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Número 9 - Diciembre 2006
10 apuntes para una reflexión sobre un cuento
entre el psicoanálisis y la educación
Mario Izcovich

Luego de varios años de participar de distintas experiencias con educadores, principalmente profesores de Educación Secundaria Obligatoria, realizadas en Institutos de Barcelona y Girona y en la Universidad de Lleida a través de cursos, Jornadas y supervisiones, deseamos compartir algunas reflexiones que sirvan para pensar los puntos de encuentro entre el Psicoanálisis y el mundo educativo.

Los pedagogos en general siempre han estado atentos y abiertos a todo aquello vinculado al Psicoanálisis. La historia de la relación entre ambas disciplinas es larga y fecunda. Y esto desde los orígenes. Sigmund Freud no dejó fuera de su corpus teórico, cuestiones claves vinculadas al aprendizaje, la investigación, la curiosidad, el deseo de saber, su inhibiciones, así como la función que la escuela cumple para un ser hablante. Por supuesto esto incluyó las distintas vicisitudes de la educación, así como sus imposibles.

Desde aquel entonces las distintas generaciones de psicoanalistas entablaron diálogos con el mundo educativo que supusieron el florecimiento de muchas y nuevas ideas. El Psicoanálisis ha sido, y lo sigue siendo, un aporte importante para re pensar el lugar que la educación cumple para un sujeto.

En esta época que nos toca vivir, nuestra experiencia nos indica que este diálogo es más necesario que nunca. Corren tiempos en los que la eficiencia, la evaluación de aptitudes, lo inmediato (las conductas), lo obvio, hacen de pantalla a la buena reflexión.

En vez de pensar, se mide. En vez de escuchar, se moraliza. En vez de buscar las causas y las razones se actúa, y muchas veces se hace de forma precipitada. En vez de prestar atención a los pequeños detalles, se generaliza.

La escuela de este comienzo de Milenio ha cambiado. Esto es un problema porque los educadores han sido preparados para la escuela de antes.

Antes, la escuela era el lugar del saber y el profesor era el sacerdote. El que daba todas las respuestas.

Hoy entre otras cosas, a causa del declive de la función de la autoridad, el acceso a las tecnologías, los cambios en la sociedad, etc., la escuela ha dejado de ser el lugar donde se sabe todo. El profesor ya no encarna ese lugar de sabiduría. Hoy en día un adolescente de 15 años, por ejemplo, puede saber mucho más sobre programación de sistemas que un profesor.

¿Cuáles son las referencias, pues, que nos pueden ayudar a orientarnos ante estos nuevos paradigmas? ¿De qué manera los educadores pueden hacer servir al psicoanálisis?

Lo que propongo a continuación son diez cuestiones para la reflexión. Temas candentes que operan en el proceso educativo, que aunque en ocasiones se nieguen están presentes y de los cuáles se pueden sacar muchas enseñanzas y pueden servirnos de guía:

 

1 - Lo Universal vs. Lo particular, el lugar de la subjetividad

Desde la época de la revolución industrial, el principal objetivo de la educación es el de ser universal. O sea, que todos los niños accedan al sistema educativo. Hay un ideal, que ciertamente no desea que haya exclusiones.

Cada época, ha ido interpretando este ideal, y creando dispositivos específicos adaptados. O sea las llamadas "Reformas", una detrás de otra, que van hasta el infinito.

Sin embargo, vemos también en cada época, que hay una tensión importante porque muchos niños y adolescentes se caen del sistema, el mal llamado Fracaso escolar, que no es otro que el Fracaso del sistema.

