Este trabajo es un
capítulo del libro
"Lo que pasa
en casa. De la violencia que no se habla"
Palabras claves: Psicoterapia. Incesto. Justicia. Iatrogenia.
Resumen:
Se describe una sesión de psicoterapia psicoanalítica, de una niña que sufrió incesto paterno filial. Después de esa sesión descripta, la paciente se niega a seguir concurriendo al tratamiento. Se analizan las posibles causas de esa finalización y se las vincula a la incidencia de las vicisitudes que el proceso judicial imprime en el vínculo de la pareja terapéutica. Se insiste en que el profesional de la salud mental conozca sobre esta problemática, sus causas, tipos, secuelas y procesos judiciales. La capacitación profesional se sugiere, para que se pueda ofrecer una intervención acorde a las necesidades de las personas que sufren abuso sexual siendo menores de edad y para evitar la iatrogenia en casos similares al descripto.
ONE SESSION OF ANALYSIS WHY WAS IT THE LAST ONE?
Key words: Psychotherapy. Incest. Justice. Iatrogenia.
Summary:
A psychoanalytical psychotherapeutic session of a little girl who suffered paternal incest is described. After this session the patient did not want to continue with the treatment. We analyze the possible causes of this abrupt finalization and we link them to the vicissitudes imposed by legal proceedings on the patient-therapist relationship. Emphasis is made on the fact that mental health professionals need to have a thorough knowledge of this problem, its causes, types, sequelas and legal procedures. Professional training is suggested in order that therapists may be able to act according to the needs of persons suffering sexual abuse as minors and to avoid iatrogenia in cases such as the one described
INTRODUCCIÓN
El incesto es una de las formas en que se expresa la violencia doméstica y familiar. Esta patología no respeta capas sociales, siendo cada vez más frecuente la solicitud de atención interdisciplinaria por estos hechos. La consulta psicológica puede ser realizada antes, durante o después de la consulta jurídica. Trabajar con estos pacientes lleva implícita la posibilidad de tener que responder como profesionales de la salud mental frente a la justicia, al ser llamados como testigos técnicos. Estas situaciones no son fáciles de manejar habiendo poco escrito y teorizado sobre el tema (Stingo, 1996; Loureiro, 1999, 2000)
Los casos de abuso sexual en menores de edad pueden provocar en los profesionales de la salud mental, sentimientos contradictorios durante las audiencias. He atribuido los mismos (Loureiro, 2000) a varias causas:
- A la escasa formación sobre temas legales que tienen los médicos.
- A las características del sistema judicial del Uruguay, que permite la declaración del testigo técnico en presencia de los agresores.
- Los que más inciden, los atribuyo al propio sistema judicial de mi país, que permite que a los menores de edad se les realice pericia una y otra vez, provocándoles victimización secundaria.
Este trabajo está basado en un caso real, en el cual durante el proceso judicial, con expedientes en juzgados civil y penal, fui llamada como psicoterapeuta para declarar, más de una vez.
Creo que ninguno de estos procedimientos y sentimientos anteriormente referidos, fueron inocuos para el proceso terapéutico en sí mismos. El intento de poder entenderlos y elaborarlos, fueron los principales motivos que he tenido, para la realización de este trabajo.
Haré algunas reflexiones al respecto, teniendo como objetivos:
- Intentar comprender porqué una sesión de un tratamiento, se transformó en la última del mismo.
- Cuales serían las posibles causas de la decisión de una paciente niña, de no seguir en tratamiento psicoanalítico.
- Cuestionarme si ellas aluden a errores técnicos del tratamiento psicoanalítico cuando el mismo es atravesado por un proceso judicial.
- La necesidad de compartir y discutir con otros profesionales de la salud mental, estas situaciones que me han tocado vivir, como consecuencia del interactuar con la justicia.
HISTORIA CLÍNICA
Situaciones como la que describiremos, son bastante habituales en nuestro país, pero por razones de ética médica y psicológica, omito los datos que puedan identificar a Carla, una niña de edad escolar que fue víctima de incesto. Ella ya estaba inmersa en un proceso judicial de larga data, cuando inició el tratamiento psicoterapéutico conmigo y en el curso de este último, el poder judicial me ha citado a declarar cuatro veces. En Juzgado Letrado de Familia en donde a pesar de haberse suspendido la audiencia, igual intervine por justa causa.
