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Número 8 - Septiembre 2005
El regalo de Freud
(Incluye la traducción del artículo de Max Graf
"
Reminiscencias del profesor Sigmund Freud")
Pablo Peusner

Estoy convencido de que la relación de Sigmund Freud con la clínica de niños no fue más que su propio mensaje recibido en forma invertida desde el lugar del Otro, y no una apuesta ética tendiente a construir un nuevo campo para el desarrollo del psicoanálisis. A causa de ello considero que sin la "reinvención" del psicoanálisis operada por Jacques Lacan, los sujetos humanos hablantes que llamamos "niños" hubieran quedado por fuera del campo de aplicación del psicoanálisis freudiano.

Ahora bien, puesto que sin Freud no hubiera habido psicoanálisis alguno, tal vez sea conveniente despejar su posición ante este primer problema: ¿cuál fue la condición de posibilidad para que se pensara un tratamiento psicoanalítico con niños?

Creo que es posible establecer la existencia de dos operaciones realizadas por Freud y que funcionaron como condición de posibilidad para que se pudiera pensar el psicoanálisis con niños. La primera de estas operaciones fue cierta extensión que operó sobre el concepto de sexualidad: incluir a los niños como participando del concepto. Freud reclamó el mérito por haber realizado esta maniobra en el último párrafo de la Conferencia 20, titulada "La vida sexual de los seres humanos". He aquí el párrafo:

"Ahora pueden juzgar por sí mismos si esa extensión es injustificada. Hemos ampliado el concepto de la sexualidad sólo hasta el punto en que pueda abarcar también la vida sexual de los perversos y la de los niños. Es decir, le hemos devuelto su extensión correcta. Lo que fuera del psicoanálisis se llama sexualidad se refiere sólo a una vida sexual restringida, puesta al servicio de la reproducción y llamada normal". 1

Si bien esta cita pertenece al último párrafo, se puede deducir que Freud fecha esta extensión en los "Tres ensayos..." de 1905. Sabemos que "Las aberraciones sexuales" es el título del primer ensayo, mientras que "La sexualidad infantil" es el título del segundo. Recién allí podemos considerar que aparece la idea de una sexualidad detectable en los niños (hasta entonces, cierta imagen de inocencia, de carácter angelical, que era atribuida usualmente a la infancia, impidió hacer una propuesta de semejante osadía).

Ahora bien, ¿cómo se operó dicha extensión? ¿Cómo Freud probó, qué operatoria realizó, para poder decir he ahí sexualidad infantil? Freud consideró presente a la sexualidad en conductas observables y típicas de los niños; a saber: el chupeteo (como diferente del reflejo de succión), las actividades de lo que luego será el "complejo anal" (como diferente del control esfinteriano) y la investigación y teorización sexual de los niños. Freud atribuyó a esas tres conductas —muy observables, por cierto— el carácter de conductas sexuales.

Entonces, extender la sexualidad a tales conductas produjo como efecto que los niños participaran del concepto. He ahí una de las condiciones de posibilidad como para comenzar a pensar en someter a un niño a la clínica psicoanalítica.

La segunda operación consistió en oponer la sexualidad al sexo biológico e interrumpir la continuidad evolutiva entre ambas. Es decir, la sexualidad infantil no evoluciona hacia la función propia del sexo biológico — que es la reproducción—.

Durante la misma conferencia, Freud afirmaba:

"Ustedes incurren en el error de confundir sexualidad y reproducción".2

Nótese que Freud es bastante "lacaniano" en el modo en que se dirige a su auditorio: lo supone confundido y ahí está él, Freud, para aclarar un punto que será central en sus posiciones respecto de la sexualidad: la sexualidad siempre será infantil. Está muy explícitamente dicho en esa frase pero también a lo largo de toda la conferencia.

Si aceptáramos que estas dos operaciones funcionaron como condiciones de posibilidad para que se pensara en la posibilidad de practicar la clínica psicoanalítica con niños, tal como sostenía unas líneas atrás, habría que fecharlas en 1905, es decir, al momento de la publicación de la primera edición de los "Tres ensayos...". Lo interesante es que en 1906 Freud comenzó a recibir informes acerca del estado angustioso de un niñito, hijo de un intelectual vienés de la época que compartía con él las reuniones de los miércoles… Estamos hablando de Max Graf, el padre del pequeño Hans.

A mí me gusta pensar esta situación proponiendo que Freud recibió su propio mensaje en forma invertida desde el lugar del Otro; es decir, una vez establecidas las condiciones de posibilidad, una vez producida la noción de sexualidad infantil, el Otro le respondió aunque invirtiendo en parte su planteo. Téngase en cuenta que las ideas sobre la sexualidad estaban dirigidas a explicar el funcionamiento de la sexualidad supuestamente adulta, a explicar por qué algunas personas no alcanzaban la genitalidad, y no a favorecer la clínica con niños.

