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Número 13 - Mayo 2019
Entre pérdidas y ganancias se juega la existencia del sujeto:
economía (libidinal) en la clínica con niños

Daniela Medina

El pagar no estimula el progreso del paciente. Se puede trabajar perfectamente sin pago alguno.
Adem
ás es un absurdo que se haya dicho siempre que es necesario pagar,
porque nos olvidamos que el ejercicio actual del psicoan
álisis engloba adultos neuróticos, adultos psicóticos y niños.
Y nunca los psic
óticos, ni los niños pagaron sus tratamientos por sí mismos.
Y nunca los psicoanalistas que cobraron a los familiares se sent
ían
por eso en infracci
ón con la teoría psicoanalítica(1)

Entonces pues, hagamos un pequeño análisis que nos lleve a ubicar una línea de partida para lo que mi deseo me lleva a intentar trasmitirles.       

En el aparato psíquico del sujeto en ciernes que acude a un espacio analítico, hay particularidades que permiten pensar al psicoanálisis con niños como un dispositivo que funciona bajo una lógica que atiende a las particularidades que atañen a la historia de cada uno. Para pensar la práctica psicoanalítica con niños es necesario construir un espacio de escucha del niño.
Pero el tópico que nos convoca en este espacio nos invita a la reflexión crítica, por ende pongamos en la palestra las siguientes interrogantes: ¿Quién paga, los padres o el hijo?, ¿Qué pagan unos y que paga el otro?, ¿Cuál es la función del pago en la clínica psicoanalítica con niños?, ¿Cuál es el monto de goce al que renuncian para avanzar hacia el sujeto en el trabajo con niños?, ¿Quién renuncia el niño o el analista?

Dentro del tema del pago en psicoanálisis y sobre todo en el trabajo con niños  son diferentes aspectos los que están implícitos, dado que el trabajo con los niños incluye a otros actores que van dando forma a la escena en este caso los padres o tutores, instituciones, que son los que demandan “algo” al analista, dígase; que se alivie al niño, que el niño sea más parecido al ideal que tienen del mismo, que se ajuste a un estándar de normalidad, esta demanda se  establece desde lo imaginario en un inicio depositando un saber hacia ese que sabe, el lugar del Sujeto supuesto Saber (2), desde ese lugar se establece el cobro, pero a diferencia de las diversas terapias u ofertas psi que el mercado ofrece como un garante de verdad,  que tasa las cuotas de acuerdo a los grados académicos, servicios ofrecidos, tiempo invertido, prestigio o filiación institucional, el psicoanálisis busca quitarse de ese lugar, devolver la posibilidad de que sean ellos los que puedan transformar esa solicitud de servicio hacia una demanda que pueda generar un dispositivo que permita que cese el malestar que les produce la relación con ese niño que muchas veces está en medio de dificultades familiares, de pareja o del que se espera algo determinado, que cuestione, que mediante lo simbólico permita establecer un intercambio que dé posibilidad de establecer lazo, establecer un ajuste de pago que dé lugar a la caída de esa imagen perfecta, muestra la falla del Gran Otro para que en ese resto se dé lugar al deseo, ahí damos cabida a que los padres no ofrezcan solo a su hijo como objeto descompuesto, sino propiciamos a que entren por medio de ese intercambio en la Ética de las consecuencias (3).

Según Pablo Peusner (4), Lo real es central en la clínica con niños, pues se encuentra a cada paso en esas cadenas significantes que buscan el goce en la repetición, por lo que la táctica de trabajo constituye, un dispositivo. O sea que luego de pensarlo así, la llamada “presencia de padres” deja de ser un real de la clínica psicoanalítica, y pasa a transformarse en cierto dispositivo generado por el analista mismo con un fin preciso. Lacan estableció claramente que el estado de dependencia increíblemente precoz del sujeto humano era mucho más significante que biológico.

Por otro lado, siguiendo a Ana María Gómez (5), es condición necesaria establecer una primera diferenciación entre el valor y el precio, pues en este sentido los honorarios pactados son una traducción que va del valor al precio. Entonces el precio que está en circulación en términos de cantidad de dinero o en los niños de algún objeto de valor que lo represente, no tiene nada que ver con el valor, son solo una mera traducción. El valor de una sesión es siempre de un orden que va más allá de la economía del dinero, es de otro tipo de economía, la libidinal, la de la administración de los goces. Sin embargo el análisis está dentro del lazo social, por lo que para estar inmerso en la cultura, se pacta un pago en temimos de dinero, pero nunca corresponde al valor real y como toda traducción siempre hay algo que se pierde en ella.