- La segunda vez, por haberse suspendido la anterior (por causas que desconozco).
- La tercera vez en juzgado penal.
- La cuarta vez en Tribunal de Apelaciones. Esta citación en primera instancia fue suspendida y prorrogada para el siguiente mes.
Un fin de semana atendí a Carla en situación de urgencia. La madre me llamó temprano ese día, porque la niña no había podido conciliar el sueño en la noche. Estaba fijada la audiencia en la cual ella debería comparecer para algunos días después. Pensé que dicha situación la estaba angustiando, como lo había manifestado en las sesiones anteriores. Al concurrir a mi consultorio ella me informa que se había enterado que su padre había hecho un trámite judicial para que yo no la atendiese más a ella. Como otras veces anteriores, la escuché atentamente observando que manejaba bien el principio de realidad, ya que uno de los tantos reclamos judiciales era que la niña no decía la verdad sobre los hechos acaecidos. Su discurso era coherente, lógico y compartible. Le manifesté que no se preocupara, que todo se iba a solucionar. Me dijo que en la noche no podía dormir porque no entendía lo que pasaba con su padre, no entendía el porqué él se oponía a que yo la siguiera tratando, siendo que ella había podido sentirse mejor viniendo a mi consulta. Agregó que no entendía tampoco porqué le creían al padre y no a ella. Que pensaba que su padre tenía muchos amigos en la justicia y que ella no tenía ninguno. Le contesté que yo tampoco entendía muchas cosas. Que quizás ella estaba nerviosa porque faltaban pocos días para la fecha de la audiencia. Que estuviera tranquila y que contestara lo que le preguntaran en ese momento.
Me dijo que tenía "un boleo bárbaro en la cabeza". Que no sabía lo que era realidad o no; que sabía que era verdad, todo lo que el padre le había hecho; pero que por momentos pensaba que nada de todo lo que había pasado estos años, era verdad; que era como que le había pasado todo eso a otra persona. Frente a eso le dije que no era posible pensar durante todo el tiempo algo feo que nos había pasado y que nuestra mente se defendía pensando otras cosas, cosas lindas, que nos permitían seguir viviendo y que era normal que ella se quisiera olvidar de cosas feas. Me invitó a jugar a las cartas, al "culo sucio" y eso hicimos. " Esto de tener que ir a declarar es como que tuviésemos las dos el culo sucio, qué cagada como tu dices ¿no?" Carla asintió con la cabeza, sonriendo. Aceptó sentimientos de frustración sin dificultades, al perder en el juego. Muchas veces habíamos jugado a esto, en donde ella, por haber sentido que había sido abusada sexualmente por su padre se sentía "culo sucio" y deseaba que yo pudiese entenderla, quedando yo "culo sucio" como ella se sentía y / o "ensuciar" a su padre al igual que ella había sido "ensuciada". Pero ahora de alguna manera el sentimiento que yo sentía era de estar molesta con la justicia, por tener que concurrir yo, nuevamente a declarar.
El día de la siguiente sesión, en la mañana, yo recibí una cédula citatoria informándome de la suspensión de la audiencia. Cuando llegó ella, la informé de este hecho. Ni la madre ni ella sabían aún de esta suspensión. Esto dio motivo para que Carla pensara en lo poderoso que era su padre con la justicia; me dijo que no sabía cuál era la forma que él usaba, para que el juez siempre le hiciera caso a él. Me volvió a repetir, como lo había hecho en otras instancias, que ella no creía en el juez. Frente a estos sentimientos repetidos de falta de credibilidad en la justicia por su parte y del probable poder que tenía el padre, le leí la cédula citatoria en donde figuraba que la suspensión de la audiencia había sido realizada por pedido de la fiscal; que no se había suspendido porque me habían sacado del tratamiento como ella pensaba. Y que yo sí, seguía creyendo en la justicia. Ella siguió en su idea y me manifestó que yo había ido a declarar pero que el juez no me había creído; entonces con un razonamiento lógico me dijo que si fuera cierto que el juez me creía, cual era la razón por la que tenía que volver a ir yo a declarar; que esto era otro logro de su padre para seguir con audiencias y para seguir "jodiéndola" a ella. "Mi padre me sigue jodiendo por eso no quiero verlo más" . Le dije que cuando le preguntaran a ella, que todo esto que ella me decía a mí, lo tenía que contar en la audiencia.