Cada reforma apunta a tratar los malestares de cada época, y son necesarias. Sin embargo, esto pone en evidencia una cuestión estructural. Y es que estamos ante un imposible. Este imposible cuestiona el ideal de universalidad. Precisamente por la tensión de los universal versus lo particular. A pesar de que los últimos tiempos, se ponga el énfasis en lo particular, y si no veamos los esfuerzos de la LOGSE en relación a la diversidad. Se llega a un punto donde la tensión no tiene solución, se trata de una paradoja. Una de las consecuencias de esta paradoja se pone en evidencia al no incluir lo subjetivo en el proceso educativo. Me refiero a no quedarse en el nivel de la conducta, de lo observable, sino saber que en un alumno, así como en un profesor se juegan muchas cosas en la vivencia escolar. Cuestiones vinculadas a sus deseos, a sus inhibiciones, a sus fantasmas, a sus ideales (los suyos y los de los padres).

Una consecuencia muy interesante de esto es que los niños y adolescentes participan relativamente poco del proceso educativo. Un ejemplo muy concreto es que frecuentemente los educadores se reúnen con los padres en ausencia de los alumnos y se deciden estrategias sin contar con ellos.

Es muy significativa la paradoja de nuestra sociedad, de que por un lado, se le exigen cosas a los adolescentes, pero por otro lado se los desresponsabiliza de lo que hacen o lo que les pasa.

Así pues, una de las claves de la educación actual pasaría por permitir que el niño o el adolescente sea responsable, en el sentido de partícipe de lo que le pasa, de lo que hace y de lo que ocurre a su alrededor. Esto marca claramente una orientación determinada. El alumno como sujeto y no como objeto.

2 - La escucha atenta

¿Qué quiere decirme el otro cuando me expresa algo? ¿Qué está pasando en una clase cuando alguien realiza un Acting out? ¿Qué significación hay detrás? Muchas veces se trata de escuchar y no simplemente oír. En esta escucha atenta muchas veces están las soluciones a los problemas.

La clave está en la distancia que ponemos cuando escuchamos. Distancia no supone no estar comprometido, más bien , no implicarse en lo personal, no ponerse por delante. Se trata de dar un lugar a la alteridad, salir del enfrentamiento de a dos. Muchas veces la cosa no es con U no.

Esto no siempre se logra. Especialmente en el medio de una clase. Sin embargo es posible realizarlo una vez pasada la situación. O en un momento más tranquilo.

Muchos tutores cuando realizan una entrevista con un alumno no paran de hablar, cuando de lo que se trata es de escuchar. El silencio no debe ser amenazante, hay que dejar que sea el otro el que hable.

La escucha atenta es muy útil, para prestar atención a los detalles. Por ejemplo el silencio y la apatía de un niño pueden querer decir muchas cosas, como también que un niño no pare de moverse o hacer cosas (los llamados niños "hiperactivos"), también puede portar muchos significados.

3 - La transferencia

La transferencia es un concepto fundamental para el psicoanálisis. Lo fue para Sigmund Freud que fue quien la estudió primero, lo fue para los Post Freudianos y especialmente fue desarrollado posteriormente por el psicoanalista francés Jacques Lacan. Es clave y central en el desarrollo de un tratamiento.

Desde otra perspectiva, distinta a la clínica, puede ser un útil tremendamente importante en el trabajo en la escuela. Se trata de estudiarla, de analizar como opera y de utilizarla de forma correcta para promover un buen acceso al saber.

Las grandes discusiones pedagógicas muchas veces pasan por la didáctica, el cómo se ha de enseñar algo. Cada vez se buscan técnicas mas refinadas. Sin embargo vemos que lo que está en la base del proceso educativo tiene que ver con la transferencia. Es una vuelta "to the Basics". Vuelta a lo básico, a las cosas sencillas, esto es: a la relación profesor - alumno.

Relación que no se limita a dos. Relación en la que prima el malentendido, como en todas las relaciones y en la cada cual trae a otros figuras en su mochila. Muchas veces lo que se presentifica o se actualiza son amores y odios que nada tienen que ver con el vínculo con el profesor, sin embargo están allí. La transferencia nos lleva al pedregoso terreno de los Ideales, que está muy presentes en la clase.

Muchas veces propongo reflexionar acerca de las motivaciones que tiene alguien para convertirse en profesor. Es muy frecuente ver que en muchos casos se juega una cuestión transferencial con algún antiguo profesor.