Sin embargo, este hombre comenzó a remitirle informes acerca de la neurosis infantil de su propio hijo. Aquí es donde encuentra lugar una anécdota personal que justifica este escrito: he realizado un pequeño descubrimiento a fines del año 2003 y quisiera compartirlo con todos vosotros. Este pequeño descubrimiento nos permitirá afirmar que Freud no sólo recibió su propio mensaje en forma invertida desde la posición del padre de Hans, sino que también lo recibió del pequeño Hans; y para poder entender este problema hay que revisar la historia del psicoanálisis vienés.

Es conocido el hecho de que Max Graf, antes que su hijo cumpliera tres años, comenzó a enviarle a Freud sus informes acerca de los avatares de Hans. En ellos consignaba su interés teórico y práctico acerca del hace-pipí, pero la fobia aún no se había desencadenado. Lo interesante es que Freud había sido analista de Olga König, una conocida actriz de teatro de la época y madre de Hans. Incluso Freud afirma en el historial que conoció a Max Graf a través de una "dama" que los presentó. Es probable que se tratara de Olga. También es probable que Olga y Max hablaran de Freud ante su hijo, puesto que el vínculo entre Max y Freud comenzó en 1900, luego del final del análisis de Olga. Freud recibió los primeros informes sobre Hans en 1906 (antes de que cumpliera los tres años). La historia nos cuenta que Freud, a causa de su contacto con Max Graf, participaba de los eventos sociales de su familia. Ahora bien, cuando Hans cumplió tres años (téngase en cuenta que a esta altura Hans ya estaba un poco angustiado, aunque aún no había desarrollado su fobia) Freud fue uno de los invitados al cumpleaños y, en carácter de tal, le llevó un regalo. ¿Alguno de ustedes, oh lectores, imagina qué le regaló?: un caballo de madera, de esos que sirven para balancearse… Es increíble, ¿verdad? Nueve meses después, el pequeño Hans ligaba todo el problema de su angustia a un caballo.

Encontré este dato leyendo la entrada "Graf, Herbert" en el "Diccionario de psicoanálisis" de Elisabeth Roudinesco y Michel Plon, publicado por Paidós. Eso estuvo siempre ahí y nadie nunca lo resaltó. Hice circular este dato entre mis colegas, pero obtuve poca respuesta. Más tarde Ariel Pernicone me confirmó el dato: en la biografía de Freud escrita por Emilio Rodrigué, también estaba la anécdota (en la página 491). ¡Y pensar que Lacan se rompió la cabeza en el año 58, a lo largo del Seminario 4, tratando de establecer por qué la fobia se ligó al significante "caballo"! Y hasta llegó a proponer que había un caballito dibujado en el fondo de la estampa de un león que Hans tenía en un libro… Aparentemente, la fuente para esta anécdota fue el mismo padre de Hans, quien dejó el dato escrito en un artículo titulado Reminescence of Professor Sigmund Freud, publicado por "Psychoanalytic Quarterly", XI, 1942, pp. 465-476. El texto también fue publicado en francés con el título de Reminiscences sur le professeur Freud (1942), en la revista "Tel Quel" 88, de 1981, pp. 52 - 101. Luego de una pequeña pesquisa pude dar con este artículo en su versión inglesa. Les leo cómo fue presentada la anécdota por el padre del pequeño Hans:

"Freud tenía un papel entusiasta en todos los acontecimientos familiares de mi casa; esto, a pesar de que yo era un hombre joven, Freud era ya de edad avanzada y sus cabellos maravillosamente negros comenzaban a encanecer. En ocasión del tercer cumpleaños de mi hijo [se refiere a Herbert, a quien Freud llamará en su historial "Hans"], Freud le trajo un caballo de balanceo que por sí mismo llevó hasta arriba por los cuatro tramos de escalera que conducían a mi casa." 3

Parece ser que Freud mostró un temprano interés por la educación del pequeño. El mismo texto narra una discusión entre Max Graf y Freud, a propósito del marco religioso en que el niño debería ser educado. Cito:

"Cuando mi hijo nació, me preguntaba si no debía sustraerlo del odio antisemita reinante, que en ese momento difundía en Viena un hombre muy popular, el Dr. Luger. No estaba seguro de que no fuese preferible que mi hijo fuera educado en la fe cristiana. Freud me aconsejó no hacerlo. Si usted no deja a su hijo ser educado como un judío, dijo, usted lo privará de esas fuentes de energía que no pueden ser reemplazadas por nada. Él tendrá que batirse como judío y usted debería desarrollar en él toda la energía de la que tendrá necesidad en esta lucha. No lo prive de este beneficio." 4

No cabe duda que el interés de Freud por el jovencito era un interés manifestado tempranamente. Y es justamente por eso que me causa gracia lo que dice Freud, en el historial publicado, en ocasión de la entrevista del 30 de marzo (que es la entrevista que mantiene con Hans y su padre). Es la página 36 del tomo X de la edición de Amorrortu. Primero afirma que:

"Ya conocía yo al gracioso hombrecito".5

Y nosotros podríamos agregar: ¡Claro Profesor, si usted ya había realizado una intervención acerca de la educación del pequeño y también estuvo en su último cumpleaños!. Lo ridículo es la frase que sigue a continuación, porque Freud dice:

"No sé si él se acordaba de mí". 6

¡Pero sí, Profesor! ¡Si usted le regaló el caballo de madera y él armó la fobia alrededor de un asunto con caballos! Yo no tengo ninguna duda: Hans se acordaba perfectamente de él.