"Estoy podrida de todo esto, no quiero escuchar más. Yo sé lo que voy a decir cuando me pregunten"
"Bueno"- le contesté "Tu tienes que contestar lo que te pregunten.". " Tienes razón en estar podrida y cansada porque todo esto dura muchos años"
Como faltó a la siguiente sesión, la llamé por teléfono; me contestó un familiar y pedí para hablar con ella; no quiso; de lejos sentí su voz angustiada, llorando, diciendo que no quería hablar conmigo. La madre me comunicó posteriormente, que su hija decía que volvería al tratamiento, luego de la audiencia.
Me detuve a pensar en las sesiones previas a ésta. Ella había manifestado miedo porque no quería contestar donde vivía, por temor a que su padre fuese a su domicilio. En esa oportunidad le dije que se estaban realizando los trámites para que ella pudiese hablar sola sin que el padre estuviese presente. Carla trajo a la siguiente sesión, el juego de cartas de la verdad; en esas cartas se explica que se puede mentir, es como el juego del desconfío. Le dije que una cosa era el juego de cartas, pero que esta próxima audiencia no era un juego, y que ella debía manejarse con la verdad. Jugamos entonces con esas cartas y si bien yo sabía como adulta que en el juego del desconfío se podía mentir, ni yo mentí ni ella mintió; a veces ganó ella, a veces gané yo. Cuando terminamos le dije que había quedado contenta porque me había demostrado que no había mentido y que de alguna manera me estaba diciendo que así ella se iba a comportar en la audiencia. Me pareció importante no mentir en ese juego, porque lo que se estaba barajando eran sus próximas respuestas en el ámbito judicial.
En forma repetida traía cartas de "la sirenita" y dibujaba sirenas; jugábamos como un tipo de "roba montón". En su casa ella mira esa película, una y otra vez, y dice que nunca se cansa de mirarlo. Dibujaba también sirenas. Cuando le dije que las sirenas no existían y porqué ella las dibujaba, me contestó que era más fácil ser así, pescado de acá para abajo, señalándose desde la cintura hacia debajo de su cuerpo. Le contesté algo así como que parecía que ella pensaba que si hubiese sido pescado, su padre no la hubiese tocado en sus genitales y ella me contestó que de eso estaba segura. Le respondí que "de acá para abajo", de la cintura para abajo, valía la pena ser niña, ser mujer y no ser un pescado. Pero que ella tenía esos sentimientos por lo que le había tocado vivir con su padre; nuevamente le manifesté que el responsable, el culpable, era el padre por lo que había hecho y no ella, por ser niña.
COMENTARIOS
El trabajar con pacientes inmersos en procesos judiciales, obliga a que la realidad externa el área judicial invada el consultorio. No existe forma de escapar de ella y en nuestro medio científico existen pocos trabajos al respecto en lo que atañe a la clínica y tampoco muchos lugares donde formarse, sobre cual sería la mejor forma de abordaje en estos casos. (Loureiro, 2000)
Por una parte me atreví a pensar que la ausencia de la niña al tratamiento estaba dada, porque la niña sintió de alguna manera que yo le fallé por dos motivos principales:
Primero levanté el secreto profesional y conté en audiencias, las cosas que ella me había contado, y esto en varias oportunidades. De alguna manera eso incide en el vínculo de la terapia, si bien ella me pidió que yo fuese a hablar a ver si a mí me creían. (Fulco, 1998)
En segundo lugar, le dije que creía en la justicia y que a mí me iban a escuchar y creer. Las primeras veces que tuve que presentarme a declarar, yo confiaba ciegamente en la justicia. Al paso del tiempo, al ver que el proceso judicial continuaba, comencé a cuestionarme al igual que ella, sobre el desarrollo tan lento, de nuestro sistema judicial. Pero esto no se lo manifesté a ella; aún más, me costó y mucho, enfrentarme a este sentimiento personal mío. ¿Será que algo de esta vivencia, ella la pudo percibir y pudo llegar a sentir que yo no era auténtica como terapeuta, que le ocultaba cosas? (Usandivaras, 1983) ¿Porqué le di esa respuesta? ¿A quién estaba protegiendo con la misma? :
- ¿A la niña? La instancia judicial era el siguiente escollo para ella, quien, con pocos años de vida ya había sido sometida a maltratos a manos de su propio padre y había sido sospechada de faltar a la verdad, hasta por la justicia (Tiberti, 2000).