Hay profesores que saben como causar interés o deseo de aprender en los alumnos. Evidentemente, lo que está en el fondo es el amor o la pasión de tal o cual profesor por lo que transmite. Eso está en el corazón de la experiencia.

La transferencia funciona así pues, como un facilitador. Mucho más poderoso que cualquier técnica de estudio. Habría mucho para decir a cerca de la distinción entre transferencia simbólica e imaginaria, estudiada por Jacques Lacan. Así, como la transferencia negativa. Son conceptos muy útiles para pensar que ocurre en el ámbito de la clase.

4 - Las demandas

Precisamente por la paradoja que señalaba antes entre lo particular y lo universal, es muy propio en el sistema educativo que confluyan una cantidad incalculable de demandas. Sobre el Centro, sobre los profesores, sobre los alumnos, sobre los padres. A la vez cada grupo crea sus propias demandas.

Se exige que se cumpla un currículo, que se transmitan valores y se enseñen hábitos sociales, que se integre a los inmigrantes, que se quiera a los alumnos, que se transmita ideología, que los padres participen, que los alumnos "funcionen bien", que cumplan con lo que se espera de ellos, que no tengan síntomas, que sean responsables (alumnos y padres). Así hasta el infinito.

Podemos decir que la escuela de forma estructural es el lugar de las demandas.

Aquello que hace límite a estas exigencias desmesuradas se convierte en problemático. Por ejemplo un acting out o un síntoma (un acto de violencia o que un púber no quiera venir a la escuela) O las bajas de los profesores. Lo que se ha dado en llamar de forma banal: Síndrome del quemado (burn out).

Las mejores experiencias en la escuela son aquellas que no circulan por la autopista de la demanda sino más bien por la carretera del deseo, del brillo. En definitiva, de las experiencias positivas.

Vemos en los hechos que de forma gráfica y quizás algo exagerada (en la realidad hay más matices) se oponen dos modelos: la escuela o las relaciones en las que prima la burocracia vs. la escuela en la que prima el deseo, lo particular, la novedad.

5 - La reflexión

En la escuela se hace más de lo que se piensa, de lo que se reflexiona. Esto muchas veces no suele ser eficiente. Más bien el hacer, a veces es una buena estrategia para no pensar y por consiguiente se corre el riesgo de hacer algo incorrecto.

Los educadores corren. Más bien vuelan. El tiempo también es una exigencia y nunca es suficiente. Hay una preocupación importante por el hacer. Es muy frecuente que en los encuentros que tenemos con educadores nos pidan recetas. Quieren un "amo" que les diga que hay que hacer. Van en busca de técnicas milagrosas.

Debemos agregar, para nuestra sorpresa, que comprobamos que finalmente cada uno hace lo que quiere. Ya que en el fondo no hay recetas, sino dispositivos que dependen del estilo de cada uno. De ahí que no damos recetas. O más bien las damos a nuestra manera.

Un ejemplo interesante de nuestros días: Se puso de moda en muchas escuelas las técnicas para la resolución de conflictos, los educadores en muchos casos lo ven como la panacea y tratan de crear dispositivos acordes con estas técnicas. Sin embargo es muy frecuente constatar que dichos dispositivos luego no tienen utilidad porque se quedan en la dimensión de la técnica y no resultan efectivos porque no van a las causas.

El hacer en oposición a la reflexión fértil, pone en evidencia la paradoja del uso del tiempo. Reflexionar supone perder el tiempo, que se debe utilizar para dar clases y para reuniones. En general, muchas de las reuniones dejan de ser efectivas. Hay una utilización del tiempo que para los cánones de esta época, es ineficiente. Paradójicamente, todo tarda más o finalmente se hace imposible.

Para muchos educadores, pues, el Psicoanálisis no es útil, porque los anima a hablar y a pensar, en vez de hacer. Y eso da le supondría cierta pérdida de tiempo. Sin embargo, reflexionar a cerca de la posición en el acto educativo, tiene efectos duraderos y más efectivos. Todo lo otro es más efímero o produce frustración.

