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Número 6 - Junio 2003
Acerca de algunas inquietudes,
reflexiones e interrogantes sobre la práctica pericial
Ana María Iriarte

Había una vez un Juez...atormentado por la duda.... Presionado por un transexual audaz y mediático, debía tomar una decisión. "..Es hombre o mujer..? Le doy el régimen de visitas que pide o no....?. En realidad es un hombre.....porque no concluyó con los trámites que legalizan su identidad......pero.....".

Reconocer un derecho como posible, y dar lugar a la demanda, desde una posición ambigua, produce un conflicto: entre el deber ser (Super yo, ley, jurisprudencia), y el rechazo sustentado en un prejuicio y en la movilización que la temática sexual provoca.

Llamado a dictar sentencia sobre una temática conflictiva y fundante como la sexualidad, toda su estructura se conmueve: desde su saber jurídico (no hay demasiada jurisprudencia, faltan pruebas etc.), hasta su propia condición sexual se ve atravesada por cierta inexplicable inquietud.

La demanda misma plantea un conflicto. El Juez se debate incómodo y espera ansiosamente el dictamen pericial.

Se convoca al EQUIPO TECNICO, alias E.T. (equipo de extraterrestres del cual los psicólogos formamos parte) a fin de elaborar el Informe pericial.

El informe, la pericia, aparece como el elemento "mágico" que dará fundamento, que justificará "científicamente" su dictamen, desligándose tal vez de la angustia y conmoción que la misma le produce.

 

Foucault nos dice: ".....todo el mundo tiene necesidad de un modulador de la pena: el fiscal, el abogado, el presidente de un tribunal. Ello permite hacer funcionar el código a voluntad, permite autoprocurarse buena conciencia. De hecho el psiquiatra no habla de la psicología del delincuente: se dirige a la libertad del juez. Lo que está en cuestión, no es la inconsciencia del criminal, sino la conciencia del Juez........el Juez tenía necesidad del psiquiatra para quedarse tranquilo "

Otro caso: una mujer separada hace varios años, desea radicarse con sus hijos en el exterior. Ante la negativa paterna, solicita la autorización de un Juez. El magistrado solicita evaluaciones psicológicas, a fin de tomar una decisión acertada, no obstante manifiesta sentirse identificado con ese padre, al que califica de "abandonado" y profiere serias críticas contra la señora. Alrededor del caso, circulan rumores y opiniones diversas: "él es machista.....no la va a autorizar....."etc.

Así, innumerables demandas: adopciones, venias matrimoniales, divorcios, regímenes de visitas, tenencia de hijos, se tramitan en los Tribunales de Familia de la provincia de Buenos Aires.

Más allá de las particularidades de los casos, la complejidad de los vínculos familiares y subjetividades puestas en juego, en cada caso, la subjetividad del magistrado se plantea como otro elemento que observamos, que detectamos y que, más allá de estar insertos en la institución judicial (instituídos) no podemos dejar de tomar como una variable más que atraviesa (a veces sin saberlo) nuestra labor pericial.

Conocemos "los bueyes con los que aramos...", sus características de personalidad, sus prejuicios, su posición frente a algunas temáticas.

"Pertenecer tiene sus privilegios...." rezaba una publicidad. El pertenecer al equipo técnico de un Tribunal tiene sus bemoles, sobre todo en una tarea que se supone objetiva, aséptica, neutral.

"En este Tribunal somos una gran familia.... " dijo Su Señoría, ignorando tal vez la profunda crisis que afecta a la familia actual.

Este decir acerca de la institución en la que trabajamos, remite a lazos, a unidad en torno a una autoridad (paterna?).

Pertenecer a una familia supone vínculos, asunción de roles, aceptación de reglas, re speto de jerarquías.

El desarrollo de la cotidianeidad tribunalicia, nos involucra como parte del engranaje judicial. La Ley legitima nuestra labor desde su articulado (Ley de creación de los Tribunales de Familia en la Pcia de Bs. As), nos reconoce, nos incluye. No obstante, algunos representantes del equipo jurídico, no pierden oportunidad de señalarnos como ajenos, o "sapos de otro pozo".