- ¿Me estaba protegiendo a mí misma si compartía con ella mis dudas? ¿Qué riesgo implicaba para mí, que ella pudiese llegar a decir en audiencia, que yo también dudaba de la justicia? Si le hubiese revelado este hecho, ¿estaría en el orden de disminuir mi ansiedad?
- El juego de la verdad: ¿no tendría relación conmigo? ¿No estaría pidiéndome que me manejase yo con la verdad de mis sentimientos? El aportar ella su domicilio en la audiencia y no reconocerle que este dato lo iba a recibir el padre a través de su abogado, ¿habrá sido correcto? ¿Cuánto incidió el hecho que el padre cuestionase mi lugar como terapeuta de esta niña? Ella sentía que el padre la seguía " jodiendo" y yo sentía que el proceso judicial y el padre también a mí me estaban "jodiendo".
Presumo que el padre no quería que yo continuara a cargo del tratamiento, debido a que en primer lugar le había informado a él, que en la terapia yo iba a entender el porqué su hija no quería régimen de visitas. En segundo lugar por mis intervenciones en audiencia en donde él ha estado presente; allí he manifestado que él no ha querido concurrir más a mi consultorio, no sólo eso, sino que no me ha querido pagar los honorarios de la consulta a la cual él concurrió conmigo; consulta grabada con su conocimiento y que puse a disposición del juez, si fuese necesaria la misma para corroborar mi declaración al respecto.
Pero esa sesión referida anteriormente, fue la última vez que la atendí.
Me pregunto el porqué esa sesión se transformó en la última y en el porqué yo no pude darme cuenta que eso significaba un abandono de la terapia de su parte. La volví a llamar y ella no quiere hablar conmigo, ni por teléfono. Entonces:
¿Qué lugar estoy ocupando en su mundo interior, luego de los hechos acaecidos? ¿Habrá podido ella sentirse escuchada en su "verdad" en mi consultorio? ¿Cómo habrá actuado mi "verdad", mi transferencia con el padre de esta niña en las sesiones?
Pese a que hace varios años que se encuentra en terapia, pienso que aún falta recorrer con ella un largo camino, un largo proceso, para que ella pueda llegar a asumir que "de acá para abajo", de la cintura para abajo, vale la pena ser niña, ser mujer y no ser un pescado. Su respuesta me habla de un rechazo a su femineidad corporal, de una desvalorización de lo humano, que pienso es una de las consecuencias del abuso sexual al cual ha estado sometida.
Pero la sirenita con su canto nos habla de seducción dice Carmen Montiel ( 2000). Quizás no solo fuese pescado, sino aquella figura mitológica que determinaba que Ulises se encadenara a su barca, para no ser presa de los cantos de la sirena. ¿Quería ella cantar para mí para que siguiéramos viéndonos en las sesiones y no dejar de vernos como suponía que quería su padre?
¿En qué medida yo habré quedado atrapada como ese personaje, "seducida" por la niña y tuve que recurrir a la Ley para evadirme del canto seductor?
Abuso sexual, incesto, que remite al espanto de lo siniestro, en el registro de la seducción... Probables errores técnicos terapéuticos, que provocan angustia...
Una niña que fue abusada sexualmente por su padre en la temprana infancia y que no cree en la justicia, tiene un pronóstico reservado; y más aún, si no cree o si deja de creer, en la veracidad de la terapeuta (por el actuar terapéutico ya analizado).
