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Número 8 - Septiembre 2005
Clínica psicoanalítica con niños
Carlos A. Blinder Dubilet
Joseph Knobel Freud
María Luisa Siquier García

Introducción

Los orígenes

El psicoanálisis se fue acercando poco a poco a la clínica con niños. Primero fue por medio de los recuerdos del paciente adulto de su propia infancia y después de las teorizaciones sobre la sexualidad infantil. El niño se incluyó posteriormente en la práctica y fue a través de un adulto: su padre.

Aquel primer acercamiento a través de los recuerdos del adulto fue un modo indirecto de constatación que se chocó con la amnesia infantil y permitió conceptuar el llamado "recuerdo encubridor". Freud articula los conceptos de recuerdo, repetición y elaboración como puntos centrales en la dirección del trabajo analítico: el recuerdo permite la elaboración y modifica la repetición. Se repiten clisés, es decir, prototipos infantiles que en la relación transferencial se manifestarán con el analista. En la transferencia se constata lo que de niño hay en el adulto, es decir, su organización más estructural, su neurosis infantil. A través de la clínica con los adultos se llega entonces al niño; pero este niño del psicoanálisis habrá de ser aún teorizado.

En la obra de Freud, el niño es heredero del narcisismo parental, his majesty the baby , el lugar teórico del origen, el saber de la sexualidad infantil, el lugar de inscripción de las trazas que, a posteriori, revelarán sus efectos, el representante privilegiado de la circulación del falo, en la serie de equivalencias simbólicas, función filial dentro del circuito edípico. Es también una construcción: la de la neurosis infantil producida en el análisis de un paciente adulto.

La inclusión del niño en la práctica misma será a través del trabajo sobre Juanito, en el que Freud teoriza sobre la sexualidad y resalta la importancia de la sexualidad infantil. Juanito, al hablar de sus síntomas, confirma la teoría. Concluído ya el período de la exploración del inconsciente en sus obras sobre el sueño, la psicopatología de la vida cotidiana y el chiste, el tema es ahora la sexualidad y el complejo de Edipo. Es una etapa de plena teorización y búsqueda de correlatos mediante comprobaciones clínicas para defender, ante el mundo científico de la época, sus descubrimientos revolucionarios.

Pero el análisis de Juanito es, como se ha indicado, por mediación de un adulto: su padre, lo cual fue posible porque se dieron condiciones especiales, ya que los padres estaban convencidos de la teoría freudiana y formaban parte del incipiente núcleo psicoanalítico. El padre asistía a la enseñanza de Freud, la madre había realizado una breve incursión en el psicoanálisis como paciente de Freud, es decir, que contaban con la disponibilidad para escuchar un discurso inquietante.

Como telón de fondo se despliega la relación entre el psicoanálisis y la pedagogía y el tema de la formación del analista: si es necesario ser médico o si es posible un análisis "profano". En este trabajo Freud dice: "Es verdad que en interés del niño el influjo analítico debe combinarse con medidas pedagógicas. Esta técnica espera todavía su desarrollo".

No fue fácil deslindar el lugar del analista de niños, y como se ha expuesto anteriormente, el acercamiento a la clínica infantil fue paulatino. Ha sido necesario reivindicar al niño, darle un lugar, así como Freud reivindica la sexualidad infantil, frente a las concepciones asépticas, asexuadas y paradisíacas de la infancia.

La relación, y a veces la confusión entre psicoanálisis y pedagogía, aún mantiene sus secuelas y expresan la resistencia a conceptuar al niño como un sujeto en el análisis. Esto encubre el concebir al niño como incompleto, insuficiente e inmaduro, descentrado de sus deseos, donde el adulto es la medida de lo que le falta al niño para completarse, en vez de concebirlo como el lugar de origen de pulsiones que seguirán un desarrollo autónomo, en el entrecruzamiento de distintas líneas genealógicas. El psicoanalista no es un pedagogo.

El niño ocupa un lugar de privilegio en el imaginario del adulto, que se resiste a dejar de imaginar la infancia como el paraíso perdido, y pensarla como una época de trastornos, dificultades y patologías que validan la intervención del psicoanalista. Estas resistencias son en gran medida las que causaron la enorme distancia entre las teorizaciones y la clínica infantil, a pesar de que el propio Juanito le reveló a Freud el carácter típico de la neurosis infantil. La inclusión del niño en la práctica infantil llevó su tiempo.

Y, así como en sus orígenes existió una gran distancia entre la teoría y la práctica en el psicoanálisis con niños a favor del desarrollo de la primera, en la actualidad será a favor del desarrollo de la práctica, con menor producción teórica, en comparación con el psicoanálisis de adultos.

Los principales exponentes

Históricamente, se considera a Hermine von Hug-Hellmuth la primera psicoanalista de niños. Discípula de Freud, éste la introduce en las reuniones de los miércoles, donde lee, entre otros trabajos sobre niños, el tratamiento que lleva a cabo con su medio-sobrino, de quien se tuvo que hacer cargo desde la muerte de su madre.

Desde 1913 publica varios artículos sobre la vida mental infantil en la revista Imago. En 1919 publica el Diario íntimo de una adolescente, pero fue escrito mucho antes, ya que su prólogo es una carta escrita por Sigmund Freud a la autora, fechada el 27 de abril de 1915. En una parte de esa carta Freud dice:

"Este diario íntimo es una pequeña joya. Realmente creo que jamás ha sido posible escrutar con tal claridad y verismo las conmociones psíquicas que caracterizan el desarrollo de la niña de nuestro nivel social y cultural en los años de la prepubertad " (Geissmann, C. Y Geissmann, P., Historia del psicoanálisis infantil, Síntesis, 2003: 63).