Finalmente, Freud concluye afirmando:

"Detalles como los que conocí en ese momento (...) era evidente que no se podían explicar a partir de lo que sabíamos".7

No estoy de acuerdo. Tal vez se podrían haber explicado muchas cosas a partir de lo que Freud sabía y prefirió olvidar. ¿Acaso su división subjetiva es efecto del modo en que recibió la inversión de su propio mensaje? ¿Es posible que, un año después, Freud hubiera olvidado por completo su regalo?8

Lejos de ser malintencionadas, mis preguntas apuntan a abrir una nueva vía para pensar la transferencia en la clínica psicoanalítica en general y en la clínica psicoanalítica con niños en 9particular. Todas mis preguntas podrían resumirse en una sola: si la transferencia coincide en la desaparición de las personas en la situación analítica… ¿Quién eligió al "caballo" como significante de la transferencia? Si fue Freud, curiosamente fingió olvidarlo. Si fue Hans… ¿cómo olvidar que unos meses antes el Profesor Freud le hiciera el regalo que hoy nos enteramos que le hizo? ¿Y si hubieran sido "entre" ambos en tanto que uno?

Lacan llega en mi ayuda: "immixtion de Otredad".

A continuación propongo mi traducción del escrito "Reminiscencias sobre el Profesor Freud" con el que Max Graf presentó la primera versión del texto de Freud "Personajes psicopáticos en el escenario" en el Psychoanalytic Quarterly, XI, de 1942. Como en otras ocasiones he planteado, no soy traductor sino psicoanalista y el texto no surge sino de un trabajo de lectura que arroja un resultado —el que, por otra parte… ¿por qué no compartir con mis colegas favoreciendo el intercambio y la discusión?—-.

Este escrito permanecía inédito hasta hoy. Nadie sabrá, mejor que ustedes, qué destino darle a mi traducción.

Notas

1 Freud, Sigmund. "Conferencias de introducción al psicoanálisis. 20ª Conferencia. La vida sexual de los seres humanos" (1917 [1916-17]), en "Obras Completas", Volumen XVI, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1992, pág 291.

2 Ibid. Pág. 284.

3 Graf, Max. "Reminiscences of Professor Sigmund Freud", en "The Psychoanalytic Quarterly" XI, 1942. Pàg. 474. Traducción personal.

4 Ibid. pág. 473.

5 Freud, Sigmund. "Análisis de la fobia de un niño de cinco años" (1909), en "Obras Completas", Volumen X, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1989, pág. 36.

6 Ibidem.

7 Ibidem.

Reminiscencias del Profesor Freud

Max Graf

El artículo de Freud "Personajes Psicopáticos en el Escenario" que hago ahora público por primera vez, fue escrito en 1904. Cuatro años antes, Freud había publicado "La Interpretación de los sueños" en el que sentaba las bases para su nueva técnica psicoanalítica. Descendió abruptamente en las profundidades oscuras de lo "inconsciente". Por primera vez, transitó solo entre los afectos, estímulos psicológicos de tipo afectivo e impulsos eróticos. En un espectro de fenómenos en el que hasta ese momento el hombre había visto sólo arbitrariedades, oscuridad y caos, Freud descubrió leyes y una estructura bien equilibrada. Las imágenes de los sueños no eran una puesta en escena arbitraria de la imaginación —la que una vez que las luces estuvieran apagadas, comenzaba a soñar sin inhibición—. Por lo contrario, estas imágenes se desarrollaban de acuerdo a leyes definidas; tenían un significado que podía ser establecido definitivamente a través de una técnica científica. Acheronta movebo, "He de mover el mundo subterráneo", escribió el entusiasta investigador con orgullo y conocimiento en el tema. Eligió esta frase como epígrafe de su libro. Y se movió hacia el mundo subterráneo —con mano segura, sin miedo ni preconceptos de resultados dolorosos. Los mecanismos de este mundo subterráneo fueron descriptos y explicados científicamente.

Desde el principio, Freud aplicó su método de investigación del inconsciente a diversos campos de la actividad psíquica. Primero estudió el chiste; poco después se interesó por los productos de la imaginación artística y luego por la religión, los mitos, el desarrollo de la civilización humana, el microcosmos y el macrocosmos, el mundo y el hombre. Todo constituía para Freud una unidad. En todas partes detectó una organización regular de lo inconsciente y lo consciente, de la inhibición y la represión, de los afectos y su influencia desde el interior, <en todas partes detectó> la transformación de los instintos y pasiones en síntomas e imágenes, y el fundamental poder de los impulsos eróticos en la vida humana. La imaginería del sueño, del mito y los símbolos de la religión estaban interrelacionados. Según Freud las ceremonias del servicio divino tenían el mismo contenido que los actos obsesivos de los neuróticos y el aparente sin sentido de los no tan extraños actos de la persona sana. Había sentido y significado en todo. El inconsciente del hombre se desarrolló y funcionó exactamente de igual manera que el inconsciente en el curso del desarrollo de la humanidad en su totalidad. <el inconsciente> Fue una parte del pasado empujado hacia las profundidades por los nuevos dioses, <parte del pasado> que a través de los movimientos de la superficie de la tierra, a través de terremotos y erupciones volcánicas, trató de liberarse.