Ella tiene un conflicto de base con la autoridad y si no cree en ésta, puede llegar a tener una identificación con una imago paterna todopoderosa, que vence a la justicia en contra de ella, que es autoritaria y dictatorial. En la infancia y en ese recorrido hacia la adultez, puede confundir la obligación de pertenecer a una sociedad con leyes morales, con la pertenencia a una sociedad donde vale el derecho de ejercer en contra de la ley, o sea ir en contra de la ley social que impide el incesto.( Cantón y Cortés, 1997)
Permanece en mi, el sentimiento de no haber sabido actuar en la forma adecuada, el miedo a la enfermedad iatrogénica (Loureiro, 2000; Usandivaras, 1994); pero al mismo tiempo me pregunto:
- ¿Cuál sería la forma más adecuada de haber trabajado?
- ¿Cuál sería la mejor forma de actuar, en casos clínicos similares al descripto?
- ¿Cómo ejercer nuestra tarea psicoanalítica en estos casos donde debemos a la par de trabajar en el área judicial, superar el horror del incesto y seguir nuestra labor terapéutica?
- ¿ No será que esta niña se sintió agobiada por mi falta de autenticidad, al estar yo invadida por la realidad exterior (presionada por el proceso judicial)?
Hay cosas que Carla preguntaba, que ella no entendía y yo tampoco. En primera instancia fui citada como testigo en los autos caratulados: Pérdida de Patria Potestad.
Le expliqué a la niña que la tenencia, la custodia, era vivir con su mamá, que ella la cuidara, o sea que la tenencia que quiere decir tener, la tenía su mamá.
Que la guarda, que es el derecho a decidir o no sobre colegios, atención médica, era compartida entre su mamá y su papá; y que la Patria Potestad, era compartida, tenía que ver con las salidas del país, que tenían que pedirse permiso papá y mamá para que ella viajara y que además tenía relación con el cuidado de la salud y alimentación.
Cuando me citaron nuevamente, la carátula de la citación fue "modificación de visitas". Entonces la niña me preguntó que pasó con la Pérdida de la Patria Potestad, porqué ahora aparecían las visitas otra vez. Le contesté que yo tampoco entendía, pero que si la justicia me llamaba tenía que ir de nuevo. ¿Cómo no iba a estar podrida de todo esto la niña? Así también me sentía yo, pero pensé que no podía ni debía transmitir estos sentimientos míos a la paciente. Aparentemente el padre quiere que yo no atienda más a su hija.
Al mes siguiente se desarrolló la audiencia, ella me saludó, me solicitó que me quedara con ella en una sala hasta que la llamasen a declarar y me dijo que estaba tranquila. Pero la situación planteada anteriormente, se mantiene con similares características: No solo no quiere concurrir a la terapia; tampoco quiere hablar conmigo ni telefónicamente.
Esa es la situación que considero grave.
Varios meses después de lo relatado, recibí otro cedulón del poder judicial, a los efectos de informar en forma escrita, si esta niña sigue en tratamiento, y si no fuese así, desde cuando no está en atención conmigo. He realizado dicho informe en donde consta la última fecha de la sesión descripta en este trabajo.
EN CUANTO A VISITAS AL PADRE
Durrant y White en Australia (1993) ambos terapeutas de familia, indican que los abusadores sexuales deben ser tratados en grupos, pero deben sobre todo reconocer el abuso, arrepentirse del mismo, pedir perdón a la víctima y recién en esas condiciones, pueden realizarse entrevistas terapéuticas con agresor y víctima.
Ahora bien, Carla dijo en una oportunidad que el padre le había dicho que ella tenía que decir que todo lo referente a sus denuncias eran mentiras; el padre nunca reconoció haber abusado de su hija. La niña llegó muy angustiada a la consulta, y me preguntó si yo recordaba todo lo que ella me había dicho; que era verdad todo, pero que el padre le había dicho que mintiera. Este discurso crea confusión en la niña. Considero que este señor debería recibir tratamiento y que el terapeuta debería intentar que él pudiese ser consciente del daño que ha producido en su hija. Con la negativa de esta niña de ver a su padre y ahora con la negativa del padre a que la trate a la niña, se torna una situación más conflictiva para ella.