En el congreso de La Haya de 1920 presenta su trabajo "Sobre la técnica del análisis de niños", considerado el primer texto sobre técnica. Plantea entre otras cosas que son fundamentales las primeras sesiones: hay que asegurarse la confianza del niño, evitar la sugestión, interpretar la transferencia negativa y dejar que el niño juegue. Es importante destacar cómo comienza Hug-Hellmuth este artículo: "La meta del análisis de niños y de adultos es la misma: recobrar la salud mental, restablecer el balance de la psique perturbada por impresiones conocidas y desconocidas por nosotros [...]". Es interesante destacar algunos asistentes entre los oyentes de este trabajo: Anna Freud, Melanie Klein, Oskar Pfister y Eugene Sokolnicka, todos ellos importantes eslabones en la historia del psicoanálisis con niños.

Esta pionera del psicoanálisis con niños muere muy joven y de forma trágica, su medio-sobrino, el mismo con quien ella intentó aplicar su técnica psicoanalítica, la estranguló al intentar robarle en septiembre de 1924.

Melanie Klein le reconoce en 1927 el mérito y el honor de ser la pionera, pero se desmarca del planteamiento de que los niños pequeños no son analizables y de la acción educativa del psicoanálisis, disputa histórica que se desarrollará con Anna Freud.

Más allá de este reconocimiento explícito de Melanie Klein sobre la obra y el pensamiento de Hug-Hellmuth, quien verdaderamente produce y promueve un verdadero cambio en el psicoanálisis de niños es ella misma. Este cambio no se produce solamente en el terreno del análisis infantil. Con Klein, se funda una nueva escuela de psicoanálisis, la llamada escuela inglesa, con verdaderas reformulaciones en cuanto a la obra freudiana que implican, además, una nueva doctrina en cuanto a la técnica de la cura, el análisis didáctico y la formación de los analistas.

Melanie Klein nació en Viena en 1882 y tuvo una infancia y una adolescencia difíciles, soportando varios duelos importantes. En 1910 se instala con su familia en Budapest, donde después de leer La interpretación de los sueños se vuelve una entusiasta del psicoanálisis. Comienza su primer análisis con Ferenczi en 1914, quien la alienta a dedicarse al análisis de niños.

En 1919 ya es miembro de la Sociedad Psicoanalítica de Budapest, donde presenta su primer caso de un análisis de un niño de cinco años: "La novela familiar en su estado incipiente", el caso Fritz, quien en realidad era su tercer hijo, Erich. En 1921 se instala en Berlín y en 1924 comienza su segundo análisis, esta vez con Karl Abraham. En este mismo año presenta en el VIII Congreso de la IPA, en Salzburgo, su trabajo "La técnica del análisis en niños pequeños", presentación que da comienzo a las dos posturas enfrentadas sobre el análisis con niños, la kleiniana y la que sostiene Anna Freud.

Durante su estancia en Berlín traba amistad con Alix Strachey, quien la invita a Londres a dar conferencias y exponer sus nuevos puntos de vista teóricos. Finalmente, invitada por Ernest Jones, se instala en Londres en 1926. Allí muere el 22 de septiembre de 1960.

Son muchas las aportaciones teório-clínicas que Klein realiza durante sus 34 años de estancia en Londres. En cuanto al enfrentamiento con Anna Freud, éste tiene su punto álgido durante las Asambleas Extraordinarias y las Discusiones Controvertidas que tuvieron lugar de 1942 a 1944. A partir de estas controvertidas discusiones, la Sociedad Psicoanalítica Británica queda dividida en tres grupos y la formación en dos enseñanzas.

En cuanto a las aportaciones teóricas novedosas que hacen referencia al análisis de niños se deben destacar el descubrimiento del Superyó arcaico y el Edipo precoz, el descubrimiento de la posición depresiva y la posición esquizo-paranoide, la demostración de la importancia del símbolo en el desarrollo del yo, la relación de objeto, el objeto bueno y el objeto malo, la envidia y la identificación proyectiva.

Los aportes de tipo técnico hacen especial hincapié en el análisis de la transferencia, de la transferencia negativa y del manejo de la angustia en la sesión de análisis, todo ello unido a las numerosas aportaciones que tanto ella como sus discípulos hacen sobre la técnica del juego.

Un año después de su muerte se publica el "Relato del análisis de un niño", el famoso caso Richard.

Sus aportaciones al análisis con niños no se deben exclusivamente a sus aporte teórico-clínicos, también se debe mencionar la cantidad de analistas a los que trató, así como a los que supervisó, formando un grupo muy fuerte y muchas veces controvertido, entre los que se destacan C. Scott, D. W. Winnicott, S. Isaacs, J. Riviere, P. Heimann, H. Segal y H. Rosenfeld.

Anna Freud, su principal rival en las controversias y conflictos de la Sociedad Británica de Psicoanálisis, también lo fue en el terreno del análisis con niños.

Anna nació en Viena en 1895. Era la sexta y última hija del matrimonio Freud.

Tras la muerte prematura de su hermana Sofía y el casamiento de su hermana Matilde, Anna queda como la única hija mujer en la casa de los Freud y se convierte en discípula, confidente, cuidadora y enfermera de su propio padre. Éste también fue su analista, hizo dos análisis con él, uno de 1918 a 1920 y otro de 1922 hasta 1924.

En 1922 presentó su primer trabajo titulado "Fantasías y sueños diurnos de un niño pegado". En 1925 creó el "Seminario de niños", que se reunía en el apartamento de la familia Freud. En 1927 publicó su obra principal: El tratamiento psicoanalítico de niños. En ella deja sentadas las bases de su propia concepción sobre el psicoanálisis con niños, el cual, según ella, deberá ir siempre ligado a la pedagogía del yo en detrimento de la exploración del inconsciente infantil.