Freud estaba particularmente interesado en los aportes que del tema de la tragedia pudieran obtenerse para la investigación psicoanalítica. Su punto de partida en la investigación del psiquismo fue Edipo. Freud consideró a la conducta del griego Edipo como típica de las funciones del inconsciente. Analizó el amor hacia la madre y el odio hacia el padre, y los consideró los impulsos primarios en el desarrollo sexual de la humanidad. En "La Interpretación de los Sueños" pasó del análisis de "Edipo" al del "Hamlet" de Shakespeare. Aquí encontró las mismas motivaciones psicológicas que había encontrado en la tragedia de Sófocles. También aquí el amor hacia la madre y el odio hacia el padre (el complejo de Edipo) se transformaron en una forma complicada de neurosis a través de inhibiciones psicológicas modernas y resistencias. No quedaba más que un solo paso para hacer de la interpretación de los caracteres individuales en el Drama, la investigación psicoanalítica del Drama y la Tragedia. El profundo artículo acerca de los caracteres psicopatológicos en el escenario está lógicamente conectado con los estudios y las ideas que Freud amplió en "La Interpretación de los Sueños".

Conocí a Freud el mismo año en que publicó "La Interpretación de los sueños" (1900) —en otras palabras, en el año más importante y decisivo de su vida—. Por esos tiempos, Freud había estado tratando a una dama que yo conocía (2). Esta dama me contaba, después de las sesiones, acerca de su método diferente basado en preguntas y respuestas. En base a sus informes de estas entrevistas, me puse al tanto de este nuevo modo de observar al fenómeno psicológico, del desentramado artístico de la tela del inconsciente y de la técnica del análisis de los sueños. Tales nuevas ideas, las que me influenciaron excitando mis pensamientos, despertaron mi interés en el nuevo investigador. Lo quise conocer personalmente. Fui invitado a visitarlo en su consultorio.

Freud tenía entonces cuarenta y cuatro años. El muy oscuro cabello de su cabeza y su barba habían comenzado a mostrar algunas canas. Lo que más me llamó la atención de este hombre fue su expresión. Sus bellos ojos eran serios y parecían mirar desde lo más profundo. Inicialmente algo había en esa mirada que no me causaba confianza, más tarde comenzó a mostrar un dejo de amargura. Su mente mostraba algo artístico; era la mente de un hombre de imaginación. No recuerdo en este momento qué conversamos en nuestro primer encuentro. Fue un encuentro amigable y simple, como siempre. Supongo que mi interés por sus teorías fue la razón de haber sido invitado nuevamente, y pronto me encontré en el círculo de sus primeros alumnos, aunque yo no fuera médico sino escritor, un crítico musical.

Las teorías de Freud comenzaron a despertar las primeras oposiciones severas. La ciencia oficial del momento, no quería saber nada con Freud. El líder de los médicos vieneses era Wagner-Jauregg (3), un profesor de la Universidad, un hombre que debido a su formación y a su manera de pensar no podía comprender las ideas de Freud. Para Wagner-Jauregg el sufrimiento psicológico significaba solamente sufrimiento físico, algo que se podía tratar con medio físicos. Freud, por otro lado, intentó hallar una manera de tratar los estados neuróticos a través del enfoque psicológico. Le enseñó al paciente a analizar su propia vida psicológica y a unir los hilos <de pensamiento> confusos. Wagner-Jauregg buscó mejorar las funciones del cuerpo para mejorar al paciente.

Conocí personalmente a esta gran hombre que "jugaba en contra" de Freud. Venía de una familia de campesinos, tenía espaldas anchas, era lento, pesado, fuerte y algo taciturno. Cuando examinaba a sus pacientes, era frecuentemente grosero y poco prudente. Sin embargo también lo aprendí a conocer como un hombre cálido, aunque él ocultara esta faceta bajo un exterior rudo. Es difícil imaginar un contraste mayor que el que había entre Freud y Wagner-Jauregg. Freud era una persona espiritual de gran imaginación; él veía en el psiquismo del hombre enfermo las mismas fuerzas que funcionaban en la persona sana —no solamente a nivel del alma, sino también fuerzas físicas y mecanismos psicológicos—. Wagner-Jauregg era un médico para quien el cuerpo y lo corporal ocupaban el lugar más importante, mientras que lo psicológico no era más que una expresión de lo corporal. En base a este punto de vista Wagner-Jauregg descubrió el tratamiento de la parálisis general causada por la malaria, uno de los más creativos descubrimientos de la historia de la medicina. Trató a los pacientes con parálisis general con fiebre producida artificialmente y logró curar así la mente enferma. Freud no quería saber nada de ningún tratamiento físico para una enfermedad psicológica. Cuando circuló la opinión de que la relación íntima entre cuerpo y alma permitirían teóricamente creer que las enfermedades mentales podrían ser curadas con medicamentos, es decir a través de un enfoque corporal, Freud afirmó que era posible teóricamente pero no en la práctica —que no había manera de enfocar el psiquismo a través del cuerpo— que se debería enfocar al psiquismo sólo psicológicamente.