Por otro lado, reflexionar supone hablar, y esto supone reconocer ante otros que no sé. E sto lleva a otro modelo de escuela. Las escuelas más modernas incorporan dispositivos para que se pueda pensar y hablar en el grupo. El pensar y hablar nos lleva a cuestionarnos, ¿qué nos pasa? Si lo que hacemos lo hacemos bien. ¿Qué deberíamos cambiar?, etc Todas preguntas que mucha gente no está dispuesta a hacerse.

Pensar supone establecer estrategias, ser efectivos, actuar de acuerdo a una lógica y no de acuerdo a un capricho, poner distancia. El acto educativo es pues, en consecuencia, mas serio y sus efectos más perdurables.

En Psicoanálisis hay una disciplina de analizar y pensar el caso por caso. Lo que se hace en el espacio de la supervisión o en el marco de una presentación ante colegas agrega mucha luz a los casos y sirve mucho en las estrategias de la dirección de la cura. Todos se benefician, inclusive aquellos que atienden a una presentación. Es una práctica que puede ser tremendamente útil en educación.

Se trata de ir de lo particular a lo general, en vez del camino inverso, que suele estar jalonado por una cantidad notable de prejuicios y errores de concepto. Supone, pues, un trabajo doloroso y nunca fácil de aceptar las propias limitaciones y dificultades.

El crear espacios de reflexión supone una gran respuesta a una no menos importante pregunta: ¿Cómo tratan los profesores y educadores en general su malestar? El malestar que les produce trabajar en una escuela.

En general vemos que cada uno hace lo que puede. Y que aquellos que no pueden, caen. En otras palabras, el profesor sufre y se queja de aquello a lo cual renuncia en nombre del supuesto "Bien Hacer".

6 - La cuestión de la autoridad

Antes mencionamos el declive de la figura de la autoridad bajo sus distintos ropajes. Efectivamente, se trata de algo que ocurre en la sociedad, que comenzó por los cambios sociales, los cambios de modelos familiares y que tiene consecuencias en las relaciones entre los integrantes de una familia. La autoridad paterna, para lo bueno y para lo malo ha cambiado.

También constatamos en la escuela por efecto de los nuevos modelos educati vos, el declive de la autoridad del profesor. Que ha tenido y tiene implicaciones en el día a día en las relaciones con los alumnos.

Sin embargo es importante matizar, ya que lo que muchas veces había en el pasado era más bien, el autoritarismo, que en muchos casos ha pasado en la actualidad al otro extremo el del modelo del laissez faire (dejar hacer). Ambas posiciones quizás exageradas: el "por que si", "por que lo digo yo", por capricho, en el primer caso (autoritarismo) y el "tú tienes razón siempre" y "tus argumentos son los válidos", en el segundo (laissez faire), denotan dos formas de la impotencia. Dos formas de no tener autoridad.

La autoridad, es otra cosa, es algo que se gana, a través del reconocimiento de los alumnos y de los pares por ejemplo sabiendo lo que uno enseña, o transmitiéndolo bien, dos rasgos de la autoridad. Se trata de creer en lo que uno hace.

Evidentemente esto requiere siempre decisiones que obedezcan a una lógica y no aún "porque si" (lógica de la impotencia). Supone en definitiva que el profesor esta supeditado también a la ley simbólica. Y que esta ley en si mismo tiene una función educativa, en el sentido de la socialización.

7 - Sanción versus castigo

Muy ligado a la cuestión de la autoridad está la cuestión de la sanción. Parte de la tarea de educar en la escuela de nuestros días pasa por marcar ciertos caminos por los que vale la pena transitar. La escuela como comunidad se rige por ciertas leyes. Se trata de una institución que le sirve al niño para entrar en el mundo de los adultos. Para separarse de la figura de los padres. La escuela, pues, como toda institución simbólica está marcada por normas y pautas que remiten a la Ley. Precisamente tener autoridad supone que uno se somete también a esa Ley.

