|
Decir Chicos De La Calle y/o Chicos En Situación De Calle permite nombrar a una franja de la población infantil carente de un medio familiar para su crianza. Sin embargo el sólo hecho de nombrarlos no alcanza para profundizar en el análisis de la cuestión.
Analizando la denominación "chicos de la calle" ingresamos a la complejidad que el tratamiento del tema presenta y a otro de los "callejones" sin salida en que la nominación puede arrastrarlos.
El sólo hecho de la inclusión en la categoría que sirve para nombrarlos los excluye de otros espacios; los tipifica; los deja en la calle cerrando la posibil idad de lectura de los múltiples intentos por subjetivarse que cada niño, desde el momento en que se encuentra solo en la calle, pone en evidencia: de algún otro lugar ha debido irse. Fuera ese lugar la casa, la escuela, un hogar/institución para niños.
No siempre la "familia" es el lugar donde la protección está garantizada como asegura cierto discurso oficial. Omitir este punto implica desconocer cómo, la búsqueda de protección que el niño ha iniciado, lo sumerge en la desprotección que a partir de ese momento le brindará el propio sistema, por el momento en muchos sentidos analfabeto, ante la posibilidad de leer y encontrar alternativas inclus ivas.
De ahí que encuentro fundamentos para enunciar que se protegen... de ser protegidos. Y no es éste un mero juego de palabras. El estar del niño en la calle enuncia una alternativa (ilusoria) de búsqueda de protección (aunque desconozcamos de qué). Se reconoce en su desamparo aunque éste queda rápidamente encubierto. Al mismo tiempo, dicha protección pretendida falla cuando deben resolver a diario experiencias de neta subsistencia; cuando escapar de la policía es parte del vivir cotidiano, evitando por todos los medios cualquier tipo de pertenencia institucional, de la cual desconfían.
El niño de la calle, mediante sus actos desafía saberes disciplinares y nos enfrenta al encuentro con nuestra propia ignorancia exponiéndose de manera abrupta diversas nociones de infancia, de protección y cuidado en cuestión.
El niño de la calle nos convoca a leer una partitura de infancia que es desconocida para muchos. Lectura posible, insisto, en la medida en que podamos suspender saberes referenciales a fin de habilitar la escucha y la interrogación.
Hay niño y hay infancia en la medida en que podemos nombrarla como tal 2
Por ello sostendré como hipótesis que decir chico de la calle resulta engañoso en tanto:
- a. liga discursivamente al "chico" con una pertenencia impersonal: "la calle", espacio urbano, espacio público de circulación no habitable;
- b. nos presenta una categoría más para nombrar la exclusión y la marginalidad de la cual cada día contamos con mayores afiliados engrosando las columnas de la estadística. Las cifras de las investigaciones de UNICEF son espasmosas;
- c. los diversos campos disciplinares padecen de cierto grado de analfabetismo para la lectura y desciframiento de eso que nombra la categoría "niño de la calle".
El abordaje del problema es político, es social, es económico, es cultural, es educativo, es legal, es psicológico. Todas y cada una de estas instancias, o instituciones, sus prácticas y discursos operan a nivel del contexto de producción del efecto niño en situación de calle.
Decir niño de la calle representa el riesgo de "dejarlos ahí", donde "pertenecen" desconociéndose que el sólo hecho de que un niño se encuentre "en situación de calle" es efecto y no causa.
Una vez que un niño pasa a ser nominado "chico de la calle" la historia se desdibuja y lo que fuera efecto pasa a ser en sí mismo causa, incluso de desatención en los efectores de salud, educación, etc.
El análisis de la cuestión interroga y permite aventurar una tesis: los chicos de la calle existen como categoría creada por el discurso social para nombrar la inoperancia en el contexto de producción de esta situación.3 La subjetividad en tiempos de infancia sólo puede anclarse fallando en su constitución.
Una vez que el niño entra en esa categoría queda excluido de otros discursos y prácticas sociales, educativas, políticas e institucionales.
Sin ir más lejos, no hay lugar para ellos en la escuela donde no se admite que un niño vaya por sus propios medios a inscribirse y estudiar si no hay un adulto que lo haga por él, en este caso, la escuela debe dar intervención al Juzgado de menores y... nuevamente se inicia el circuito... ya que, "estos niños" transitan y escapan a diario por y de "efectores" del sistema (Juzgados de menores, hospitales públicos, comisarías, instituciones de menores, comercios, iglesias, escuelas, etc).