De esta manera se enfrentaban las posiciones de Freud y Wagner-Jauregg, cada uno con su postura, produciendo grandes obras. Más tarde Wagner-Jauregg reconoció que las ideas de Freud tenían algo valioso. En el momento en que conocí a Freud, los dos eran rivales, y Freud tuvo que esperar otros veinte años —tenía entonces sesenta y cuatro años y era famoso en el mundo— para ser presentado como profesor de la Universidad de Viena, en la que Wagner-Jauregg era el hombre más importante.

Los neurólogos eran enemigos de Freud. La Sociedad Vienesa se reía de él. En aquellos días cuando alguien mencionaba el nombre de Freud en una reunión, todos comenzaban a reírse como si se hubiera contado un chiste. Freud era un tipo raro que había escrito un libro sobre los sueños en el que se imaginaba como un interpretador de los mismos. Es más, era el hombre que veía sexo en todas las cosas. Se consideraba de mal gusto mencionar el nombre de Freud en presencia de las damas. Se solían ruborizar cuando se mencionaba su nombre. Aquéllos menos sensibles, hablaban de Freud con una sonrisa, como si estuvieran contando un chiste grosero. Freud era consciente de esta oposición en gran parte del mundo. Se trataba de una parte de la realidad psicológica tal como él la veía. Se manifestaban así las mismas fuerzas que impulsaban a tantos estímulos psicológicos hacia lo inconsciente; y por eso ahora se levantaban contra cualquier intento de destaparlas.

Con convicción y certeza, Freud siguió su propio camino. Trabajaba de la mañana hasta la noche; daba sus conferencias en la Universidad; se sentaba en su escritorio y escribía sus libros, y dejaba que sus pacientes le contaran historias. Él fumaba sus cigarros y escuchaba sus asociaciones libres, sus sueños y fantasías. La vida psicológica inconsciente se le presentó como un pequeño misterio, tal como se le presenta un bosque oscuro a un buen cazador; conocía cada rincón y cada lugar. El monto de energía espiritual que necesitaba para la escucha diaria de las historias de sus pacientes y para la interpretación de sus tensiones psicológicas fue inmenso.

La vida familiar de Freud y los encuentros con sus amigos le brindaron el descanso necesario. Los domingos a la tarde solía ir a la casa de B’nai B’rith (4), donde jugaba con sus amistades al juego de cartas vienés llamado Tarock. Allí, en las reuniones de B’nai B’rith Freud presentó sus primeras conferencias acerca de la interpretación de los sueños. Aunque a veces se dirigía a expertos o neófitos, Freud era un brillante orador. Las palabras surgían de él rápidamente, naturalmente y con claridad. En los asuntos más difíciles hablaba del mismo modo en que escribía, con la imaginación de un artista, utilizando comparaciones tomadas de los más variados campos del conocimiento. Sus charlas cobraban vida con citas de los clásicos, especialmente del Fausto de Goethe. Freud estaba particularmente interesado en contar episodios de sus viajes. Pasaba regularmente sus veranos en Altaussee, en medio de los Alpes. Su ocupación favorita durante esos veranos consistía en buscar hongos en los bosques.

Gradualmente, Freud reunió en torno a sí un círculo de interesados e inspirados discípulos. Un día me sorprendió al anunciarme que le gustaría realizar una reunión semanal en su casa; quería que estuviesen allí no sólo un número importante de sus discípulos, sino también algunas personalidades de otros campos del saber intelectual. Me mencionó a Hermann Bahr, el escritor líder de los artistas modernos de Viena, los que tenían gran interés por todas las nuevas tendencias intelectuales. Freud quería que sus teorías fueran discutidas desde todos los posibles enfoques. Me preguntó si yo estaría interesado en el emprendimiento. Por eso, fui por varios años un miembro de este grupo de amigos que se reunía cada miércoles en su casa. La mayoría de este grupo estaba compuesta naturalmente por médicos familiarizados con la nueva psicología de Freud. Había algunos pocos escritores, yo que era un crítico musical y Leher, el músico-esteta de la Academia de Música del Estado Vienés. Yo asumí la tarea de investigar la psicología de los grandes músicos y el proceso de composición musical, utilizando el psicoanálisis.

Nos reuníamos en el consultorio de Freud cada miércoles en la noche. Freud se sentaba en la cabecera de una larga mesa, escuchando, tomando parte en la discusión, fumando su cigarro y acompañando cada palabra de una mirada seria y analítica. A su derecha se sentaba Alfred Adler, hombre que hablaba con convicción a causa de su equilibrio, seguridad y sobriedad. A la izquierda de Freud se sentaba Wilhelm Stekel, el hombre sobre el que Freud más tarde publicó una crítica muy dura, pero que en aquel momento era activo y rico en ideas. De los médicos de este círculo, conocí a Paul Federn, uno de sus más leales discípulos, quien representa exitosamente las tendencias ortodoxas de la escuela de Freud.