Lacan planteaba la interrogante siguiente: ¿Por qué tendría que establecerse como una especie de garantía? Si un paciente paga una cantidad x de moneda, estaría en condiciones de exigir que a cambio se le dé algo en términos de cantidad: ¿de qué?, ¿cantidad de interpretaciones, de señalamientos, de silencios, de respuestas a sus demandas?

Por otro lado, pero en el mismo sentido, no olvidemos que Lacan dijo que los analistas somos el basurero de los desperdicios de lo peor del semejante, llega a sesión a dejárnoslo, por lo que es importante que circule algo más que esa corriente sintomática, para no correr en riesgo de quedar capturados en la queja del otro.

La cuestión del pago sitúa al analista en el lugar de la falta, se pone en juego algo de la castración al momento de recibir un pago por ser el depositario de la basura del otro y no quedar como victimas sacrificadas para ayudar al otro. Trabajamos con el amor pero de transferencia, en donde lo que tiene que circular son palabras, no afectos. Es importante que se ponga a trabajar ese síntoma que nos arrojan, no se trata de que solo se deshaga de él, sino que venga para constituirse en sujeto, dando cuenta como en la reconstitución, en la variación de posición de sujeto, integra su fantasma en relación con el objeto representado de forma simbólica a través del medio con el que paga, en el caso de los niños con un dibujo, un dulce, una galleta, que adquiere valor en la transferencia.

Pago con dinero porque es la moneda de cambio en tránsito transferencial, pero pago más aún con cuantum de goce en los movimientos de la economía libidinal, cada movimiento en la lógica de la cadena significante implica una pérdida de goce para ir ganando en el terreno del deseo hacia el camino de constitución como sujeto en la clínica psicoanalítica con niños.

El pago se juega en los intervalos que se abren en la cadena significante que va movilizando el goce en sus renuncias como objeto a hacia una directriz que vaya marcando un camino por el espinoso transitar hacia la construcción del sujeto deseante.
Freud para explicar el funcionamiento del aparato psíquico acuña el término de la economía de su época, todo se juega a razón de una economía, economía de las pulsiones, economía libidinal.
Insertarse en la cultura, adquiriendo características humanas, se encuentra alejado de ser gratuito. El precio de la humanización implica algo que se pierde, al pertenecer su ser al lenguaje, tiene un costo que se paga con consecuencias. La inserción al campo del lenguaje se da mediante la inscripción de una perdida, un resto, falta que determina su ser.

En los primeros tiempos el cachorro humano, tiene muy pocos recursos simbólicos, existe una dependencia Real con el Otro, no existe distancia, se está en las manos del Otro, pero es necesario otro tiempo que permita la entrada de un tercero que muestre la relación con en Otro como imposible, para poder recrear está perdida como objeto perdido, que posibilite entrar en el intercambio con los otros.

El proceso de simbolización (6) empieza a esbozarse a partir del nacimiento. De una vivencia primera que imaginamos como indiferenciación de niño, madre y mundo exterior, el niño ha de emerger como sujeto separado. El sujeto va constituirse en la sucesión de los cortes; corte entre su cuerpo y el cuerpo del otro, corte en su propio cuerpo, corte entre él y el mundo exterior. Pero para que se constituya el sujeto aún hace falta que estas separaciones sean significantes. Muy pronto el niño sabe que no es la madre, la ha perdido, pero también la ha evocado y reencontrado, está perdida que es también reencuentro va a realizarse en toda una serie de desplazamientos, de sustituciones que permitirá al niño constituirse en la permanencia de su ser. En su relación con el Otro, la articulación de los objetos constitutivos se construye en series metafóricas y metonímicas. El Otro ausente ya puede evocarse, reencontrarse en las redes urdidas en torno a su presencia: olores, sonidos, objetos, zonas erógenas del cuerpo del niño, objeto transicional y ya los significantes, el lenguaje. El lenguaje es, como tal nos dice Lacan, connotación de presencia y de ausencia. Sin embargo todas las primeras inscripciones, la represión las borra. En ellas el sujeto se constituye y se desconoce a la vez. En el análisis, ira en búsqueda de esas huellas que determinan su deseo y sus síntomas. Lacan dice: El significante esta dado primitivamente pero no es nada en tanto el sujeto no lo introduce en su historia.