Tampoco la atención en hospitales públicos les es garantizada.
En general, vale mencionar respecto de la escuela:
- o bien es la primera instancia institucional donde se detecta el momento en que comienza a "escaparse" de la casa, repitiendo luego - la "escapada" de la escuela...
- o bien, una vez que se han "instalado" en eso de entrar y salir y de repetir, una vez expulsados de la escuela, es curioso observar cómo buscan "las paredes de la escuela" para apoyarse.... o para apedrearla.... o para romper sus vidrios... o para esconder la droga u objetos robados... 4
En ambos casos, la escuela ha operado como denunciante de la indisciplina, contando con pocos recursos para iniciar un trabajo en red desde esos primeros momentos en que se manifiesta el sufrimiento del niño a través de actos de los cuales no puede dar cuenta. Este es uno de los sentido al que me refiero como analfabetismo de los adultos para leer el modo posible de recuperar lo propio a la educación más allá de las metodologías de moda 5 a la cual estos niños no se encuentran en condiciones de responder.
Tampoco se puede, ni es mi intención, replicar esa denuncia con una acusación ya que la misma escuela, a través de sus docentes y equipos técnicos se encuentra atada de pies y manos cuando requiere de la intervención conjunta con los profesionales y funcionarios judiciales, encontrándose con el primer quiebre o fractura el la red de lazos institucionales necesarios para el tratamiento de estas situaciones.
Entonces, deambulando por las calles, los encuentra un patrullero o "minoridad", el Juez dispone su internación en alguna de las instituciones de las cuales... escapan...
En estos tiempos, en los cuales la Convención internacional de los derechos del niño está más de moda que aplicada, pocos pondrían explícitas objeciones a este respecto.
La internación ha sido siempre la primera respuesta ofrecida por el sistema. Sin embargo, hay chicos, niños, que no están dispuestos a seguir el ritmo de prisión institucional y burlan el sistema con el cual juegan un juego peligroso.
Saben cómo mentir. Saben qué decir a los psicólogos y asistentes sociales. También a los jueces y saben además, cómo persuadir a los policías a los cuales de un modo u otro "tienen en sus manos".
Las instituciones son rechazadas por los chicos. Rechazo por rechazo. Las instituciones no quieren tener "problemas" con ellos. Este "callejón" del laberinto es circular. Los Programas "abiertos" padecen en el corto plazo de las mismas consecuencias.
Entonces, se impone una pregunta de compleja respuesta, ya que, lo que no queda del todo esclarecido es elucidar ¿de qué se protegen los chicos que se encuentran en situación de calle?
Por un lado, han perdido su grupo de referencia familiar y también su nombre propio, quedando en general nombrados por un "apodo" otorgado por el grupo ocasional de pares y/o niños mayores. Por otro lado, han "ganado" su inclusión en un legajo y en una categoría más amplia que los nombra. Muchas veces ese apodo es lo único que les otorga un lugar.
Esta perspectiva de análisis pone en cuestión el tema que veníamos analizando vinculándolo con el "movimiento" de ciertos niños de buscar esa red en otro lugar, saliendo de su ámbito de maltrato familiar hacia "la calle".
La presencia de "Chicos en la calle" es indicador:
- Por un lado, de la situación de desamparo de una franja cada vez mayor de la población infantil de nuestro país, que requiere en cada caso un trato y un tratamiento singular y representa la punta del iceberg de una historia compleja y,
- por otro lado y al mismo tiempo, esas presencias nos enfrentan al patético resultado de nuestra historia pública de minoridad6. Historia y presente de políticas productoras y/o producto de modelos económicos y sociales generadores de marginalidad y exclusión 7 cuyos efectos padecen además, las áreas estatales y no gubernamentales destinadas a su tratamiento.
Al decir chicos en situación de calle, provisoriamente y como antes anunciara, nos estaremos refiriendo a aquellos niños que permanecen en la misma, durante el día y la noche, dependiendo para sobrevivir o bien de la mendicidad en sus diversas formas, incluyo la mendicidad afectiva.
Son numerosos los casos de niños en los cuales, por ser los propios padres o familiares cercanos sus explotadores, llegan a la situación de calle para salir de la misma.
Ya dijimos aunque conviene insistir en cómo la situación de desamparo del niño es efecto de estos y otros factores, producto, a su vez, aquellos, del desarraigo, el desempleo, la marginalidad, la explotación infantil indiscriminada aunque no exclusiva ni necesariamente ya que no todas las personas que, tenien do hijos, padecen de desarraigo, desempleo, marginalidad someten a los mismos a situaciones de explotación laboral.