Como telón de fondo se despliega la ya comentada correspondencia entre Freud y Pfister (1909 a 1939) que se centra en la relación entre psicoanálisis y pedagogía.

Una vez instalada con su familia en Londres, en 1938, publica su famoso libro El yo y los mecanismos de defensa. Cercana a las posiciones del Ego Psychology, Anna Freud retoma la noción de defensa como central en un análisis, un análisis ya no centrado en el ello sino en la posible adaptación del yo a la realidad.

Su obra sobre los mecanismos de defensa tiene una enorme aceptación en el psicoanálisis norteamericano y marca el nacimiento del llamado "annafreudismo", segunda gran corriente representada en la IPA.

En 1952 funda la Hampstead Child Therapy Clinic, un centro de atención y de investigación sobre sus ideas en el trabajo con niños y sus padres.

Después de la muerte de su padre ella se ocupa no sólo de la publicación de las obras completas del mismo y de cuidar sus archivos, sino también el resto de los miembros de la familia. Muere en Londres en 1982, en la misma casa adonde se habían trasladado en 1938, actualmente convertida en el Museo Freud.

Otra de las pioneras a mencionar del psicoanálisis de niños fue Eugénie Sokolnicka; polaca de nacimiento, fue miembro fundadora de la Sociedad Psicoanalítica de París. En 1913, en el momento de la ruptura Jung-Freud, ella se decanta por Freud, con quien se analiza durante un año. Fue Sigmund Freud quien la impulsó a que trabajara e investigara sobre el terreno del análisis con niños. En 1920 publica "Análisis de un caso de neurosis obsesiva infantil", el cual fue uno de los primeros trabajos sobre clínica con niños, que tuvo mucha repercusión en el posterior estudio de su técnica y de su pensamiento. Contemporánea y conocida de S. Morgenstern, de quien se hablará en el capítulo sobre dibujo, ambas polacas, padecieron diferentes guerras y lucharon mucho por el reconocimiento del psicoanálisis en Francia; les costó igualmente ser aceptadas en los círculos del poder médico de la época y las dos sufrieron un destino trágico: ambas se suicidaron.

No se puede dejar de mencionar en esta breve introducción sobre las pioneras del psicoanálisis de niños a otra mujer, nuevamente con una vida extremadamente dura y difícil y, sin embargo, luchadora incansable a favor del movimiento psicoanalítico y de su profundización teórica.

Sabina Spilrein, nacida en Rusia en 1885, realiza su primer análisis con Jung en 1904, estudia medicina y psiquiatría e ingresa en la Sociedad de Psicoanálisis de Viena en 1911. Más conocida en la historia del psicoanálisis por haber sido la introductora de la pulsión de muerte, en 1912 presenta un trabajo sobre lo que ella denominó la pulsión destructiva, trabajo en el que se inspiró Freud en sus tesis de Más allá del principio del placer.

También conocida por una relación pasional con Jung, lo que de algún modo favoreción la ruptura Jung-Freud años más tarde. De esa relación quedaron documentos y relatos que permitieron analizar una historia novelada sobre su vida. La mujer de Jung intervino escribiendo a la familia de Sabina alertándola sobre esa relación pasional, que Jung en principio negó, y la propia Sabina Spilrein involucró a Freud a quien le escribió una carta en 1909. Freud intervino aconsejando a Sabina que se olvidase de Jung y, probablemente a causa de este escándalo, Sabina Spilrein abandonó Viena y se instaló en Ginebra.

En su etapa de trabajo en Suiza es cuando investiga sobre el lenguaje infantil, la afasia y los problemas de simbolización; de esa época es célebre su escrito "La génesis de las palabras papá y mamá". En esa misma etapa su alumno más conocido, que luego será su paciente en análisis, es Jean Piaget. De este análisis se puede deducir la influencia en todo el posterior pensamiento piagetiano de las ideas psicoanalíticas.

Incansable luchadora por la causa psicoanalítica, por consejo de Freud regresa a Rusia en 1923, donde es una de las fundadoras de la Sociedad Rusa de Psicoanálisis. Muy pronto el nuevo régimen ruso se declarará contrario al psicoanálisis. En 1924, de regreso a su ciudad natal de Rostov, ejerce oficialmente como médica generalista pero, en realidad, se ocupa de niños difíciles y de adolescentes delincuentes, a quienes trata psicoanalíticamente.

En 1942 es brutalmente asesinada, junto a sus dos hijos, en la puerta de la sinagoga de Rostov por las tropas de ocupación alemanas.

Hasta ahora se ha hablado de mujeres pioneras en el psicoanálisis con niños. El padre fundador del psicoanálisis con niños fue D. W. Winnicott. Nace en Plymouth en 1896; en 1920 obtiene su diploma de médico y en 1923 fue nombrado pediatra en el Hospital de Niños de Padington, puesto que ocupó durante cuarenta años. En ese mismo año comienza su análisis con James Strachey, análisis que duró diez años. Supervisa sus casos con Melanie Klein desde 1935 hasta 1941. Melanie Klein le pide que sea él quien se haga cargo del análisis de su hijo Eric, pero bajo su supervisión. Winnicott acepta tratar analíticamente a Eric Klein, pero deja de supervisar con la madre de su paciente. Sin embargo, su segunda mujer, Clare Britton, comienza un análisis con Klein. Poco tiempo después, Winnicott comienza un segundo análisis con Joan Riviere.