Comparto la idea de la Dra Lidia Agazzi de pensar al psicoanálisis como un arte, porque es un trabajo de creación, un métier, profesión (oficio) que implica la búsqueda de un estilo que permanentemente se modifica, por el movimiento y  la reflexión implícita en la propia búsqueda.  Es un arte difícil y un desafío, sobre todo el trabajo con niños, pues están inmersos los diversos contextos del niño y requiere de mucha imaginación, creación por parte del analista para construir los límites de su trabajo.
El niño no viene a consulta por sí mismo, lo traen sus padres  y es importante diferenciar los requerimientos de los padres, que los del niño, analizar si es necesario llevar a cabo un análisis.

Se habla mucho del psicoanálisis con niños, pero si el objeto del psicoanálisis es el sujeto  ¿Qué significa el niño como sujeto? Actualmente acudimos a una fragmentación del niño por el avance de la ciencia que va cada vez más especializando el conocimiento, se les excluye del contexto con clasificaciones que determinan al niño, un significante que lo captura y a su vez lo somete a un sin fin de especialistas, que lo niegan como sujeto, sujeto en constitución.

Hablemos del “empuje a la perversión” (7) del que habla la psicoanalista Susana Bercovich,  refiriéndose a la tendencia actual en el lazo social por modificar las relaciones que se establecen entre los sujetos, de acuerdo a los intereses del actual sistema de producción capitalista mundial, donde el cuerpo ya solo es un producto de consumo. El niño se convierte en un objeto de experimentación para las farmacéuticas y se somete a la lógica del mercado que impera, la voz que nos dice: “mediquen a los sin nombre propio y llámenlos con un concepto unificador que me permita enriquecerme”.

 El psicoanálisis  con niños trabaja con el alto precio que paga el sujeto al sostener  la neurosis, la enfermedad, los trastornos que se dan en el seno de una familia; en pocas palabras, ese precio en sufrimiento que el paciente paga para sostener sus síntomas y, a veces, los de otros. Muchas veces pagan por sostener ese goce parasitario (8), algunas veces por adelantado.

Pensemos en las variaciones del proceso analítico si el aparato psíquico no es innato, sino una construcción del sujeto a lo largo de la vida, es decir, el aparato psíquico podemos concebirlo en la forma más arcaica como un receptáculo de estímulos exteriores e interiores a razón de los cuales van quedando registros. Es decir, un niño al nacer, es un ser vulnerable que se encuentra a merced de sus padres, una bola de carne arrojada al mundo en donde el deseo mismo de sus padres, la relación de apego con su madre y los cuidados primarios de la misma, es decir las zonas de contacto de la madre con el niño al momento de limpiarlo, amamantarlo, bañarlo y acariciarlo, el reconocimiento del niño en la mirada de la madre, como un ser deseante, es decir, la madre pensara y ¿qué quiere mi hijo de mí?, pregunta que dará paso a la separación de la madre-hijo, la llamada célula narcisista, pues hay que tener en cuenta que los cortes son los que va a ir permitiendo que ese pequeño monto de carne se convierta en una escultura, que pueda cobrar vida propia y se le permita vivir.

Claro, en un primer momento el niño requiere del aparato psíquico de la madre para luego construir el suyo propio. Pero ¿qué pasa cuando solo hay vacío en la mirada de la madre, un no deseo de la existencia del  mismo, aniquilamiento, aplastamiento, con fallas en la represión en su proceso edípico o una imposibilidad de lectura de la demanda del niño? Se producen niños hiperactivos, imposibilitados de insertarse en el orden simbólico quedándose en un mundo  imaginario de los videojuegos, internet o con tal angustia tras la cual solo encuentran la navaja para mutilarse ese cuerpo que no está reconocido.

El objeto del psicoanálisis es el Sujeto; el psicoanálisis siempre apunta hacia la construcción del Sujeto. Un Sujeto significa, alguien singular, con una historia particular, inmerso en un contexto familiar determinado que se constituye en relación con el semejante. Depende durante muchos años del otro, de la función del padre, de la función de la madre, del contexto en el que se inserta, a fin de poder humanizarse y constituirse, para integrarse a su grupo y a su cultura.
Siguiendo la línea de Alba Flesler (9), al Sujeto que apunta el acto analítico tiene una especificidad, el analista atiende a niños, adultos, padres pero siempre apunta al Sujeto, éste es el corazón del aporte del psicoanálisis a este tiempo y para que  se pueda constituir no puede ser equiparado de modo idéntico al niño, o al adulto, o al significado que otro le otorga. Nacemos plenos de significaciones que al comienzo de la vida por la dependencia o vulnerabilidad estamos receptivos a tomar, pues el Sujeto no es el niño, pues hay muchas significaciones para un adulto en torno al mismo, de hecho el nombre del niño determina como lo tratan los demás o que esperan que actué de determinada manera, pero el Sujeto es del modo singular que responde quien se está constituyendo a la propuesta que el Otro le hace. Por lo que es importante que las dos piezas hagan juego (analogía tomada desde la mecánica), entre el niño que el Otro le propone al ser viviente, lo que le demanda que sea y la respuesta como Sujeto, se introduce una distinción creativa donde hay oportunidad de que este se constituya diferenciándose de un modo singular a lo que le propusieron ser, lo que propone en la constitución que cada efectuación subjetiva se está diferenciando  de los estigmas o propuestas que ya habían cuando nació.

