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Número 9 - Diciembre 2006
Sueños típicos y cuerpo puberal
Piel de asno
Carola Moresco

El trabajo del sueño, nos enseñó Freud, es el encargado de mudar el displacer en placer por medio de la desfiguración. Ahora bien, esta operación anímica puede sufrir perturbaciones. En la "Revisión a la doctrina de los sueños " 1 es nombrada la fijación al trauma como uno de los principales impedimentos de la función del sueño.

Leyendo sobre los "Sueños típicos" 2 encontré que en ellos el dolor y la falta de desfiguración dejan al soñante sin ocurrencias y sin palabras.

"Mascara espantable" son las palabras que utiliza Freud para los sueños de deseo de muerte de seres queridos. 3 Nos dejó escrito también que: "El sueño de desnudez solo nos interesa cuando en él se siente vergüenza y turbación, queremos ocultarnos y en eso sufrimos una extraña inhibición: no podemos movernos del sitio y nos sentimos impotentes para modificar la situación penosa." 4 Finalmente agrega que ese modo de ir vestido que turba al soñante, se combina con personas que muestran completa indiferencia.

Me preguntaba si estas notas donde la desnudez, vergüenza, turbación e inhibición muestran al sueño impedido en su función, podrían ayudarme a pensar el estatuto del cuerpo en tiempos de pubertad.

Pablo Kovalovsky 5, ubica el pasaje puberal en relación a la turbación y al sentimiento del doble, cuando el sujeto no puede apropiarse de su imagen. Afirma también que para que la imagen del niño adquiera animación en el espejo es necesaria la mirada de reconocimiento del Otro.

Siguiendo a Freud, la pubertad implica ese tiempo en que el cuerpo comienza su metamorfosis, como así también el paso que implica "dejar de ser niño para convertirse en un miembro de la comunidad" 6.

Enlazando ambas lecturas, me preguntaba si la turbación puberal podría ubicarse en ese tiempo en que el cuerpo en su metamorfosis se hace extraño para el sujeto, y tampoco encuentra su reconocimiento en la mirada de los otros.

En esta oportunidad me interesaría trabajar un cuento de Perrault: Piel de Asno 7 para pensar el momento de turbación puberal.

La historia cuenta que había una vez un rey que vivía feliz junto a su encantadora esposa y su pequeña hija. Su fuente más importante de ingresos era un burro que en lugar de heces, evacuaba monedas de oro. De pronto, la reina cayó presa de una terrible enfermedad y antes de morir hizo jurar a su marido que no volvería a casarse hasta no encontrar a una mujer más hermosa, mas suave y más inteligente que ella. Dicen que el luto duró poco porque prontamente el rey comenzó a buscar novia, pero no encontraba a nadie con las características exigidas por la reina. Sin embargo, un día el rey noto que en su propio palacio había una jovencita capaz de eclipsar a la difunta reina... y cayó locamente enamorado de su mismísima hija.

La princesa derramaba lágrimas todo el día porque no soportaba un amor tan extraño. Recurrió a su hada madrina para aliviar su pena. El hada aconsejó a la princesa, que pidiera al rey algo que él no pudiera dar: vestidos, muy difíciles de confeccionar. Al ser concedidos todos los requerimientos, el hada pensó pedir al rey algo de lo que no se desprendería: la piel del asno.

Asco y horror, nos cuenta Perrault, fue lo que la hija del rey sintió cuando le trajeron la piel del borrico.

"Para que nadie te reconozca-aconsejó el hada- aprovecharas el cuero del burro para cubrirte con él y huirás a tierras lejanas para evitar la desvergüenza". También le dio un baul mágico, que la seguiría bajo tierra, para que colocara en él sus vestidos, su espejo y sus joyas. Así anduvo errante mucho tiempo sin que nadie quisiera alojarla en su casa, hasta que logró ser hospedada realizando tareas domésticas. Le asignaron una pocilga para dormir y un rincón en la cocina para trabajar. Todos la burlaban, la insultaban diciéndole "fea y sucia" y nadie quería juntarse con ella. En sus ratos libres, encerrada en su cuartucho, abría el mágico baúl y se probaba sus hermosos vestidos. Así vivió, escondida debajo de esa piel, algún tiempo hasta que un príncipe que por esas tierras andaba la descubrió.

Momento de turbación

Podríamos pensar que nuestra joven princesa vivía en un palacio donde reinaba la ambición en todas sus formas. Tal es así que hasta las heces evacuadas del burro valían oro. El ardiente deseo que habitaba en la reina, había hecho jurar al rey que no volvería a casarse jamás. El rey, preso de la ambición, tampoco lograba hacer entrar la muerte en sus cuentas. Su locura de amor nos habla del que nada podía perder.

El hada sabiamente había comprendido que al rey le costaban los desprendimientos. Fue así que, mandó a la joven a aceptarlo en matrimonio en tanto y en cuanto se cumplieran ciertos requerimientos, apostando a que el monarca no iba a poder dar. Sin embargo, la fuerza de la pasión violenta que lo impulsaba, las sorprendió una y otra vez. Tal era la ciega ambición por la que estaba tomado el rey, que no dudó en matar al burro, pudiendo conservar así a su reina y a su niña reunidas en aquella eclipsante jovencita.

La turbación surge en nuestra joven, en el momento en que su padre vió en ella una reina para él. Mirada en la que se reconocía a una jovencita en edad casadera, pero en el mismo acto se la desconocía como hija..

"La turbación –decía Lacan 8- está coordinada con el momento de la aparición del a, momento del develamiento traumático". Y agrega también "La función del objeto cesible como pedazo separable vehiculiza primitivamente algo de la identidad del cuerpo".

