El presente artículo intenta mostrar el lugar que ocupa el niño en el Sistema Judicial, específicamente en el ámbito de las denuncias de maltrato y abuso sexual, ¿Se le escucha? ¿Qué se escucha? ¿Qué se quiere escuchar? ¿Quiénes abordan la problemática y qué es lo que se quiere lograr? Quizás coincide esta exposición con el tema de moda actual, especialmente dentro de la Psicología, "El abuso sexual a niños, por cualquier adulto", no es mi afán alarmarlos y crear múltiples sospechas frente a cada niño con quienes trabajen, pensando que en cada uno de ellos puede haber abuso sexual, sino más bien intentar captar la visión que se puede tener trabajando por un breve tiempo al interior del Sistema Judicial, desde una escucha analítica, lo cuál ya es difícil, por no decir imposible.
Escribía algunas reflexiones sobre la sesión que había tenido con uno de los "casos" que me habían derivado para evaluar y confirmar o refutar abuso sexual, cuando imprevistamente alguien abrió la puerta y me saludó " puedo dibujar en esta pizarra", me dijo, tomando plumones y esperando una afirmación para empezar, " es que quiero dibujar a mi tata, a mi tata gordo" - ¿cómo se llama tu tata? le pregunté, a esta pequeña y delgada niña que me miraba con ojos grandes y tomaba rápidamente objetos de manera muy ansiosa, " ahora mi tata no tiene nombre, ya se me olvidó, no quiero saber cómo se llama es mi tata gordo" y ¿cómo te llamas tú? Bárbara, me respondió. Ahí recién supe que era el siguiente "caso" que me habían "designado" y que la madre estaba hablando con el abogado para ver los pasos a seguir en la denuncia que se había realizado por Abuso Sexual por parte del Abuelo Paterno y un amigo del Padre de la niña. "Tú sabes Bárbara porqué estás aquí? le pregunté, "por que mi Tata se portó mal conmigo, me tocaba mi potito y hacía que me acostara con él, el Alex hacía lo mismo cuando me dejaban con él, a mí eso no me gustaba, era asqueroso ver como les salía la leche, ¡huacala!, la leche a mi no me gusta, pero siempre me dejaban con ellos y mi abueli no me quería llevar cuando salía, hasta que mi mamá lo pilló y ahora me trae para que yo le cuente tía "
Estas eran las simples y complejas palabras que podía pronunciar en este primer encuentro, esta pequeña niña, palabras insertas en una cadena significante que envolvía una serie de adversidades y abandonos sufridos. Bárbara de 8 años quien no había sido deseada, cuya madre luego de tenerla a los 15 años, sufrió una "depresión post-parto" y cuyo padre era alcohólico, quedó entonces a cargo de sus abuelos paternos hasta el momento en que la madre, quien tenía otra pareja y dos hijas, descubrió el abuso y llevó a la niña a múltiples lugares para castigar a los "culpables", lugares dónde uno podría decir que fue ultrajada una y otra vez - victimización secundaria se le llama desde la psicología jurídica - primero la denuncia a carabineros, luego los exámenes de "rigor" ¿había penetración o no?, luego la declaración de la niña ante Policía de Investigaciones, luego las primeras consultas al Sistema Judicial y sin saberlo ella, también pasaría por "nuestra evaluación psicológica", ¿habían indicadores de abuso sexual en Bárbara? ¿estaba ella preparada para declarar ante el Juez? ¿reconocía la realidad de la fantasía?, éstas eran algunas de las preguntas del Sistema Judicial, algunas de mis preguntas eran ¿dónde queda Bárbara como sujeto en constitución? ¿podrá soportar, ya no tan sólo en su cuerpo, el goce de tantos que la rodean?