Los síntomas son los recursos del Sujeto para sobrevivir, como se las ve con su existencia.

T: “Si no sueñas, mueres”                                                                                                                                 

A: ¿Cuáles sueños son los que están atrapados ahí (pulsera atrapa sueños)?                                        

T: Los que no puedes contar, los que dan miedo.                                                                                     

(Este es mi Lugar feliz-donde puedo soñar-) (10)                                                                                       

El Psicoanálisis tiene cabida mientras se siga soñando. Solo es muy importante no sucumbir a la seducción de los niños y acotar el goce desbordado manifestado en sus actos, para producir palabras pacificadoras que vayan en su contorneo encontrando un discurso propio que les permita irse posicionando ante el Otro.

El psicoanálisis lacaniano, los escritos de Lacan como dice Isidoro Vegh, no son escritos de un filósofo,  sino de un psicoanalista, que rescata el espíritu de Freud, porque Freud teorizaba a los más excelso niveles de abstracción, como cuando hace su metapsicología, pero era un clínico. El psicoanálisis es esa oportunidad que tiene el Sujeto para encontrar un tiempo generoso para lograr una cita consigo mismo en nuestra cultura globalizada que tiende a negarlo.
Es un posicionamiento que permita establecer una escucha que dé cabida a lo que el contexto nos está mostrando con cada vez más demanda en nuestros consultorios, buscando una alternativa que permita o de cabida (voz) a esos que han quedado excluidos porque no se encuentran ad oc con el engranaje que los mercados están demandando. Un discurso que trabaja (da voz) a los excluidos, eso es el psicoanálisis.

El Sujeto va encontrando su constitución ante el horizonte nublado, se abre una veta difuminada, pero da muestra de un contorno que por la oscuridad aparente se confunde, pero de esa veta sale un resquicio de luz, un rayo luminoso que puede servir como un hilo de Ariadna que dé norte hacia el emprendimiento de un camino, no menos vertiginoso, pero que posibilite el tránsito hacia algún lugar no imaginado antes, pero al llegar ahí habrá que hacer algo con ello, no sin dolor, pero si con ruta hacia un destino menos funesto que permita transitar las dificultades que en la vida se van presentando; momento de creación.

La escucha analítica, es ese instrumento que, así como el bisturí es inherente al médico cirujano, para nosotros es eso lo que nos permite hacer cortes, remarcar los contornos, localizar los bordes, analizar las partes que componen y dan cuenta de la sintomatología que le es propia a cada Sujeto, localizar el sufrimiento y por medio de la palabra, la creación, la invención, dar cauce al Sujeto del inconsciente, para que el analizante construya los elementos que le permitan tener una contención ante el desborde pulsional que le produce su sufrimiento especifico, y así pueda transitar hacia un camino que le permita sufrir menos.
El analista no cuenta más que con su escucha, escucha que permite dar voz a ese enjambre de voces que componen al Otro, para así crear diques al goce, que vayan hacia el encuentro de un discurso que tenga un cauce alternativo que le permita establecer un lazo del que se sirva el sujeto para sobrevivir

Me permitiré traer una referencia de viñeta clínica que me permita ubicar algunos elementos de lo que aquí he venido construyendo.  Teresa (11) es el nombre de la pequeña a la que quiero hacer referencia y como un caso no es el niño sino la construcción ficcional que hace el analista del recuerdo del trabajo con el mismo, despliego a la memoria como inventora según la llama Nestor Braunstein (12). Relatare brevemente un par de hechos que pueden dar cuenta de la transicionalidad del dinero como objeto a.