Es decir que la desafiliación a la genealogía familiar y la afiliación al linaje social cuyos objetos son inestables e intercambiables - es un eje que merece ser indagado cuando de niños en situación de calle se trata llegando a la relación del adulto con el niño y su deseo de arraigarlo al rebaño humano o dejarlo a la deriva.
De la configuración de un linaje...
Efecto de sucesivas reproducciones, se constituye o configura de este modo un linaje que inscribe una trayectoria significante en las vidas de cierto grupo poblacional.
Linaje en el cual los chicos en situación de calle se encuentran inscriptos además - en la propia categoría social que los nombra.
Antes mencionamos cómo la historia de la cual se trata, es la historia oficial 8, quedando excluida la otra historia, la propia y singular manera de vivirla, relatarla y significarla del sujeto en cuestión.
Ese linaje ha ido acentuando día a día, generación tras generación, la paulatina degradación subjetiva llegando al punto de desafiliación entre padres e hijos quienes se encuentran literalmente en la calle.
Insistimos al volver a resaltar lo que sostenemos como el grave riesgo de las nominaciones cuando al decir "chicos de la calle" legalizamos una pertenencia inexistente; naturalizándola y des - responsabilizando a las instituciones del Estado de su propia injerencia en la producción de la misma a lo largo de los tiempos.
No podemos quedarnos tranquilos aún cuando se gasten recursos en Programas para "los chicos de la calle". Esto no es más que un paliativo para nuestra desmemoriada conciencia social y no puede detenernos en el hecho de intentar avanzar un poco más en el análisis de las condiciones de producción que el mismo Estado ha promovido (a través de sus acciones y omisiones) cuyo efecto se renueva "trocando" o desplazando esa afiliación y pertenencia del "linaje familiar" al "lina je de la calle".
Insistimos en este punto: Lo que surge como producto y/o efecto ofrecido a la escucha, interrogación y análisis, ha pasado a ser una causa signando el destino de la repetición; desorientándo cada vez más en los "callejones" circulares del intrincado laberinto.
Si no nos dejamos convencer ilusoriamente de que hemos encontrado la salida, sorprende esa extraña sensación paradojal que promueven: libertad y desamparo.
En esa apariencia de libertad absoluta, proclamada por otro lado por ellos mismos, ciertamente que es difícil percibir el desamparo. Sobre todo, por la desconfianza que manifiestan y el "saberselas todas" que declaman ante la oferta de ayuda. Nos interesa señalar cómo la oferta de "escucha" es recibida de un modo diferente a la oferta de "ayuda". En principio, para poder discernir de qué tipo de "ayuda " se trata.
El niño de algún modo busca una "salida". ¿Salir de dónde? Dejar fuera qué?
Lo que ellos verbalizan - cuando lo pueden hacer - y se crea un marco mínimo de confianza - es de golpes, de castigos, de abusos sexuales y de diversa índole reiterados sin sanción alguna, del padrastro, de la madrastra y, agregando expresamente, del posible encierro en institutos de menores en los cuales, también en general, han tenido sucesivas "entradas" y "salidas".
La calle se ubica entre la salida de la familia y la entrada del recurso del estado disponible según sean las políticas sociales instrumentadas para la niñez. Siendo "menores" pueden ser obligados a regresar a uno u otro lado. Como niños se las ingenian para salir del control social que promueve dicha obligatoriedad. Como veremos no se dejan "atrapar" la "calle" simula ser un refugio.
Ahora bien, la localización de "niños en la calle" nos plantea un hecho ubicado temporalmente en presente; están en la calle y, rápidamente, encuentran y desarr ollan estrategias de subsistencia en ese tiempo presente. Así van llevando adelante el vivir "al día " o, para ser más precisos al "momento", al "instante".
Un presente deshistorizado y sin prospectiva que denuncia a un mismo tiempo:
- a. la ruptura de lazos de filiación y crianza familiar
- b. el fracaso de múltiples intervenciones anteriores de diversas instituciones políticas, sociales, educativas y judiciales.
- c. el desafío a las estrategias de intervención a partir de y en ese presente.
Esta vía de análisis que desarrollamos es producto del estudios y análisis de registros oficiales municipales, legajos, cuadernos de actas. Dichos registros constatan el modo infecundo de las intervención del Estado a través de representantes diversos: gabinetes escolares, agentes judiciales, jueces, psicólogos, asistentes sociales.... etc, etc.