Bárbara, nombre que deriva del latín, "Bárbaros", "bárbaro, palabra onomatopéyica que el latín traduce como balbus, esto es, el que balbuce, tartamudea: Bar-ba Pero, ¿qué es lo que se balbuce o tartamudea? Por supuesto, no el propio lenguaje del bárbaro, que el griego no comprende, sino el lenguaje mismo del griego Balbus, en latín, es el balbuciente, tartamudo, torpe de lengua, el que no pronuncia clara y distintamente para los griegos, bárbaro era el que no hablaba bien el griego. Por ello los no griegos eran entes marginales cuya humanidad estaba en entredicho. Menos hombres, por no expresarse correctamente en un lenguaje que no era el propio. Y, por lo mismo, entes que podían ser sometidos al orden e intereses de los exclusivos dueños. Bárbaro era igualmente, para los romanos, el individuo que estaba fuera de la ley, del derecho, del orden de la ciudad, la civitas, por excelencia. Al terminar Roma su función histórica, los bárbaros se transformaron en nuevos centros de poder o civilización y designaron como bárbaros a otros más bárbaros, en cuanto que los primeros elevaron su lenguaje, costumbres, etc., a signo de civilización. La dicotomía civilización/barbarie como signos de poder y dependencia, de centro y periferia. Pueblos dominantes y pueblos destinados a ser dominados por ser bárbaros, esto es, por no ser copia exacta de sus dominadores" (Leopoldo Zea, 1988).
Y entonces, que es lo que Bárbara, balbuceó, tartamudeó o más bien quiso decir cuando entró a la oficina y me pidió dibujar, ya no había nombre para de quien había estado a merced, para quién hablaba otro lenguaje y la dejaba atrapada no tan sólo en conceptos que no sabía pronunciar, sino que también entre su cuerpo. Bárbara, quien al igual que los pueblos primitivos, estaba sometida al "orden e intereses de los exclusivos dueños" y que además se podría decir estaba fuera de la ley, llegaba en ese momento movida por el deseo de la madre; pero hasta dónde podría soportar su aparato psíquico?; difícil por parte de quienes intentamos escuchar, admitir el goce de los fantasmas parentales, que había en esto de ponerse a merced de otro y de otros, esta vez, era de todo este aparataje que se suponía apuntaba al Derecho de los niños, a los Derechos de Bárbara, no se cuestiona en sí el nombre de la Institución, si no más bien la forma de "funcionamiento", pero cuáles son estos Derechos?, por ahora dejo esbozada esta pregunta como cuestionamiento.
Empezar esta exposición a través de un caso busca graficar el lugar que ocupa el niño en este Sistema Institucional, Bárbara era una de cientos de niños que llegan a diario por denuncia de abuso sexual, me pregunto, cuántos más quedarán fuera?
Pero al hablar de abuso sexual invocamos distintos conceptos, que forman parte de una trama donde se esconden distintos oscurantismos (mitos, fantasías, angustias, culpas y silencios), dónde se involucran el accionar de diversas instituciones (policiales, jurídicas, de salud, de educación y por que no decirlo también, el mito familiar en que se ubica el niño).
Luis Camargo (2000) nos propone lo siguiente: "Hablar de abuso sexual de niños presupone la existencia de un "uso" sexual de los mismos, uso que, teniendo en cuenta el alcance que ha dado al término "sexual" el psicoanálisis, es justamente éste último el que revela. Conocida es la ecuación simbólica que establece Freud, al poner en línea al niño y al falo, sustituto imaginario del pene. También puede ser considerado sustitutivamente, como dinero, regalo o heces. Nos dice Freud: "...en las producciones de lo inconsciente -ocurrencias, fantasías y síntomas- los conceptos de caca (dinero, regalo), niño y pene, se distinguen con dificultad y fácilmente son permutables entre sí". El desarrollo freudiano de estas equivalencias se ubica en el eje de los conceptos centrales de la teoría, y que son narcisismo - complejo de castración, en armonía con las teorías sexuales infantiles".
Entonces el niño ocupa distintos lugares en el deseo del otro, es así como Lacan propone al niño como respuesta a tres situaciones: una referida al deseo materno, ubicando al niño como falo de la madre, otra referida al deseo materno en correlación a la función paterna, y allí puede aparecer el niño como síntoma de la pareja parental, y otra referida al fantasma materno, donde el niño puede ocupar la posición de objeto en él (como ocurre en las psicosis). Coincido entonces en la pregunta que se hace Camargo, "¿qué equivalencias estarán en juego en las determinaciones inconscientes del victimario del abuso sexual infantil? A su vez, ¿cómo habrá sido simbolizado su lugar de hijo para sus padres o de niño para su entorno social? Interrogantes que habrá que responder en el caso por caso".