Muchas veces se hace necesario intervenir para que un alumno pueda "funcionar" en este sistema simbólico. Nos referimos a la idea de límite. Esto supone un umbral, que no es bueno pasar, y si alguien lo pasa, recibe una sanción, que no es un castigo. Se trata de un mensaje de que ha superado ese umbral, que le viene del Otro. Esto evidentemente está en la base de la educación.

La sanción es un acto, que tiene consecuencias subjetivas para el niño. En este sentido se aleja de algo moralizante, que puede no tener efectos y tan sólo se hace para dejar cierta tranquilidad del lado del profesor. Un ejemplo de esto último es cuando un profesor grita. En sí mismo puede no tener consecuencias.

En definitiva, la sanción está en la base del aprendizaje. Lo facilita en el sentido de introducir al niño en cierta lógica simbólica. Indica que no se puede todo, siempre el aprender supone una renuncia

En cambio el castigo, no necesariamente tiene consecuencias o más bien son de otro tipo. Hay la idea de que se ha de pagar por haber transgredido un límite. Aparece nuevamente la idea de autoritarismo, "el porque sí". El castigo está del lado del goce del que lo ejerce y del que lo recibe en posición de objeto. Un circuito que no se detiene. Se manifiesta en los gritos y puede llegar a la agresión física.

8 - El desgaste de la palabra

La palabra es el medio. Si recapitulamos, y aceptamos los puntos anteriores, veremos que todo lo que rodea al acto educativo es importante, nos referimos a las técnicas, a los instrumentos didácticos, a las imágenes, a las experiencias, etc., sin embargo, lo que está en el corazón de la experiencia educativa, es la palabra.

Por palabra, no nos referimos al código, sino al uso que se le da al lenguaje. A lo qué se dice, a quién lo dice y a cómo se dice. Es lo que en psicoanálisis se llama "el sujeto del enunciado" y "el sujeto de la enunciación".

Una frase dicha por una persona puede tener un valor, sin embargo, la misma frase dicha por otra persona puede tener un valor distinto.

De esta forma, tal como lo vamos viendo, la palabra tiene consecuencias, según como se use.El riesgo que a veces se da, es que hagamos un mal uso de las palabras.

Detectamos al menos dos formas de mal uso, la palabra que se dice para dirigirse al "ser" del otro, por ejemplo del alumno, en cuyo caso puede ser sufrido como una agresión, un ejemplo de esto es lo que Sigmund Freud llamaba "interpretación silvestre", por ejemplo, " a ti te pasa esto porque tus padres se han separado". La otra modalidad, es el desgaste de la palabra. Pierde su fuerza por la repetición. Lo que está en juego, es en realidad, la posición del propio profesor, que deja de ser escuchado. Un sonido agudo persistente si es repetido hasta el infinito, puede dejar de hacerse audible. El oído se acostumbra a él. La palabra de un profesor que repite algo, sin ser reconocido por sus alumnos pierde valor. El desgaste, pues, no esta dado por la cantidad, sino porque el sujeto de la enunciación, en este caso, el profesor y lo que el encarna, ha perdido valor para los alumnos.

9 - Discurso totalizador, ¿qué lugar para lo diferente?.

Anteriormente señalamos la paradoja de que por un lado, la escuela d e hoy en día esta preocupada por la diversidad, pero por otro lado su razón de ser es a la vez universalizante. De este modo, la educación produce un discurso totalizador. Esto está en relación al tipo de saber y de discurso que promueve. La escuela forma ciudadanos que han de adquirir determinados saberes.

Estos saberes están en relación con los ideales de la escuela. Estos pueden ser ideales religiosos, ideales laicos, ideales de participación, de integración, etc. Precisamente los ideales, dejan poco lugar a las diferencias, a los matices.

O sea, que las organizaciones totales, lo que no procesan, lo segregan, lo rechazan en nombre de dichos ideales.