Durante el período de las grandes controversias en el seno de la Sociedad Británica de Psicoanálisis, Winnicott se mantiene en el grupo de los independientes. Años más tarde, de 1956 a 1959 y de 1965 a 1968, es elegido presidente de esta Sociedad.

Las innovaciones teóricas que este autor aportó al psicoanálisis de niños son numerosas y son tratadas extensamente en varios capítulos del libro. No se puede dejar de mencionar que Winnicott se separa muy pronto de la posición teórica de Klein y, más que interesarse por los fenómenos de estructuración interna de la subjetividad, se interesa por la relación del sujeto con su entorno, especial y primordialmente la madre.

Conceptos tan importantes como el de holding (sostenimiento) y handling (manejo), la madre suficientemente buena, el proceso de la dependencia a la independencia, el verdadero y falso self, el miedo al derrumbe, el uso del analista, el odio en la contratransferencia, el psique-soma y toda la teoría sobre el juego y el espacio transicional, hacen de la producción teórica y clínica de este pionero del psicoanálisis una figura indispensable.

Este autor introduce además elementos técnicos y prácticos en la clínica con niños, como el de juego del garabato y entrevistas muy cortas entre madre e hijo. No se puede olvidar que en sus cuarenta años en el Hospital de Padington visitó más de sesenta mil casos.

Además de todas estas aportaciones teórico-clínicas, Winnicott también lucha por la difusión del psicoanálisis: entre 1939 y 1962 mantiene un programa radiofónico para la BBC, además de dar innumerables conferencias para padres, maestros y pedagogos.

Winnicott tenía una verdadera pasión por los niños, como lo demuestra el "caso Piggle", publicado durante su muerte. Piggle tenía diez años cuando comenzó su tratamiento, un tratamiento a demanda de la niña que duró tres años. Este texto sobre un caso, así como los casos publicados en su texto sobre Clínica psicoanalítica infantil, muestran claramente como Winnicott se desmarcaba de los preceptos ortodoxos de la IPA en cuanto a la duración de las sesiones, la neutralidad analítica y la no relación con los pacientes fuera del encuadre.

Winnicott murió en 1971 debido a un problema cardíaco que padecía desde 1948. Su última obra Realidad y juego queda como un legado condensado de su obra y pensamiento.

No se puede dejar de mencionar entre los pioneros del psicoanálisis con niños a Francoise Dolto. Sus ideas teórico-clínicas también constituyen otra manera de concebir la infancia, sus patologías y el posible tratamiento de las mismas.

Nace en 1908, y pronto sufre varias muertes difíciles de superar en su infancia: su tío fallece cuando ella tiene siete años y su hermana cuando Francoise tiene doce años. En 1932 inicia sus estudios de medicina, después de haber estudiado enfermería. En 1934 comienza su análisis con Laforgue, que durará tres años. Comienza a trabajar en el servico de Heuyer, donde conoce y traba amistad con Sophie Morgenstern. Luego Pichon la lleva a trabajar al Hospital Bretonneau, donde apoyada por él presenta en 1939 su tesis Psicoanálisis y pediatría. Ella desea ser pediatra, pero Laforgue, junto con su conocimiento de Morgenstern, la impulsan a ser psicoanalista. Un año antes, en 1938, Dolto conoce a Lacan, de quien fue su inseparable amiga y colega. En 1939 se hace titular de la Sociedad Psicoanalítica de París, donde realiza seminarios y supervisiones con Hartmann, Garma, Lowenstein y Spitz.

En 1940 comienza a trabajar en el Hospital Trousseau, lugar donde trabajó durante treinta y ocho años.

Junto con Lacan participa en todos los movimientos y rupturas en el conflictivo movimiento psicoanalítico francés. En 1953 dimite con Lacan, Lagache y otros de la Sociedad Psicoanalítica de París, creando la Sociedad Francesa de Psicoanálisis. Esta sociedad finalmente no es reconocida por la IPA, se escinde y Lacan funda la Escuela Freudiana de París, a la que Dolto se adhiere. Ya en 1980 Lacan incita a la disolución de la EFP y Dolto se opone.

Durante todos los años que trabaja como psicoanalista publica poco; es al final de su vida cuando comienza a editar sus trabajos. En 1971 publica el caso Dominique, después de haberlo presentado en un coloquio en el año 1967, organizado por el Maud Mannonni, sobre las psicosis en la infancia. Allí expuso por primera vez las doce sesiones realizadas con este chico psicótico de catorce años. En este primer caso publicado por ella se ve claramente cómo utiliza su particular y específica técnica, lo que le permite ubicarse en la historia del psicoanálisis con niños.

En 1981 aparecen La dificultad de vivir y En el juego del deseo, en 1982, sus seminarios de análisis con niños y, en 1984, La imagen inconsciente del cuerpo.

Durante los últimos quince años de su vida, esta luchadora por los derechos de la infancia y por el reconocimiento del psicoanálisis de niños se dedica extensamente a participar en programas de radio y televisión. Esta actividad fue muy criticada en los medios psicoanalíticos de Francia, donde se llegó a decir que la señora había bajado el diván a la calle.

Desde 1978 Dolto interrumpe su actividad como psicoanalista, lo que no le impide publicar y difundir sus ideas e, incluso, ponerlas en práctica. En 1979, crea la Casa Verde. En agosto de 1988 muere aquejada de una grave afección pulmonar.