Las reuniones seguían un ritual definido. Primero, uno de los miembros presentaba un trabajo escrito. Luego, se servían café negro y tortas; había cigarros y cigarrillos en la mesa, los que se consumían en grandes cantidades. Luego de un cuarto de hora de conversación social, se iniciaba la discusión. La última y decisiva palabra era siempre la de Freud. Había en ese cuarto una atmósfera que sugería la fundación de una religión. Freud mismo era ese nuevo profeta que había logrado que los métodos que luego prevalecieron en la investigación psicológica parezcan superficiales. Los discípulos de Freud —todos inspirados y convencidos— eran sus apóstoles. A pesar del hecho de un gran contraste entre las personalidades que conformaban ese círculo de discípulos, en el período temprano de la investigación freudiana todos ellos estaban unidos a partir del respeto y su inspiración hacia Freud.

En aquellas reuniones de los miércoles, yo presenté informes acerca del proceso psicológico en la composición musical de Beethoven y Richard Wagner. Es sorprendente hasta qué punto la nueva psicología de Freud se mostraba útil en el análisis de un trabajo artístico y creativo. Los mecanismos de los sueños y aquellos de las fantasías artísticas eran similares; el inconsciente y la consciencia funcionaban juntos de acuerdo con las leyes formuladas por Freud; el juego y contrajuego de afectos, inhibiciones, transformaciones, todo, se volvía inteligible. Un día le acerqué a Freud un intento de análisis de "El Holandés Errante" de Richard Wagner; en dicha obra la imaginería poética de Wagner estaba conectada con sus impresiones infantiles. Freud me dijo que no me devolvería este trabajo (el primero de este estilo); lo publicó en sus Escritos de Psicología Aplicada (Viena, por Deuticke). En otro libro, titulado "El taller interno del músico" (publicado por Ferdinand Enke en Stuttgart), hice uso de las teorías freudianas para la interpretación del trabajo creativo musical.

He comparado las reuniones en la casa de Freud con la fundación de una religión. Sin embargo, después del primer período de ensueños y fe incuestionable del grupo original de apóstoles, llegó el momento de fundar la iglesia. Freud comenzó a organizarla con gran energía. Fue serio y estricto en las exigencias que le presentó a sus discípulos; no permitió desviaciones de su ortodoxa enseñanza. Subjetivamente, Freud tenía razón: acerca de aquello para lo cual había trabajado con tanta energía y continuidad —y que todavía tenía que ser defendido contra la oposición del mundo— no podía dudar, permitirse debilidades ni ornamentos sin gusto. Aunque era de buen corazón y muy considerado en su vida privada, Freud fue muy duro y no tuvo reparos en la presentación de sus ideas. Cuando se le cuestionó su ciencia, rompió con sus más íntimos y confiables amigos. Si lo consideramos como el fundador de una religión podemos imaginarlo como un Moisés lleno de ira e inconmovible ante los ruegos, un Moisés como el de Miguel Ángel que parece vivo aunque sea de piedra —basta verlo en la iglesia de San Pedro en Vincoli, Roma—. Luego de un viaje por Italia, Freud nunca se cansó de hablarnos sobre esta estatua; la memoria de la cual quedó en su último libro.

Mientras tanto, las teorías de Freud se esparcían aún más alrededor del mundo. Era un verdadero agente de movilización, no sólo en la ciencia sino también en la literatura, en los problemas religiosos, en la mitología. En todo lugar había que lidiar con ataques, animosidades y rechazos de la interpretación sexual de los afectos, con resistencias contra esta teoría la que luchaba por develar lo que estaba pobremente reprimido. Por otra parte aparecieron nuevos adherentes, nuevos discípulos, nuevos apóstoles. Un día Freud trajo a nuestro círculo a un médico alto, apuesto, que venía de Suiza. Le habló con gran calidez, se trataba del Profesor Jung de Zürich. En otra ocasión presentó a un caballero de Budapest: el Doctor Ferenczi. Las ramas de la iglesia freudiana se fundaron en todas partes del mundo. Estados Unidos mostró un particular y gran interés por esta nueva psicología, y fue un gran honor la invitación que Freud recibió de la Universidad de Toronto (5) para dictar allí una serie de conferencias. Cuando Freud volvió a Viena, presentó en uno de nuestros encuentros de los miércoles, una descripción muy vívida de Estados Unidos y de sus experiencias en el Nuevo Mundo.

El círculo original de los apóstoles vieneses comenzó a perder significado para Freud, particularmente porque su más talentoso alumno se alejó para tomar su propio camino; Alfred Adler, quien en una serie de excelentes conferencias, lenta y firmemente defendió el siguiente punto de vista: Freud había creado una nueva técnica, el producto de un verdadero genio; esta técnica constituía una nueva herramienta para el trabajo de investigación, <herramienta> que todo médico debería utilizar en sus investigaciones independientes. Él comparó la técnica freudiana de exploración del inconsciente con la técnica de los grandes artistas, técnica cuyos alumnos luego tomaron y adaptaron a sus determinadas personalidades. Rafael utilizó la técnica de Perugino, pero no lo copió.

