La pregunta de la madre de un niño al que atiendo desde hace un año, me encuentra mientras estoy pensando el tema para esta ocasión: Qué es un padre para el psicoanálisis, qué es un padre para la doctrina psicoanalítica.
Y, como mi inconsciente no me defrauda, decidí relevarla para que me condujera hacia algún lugar.
La madre en cuestión me envía una pregunta escrita y pide insistentemente que le responda. Así dice su nota:
"L desde hace un par de meses pregunta por el padre, lo nombra reiteradamente, quiere ir al cementerio, le dedica dibujos, cartas, escribe su nombre y apellido, busca fotos, casi es su único tema".
La pregunta :
"¿Por qué L, si no conoció a su papá, ni hablamos mucho de él, puede estar tan pendiente ahora, si lo único que tiene del padre es su apellido?"
El padre del niño muere asesinado cuando ella se encontraba en el sexto mes de embarazo.
Más allá de todas las derivaciones a las que podría llevarnos este recorte clínico, quiero relevar la pregunta por el padre presente en la enunciación de la madre y la demanda del niño. Lo primero que puedo decir es que el padre causa algo, causa una pregunta. ¿Qué causa el padre? Según esta señora, lo único que le ha dado el padre al niño, en este caso particular, es el apellido. Una pregunta queda planteada:
¿Qué estatuto de padre tiene aquel que da el nombre?
La obra de Freud y su vida misma, sus sueños, los relatos en sus biografías, están enhebrados por el Complejo paterno y por la pregunta "¿qué es un padre?". Lacan se dedica a desplegar los alcances, los destinos de esta pregunta. Padre como Metáfora, Nombre del Padre en singular, Nombres del Padre, en plural, teniendo en cuenta las complejidades que la cuestión del padre como complejo paterno, encierra.
Lacan en el Seminario V (Clase X): Los tres tiempos del Edipo, nos habla del padre en la Metáfora paterna:
"¿De qué se trata en la metáfora paterna? Propiamente, es en lo que se ha constituido de una simbolización primordial entre el niño y la madre, poner al padre, en cuanto símbolo o significante, en lugar de la madre. Veremos qué quiere decir este en lugar de que constituye el punto central, el nervio motor, lo esencial del progreso constituido por el complejo de Edipo".
Digo entonces, que un padre causa una sustitución, del significante Nombre del Padre por el Deseo de la Madre, produce un algo en lugar de otra cosa, causa una demanda, un enigma a responder: ¿a dónde va esta señora que es mi madre?-se pregunta el niño-¿qué quiere, qué desea?. Se inaugura para el niño una demanda. Se trata entonces de una pregunta por la causa que abre esta demanda y ello nos lleva al agente, agente es el que opera, ejecuta la castración en la madre, porque si esta señora demanda, pide algo, quiere algo, es porque está castrada, agujereada, algo le falta. Entonces, ¿quién lo hizo? ¿quién propició esa falta que la hizo castrada? Y bueno, la causa de su deseo, el agente de su castración, como suele nombrarse al padre. Ahí viene el mito del padre castrador de la madre. La invención del padre como agente de la castración está en correspondencia con el vacío del Otro, el ahuecamiento del Otro. Esto se relaciona con lo que es para Aristóteles una de las cuatro causas: "la causa eficiente"(Las otras causas: formal, final, material)
"La causa eficiente es el motor o estímulo que desencadena el proceso de desarrollo. Como la forma, en tanto causa formal, es la causa de lo que una cosa es de que el niño sea hombre, de que esta mesa sea mesa-, solamente la forma puede poner en movimiento: vista de esta manera, la forma es causa eficiente. Sólo que, en tanto causa eficiente, no se encuentra en el individuo de que se trate, sino en otro individuo distinto: causa eficiente del niño será el padre, es decir, la forma específica en cuanto está incorporada al padre; causa eficiente de la mesa será el carpintero, es decir, la forma "mesa" que tiene en su espíritu el carpintero. Mientras que la causa final opera como meta, por así decirlo, desde adelante, la causa eficiente opera, en cambio, "desde atrás", y es relativamente exterior a la cosa en desarrollo"
Cierta tribu atribuía la procreación a cualquier cosa: una fuente, una piedra o el encuentro con un espíritu en lugares apartados. No importa tanto que la gente reconozca que tuvo que haber habido un coito para que se dé la procreación, sino que es importante esa creencia que sostiene que hay una causa externa a la madre que ha producido algo como un embarazo. Un significante: piedra, fuente, espíritu nombran la causa de un embarazo. El padre es, entonces, a esta altura de la enseñanza de Lacan, un significante.