Se insiste en que algunas de sus ideas cambiaron, como en el caso de todos los pioneros, importantes conceptualizaciones. No se puede dejar de mencionar sus ideas acerca de que el ser humano es un ser de "filiación de lenguaje" que se inscribe en un mundo transgeneracional. Además, es fuente autónoma de deseo ya desde la concepción; la llegada al mundo constituye la encarnación de tres deseos: el de la madre, el del padre y el del propio sujeto. Desde la vida fetal el ser humano está en la búsqueda de comunicación; a lo largo de toda su vida, Dolto no ha dejado de proclamar que hay que hablar con los niños y que éstos lo entienden todo.

El sujeto humano, si quiere liberarse de estados regresivos, debe afrontar y superar las castraciones umbilical, oral, anal y edípica. En Dolto los calificativos de oral, anal y genital no traducen solamente el encuentro de las pulsiones con un placer de zona erógena, sino que expresan también un modo de encuentro con el otro, asociado en lo inconsciente a estas zonas del cuerpo, fuentes de excitación.

Dolto encuentra vínculos entre la neurosis de los padres y la de sus hijos, que serán los portadores de deudas transgeneracionales no pagadas. Esta idea central de la teoría doltoniana ha sido elaborada con mayor profundidad por su alumna y discípula Maud Mannonni, otra de las pioneras del psicoanálisis con niños. En su texto La primera entrevista con el psicoanalista desarrolla los conceptos de su colega y maestra a través de múltiples casos clínicos.

En cuanto a la técnica, el pensamiento de Dolto modifica a su vez su modo de encuadre, no trabaja con juguetes, sólo con lápices, papeles, pasta de moldar y sobre todo su palabra.

Dolto deja una obra importante centrada en la resolución de la dificultad para vivir.

Las corrientes migratorias que se dieron en Europa a partir de la Primera y la Segunda Guerra Mundial afectaron igualmente a los psicoanalistas. Muchos emigraron a América, tanto del Norte como del Sur, donde formaron a nuevos psicoanalistas y nuevas sociedades psicoanalíticas.

Una de las sociedades psicoanalíticas más prósperas fue la fundada en Buenos Aires.

La Asociación Psicoanalítica Argentina se constituye en 1942 por Ángel Garma, Celes Cárcamo, Marie Langer, Arnaldo Rascovsky y Enrique Pichon Riviere. Uno de sus miembros fundadores, Ángel Garma nació en Bibao en 1904; su familia se trasladó a Argentina en 1908 y Garma regresó a Madrid con diecisiete años para estudiar psiquiatría con Gregorio Marañon. En 1928 se traslada a Berlín para estudiar psicoanálisis y hacer su propio análisis. En 1931, regresa a Madrid, donde durante cinco años ejerce como psicoanalista y formador de analistas, con la idea de fundar la sociedad psicoanalítica española, idea que queda truncada por la guerra civil española. Fue el primer psicoanalista español. Debido a la guerra civil se traslada a París en 1936, donde supervisa a Francoise Dolto y continúa su formación analítica. La idea de regresar a España se desvanece con la instauración del régimen franquista, y es entonces cuando decide trasladarse nuevamente a Buenos Aires.

Una de las primeras pacientes de Ángel Garma en Buenos Aires fue Arminda Aberastury, pionera del psicoanálisis de niños en Argentina.

Arminda Aberastury nace en Buenos Aires en 1910; estudia magisterio y muy joven se casó con Enrique Pichon Riviere, otro de los fundadores de la APA.

Fue la primera traductora al español de la obra de Melanie Klein, con quien mantuvo una larga correspondencia, además de visitarla asiduamente en Londres para supervisar y discutir con ella materiales clínicos y teóricos. Introductora del kleinismo en Argentina, ella misma reconoce que, a pesar de su admiración por la obra de Klein, desarrolla, junto con sus colaboradores, sus propias teorías sobre el psicoanálisis de niños y sobre la metapsicología infantil. De hecho, Aberastury postula una fase genital previa, durante el primer año de vida del niño. Este concepto teórico es exclusivamente suyo, como también lo es el test que creó para el diagnóstico de niños. El juego de construir casas fue creado por ella y seguido por varias generaciones de terapeutas argentinos.

Otra de sus grandes aportaciones es la de fomentar la creación de grupos de orientación para padres, además de grupos de orientación para pediatras y para odonto-pediatras.

Sus aportaciones más importantes giran alrededor del niño y sus juegos. Así, tituló uno de sus libros de divulgación, tarea a la que se dedicó durante toda su trayectoria profesional. Formó analistas de niños pero también difundió el psicoanálisis de niños en todos los niveles posibles de la sociedad. Las fantasías de curación que los niños tienen ya en las primeras entrevistas del análisis y la percepción de la enfermedad y la muerte son otras de sus aportaciones.

Aberastury relata en sus escritos técnicos historiales clínicos de niños muy pequeños. En el aula magna de la facultad de medicina de Buenos Aires, presentó junto a Ángel Garma, el caso de una niña tratada a los siete meses de edad de una rinitis crónica.

A pesar de la corta edad de muchos de sus pacientes, insistía en que lo primordial era el lenguaje, que había que hablarle a los niños, tengan la edad que tengan: "[...] sólo las palabras pueden hacer consciente lo inconsciente y ésa es la meta que intentamos alcanzar con nuestras interpretaciones".

Como muchas otras pioneras del psicoanálisis de niños tuvo un final trágico. Se suicidó en Buenos Aires, a los sesenta y dos años de edad, dejando inconclusa una importante obra, pero dejando también un importante número de discípulos y colaboradores que hicieron que la Asociación Psicoanalítica Argentina sea una de las pocas sociedades de psicoanálisis con un departamento de formación de niños y adolescentes específico. Actualmente, este departamento lleva su nombre.