Nos ubican como súbditos del equipo jurídico, a la vez que pregonan la importancia de nuestra labor.

La inserción de los Psi en el ámbito judicial, aparece como un hecho conflictivo para ambas partes.

Desde nuestra perspectiva , he observado y escuchado de colegas con muchos años en el área, expresiones tales como "estoy encerrado", "hace más de diez años que estoy acá adentro.....", "me presionan" "me obligan", "me impugnan", "me ordenan" etc. Estos significantes, remiten a un lugar de pasividad y sometimiento.

Hay un doble cuestionamiento: desde el Poder hacia nuestra práctica y desde nosotros hacia ese poder que nos convoca y hacia la tarea que realizamos.

Sucumbimos ante la presión de un enorme Super yo analítico, tratando de justificar a través de un replanteo permanente, una práctica que parece incompatible con nuestra formación profesional.

El discurso del derecho está ligado indefectiblemente al discurso del poder, tiende a la norma, a la generalidad, pierde de vista al sujeto individual objeto de nuestra práctica.

Cómo rescatar nuestra labor?, cómo rescatar al sujeto?, el que por otra parte, generalmente no demanda nuestra intervención, sino que la misma le es "impuesta" o "sugerida" (igual que a nosotros "nos ordenan" que lo entrev istemos, evaluemos, diagnostiquemos, y pronostiquemos).

El encuentro de ambos discursos tal vez sería posible desde un abordaje conjunto de la problemática de la familia que recurre a la justicia en busca de un ordenador externo. La ley acota y posibilita el acceso a una nueva forma de reorganización y nuevas modalidades vinculares.

El abordaje conjunto desde lo legal y lo psicológico facilitaría tal reordenamiento de los roles. Tal encuentro sería posible desde un trabajo interdisciplinario que permita la articulación de ambos saberes.

 

Cuestiones éticas Vs obediencia debida....

La ética de nuestro quehacer profesional en el ámbito judicial, no debiera ser diferente a la ética que sostenemos en el ámbito hospitalario, el ámbito educativo, o en el espacio privado de nuestros consultorios.

En el Poder Judicial, si bien hay un Otro que nos convoca y apela a nuestro saber, esta convocatoria aparece acotada desde el inicio.

Hay un llamado, un pedido, pero el mismo está lleno de "condiciones": una serie de preguntas que debemos responder, un plazo que no debemos exceder, determinados instrumentos técnicos que debemos utilizar (generalmente solicitado por los letrados para que nuestras conclusiones sean "confiables" y válidas científicamente).

El Poder Judicial nos convoca, nos acota, nos impugna, intenta seducirnos, nos necesita y nos rechaza, nos impone sus reglas, todo lo abarca.

Apropiarse de algo de nuestro saber .....para mejor proveer.......

En dónde queda el sujeto de la pericia...? En dónde queda el perito......?

Todos pasamos a formar parte del proceso. Este tiene sus reglas, sigue su curso, a veces tiene un desenlace (cuando no queda paralizado) , que muchas veces desconocemos.

Cómo evitar que nuestra intervención (por más breve, limitada, acotada, e impuesta que sea), se pierda en esos mismos laberintos por los que transita el expediente.

Cómo rescatar algo de lo que ese sujeto particular desplegó en las entrevistas?

Cómo saber si hubo algún efecto ( terapéutico?) en ese transitar del sujeto por los tribunales?.

Es así que a fuerza de una intensa búsqueda de palabras "adecuadas" e "inocuas", intentamos plasmar en un informe escrito, o "rendir explicaciones" en una audiencia, que den cuenta de ese sujeto. Vamos encontrando atajos, caminos paralelos que nos permiten rescatar la subjetividad, intentando no cosificar , ni codificar al sujeto, a los fines de que nuestra intervención no se torne iatrogénica, y nuestro trabajo alienante.

Nuestro compromiso profesional y ético con la salud, nos tienta a "desobedecer" algo de lo que se "nos ordena" desde el Poder.

 

Algo en contra de la frustración se juega allí.