"La posición del Nombre del Padre, la calificación del padre como procreador, es un asunto que se sitúa en el nivel simbólico. Puede realizarse de acuerdo con las diversas formas culturales, pero en sí no depende de la forma cultural, es una necesidad de la cadena significante. Por el solo hecho de que instituya un orden simbólico, algo corresponde o no a la función definida por el Nombre del Padre, y en el interior de esta función introduce significaciones que pueden ser distintas según los casos, pero que en ningún caso dependen de ninguna necesidad distinta de la necesidad de la función del padre, a la cual le corresponde el Nombre del Padre en la cadena significante". (Sem. V, Clase X)
La paternidad supone varias funciones desplegadas en los tres tiempos del Edipo, en los que Lacan sitúa tres modos de entrada del padre entre el niño y la madre. Tiempos lógicos que denotan la relación que el niño va estableciendo con el Otro, con el deseo del Otro, en esa temporada que es la niñez. Como es notorio entonces, la función del padre introduce la temporalidad. Recordemos al Dios-padre del tiempo griego: Cronos. Hay una relación íntima entre el padre y el tiempo ya que, como consecuencia de la entrada del Nombre del padre en la Metáfora paterna, el tiempo como corte entra en juego dando como resultado la significación fálica, la posibilidad de sustitución, la posibilidad para el niño de nombrar un ayer, un hoy, un mañana, la posibilidad que entre en juego el "en lugar de" tal significante, tal otro. En "lugar de" ser la "cosita" de la mamá, podrá pasar a jugar con la escoba de la mamá, haciendo de la escoba un caballo que él montará.
El desarrollo de estos tres tiempos de entrada del padre, nos enseña que, en una de sus funciones, el padre cumple un papel puramente masculino, ya que hacia él se vuelve el deseo sexual materno, se vuelve sobre un padre sexual vivo y es su presencia la que impone una prohibición sobre el goce materno. Puede dormir en la misma cama de la madre o no, pero causa a la madre en su deseo, la conmueve. Operación sumamente necesaria para que el niño no vaya todo él (su yo, su moi) al lugar de completar a la madre: adviene, en ese lugar, el deseo de su madre por un hombre.
En otra de sus funciones, en su función simbólica, es el que da el nombre. El nombre propio es dado, viene del Otro, viene del padre. De hecho esto es constatable en los problemas que nos trae la cuestión de nuestro nombre propio. Ello da cuenta de la pasividad respecto del padre: recordemos lo que nos dice Lacan: "El nombre propio es un significante que muestra que el sujeto es siervo del lenguaje"
En la Clase X, Sem. XXII: R. S. I., Lacan dice:
"Es preciso lo Simbólico para que aparezca individualizado en el nudo ese algo que yo no llamo tanto el complejo de Edipo no es tan complejo como eso- yo llamo a eso Nombre del Padre, lo que no quiere decir nada más que el Padre como nombre lo que no quiere decir nada al comienzo- no solamente el padre como nombre, sino el padre como nombrante"
El Nombre del Padre , nos dice Lacan en R.S.I. anuda lo real, lo simbólico y lo imaginario y se constituye como nombrante.