En nuestro país el Ministerio del Interior ha creado grupos para hombres violentos, pero no para agresores sexuales, como opción a la detención.
En Bs.As. Goldber y Kuitca, médicas y psicoanalistas argentinas, realizan indicación de tratamiento y protegen a la víctima, hasta que el agresor no reconoce su patología y está en tratamiento.
CONCLUSIONES
En suma: creo haber abordado en parte, los objetivos de est e trabajo. El mismo evidencia escasos conocimientos en cuanto a los aspectos legales de los procesos judiciales, por lo cual llego a la primera conclusión:
Es necesario que los profesionales de la salud mental reciban formación académica en temas del derecho como disciplina, tanto en la facultad de medicina como en la de psicología.
En los casos en donde se intrinca el proceso psicoterapéutico con el judicial, es necesario trabajar al lado de las fantasías, el principio de realidad. Debe buscarse el asesoramiento adecuado con profesionales del derecho. Los psicoterapeutas deben saber que en casos de abusos sexuales, pueden ser llamados a declarar en audiencias; que tienen derecho a recibir asesoramiento de los abogados y deben manejarse siempre con la verdad, a efectos de evitar hacer iatrogenia.
El ítem anterior permite el conocimiento de nuestros derechos, de declarar en ausencia del agresor.
Existe la necesidad de actuar en forma interdisciplinaria para tratar de modificar el funcionamiento del sistema judicial. Los jueces actúan en la imperiosidad de ser ecuánimes y solicitan de los profesionales de la salud mental, respuestas para poder decidir lo más justo; pero para ello deben poder recibir nuestros conocimientos sobre causas y consecuencias de las vicitmizaciones secundarias, a fin de evitarlas. De lo contrario, corremos el riesgo de que se vulneren todos los derechos y la necesidad de protección del o de la menor afectada.
Destaco la necesidad de psicoanálisis personal, para poder tener reconocer las angustias que estos casos clínicos provocan; de capacitarnos para intervenir en forma eficaz para ayudar a la justicia y desempeñar nuestra tarea psicoterapéutica en forma adecuada.
Es imprescindible para quien trabaje con estas patologías, conocer las causas, tipos y secuelas que pueden presentarse, para que se pueda ofrecer una intervención acorde a las necesidades de las personas que sufren abuso sexual, en el marco de la violencia doméstica.
Persisten como interrogantes:
- -¿ Cuál hubiese sido la forma más adecuada de trabajar?
- ¿ Cuál es la mejor forma de actuar en casos clínicos similares al descripto?
- _ ¿Cómo ejercer nuestra tarea psicoanalítica en estos casos donde debemos a la par de trabajar en el área judicial, superar el horror del incesto y seguir nuestra labor terapéutica?
Pienso que esta niña se sintió agobiada por mi falta de autenticidad, al estar yo invadida por la realidad exterior (presionada por el proceso judicial) por lo cual planteo tener una cuidadosa consideración de éste ítem, en el contexto relacional terapéutico en casos similares al expuesto.
Muy frecuentemente situaciones de abuso sexual con padre maltratador, se producen luego de un proceso de separación, generalmente contencioso, utilizando al menor como vehículo de frustraciones y venganza. Legalmente el conflicto es polimorfo, ya que existen generalmente salas de lo penal y de lo familiar, que abordan distintos aspectos de estas denuncias ( investigación del delito, régimen de visitas establecido en el convenio regulador, solicitud de pérdida de patria potestad, etc. ). Estas situaciones dan lugar a más de un expediente y en más de un juzgado, determinando declaraciones repetidas, de las mismas personas pero en diferentes lugares físicos y con diferentes carátulas en los expedientes correspondientes. Este sistema debemos ayudar a modificarlo para el bienestar de los pacientes y de nosotros mismos como agentes de la salud.
Quizás deberíamos crear instancias conjuntas de labor de los profesionales de la salud mental y del derecho, para poder abordar de la mejor manera posible, casos como el descripto en este trabajo.
Bibliografía
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