Cristina Marrone 9 ubica en la turbación un desprendimiento del objeto, destacando en ella una cesión ominosa. Esta condición, enseñaba en sus clases, estaría dada por la mostración misma de la fijación al objeto de goce.

Sirviéndome de ambas fuentes, ubicaría la cesión ominosa del objeto en el momento en que aparece el rey con la piel del borrico para la princesa. Ese desprendimiento, acaso ¿no nos muestra el punto máximo de fijación de goce, de esa ambición infinita a la que el rey no podía renunciar? Se desprendía de la fuente más importante de sus ingresos para no desprenderse de la princesa.

Momento en que ese amor se le hace extraño a la infanta y, sobreviene entonces el asco y el horror. Si seguimos a Freud, la vergüenza, el asco y el horror son los poderes que contribuyen a la restricción de la meta sexual de la pulsión. Ahí comienza entonces el trabajo de desprendimiento en la joven que hasta el momento no se había producido.

Nuevamente el hada aconsejó con sagacidad. No solo indicó que buscara otras tierras para ella, sino que cubrió la desnudez de su cuerpo, con la piel del asno.

 

Algunas notas acerca de la desnudez

Me preguntaba si la turbación por desnudez que afectó a la púber de nuestro cuento, podía entenderse al modo de los sueños típicos; en los que no hay ni imágenes, ni palabras para recubrir lo real traumático.

¿Porqué aquella jovencita no podía usar los vestidos que su padre le había regalado?

Simmel 10 reconoce en el vestido una doble función, a la vez que atrae la atención de la mirada sobre una parte del cuerpo, la oculta. Esos vestidos no lograban la función de ocultación, dejando al desnudo y en lo actual aquellas fantasías incestuosas propias del tiempo en que no había restricciones para lo amoroso o lo hostil pulsional, tiempo en que la muerte no había alcanzado al narcisismo. Los hermosos vestidos al atraer la mirada del padre que se había teñido sexualmente, revelaban que ahora sus fantasías podían consumarse.

No es cualquier dato que ante la desnudez a la que había quedado expuesta la joven, el hada ofreciera la piel del asno para que se protegiera con ella.

Pensando que la desnudez no se cubre con cualquier ropaje, me preguntaba ¿por qué la piel del burro se convirtió en un refugio para la joven?.

La piel y los vestidos eran objetos que el padre había podido dar. Ahora bien, la piel, fue como un último velo que evidenciaba la no demarcación entre los cuerpos. Asco y horror indicaban que alguna restricción a lo incestuoso comenzaba a operar. Fue a partir de ese momento que, el hada, pudo indicar un camino y aprovechar la piel para ocultar a la joven. Transformó a esa piel, que era el signo de la máxima ambición de goce, en un refugio que permitía ocultarse y perderse ella misma a los ojos de un padre, para poder así emprender su viaje.

El asco y el horror fueron las barreras instituídas para aquellas nuevas mociones sexuales de la pubertad que se anudaban a antiguos deseos infantiles. Si bien a partir de ese momento la joven inicia su partida, la pocilga donde dormía, el rincón de la cocina que le habían asignado, las burlas y los insultos nos indican que el pasaje no había concluido.

Si hacemos bien las cuentas, no dejamos de observar que ese modo de andar escondida por la vida la había llevado al aislamiento.

Quitarse el peso de lo feo y lo sucio de la piel era parte del trabajo de desprendimiento que aún restaba por realizar.

Solo de tanto en tanto jugaba con los vestidos hermosos, las joyas y el espejo. Si bien en el pueblo se contaba que la piel "era un escudo para los que pretendieran seducirla" solo un príncipe pudo llegar a verla. Mirada que no resultó indiferente para que la imagen de la niña que podemos imaginar, había jugado, se reanimara en la imagen de una joven que habiendo renunciado a un viejo amor, pudo tomarse de la mano de un príncipe para tener un lugar junto a otros en una comunidad.

Resta nombrar la pena. Freud nombra el dolor que produce el desasirse de los deseos libidinosos hacia los padres y la necesidad de reconciliarse, habiendo perdido la hostilidad también ligada a ellos. 11La impotencia para modificar la situación penosa en los sueños típicos, y las lágrimas derramadas por la princesa muestran que no es sin la pena que se realiza el pasaje puberal.

Los cuentos son maravillosos porque ellos muestran que un pasaje, una transformación ha tenido lugar. A diferencia de ellos, los sueños típicos muestran al desnudo lo traumático del goce sobre lo cual debe efectuarse aún, alguna transformación.

Finalmente, al rey de nuestra historia se le pasó el ardor y pudo asistir a la boda.

Es mi intención, seguir pensando, acerca de la reconciliación con aquellos viejos amores de la infancia que junto con la pena, forman parte del pasaje inherente a la transformación en tiempos de pubertad.

Notas

1 S.Freud. Conferencia 29. Freud nombra la fijación al trauma tanto de las vivencias infantiles como de las neurosis traumáticas como imedimentos para que el sueño cumpla con su función.

2 S.Freud. "La interpretación de los sueños". O.C. Ed. Amorrortu.

3 S.Freud. Conferencia 13

4 S.Freud. La Interpretación de los sueños. (pag. 253)

5 P. Kovalovsky: El cuerpo desvelado en el teatro adolescente. Trabajo presentado en la Reunión Lacanoameridcana de Florianópolis 2005.

6 S.Freud: Conferencia 21. Pag. 307

7 Perrault. Piel de Asno

8 J.Lacan: "Seminario X: La angustia". Ed. Paidos. 2005

9 Semianario "La angustia" dictado en convocatoria Clínica. Años 2005 y 2006

10 Simmel: "Cultura femenina y otros ensayos" Alba Editoria. Ensayo sobre "La coquetería" 1909

11 Idem 6

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