Pero en el Sistema Judicial lo primero que importa es el tema del diagnóstico, el cuál no está destinado a una clarificación con fines terapéuticos, sino de clarificar los hechos tendientes a colaborar en cualificar el daño psíquico, así como la existencia o no de cumplimiento de los deberes parentales y, tender a delimitar y/o colaborar en la cualificación de un delito. En este sentido, Esther Romano (2001), nos plantea: " La Justicia es metaforizada ciega en la necesidad de mantenerse fiel y en equilibrio con las partes, en sus respectivos derechos. Pero en su campo empírico va en búsqueda de pruebas reales, verificables, tangibles. Su verdad no es hermenéutica sino tendiente a asegurar el cumplimiento de la norma, o su instalación".
Con el diagnóstico se empieza, para responder a las demandas institucionales, las cuáles quedan generalmente plasmadas en un informe pericial, informe que se inserta en el proceso de sumario, el cuál tiene determinado formato, dónde se debe explicitar de manera clara los siguientes puntos:
- Capacidad psicológica del niño para reconocer los hechos constitutivos del delito del cuál ha sido víctima.
- Capacidad psicológica del niño para identificar a la persona autora de los hechos constitutivo del delito. Expresión emocional del niño hacia el agresor. Contenido de su relato en relación a la identificación del agresor.
- Nivel de vulnerabilidad psicológica del niño para ser intimidado y vencer su capacidad de resistencia en los actos constitutivos del delito.
- Signos psicológicos presentes en la evaluación del niño en relación a las circunstancias de haber sufrido amenazas o intimidación.
- Magnitud del daño psicológico producido en el niño, necesidad y prolongación del tratamiento terapéutico.
Este Informe además tiene como función ayudar a determinar la sanción penal que corresponda, esto en el caso que el abogado en primer lugar entienda lo que dice en el informe (sin querer poner en desmedro al profesional) y en segundo lugar, si es que hay tiempo y espacio como para leerlo.
Por otro lado, el proceso que se inicia desde que se realiza una denuncia por abuso sexual o maltrato infantil grave puede tomar largos meses y por no decir en algunos casos, años, dónde los padres de clase baja y media, en general, en nuestro Sistema Judicial son atendidos por distintos Abogados (ya que no pueden acceder de manera privada a agilizar el proceso y tan sólo deben esperar), los cuáles al terminar su período dejan "el caso" al abogado que viene, el cuál ni siquiera se sabe quién es y así sucesivamente. Y dónde está el niño ahí? Camargo nos dice, " ese niño que llega pierde toda identidad, toda historia, y pasa a ser meramente "un caso". Serio, pero porque hace serie: la de los números - de expediente, de legajo, de historia clínica -. Ya no será Fulanito o Menganita, sino "el chico o la chica violado/a". O maltratado, ya que en este punto lo que decimos vale en general para otras tantas patologías sociales actuales. Con el "caso" comienzan en los dispositivos institucionales a hacerse diversos "usos" de ese niño. Esos usos, resignificando lo sucedido o supuestamente sucedido (no es desigual para el caso), apuntan todos a sostener fantasmáticamente postulados y escenas que encuentran así su justificación de existencia en el material aportado.
Precisemos algunos de esos usos posibles:
La palabra del niño, en una escala valorativa, es de un rango menor a la del adulto (a pesar de la Convención). Ellos no tienen los pies en la tierra. Fabulan, se dice. Y allí irán los psicólogos a confirmar esas capacidades fabulatorias.