Muy lejos de allí y de Europa, el mismo año en que Arminda Aberastury se casaba con Enrique Pichon-Riviere, mientras Garma supervisaba a Dolto en París y Sigmund Freud se preparaba para su exilio en Londres, una joven neo-zelandesa comenzaba sus estudios de psicología en la universidad de Otago. Se decidió a cursar psicología para después estudiar psicoanálisis después de haber quedado fascinada por la lectura de Psicopatología de la vida cotidiana, en una edición de bolsillo que "devoró" a sus diecisiete años.

Decidida a viajar a Londres para comenzar su formación analítica, tuvo que esperar hasta el final de la Segunda Guerra Mundial para cumplir su sueño junto con su marido y sus dos hijos.

Desde Nueva Zelanda escribió a varios analistas ingleses para que la recibieran y aconsejaran. Joyce McDougall se entrevistó con Anna Freud en Londres en 1950 para solicitar su entrada en el Centro de Formación de análisis de niños en Hampstead. Allí comenzó a formarse poco tiempo después, mientras comenzaba su análisis con un analista del middle group, ya que no le interesaba tomar partido en las rencillas entre los psicoanalistas.

Poco tiempo después D. W. Winnicott le ofrecía la posibilidad de asistir como observadora-participante; junto con un grupo selecto de colegas, a las consultas que él realizaba en el hospital de niños de Padington con madres e hijos. A partir de entonces, comezó entre ambos una estrecha relación profesional.

Años más tarde, por cuestiones de trabajo de su marido, Joyce McDougall debió partir hacia París, donde se estableció. Al poco tiempo de llegar a París, Serge Lebovici le pasó un caso de un niño psicótico que, a su vez, le había llegado a él a través de Margaret Mahler. Levovici le dijo entonces que le enviaba al pequeño Sammy porque era la única que podía llevar un análisis inglés en París.

Comenzó a ver a Sammy cinco veces por semana. Esto asombró a los analistas franceses, pero ella defendió su técnica: "es así como se analiza a un niño". Al finalizar el análisis, debido a que Sammy regresaba a Chicago para que le tratase Bettelheim, Lebovici le propuso publicar el caso, ya que era el primero que se realizaba en Francia con sesiones tan frecuentes. Así, aparecía la primera edición, en francés, de Diálogos con Sammy, uno de los primeros libros sobre el relato completo de análisis de un niño. Poco tiempo después se publicó en inglés y Winnicott le pidió a McDougall que fuera él mismo quien escribiera el prefacio, donde en la primera edición inglesa de este famoso texto Winnicott dice: "este libro es mejor si se lee dos veces".

La relación profesional y de amistad entre McDougall y Winnicott se mantuvo hasta la muerte de éste. Joyce McDougall, por su parte, siguió profundizando sobre aspectos teóricos y clínicos de la psicosis, del psicoanálisis y sus alcances, y de la importancia de los primeros años de vida en la formación del psiquismo.

Desde el "caso Juanito" hasta el "caso Sammy", se ha hecho un recorrido por los principales pioneros del psicoanálisis de niños.

Cada uno de estos pioneros, con una historia particular y personal detrás, cada uno con sus nuevas y originales aportaciones que fueron ampliando el campo específico del análisis con niños. Todos ellos con sus luchas y dificultades, tanto frente a sus propios colegas como frente a otros discursos que interpelaron esta especialidad.

Todos con un denominador común: colocar al niño en el lugar que se merece, el de ser respetado en su propia capacidad de vivir y el de ser escuchado desde su propio deseo.

Particularidades

Desde sus comienzos se ve entonces que el psicoanálisis de niños ha tenido ciertas señales que lo hicieron diferene: surge desde "el niño que hay en el adulto", aparece mediatizado por un adulto, el padre de Juanito, ha de desmarcarse de la pedagogía y no era imprescindible que los analistas de niños fueran médicos: ni Anna Freud ni Melanie Klein ni Arminda Aberastury lo fueron.

Estas marcas fueron dibujando la silueta de una especificidad, con matices reivindicativos, de defensa del carácter analítico de la práctica y, sobre todo, de la no diferencia esencial entre psicoanálisis de niños y de adultos. Hay una demanda de legitimidad que insiste aún hoy y que remite a las primeras inscripciones de la práctica psicoanalítica con niños.

El niño, definido como perverso polimorfo en lo pulsional, también es polimorfo en sus medios de expresión y la primacía del lenguaje verbal no está todavía asentada en él. Si bien lo que hace al humano es el hablar y convertirse en un ser de deseo, hay que respetar el rechazo del niño por la palabra, darle tiempo y valorar sus otros modos de expresión: el juego y el dibujo. El niño habla cuando puede, pero también lo hace con sus juegos, sus dibujos y su cuerpo. Aprender a leer esos distintos textos que propone el niño requiere distintas teorías, que no siempre se articulan.

Los niños sueñan, relatan fantasías diurnas, juegan y dibujan. Son producciones homólogas a las de un adulto en tratamiento. En psicoanálisis no existe ninguna criptografía de interpretación a priori y es necesario aprender los elementos del léxico básico de cada niño. En los escritos de los pioneros se observa que los analistas de adultos se desconciertan cuando están frente a un niño, y el análisis infantil constituye una de las aplicaciones más difíciles de la técnica analítica.