Lo que allí podemos leer es que previo a la situación de vida en la calle hubo instituciones que dejaron su marca de ineficacia:
- - o bien, en algún momento, expresaron en la escuela el maltrato al cual eran sometidos...
- - o bien, hubo algún tipo de intervención de profesionales de los Juzgados de menores...
- - o bien, intervino algún servicio social. Ya sea por cuestiones relativas al niño y/o su familia de origen. La mayoría de las veces, inclusive, por sucesivas generaciones acortándose en los últimos años los plazos de diferencias generacionales.
Es decir que el estar del niño viviendo en la calle tiene historia de fracasos, rupturas y repeticiones que explicitan no solamente la "repetición" en términos subjetivos y vinculares respecto de la familia de origen sino que evidencia, las sucesivas repeticiones del fracaso de los modos de intervención del Estado a través de sus representantes.
Lejos está la intención de considerar que el Estado debe desentenderse de estos temas. Muy por el contrario. El desentendimiento es lo que ha primado en sus intervenciones.
El efecto social más complejo, la noticia más difícil de asimilar es aquella que denota las formas explícitas de reproducción (también en el sentido de multiplicación geométrica) de la exclusión y la marginalidad social a partir de desentenderse de su lugar, en tanto Tercero Social de la Palabra, omitiendo una legalidad constituyente de subjetividad al sancionar a los niños cuando han sido objeto de goce incestuoso y no al acto cometido por los adultos responsables.
Ahora bien, la bibliografía que denuncia esta situación es prolífica y, contamos además con los apabullantes y desoladores datos que nos ofrecen los resultados de las investigaciones de la UNICEF. A pesar de ello sorprende e interroga la insistente inercia del "sistema" convocándonos a plantear el problema desde otro lugar.
La pregunta que lleva a la reflexión es respecto al triunfo de las intervenciones burocráticas. Es decir, aquellas que se encuentran más próximas al cumplimiento con las responsabilidades administrativas (el informe se ha realizado, el profesional cumplió) ubicadas en la perspectiva de Protegerse del menor que a una posición Etica ante el niño, paciente o consultante o alumno o menor tutelado del cual se trata, beneficiario de la atención que el Estado debe brindar a fin de Protegerlo.
Notas
1 Este escrito forma parte del libro de próxima publicación "Infancias Públicas. No Hay derecho" (2003) Mercedes Minnicelli. Informe final del proyecto de investigación Infancia, Derechos del Niño y Psicoanálisis" Facultad de Psicología Universidad Nacional de Mar del Plata, Pcia. de Bs As. República Argentina.
2 Op.cit Capítulo "Juegos peligrosos; juegos al fin".
3 "Historia pública. Secreto Privado". ". www.psiconet.com.ar Revista Fort-da Nº 4 Agosto 2001
4 Vale mencionar la existencia de experiencias aisladas eficaces como la del "Grupo verde" llevada a cabo por la Escuela Domiciliaria y Hospitalaria de la ciudad de Mar del Plata cuyo Proyecto nunca lograra ser aprobado por las autoridades de Educación. La escuela les dio el ingreso a partir de la permanencia diaria de un grupo de niños en los alrededores del establecimiento.
5 Ver de Lajonquiere "Infancia e Ilusión (Psico) pedagógica", Edit. Nueva Visión, Buenos Aires 2000.
6 Mercedes Minnicelli "Infancias Públicas. No Hay derecho" (2003). capítulo "Los nombres de las instituciones: Casa de Expósitos. Orfanatos. El Torno. Reformatorios. Asilos de reforma. Hogares Internados. Reformatorios (otra vez). Hogares. Programas...."
7 Sin embargo, no podemos dejar de hacer mención a una conjunción de aspectos, ya que hacer responsable únicamente a la economía de esa exclusión, implicaría dejar de mencionar la otra historia, la de los modos de lazo ¿social? intergeneracional en donde debemos volver a considerar el lugar que se ha otorgado y se otorga a las generaciones jóvenes por parte de los "mayores responsables" de la cual tenemos hitos sociales que dan cuenta de ella.
30.000 jóvenes desaparecidos durante la dictadura militar del ´76 incluyendo las atrocidades respecto de la desaparición de bebés recién nacidos, los chicos enviados a la guerra de Las Malvinas; entre otros.8 "Historia pública. Secreto Privado". ". www.psiconet.com.ar Revista Fort-da Nº 4 Agosto 2001