El nombre propio le permite al Sujeto un punto de referencia para la identidad, la singularidad y la ubicación en un linaje. Se trata aquí del padre simbólico, del padre muerto desde siempre, que atraviesa las generaciones y que dona un nombre. Este padre simbólico puede encarnarse o no en el padre que ocupa la cama con la madre o el deseo de la madre, por ser el portador del falo. El padre simbólico, entonces, puede encarnarse o no en ese padre que trastabilla, se equivoca, el de todos los días, que nunca estará a la altura de la función, pero que dona el falo, transmite la castración. Lacan nos dice, en el Seminario XVII El reverso del psicoanálisis, que es de padres a hijos que se transmite la castración, y que eso es posible si el padre se encuentra afectado él mismo por ella, o sea, que done, "su falta". El nombre propio designa un lugar en la filiación, de hecho deriva, en las civilizaciones, del nombre del tótem. Los trabajos de C. Levi Strauss y Durkheim nos aportan sobre el tema. El nombre propio tiene una función de sutura ya que testimonia de un significante por siempre ausente en el campo del Otro. Así, con el don del nombre, queda asumida la función simbólica de la paternidad.
Pierre Rey, francés, escritor de novelas, analizante de Lacan durante diez años, testimonia en su libro "Una temporada con Lacan" acerca de los momentos de su análisis. De este testimonio pueden extraerse a través de los relatos de Pierre Rey, los momentos lógicos de ese análisis. Me voy a referir al trabajo que él realiza de su nombre en el curso de su análisis:
Rey: "No es gran cosa lo que se elige. Ni el momento de nacer, ni el nombre que llevamos, ni el color de los ojos, ni aquellos que más tarde nos herirán por haberlos amado".
"Me llamo Pierre. Y no por casualidad.
Durante toda mi vida, la misma frase me ha silbado en los oídos: "Si tienes un poco de dinero, inviértelo en la piedra (pierre)" Y así, sobre esta piedra, fue donde mi madre edificó su iglesia. En lo cual no se equivocaba: con pierre hacía efectivamente la mejor inversión posible en relación a lo que su deseo de tener a Pierre podía llenar con su carencia...
Hasta el punto de decir a mi madre, al verla con el ceño fruncido cuando le anuncio por vez primera la eventualidad de un posible matrimonio: "De todas formas me divorciaré".
-Sigue Pierre Rey-"¿Hasta qué punto nos determina el peso del nombre que marca nuestro lugar en el orden simbólico?"
"Cuando uno se llama Littré y acepta su destino, ¿es que puede hacer otra cosa que no sea dedicar toda su vida a la elaboración de un diccionario?"
"Respecto de Rey, la otra parte de mi nombre: "Mis antepasados corrían mucho. En los siglos XIII o XIV, a pie y desde el norte...la peregrinación a Santiago de Compostela duraba seis meses. En los caminos, partidas de bandoleros robaban y asesinaban a los viajeros sin escolta. (...).
Apenas se perfilaban en el horizonte las torres de la basílica, todos echaban a correr. El primero que tocaba con la mano la efigie del santo era declarado "el Rey" por las autoridades españolas. Todos los años el ceremonial se repetía, consagrando a un nuevo "Rey". Así es como los nombres propios, a fuerza de difundirse demasiado, se convierten en comunes".
Pierre Rey cuando comienza el análisis con Lacan tiene dificultades para trabajar, escribir sus novelas y, por lo tanto, para ganar su dinero y también, para no malgastarlo.
El trabajo del análisis hace trabajo sobre el nombre propio, causa a que el sujeto haga algo con su nombre y, por ende, con su relación a la castración. El libro de Pierre Rey es un testimonio de ello.
Para concluir, vuelvo a L: este niño pregunta por el padre, demanda por un mas allá de la madre, le dedica dibujos, cartas.
Preguntaba la madre de L a su manera, enunciación que yo relevo: ¿Qué estatuto de padre tiene aquél que da el apellido? Es el padre muerto desde siempre, el padre muerto de la estructura, el que posibilita su función simbólica.
De todos modos a L no le alcanza, demanda a aquél padre vivo, sexual, que encarne, sí, a esa versión simbólica y que le dé también la oportunidad a L. de rivalizar con la potencia fálica de ese padre, de desearle la muerte, padre que comparta o no la cama de la madre, no deje de conmoverla y de convocarla en su sexualidad femenina.
Mirtha Benítez
Notas
* Presentado en la jornada ¿Qué es un padre? En la Asociación de Psicoanálisis del Sur - Ciudad de Bernal, Provincia de Buenos Aires - Septiembre de 2004.