Interpretar es dejar que los propios interesados enseñen al analista a hablar como niño y como bebé. Hay analistas que lograron ser bebés sabios, de ahí la eficacia particular de sus palabras. Algunas afiladas como bisturíes cortan el cordón umbilical, otras como agujas zurcen la identidad y otras tensas como resortes remiten al deseo. Parecidas a las que utilizan los niños cuando no son sus mismas palabras, traducen con ellas los movimientos gráficos de sus dibujos, de sus movimientos manuales en la plastilina o los de sus cuerpos en la sesión. Todas estas expresiones están lastradas con fragmentos corporales adecuados, que componen la gran lengua de fondo del inconsciente. Transmiten un fragmento de experiencia vivida, reaniman la lengua infantil escondida en cada uno, aunque parezca caída en desuso.

La presencia de los padres es otro elemento importante entre sus especificidades. El analista es aque a quien se dirigen los padres y el niño, después de fracasos, sinsabores, claudicación y heridas narcisísticas. Es aquel en el que se puede confiar, pero también al que se puede utilizar como juez, fiscal o defensor, en un juicio en el que suelen atizarse viejas y nuevas querellas personales. Su difícil tarea será la de no dejarse aprisionar por estos límites y ayudarlos a articular su demanda, incluyendo a los padres puntualmente en el tratamiento de su hijo. La intervención del analista varía desde promover el despliegue del saber inconsciente hasta los límites del acto, teniendo en cuenta que el eje debe pasar por no olvidar jamás el sufrimiento del niño.

El analista de niños debe cumplir su regla de abstinencia. Se sale de ella cuando queda atrapado en múltiples manipulaciones, por ejemplo la de mantener secretos inconfesables o inconfesados. Su trabajo consistirá no sólo en hablar de la verdad no dicha, sino de dar tiempo para elaborar duelos y heridas narcisísticas, de cuyos efectos da cuenta la clínica.

Pensar teórica y clínicamente el psicoanálisis de niños es interrogarse por la diferencia adulto-niño. Si ésta es sólo aceptada desde un saber abarcativo, y por lo tanto adultomórfico, que le niegue o le reste especificidad, se negarán, reprimirán o desplazarán los interrogantes fundamentales de esta diferencia con un saber que la encubre y la revela al mismo tiempo.

El grupo de analistas de niños es un grupo minoritario y, como tal, expuesto simultáneamente a la sobrevaloración y a la subestima. ¿Por qué esa mezcla de admiración y simpatía y, al mismo tiempo, las dificultades para incluirse en el campo?

Si el psicoanalista de adultos trata de ver la incidencia que todo niño tiene en el paciente adulto, ¿por qué el niño real, con plena libertad de sujeto, provoca tal ausentismo? Se conocen los superficiales argumentos que lo justifican: se necesita un lugar especial, no cumplen estrictamente el encuadre temporal, y más tímidamente, razones más verdaderas: "no sabré que hacer con un niño", "cómo hacerme entender con él", y el máximo problema: la inclusión de los padres en el tratamiento.

Así, aisladamente, parecería que los analistas de niños son seres que tienen el valor de enfrentarse a los padres, el raro privilegio de tener un lugar especial donde alojar al pequeño analizado, y otro más raro aún: el de entenderse con el niño. Esto supondría un abierto entusiasmo por quienes poseen estos dones, pero esta admiración choca con la fantasía, bastante soterrada, de identificar el análisis de niños con el niño mismo, como aparece en el imaginario de cada uno. En el extremo opuesto, se puede identificar al analista del niño con los padres de éste.

Hay un hecho paradójico que se repite a diario: el contacto iniciático de los terapeutas comienza por los niños, mediatizado por el prejuicio adulto mórfico de su no saber y de su inmadurez. Como la escasa formación y la falta de un análisis impiden corregir este error, se busca un atajo al difícil camino por el lado de lo pedagógico. Tal vez la identificación del analista de niños con el niño haga que los haya más entre los analistas principiantes: cuando crecen se van. Este efecto imaginario ha tenido un peso fuerte en la teoría y la práctica clínica con niños: en su historia hay menos teóricos, menos trabajos metapsicológicos, y mayor acento en la práctica.

La dificultad consiste en ver al niño cara a cara, vivir y soportar su dependencia y su desamparo, porque en ese cara a cara está la presencia descarnada de la propia infancia, con su dependencia y sus viscisitudes. Ese paraíso perdido se viene encima y hay que aguantar su derrumbe. Se sabe cuán impactante resulta ver al niño desplegar sus pulsiones parciales y qué poca distancia media de la palabra al acto cuando rompe, ensucia, blasfema en relación con objetos que personifican sus fantasmas insoportables, en un contexto social que también lo aliena. Esta alienación presenta dos modalidades extremas e inquietantes: la de la pura presencia del otro social y la falta absoluta de referentes, donde no hay para él derechos humanos, sólo un cuerpo que puede sufrir malos tratos, ni una palabra que valga.

El imaginario social, que no es actualmente el de Juanito, se modifica y enriquece constantemente, pero remite en última instancia a los viejos mitos que la humanidad se crea para lidiar con la vida, la muerte, los padres y el sexo.

Ejercer la clínica psicoanalítica es un derecho que se conquista. Nadie mejor que Freud para testimoniar la angustia de afrontar los propios fantasmas.

Un psicoanalista que trabaje con niños y que no tenga conocimientos acerca de su desarrollo puede cometer serios errores, aunque lo haga con los fantasmas y la transferencia como método de escucha del inconsciente. El niño paga muy cara su no adaptación, y se debe tener teorías que la expliquen y la reformulen desde el psicoanálisis mismo. Sólo si se conocen estas teorías se está en condiciones de elegir, teniendo en cuenta que a veces se exige una lucha frente al deslumbramiento que produce lo nuevo, así como la trivalización a la que conduce su transformación en emblema.

