario de Fort-Da 8

Volver a la página principal PsicoMundo - La red psi en internet