Freud no escuchaba. Él insistía en que sólo había una teoría y afirmaba que si alguien seguía a Adler y abandonaba la base sexual de la vida psíquica, no era freudiano. En pocas palabras, Freud —en tanto cabeza de una iglesia— hizo desaparecer a Adler; lo expulsó de la iglesia oficial. En el lapso de pocos años, viví todo el desarrollo de la historia de una iglesia, desde los primeros sermones a un pequeño grupo de apóstoles hasta la lucha entre Arius y Atanasius.

Yo no me sentía capaz de decidirme a tomar parte en la lucha entre los grupos de Freud y Adler. Admiraba el genio de Freud. Amaba su simplicidad humana, la ausencia de vanidad en su personalidad científica. Más aún, un contacto personal se había desarrollado entre mi familia y la suya, generando que su calidez humana me resultara particularmente valiosa. En ocasión de alguna de sus visitas la conversación giró en torno a la cuestión Judía. Freud estaba orgulloso de pertenecer al pueblo Judío, el que había otorgado la Biblia al mundo. Cuando mi hijo nació (6), yo me preguntaba si no debía sustraerlo del odio antisemita reinante, que en ese momento difundía en Viena un hombre muy popular, el Dr. Luger. No estaba seguro de que no fuese preferible que mi hijo fuera educado en la fe cristiana. Freud me aconsejó no hacerlo. "Si usted no deja que su hijo sea educado como un judío, dijo, lo privará de esas fuentes de energía que no pueden ser reemplazadas por nada. Él tendrá que luchar como judío y usted debería desarrollar en él toda la energía de la que tendrá necesidad en esta lucha. No lo prive de este beneficio".

Cuando Gustav Mahler llegó a convertirse en director de la Ópera Vienesa, Freud fue un admirador de la energía y de la grandeza de este hombre. Freud tenía gran sensibilidad artística aunque, a su pesar, carecía de oído musical. Era más bien la energía personal y espiritual de Gustav Mahler lo que él admiraba.

Freud tenía un papel entusiasta en todos los acontecimientos familiares de mi casa; esto, a pesar de que yo era un hombre joven y Freud era ya de edad avanzada y sus cabellos maravillosamente negros comenzaban a encanecer. En ocasión del tercer cumpleaños de mi hijo (7), Freud le trajo de regalo un caballo de balanceo (8) que por sí mismo llevó hasta arriba por los cuatro tramos de escalera que conducían a mi casa. Freud sabía cómo convivir con la gente; era una persona de sentimientos sociales. Su regla fundamental consistía en atender siempre, al menos, a un paciente sin compensación económica. Era su manera de hacer un bien social.

Era una de las personas más cultas que haya conocido. Conocía los escritos más importantes de los poetas. Las pinturas de los grandes artistas que había estudiado en los museos e iglesias de Italia y Holanda. A pesar de su propensión artística y su naturaleza romántica en la investigación de lo inconsciente, era el típico ejemplo de un científico exacto. Sus análisis del inconsciente eran racionales. El hacer consciente lo inconsciente, el método que había diseñado, la transformación de los afectos, todo era llevado a cabo a través del razonamiento y bajo un control racional. Freud no quería nada metafísico. No tenía ningún sentimiento hacia la filosofía. Me sorprendía frecuentemente el modo en que rechazaba de manera tan dura todo tipo de metafísica. Era un positivista cien por cien. Se mostraba muy sorprendido cuando yo le señalaba pasajes de la Antropología de Kant y de los escritos de Leibniz en los que se discutía el inconsciente. Hablando estrictamente, Leibniz era el descubridor de las presentaciones del inconsciente.

Freud tenía un interés particular por la historia de los pueblos y las culturas antiguas. En su consultorio había una vitrina atestada de objetos egipcios y griegos, algunos de los cuales había comprado y otros recibido como regalo. Él mismo había celebrado este interés con las excavaciones de su propia psiquis. Su profesión era excavar el pasado de la psique de sus pacientes. Él echaba luz sobre muchas cosas cuando estudiaba psicoanalíticamente a los seres humanos, antiguas cosas que habían permanecido sin ser descubiertas y escondidas en las capas más profundas de la psiquis. Encontraba los mismos símbolos representados en los escarabajos egipcios o en un falo de bronce, lo que para su sistema interpretador de símbolos eróticos tenía un gran interés.

Una de las características más salientes de la personalidad de Freud era su gusto por los chistes. Le gustaba animar sus relatos y conferencias, con chistes y anécdotas. Valoraba particularmente la jerga del humor judío. Éste le resultaba interesante no sólo por lo incisivo del dialecto, sino también por la fortaleza interna y la sabiduría de la vida que portaba. Como se sabe, siguiendo el camino que abrió deduciendo el sentido del aparente sin-sentido imaginario de los sueños, Freud dedicó un libro al análisis de las relaciones del inconsciente con el chiste.

