La actividad excesiva de ciertos niños desde hace un tiempo ha despertado el interés de médicos, maestros y psicólogos, quienes apegados a las clasificaciones existentes en nuestro tiempo, lo suelen considerar como un problema de orden orgánico, particularmente neurológico.
Por su parte la teoría psicoanalítica ha privilegiado la entrada o no al orden simbólico por parte del beb e, como una de las causas de la presencia de este tipo de trastornos en la infancia. En este sentido, el psicoanálisis reconoce en el complejo de Edipo o la inscripción de la Ley del padre, la vía por la cual niños y niñas acceden a este orden, que les otorga una unificación psíquica por medio de la cual ingresan al estatus de sujetos para insertarse en el mundo social, que implica que puedan desarrollar y desplegar ciertas y determinadas actitudes y destrezas como la capacidad para la quietud, para escuchar, atender, responder, interactuar con los otros, tolerar, interesarse, así como aceptar responsabilidades y normas.
Partiendo de la importancia que se le otorga a la estructura edìpica, en la teoría psicoanalítica, cabria preguntarnos ¿sólo la entrada del niño y la niña a este complejo garantiza el acceso a ser sujeto social?, ¿existirían otras condiciones adicionales de las que se juegan en la situación edìpica que favorecen el tránsito hacia la construcción del niño y niña como sujeto social?
El Dr. Winnicott, entre 1957-1963, escribe una serie de artículos sobre psicoanálisis y el desarrollo infantil, entre ellos "La capacidad para estar a solas", (1958) y "El desarrollo de la capacidad para la inquietud" (1963). En ambos artículos coincide en que la capacidad de estar a solas y para quietud, son rasgos de madurez emocional que solo son posibles de lograr gracias a las primeras experiencias vividas en la infancia, previó al paso por el complejo de Edipo. Esta primera relación es llamada por Winnicott bipersonal, pues en ella sólo se encuentran el niño y la madre donde se produce un vinculo paradòjico, pues la capacidad de estar a solas y para la quietud, solo pueden ser alcanzadas por el bebe cuando la madre se halla presente y es capaz de contener y satisfacer sus primeras necesidades, permitiendo con ello que el niño construya un medio ambiente interior benigno, ya que sin él niños y niñas no tendrían como adaptarse y aceptar los acontecimientos que le esperan en la vida; tales como el hallazgo de los límites y normas que ofrece a cada instante el mundo social y que en muchas oportunidades conllevan al encuentro con la frustración y falta.
Según estos términos tanto la quietud como la inquietud requieren de otro capaz de contener y satisfacer las primeras necesidades y demandas, pues sin este, el infante no tendrían como construir sus propios deseos y a quien dirigir sus actos.
A fin de ilustrar estos aspectos en la clínica, citaré a continuación momentos del recorrido de un niño que llega a la consulta a la edad de cinco años.
Momento I: entra al consultorio (una biblioteca especializada en Déficit de Atención, es una de esas que está repleta de libros, de verdades absolutas, que se edifico en un lugar inquietante poco acogedor y contenedor, que no tiene espacio para la duda y reflexión) la madre de Marcos, ella tienen 45 años, casada
en segundas nupcias con un hombre de 75 años, el cual hace 3 años sufrió un infarto que le dejó importantes limitaciones físicas y cognitivas. Al describir su motivo de consulta, nos habla de Marcos como un niño excesivamente intranquilo que no atiende a sus llamados ni a los de sus maestros, nadie lo puede controlar.
Momento II: tocan simultáneamente sin cesar la puerta y el timbre del consultorio, al abrir entre un huracán que toca todo, usa todo, sin escuchar, sin atender (aparentemente), le sigue la madre, quien a cada movimiento del niño dice: "deja , no toques, no hagas eso, siéntate, párate, cállate, no te ensucies, baja la voz, arréglate el pantalón, lávate la manos, no juegues con ese carrito, toma este" .... así se dan 45 minutos de persecución. Al concluir la sesión el niño manifiesta su deseo de querer llevarse un avioncito y aquí la madre vuelve a la carga y se produce una lucha campal entre "déjalo y me lo llevo"; hasta que le digo a Marcos ..." toma el avioncito déjalo en el lugar que màs te guste del consultorio que allí estará cuando vuelvas " Marcos me mira, toma el avioncito lo coloca suavemente sobre una repisa, se despide y sale tranquilamente.
Momento III: Marcos llega con la madre pero esta vez entra solo al consultorio; busca el avioncito y me invita a jugar con él a la guerra de los aviones, luego comienza con la construcción de lo que llamarà un campo de protección, pero repentinamente interrumpe el juego y solicita permiso para salir del consultorio, afuera del consultorio, escucho su voz, que dirigiéndose a la madre le pregunta "¿Porqué tu no trabajas....porque siempre estas en la casa...?". No espera la respuesta, entra de nuevo al consultorio y sigue con su juego. Al finalizar la sesión me pide que le guarde el avioncito para nuestro próximo encuentro.
Intentando comprender y descifrar el sentido que tiene este síntoma, en la intersubjetividad de la estructura parental podríamos leer estos 3 momentos:
La inquietud de Marcos denuncia su posición en la estructura parental, en este sentido vemos que la angustia y la necesidad de control la madre posiblemente no le han facilitado al niño lo que Winnicott llama la construcción de un espacio interior benigno, el cual solo es posible alcanzar cuando el bebe recibe una imagen segura de la madre; es decir, alguien que está siempre disponible, que satisface y que no exige nada a cambio. Por el contrario este primer espejo unificador se presenta como una imagen persecutoria y alienante que no deja espacio para la quietud, no permitiendo que el niño aprenda a confiar y a elaborar la ilusión de que las cosas son como èl cree, para luego aceptar poco a poco que no es asì, asimilando gradualemente la des-ilusiòn que le permitira`en un furturo redescubrir su propio deseo (Winnicott, 1958).que M redescubra su propia vida personal y su propio deseo.
En relación a la figura paterna, la intranquilidad de M puede estar marcando "estoy vivo y no muerto como mi padre" y por otra parte pone en evidencia una figura paterna que no ha asegurado el rompimiento del circulo aprisionarte entre madre-hijo, quedándose mas bien atrapado bajo el influjo alienante de la madre, a su deseo, lo cual limita el advenimiento del niño como sujeto deseante y el reconocimiento del rol que debe ocupar dentro de la estructura familiar.
Que pasa en un tercer momento donde se produce una intervención del terapeuta, y el efecto es un estado de quietud. se introduce la ley pero desde la quietud y esta produce un sujeto desente.
Una última reflexión, antiguamente un niño intranquilo era considerado saludable, vivaz; despierto e interesado por el mundo; sin embargo en nuestros tiempos pareciera que estos términos aluden a trastorno , sin percatarnos que probablemnet es mas bien un efecto de un nuevo orden social y familiar; donde las exigencias laborales, tecnológicas, escolares que frecuentemente escapan del natural desarrollo evolutivo pues hay que ser el mejor que tambien implica ser el que menos molesta.