Debería acompañar la convicción de que, en psicoanálisis con adultos y con niños, los conceptos son herramientas para pensar, y no mandatos a seguir, ni ídolos a sacralizar, y que es imprescindible que se piense junto con otros analistas. Sin su reconocimiento, sin el reconocimiento de la comunidad, la condición de analista no existe. Deseo de saber y deseo de curar, a ello se debe el nacimiento del psicoanálisis, y si éste no resultó de la experiencia de un solo hombre fue porque, para muchos otros, estos dos deseos pudieron seguir preservando una alianza que aúna el acceso a la verdad y el acceso a la cura.

El cambio de las patologías de los que demandan hoy el saber psicoanalítico: trastornos narcisistas, psicosis, perversiones, trastornos psicosomáticos, obligan a plantearse nuevos interrogantes sobre la propia praxis ¿El psicoanálisis produce en estas patologías efectos similares a los que las neurosis? Es necesario para el analista estar advertido de los efectos del deterioro por el que siempre están amenazados los conceptos. La astucia del yo, comenzando por el suyo propio, tenderá a anular lo que se presenta bajo el aspecto de algo diferente. No puede haber statu quo teórico; a falta de nuevas aportaciones, toda teoría se momifica. Teoría y práctica deben anhelar innovaciones que prueben que siguen vivas. A la inversa, habría que dirimir qué aportes y modificaciones respetan un proyecto fiel a la definición que Freud le dio, para que el porvenir del psicoanálisis no se convierta en el "porvenir de una ilusión".

Pero no sólo han cambiado las patologías, agravándose, complejizándose, obligando a los analistas a esta alerta permanente sobre las teorizaciones y su correlato en la clínica sobre estas nuevas complicaciones, sobre estas nuevas estructuras psicopatológicas. También el lugar del niño cambió radicalmente: el lugar que el niño ocupa en lo social y el que ocupa en el imaginario colectivo. Ha ido cambiando a lo largo de la historia, hoy por hoy, desde lo social es un poderoso consumidor que se tiene en cuenta. Un ejemplo concreto se encuentra en los medios de comunicación; no hay publicidad que no utilice al niño como reclamo, como modelo o como directo consumidor. La escolarización cambió radicalmente y las nuevas leyes sobre educación dan cuenta de ello. Una consecuencia inmediata de este fenómeno es: el niño pasa más horas en el colegio que en su casa, y muchas veces está en casa dedicándose al colegio. Mientras tanto las escuelas y las leyes que intentan regirlas van intentando adaptarse a ello, creando grandes y graves confusiones. En la pedagogía actual se aprecia todo esto: mantenerlo o enseñarle. La pregunta sigue tan vigente como a principios del siglo XX: ¿qué es educar? La distancia que se mantuvo entre pedagogía y psicoanálisis aún no logró aportar una respuesta interdisciplinaria. Algunas corrientes de la psicología que se aproximaron más al terreno de lo pedagógico se limitaron a medir conocimientos, evaluar y calificar, clasificar y separar, con el consiguiente daño para los niños. Se agudiza la competencia, se deteriora la amistad y el acompañamiento, se devalúan las relaciones intergeneracionales. El niño vuelve a quedar desfigurado como sujeto; atrapado entre consumidor de bienes y consumidor de conocimientos, el saber, el verdadero saber sobre sí mismo se desvanece.

Si el lugar del niño cambió de esta manera en lo social es porque desde lo particular de cada familia su estatuto también ha cambiado. Actualmente, no queda claro, en muchos casos, para qué se tienen hijos: ¿para cumplir un mandato superyoico por parte de los padres?, ¿por qué toca tenerlos? El deseo de tener hijos quedó trastocado, a veces hasta límites insospechados. Las aportaciones que permite el extraordinario avance de las ciencias posibilita ahora elegir el sexo del niño ¿deseado? Las nuevas técnicas de reproducción asistida muestran un nuevo estilo de paternidad. Desde que se puede manipular hasta la concepción, ¿cómo no van a cambiar los modelos parentales? Hasta cuando falla la técnica también se han producido cambios: las nuevas leyes de adopción internacionales también permiten "elegir" a un niño, de tal o cual raza, de tal o cual país.

Se hace necesario pensar en las repercusiones actuales y futuras de todos estos aparentes avances sobre el psiquismo infantil. El psicoanálisis con niños se enfrenta así a una nueva especificidad que vuelve a chocarse con el narcisismo parental.

El estatuto social del niño contemporáneo en las sociedades avanzadas está más acentuado: el niño existe más para la sociedad, y ésta también debe hacerse cargo de los niños. Desde el discurso manifiesto de los padres, la importancia y la necesidad del trabajo, las ocupaciones varias en las que se ven involucrados los adultos, todo ello hace que el niño esté más solo, buscando nuevas formas de estructuración y, por lo tanto, nuevas formas de estar en el mundo.

Situarse en ese nuevo mundo al que el niño llega, inscribirse en una línea de filiación que lo sostenga para poder crecer, ha sido tarea de todos los niños, de todas las épocas, de todas las culturas. El psicoanálisis con niños aparece entonces como un método, una praxis, que intentará guiar a esos niños, escuchándolos como tales, desprendiéndolos de los fantasmas parentales y sociales, acercando al niño a saber algo sobre sí mismo y poder así ser dueño de sus propios deseos.

Freud expone en La interpretación de los sueños una idea que repite en otros textos a lo largo de su obra: que el mayor deseo que siempre tiene un niño es el de llegar a ser adulto. Una de las misiones del análisis con niños es que este deseo llegue a realizarse, pero sin que las ataduras que los síntomas, las patologías y los fantasmas que lo habitan le imposibiliten que la consecución de ese deseo sea una mera repetición, más allá del principio del placer.

Los autores

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