No había campo del espíritu humano y de la historia que Freud no enfocara con la mirada interesada del investigador. No había nada que él no enriqueciera con su nuevo método de consideración. Había nacido para ser descubridor e investigador, y su imaginación era la de un artista. El mejor discípulo de Freud no puede ser comparado con su imaginación creativa y su real genio. Adler poseía claridad, equilibrio, y un sentido psicoanalítico muy fino; continuó su camino con pequeños pasos, siempre evaluando. Permanecía en la superficie de la tierra. A diferencia de Freud, él nunca se dejó elevar por la imaginación, ni tampoco escarbó profundamente en los intestinos de la tierra. Pero yo no podía ni quería someterme a lo que Freud decía que "había que hacer" o "no había que hacer" —por lo que me confrontaba con él— y no me quedaba nada más por hacer que alejarme de su círculo.

Por supuesto que expresé mi admiración por Freud más tarde en un artículo con ocasión de su septuagésimo (9) cumpleaños. En ese artículo, mientras los destructores de la cultura alemana en Berlín quemaban muchos libros importantes entre los que se encontraban los escritos de Freud, intenté mostrar cómo las ideas de Freud se conectaban no sólo con aquéllas de Leibniz, sino también con las de los románticos alemanes, cuyos médicos y escritores comenzaron con el sonambulismo y la hipnosis. Muy naturalmente, una casa tan importante como la construida por Freud tenía grandes cimientos.

En aquel momento tuve la oportunidad de hablar una vez más con Freud, y lo encontré desconfiado, angustiado y enojado. Sus enseñanzas se habían esparcido mundialmente; habían devenido componentes importantes en la investigación de la psicología moderna en todo el mundo. " Consciente", "Inconsciente", "Represión", "Inhibición", habían pasado a ser términos de uso corriente. Incluso algunas películas articulaban su basura con las ideas de Freud, y un día se pudo leer en el periódico que una compañía cinematográfica norteamericana intentó contratar los servicios de Freud; tan grande llegó a ser su gloria que quisieron tener la valiosa publicidad de su presencia en Hollywood. Se le ofreció una gran suma de dinero que Freud rechazó. Cuánto había cambiado el mundo desde aquellos días en que un pequeño grupo de alumnos se reunía en la casa de Freud todos los miércoles en la noche. El mundo científico y espiritual le pertenecía a Freud. Sólo Albert Einstein ejerció una influencia similar como científico.

Como recuerdo de aquellos días en que tuve el honor de acompañar al gran scholar en parte de su camino, conservo el manuscrito que ahora ofrezco; Freud me lo dio y ahora lo presento a un mundo para el que las ideas de Freud han pasado a formar parte del aire que respiramos. El manuscrito original presenta cuatro páginas de gran tamaño escritas de puño y letra por Freud, que celebran la energía, decisión y libertad artística. Evidentemente, el manuscrito fue escrito de un tirón. Los pensamientos fluían libremente de su pluma y a pesar de su contenido y desarrollo, no presenta signos de tensión ni correcciones. El artículo está escrito con el mismo estilo en el que Freud hablaba: fluido, vivaz, manifestando el goce de la improvisación y de la expresión de ideas independientes y entusiastas.

Ya que Freud no retomó este tema, el artículo resulta de particular importancia.

Muchas veces me he detenido asombrado en un museo arqueológico de Atenas para preguntarme cómo es posible que un fragmento de mármol de una estatua griega pudiera reflejar la total grandeza de un artista griego. De la misma manera, también se puede ver revelado en este artículo, obviamente resumido —que sin duda representa no más que un primer borrador— toda la grandeza de Freud.

Notas

1 ["Reminiscences of Professor Sigmund Freud". "The Psychoanalytic Quarterly" .XI. 1942. pp. 465 – 476. Versión inglesa de Gregory Zilborg. El texto fue escrito para presentar la primera versión del texto de Freud "Personajes Psicopáticos en el Escenario" en la misma revista. Posteriormente se publicó una versión francesa en la revista "Tel Quel", 88, de 1981, páginas 52 – 101. Mi traducción se realizó a partir de la versión inglesa].

2 [Probablemente Olga König, actriz de teatro, esposa de Max Graf y madre del pequeño Herbert (Hans)].

3 Julius Wagner-Jauregg (1857-1940). Creador de la malarioterapia, que permitía curar la parálisis general, motivo por el que obtuvo el Premio Nobel de Medicina en 1927].

4 [Célebre y antigua institución judía que promueve el intercambio social y cultural de los miembros de la comunidad. También organiza y realiza eventos con fines filantrópicos. Aún hoy existe].

5 [La refencia a la Universidad de Toronto se trata, obviamente, de un lapsus de memoria. La Universidad en cuestión es sin duda la Clark University a la que Freud fue invitado con ocasión del vigésimo aniversario, en 1909].

6 [En abril de 1903. Se trata de Herbert, el Hans del historial freudiano].

7 [En abril de 1906].

8 [Las itálicas son mías].

9 [Otro lapsus. Freud tenía ochenta años cuando Hitler ordenó quemar sus libros].

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