En un momento inicial de tratamiento la madre paga las sesiones, pero en una ocasión por su premura de irse tras la sesión la madre da el dinero a la niña para que cubra la cuota, “Te espero en el carro T, tu paga”. La niña no paga completo, se guarda una parte para “chucherías” (golosinas), que por cierto vale decir le restringe la madre a razón de su idea que la niña tiene sobrepeso, ¿Por qué la madre le da el dinero a la niña para que pague? Y, ¿qué es lo que valora la niña que el precio no puede ser cubierto en su totalidad?, ¿Cuáles son los goces que se muestran ahí? Podemos decir que, para la niña el dinero no representa nada aun, pues algo que está en juego en ese momento es la transferencia con la misma que esta apenas por operar, la transferencia está del lado de la madre, quien paga demandando la cura de su hija, su hija como objeto descompuesto, quien necesita ser reparado, no ahondare en detalles, pero si resaltare como la madre tenía una relación simbiótica con la hija llamada T, quien poseía el nombre completo que a ella no le alcanzo pues ella se llama T-ita, la relación con la hija era totalmente erotizada, el padre solo funcionaba como proveedor, luego de un tiempo de asistir la hija, inicia a cuestionar a su madre y la forma de actuar respecto a ella, cuando menciona que al asistir encuentra un oído que no tiene en casa, pues ahí solo tiene un ojo que no deja de perseguirla, ya establecida la transferencia, la madre pide una sesión, acuden ambos padres, la madre es la primera sesión donde no culpa al padre, de siempre actuar con su hija como su princesa, termina cuestionándose si es ella la que realmente necesita asistir a un tratamiento pues no puede decirle que no a su hija, a partir de ahí se da un movimiento lógico en la niña como efecto de la eficacia del deseo materno, es decir, se pone en juego la castración, el intercambio se juega de una manera diferente. La madre deja de llevar a la niña, lo hace a partir de ahí el padre. Muestro un segundo momento cuando la niña ya no está pegada a la madre, ya entró un tercero para separarla, el padre en cuestión. En una sesión posterior  que el padre lleva a la niña y paga, no tengo cambio y me deja un abono para la siguiente sesión, salen de vacaciones y cuando regresan el padre vuelve a llevar a la niña, al momento de pagar el pregunta cuánto debe y es la niña la que dice que ya había un abono; ahí se ve cómo se va trastocando la relación con el goce, pasar de ser el objeto de la madre a ser la mujer que le cuida el dinero al padre que paga.

El dinero no representa nada en los niños hasta que este se convierte en síntoma de los padres, por ejemplo que ya no puedan continuar asistiendo porque sus padres no pueden seguir pagando.

Entonces podemos notar que el dinero es un objeto que adquiere valor, solo en transferencia y que da cuenta de los movimientos que van dándose en los giros subjetivos que se producen en los momentos lógicos de la construcción de sujeto.

Notas

(1) Fragmento extraído del capítulo titulado “Vicisitudes del movimiento psicoanalítico argentino” del  texto Razón Locura y sociedad de S.XXI Editores de 1978 en la pag. 80 donde Marie Langer responde a la interrogante siguiente: ¿Qué tipo de compromiso adquiere el paciente cuando es atendido en forma gratuita cuando se supone que el pagar estimula el progreso del paciente?

(2) Lacan, Jacques. Conferencia Entonces habrán escuchado a Lacan en la facultad de Medicina de Estrasburgo, 1967, cuyo texto se recoge  en “Mi enseñanza”, Paidós, Buenos Aires, 2007.

(3) Lacan, J., El Seminario, Libro 7, La ética del psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 1990

(4) Peusner, Pablo. Entrevista por Emilia Cueto de El Sigma revista virtual, 2008

(5) Gómez, Ana María. Entrevista por Emilia Cueto de El Sigma revista virtual, 2008

(6) Cordie, Anny. “La represión primaria en un caso de neurosis infantil” contenido en el libro titulado Quehacer del psicoanalista clínica bajo transferencia ocho estudios de la clínica lacaniana, Manantial, Buenos Aires, 1985.

(7) Bercovich, Susana, Texto “Sade nuestro contemporáneo”, Revista Pasajes, No 13, 2016

(8) Vegh, Isidoro, Reportaje realizado por Miguel Sauval, Revista virtual Acheronta, No. 13, 2001.

(9) Flesler, Alba, “El niño en análisis y las intervenciones del analistaPaidós, Buenos Aires, 2011.

(10) T, paciente que acude a análisis en mi consulta privada desde los 09 años por dificultades para adquirir su proceso de lecto—escritura.

(11) Ídem.

(12) Braunstein, Nestor, “Memoria, la inventora”, Siglo XXI Editores, México, 2010

 

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