Algo de la desobediencia. Algo del orden de la salud y la ética intentamos rescatar a través de una intervención cuestionadora, no sólo de lo que nos piden, sino también de cómo respondemos a ese pedido.

A la angustia de juzgar, deberíamos enfrentar la angustia de peritar...?

Es éste un oficio imposible....?

No hay certezas, sino interrogantes.

A la verdad jurídica, le oponemos la verdad del inconsciente.

Para el psicoanálisis, la verdad no puede ser dicha más que a medias, porque es a través de la palabra, que algo de ella sale a la luz.

Cómo se soporta la falta de una respuesta cerrada, acabada.? Si a una serie de preguntas les devolvemos una serie de interrogantes, un saber inacabado....

Soportamos nosotros también la falta de respuesta?.... No nos resultaría más tranquilizador poder responder con certezas?

Estamos nosotros más entrenados para tolerar la angustia que genera un nuevo interrogante?.

Nuestro saber es un saber conjetural, y eso es algo que debemos soportar.

Los interrogantes tienen para nosotros un carácter de búsqueda, son motores del deseo de saber, y nos impulsan a seguir buscando.

Tentarnos a dar una respuesta contundente, a hacer un diagnóstico brillante y aplacar las dudas ante un conflicto humano, tal vez sería más tranquilizador, y paralelamente obtendríamos cierto "reconocimiento" de nuestros "amos" juristas, por nuestro gran aporte.

No obstante sabemos (sabemos?) que es imposible, ...es una ilusión. Y es también una trampa, ya que de alguna manera traicionaríamos los principios éticos de nuestra formación y nuestro quehacer profesional

No poseemos el saber; los que saben de su sufrimiento son los "causantes" a quienes entrevistamos. Sólo podemos asesorar al juez o intervenir intentando arrojar cierta luz sobre la naturaleza del conflicto.

Será que trabajar con nuestra propia castración nos posibilita un posicionamiento y una inserción particular dentro del ámbito judicial?, aunque la misma no esté exenta de angustias y cuestionamientos.

 

El PODER JUDICIAL, nos convoca a poder: poder responder, poder diagnosticar, poder conciliar, poder asesorar: porque somos los expertos.

Reconocer que no se puede, o que no se debe, implica un costo: nuestra labor se ve en ocasiones desvalorizada, deslucida: "no aportaron nada nuevo.... al final no hay una respuesta concreta....."etc.

Tal vez limitando (o ampliando) nuestra práctica, acotando nosotros los alcances y posibilidades de intervención, asesorando desde una postura crítica, nos permita sostener un posicionamiento cada vez más comprometido con la ética y cientificidad de nuestro quehacer.

Procurar delimitar nuestra práctica y establecer enlaces, puntos de encuentro entre ambos saberes, posibilitará que nuestro tránsito por el ámbito judicial pueda constituirse en un espacio de creatividad, generador de nuevos conocimientos y de nuevas alternativas de intervención.

Acerca de la angustia del juzgar, Foucault nos dice: "me temo que sería peligroso dejar que los jueces continúen juzgando solos liberándolos de su angustia y evitándoles que se pregunten ¿en nombre de qué juzgan, con qué derecho? A quién y por qué actos?, quiénes son ellos para juzgar...? ...

Que se inquieten como nosotros nos inquietamos al encontrarlos a veces tan poco inquietos! . La crisis de la función de la justicia acaba de comenzar, no la clausuremos precipitadamente."

PSIC. ANA MARIA IRIARTE

BIBLIOGRAFIA CONSULTADA

- FOUCAULT, M.: "La angustia de juzgar. Debate sobre la pena de muerte" (en "SABER Y VERDAD" - Edit. . La Piqueta)

- Dr ENRIQUE KOZICKI : "Derecho y Psicoanálisis"

- Lic. ROBERTO SAUNIER: "Sobre las pericias" y " Poder – creer – actuar"

- Dra BEATRIZ DORFMAN LERNER: "Violencia en el palacio de justicia"- (Revista de A.P.F.R.A. N* 10)

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