¿Es posible otra escuela? Francesco Tonucci, un pedagogo italiano, propone una pedagogía que no esté basada en el éxito, sino más bien en el error, que se preocuparía más por ver por ejemplo cuál es la lógica de un alumno para resolver un determinado problema y menos sobre el resultado del mismo. Esto supondría, dar lugar al cuestionamiento, al disenso. Evidentemente, ha habido experiencias fallidas (por ejemplo la escuela Summer Hill en el Reino Unido), en las que se ha ido al otro extremo y que han fracasado, precisamente por olvidar la función de la educación.

¿Es posible, una escuela totalizadora, que reconozca la diferencia, entendida en un sentido radical? Hay experiencias muy positivas que se llevan adelante en nuestros días y en nuestro país que indican que si. En general, se trata de experiencias, llevadas adelante por gente con ganas de intentar nuevos caminos, que aceptan muchas veces el no saber como compañero de viaje y se adentran en la investigación y la creación.

10 - Malestar de los profesores.

La educación genera malestar. Esto no es nuevo. Cada generación lo enuncia a su manera. Se apuntan muchas causas, la falta de reconocimiento social, los salarios medios o bajos, la falta de promoción, las demandas de la sociedad que llegan a través de las administraciones, de las familias, la falta de apoyo. Evidentemente todo esto es cierto, sin embargo, hay otras profesiones que padecen similares vicisitudes y no lo viven de igual manera . Nos interesa señalar, que hay algo más, que va más allá de la s demandas.

Pasa por aceptar que la educación tiene algo de imposible. Esto supone explorar sus límites, sus contornos. Saber hasta donde se llega.

Una de las claves pasa por distribuir las responsabilidades. No nos referimos a un sentido moral del término, sino más bien, que cada uno sea responsable de lo que le toca. Asumir resposanbilidades supone también decidir y participar de decisiones que lo afectan a uno.

Otra clave para tratar el malestar pasa por separar aquello que tiene que ver con lo profesional, de aquello que tiene que ver con lo personal, con lo íntimo. Muchas veces lo que está en juego es el sentirse querido o reconocido por el Otro (los alumnos, los colegas, etc.). Evidentemente quienes buscan esto fuera de la escuela, se sentirán mejor a la hora de enseñar. Ya que esto no estará en juego en la relación con los alumnos. Esto debe llevar, sin lugar a dudas, a la pregunta íntima de la elección de esta profesión. Una profesora nos señalaba en una ocasión: "yo decidí ser profesora porque estaba en el paro". Lo cual nos lleva a pensar en las razones ocultas que hubo en su elección.

En cualquier caso, el malestar debe ser tratado. Son muchos los casos de profesores o maestros que vuelven a casa y se quedan rumiando acerca de algo que les ha pasado durante el día en la escuela.

Decimos tratado, pero no en el nivel de lo catártico, que sin lugar a dudas es útil, pero insuficiente. Se debe reflexionar, esto exige hablarlo con otros, y a la vez exige una reflexión acerca de la propia posición.

En síntesis, se trata de poder acotar las demandas de los demás y reconocer aquello que tiene que ver con el propio deseo.

A modo de conclusión:

Como señalábamos al principio, son muchos los cruces posibles entre el psicoanálisis y la educación. La colaboración no es nueva y ha sido fecunda y lo seguirá siendo.

De un lado los educadores pueden hacer uso de una escucha diferente que les permita tener útiles que les sean funcionales y que estén centrados en el alumno. Los psicoanalistas, asimismo tienen mucho para decir también. Muchas veces se hace necesario que se despojen de la "langue de bois" (argot) que lo único que hace es crear barreras. Se trata, más bien, de crear puentes, como una forma de tratar el malestar y a la vez de crear estrategias más efectivas.

Los psicoanalistas, en definitiva, podemos ayudar a los educadores a orientarse frente a los impasses que se dan en el día a día en el ámbito escolar.

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