Con el saber de la sexualidad infantil, y que desplaza todo sesgo de inocencia idealizada del niño, en tanto sexuado, ¿por qué no pensar que en una forma no manifiesta pero si posible, se le estará adosando a esa niñez sexuada el correlato de la culpabilización, de manera similar al fenómeno de la mujer abusada? Otra modalidad puede ser extender en índice acusatorio al entorno del niño, en el cual la familia, con su educación o cultura, pueda haber facilitado la ocurrencia de los hechos (y allí serán mandados los asistentes sociales a confirmarlo). Quienes trabajan con niños víctimas de abuso y su entorno, saben de las diversas vicisitudes de la culpa en sus tratamientos.
Fantasear conscientemente o gozar en forma inconsciente con una escena del tipo "un niño es violado o manoseado", ¿será prerrogativa de "mentes enfermas", o podrá hacerse extensible ese fantasma a un espectro humano mucho más amplio, incluyendo en el mismo a no pocos operadores institucionales que toman contacto con esos niños y cuya relación con lo inconsciente nunca ha sido problematizada? ¿No habrá también algo del orden del goce - llamémoslo "voyeurismo institucional"- en toda esa suerte de burocracia de los dispositivos organizacionales del abuso sexual en niños?. En todo caso, se sabe, un relato puede ser también un medio del goce, más allá del rechazo consciente o superyoico que pueda producir.
Etcétera. Porque esta lista no puede ser cerrada sino que se abre a la multiplicidad de significaciones - sociales, psicológicas, históricas - que subyacen a los límites de la moral de los bienes del niño, allí dónde se dejan ver las operancias de los dispositivos de la sexualidad y el poder que hemos venido esbozando".
Pareciera lamentablemente que cuesta encontrar entonces al niño en el Sistema Judicial, siendo que es a quién se le cometen los ab-usos, será acaso que es que se pierde en este sistema pervertido y es que el perverso " se sitúa como objeto de la pulsión, como el medio para el goce del otro" (Evans, 1997) y " mientras que la neurosis se caracteriza por una pregunta, la característica de la perversión es la falta de pregunta: el perverso no duda de que sus actos sirven al goce del Otro". Cabe mantener en consideración que en este caso es el infans, por tanto un sujeto en constitución, el que es puesto por otros, prácticamente en el lugar de objeto fetiche, dónde la trama discursiva corresponde a la del Amo y de ahí lo de des-bordes del Sistema Judicial, ya que supone una compulsión a la repetición por quienes dominan y mantienen el poder, compulsión en torno al segundo momento del trauma, por tanto hay un goce puesto ahí, goce de los bordes, goce de las zonas más erógenas de este sistema - el poder.
Volvamos a Bárbara y no al caso cuyo rol ya olvidé, quien estaba a disposición de su padre, de su abuelo, del amigo del padre, de su madre, de su abuela, del sistema judicial, del sistema educativo, etc.; sin querer mantener un discurso desesperanzador, cuántas Bárbaras encontramos, mejor no saberlo, especialmente en esta Etica de la Niñez, que como esboza Camargo, queda rebajada y reducida hoy a una moral hecha por adultos, de y para ellos. "Se ejemplifica así una estructura social capaz de organizar una perversión generalizada por la vía de una sublimación asumida colectivamente. Estas utopías sugieren entonces que la noción de perversión depende seguramente más de un lazo social que de un sujeto exclusivo" (Chemama, 1996).
Bibliografía
Camargo, Luis (2000) "Los (ab)usos del niño y la niñez", Fort - da n° 1, Revista Virtual de Psicoanálisis con niños, www. psiconet.com
Chemama, Roland (1996) "Diccionario del Psicoanálisis: diccionario actual de los significantes, conceptos y matemas del psicoanálisis", Amorrortu editores, Buenos Aires, Argentina.
Evans, Dylan (1997) "Diccionario Introductorio de Psicoanálisis Lacaniano", Ed. Paidós, Buenos Aires, Argentina.
Romano, Esther (2001) "Contexto Interdisciplinario ante una denuncia de abuso sexual: Intersección de los discursos Psicoanalítico, Jurídico y Valorativo", Fort - da n° 4, Revista Virtual de Psicoanálisis con niños, www.psiconet.com
Zea, Leopoldo (1988) "Discurso desde la marginación y la barbarie", Fondo de Cultura Económica, México.