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Introduccion
En principio diré que el título de este trabajo habla del final de "tratamiento" y no de final "de análisis", ya que ese concepto muy específico de la teoría sería inaplicable, por estructura, al análisis de niños.
Para empezar, voy a tomar prestado un comentario de un maestro mío, psicoanalista de niños, pronunciado allá lejos y hace tiempo. Dice así: "Todos sabemos que cuando el niño hace una mejora sintomática, los padres lo sacan de tratamiento ... Ahora bien, cuando un niño no mejora en un lapso equis de tratamiento, los padres lo sacan de tratamiento ... Y ahora descubrimos que cuando el niño empeora, los padres también lo sacan de tratamiento".
Esta ironía a cuenta de varias cosas que yo quiero decirles hoy:
La primera e inexcusable es la dependencia del niño del otro real: los padres traen al niño a la consulta y se llevan al niño del tratamiento. Es decir entonces que si de finales o de principios de tratamiento se trata, será indispensable hacer un pasaje exhaustivo sobre el lugar de los padres en el análisis de un niño, sobre todo acerca del tema de la transferencia de los padres hacia el analista del hijo.
Sin duda, en segundo lugar, sugiere la diferencia entre fin de tratamiento e interrupción del mismo.
Y por si esto fuera poco, instala la cuestión acerca del estatuto de la mejoría sintomática.Agregaría una cuarta cuestión, que tiene que ver con la escucha del analista en relación a los signos de finalización de un análisis de niño. Preguntaría aquí cuántas supuestas "deserciones" son en realidad, finalizaciones que no han sido escuchadas como tales.
Evidentemente cada uno de éstos cuatro aspectos, están atravesados por la transferencia, por lo cual seguramente sea la mejor vía de introducción empezar por este concepto y después ir anudar cada uno de ellos alrededor de este eje.
Hablando de la transferencia
Al comienzo del análisis está la transferencia , dice Lacan, movimiento que implica la suposición de que hay otro que sabe sobre el sujeto, más que el sujeto mismo. Instalación de un Sujeto supuesto Saber, a quién se le dirigirá una demanda.
Un análisis no da comienzo hasta que la transferencia se instale. Y, sabemos, esto no siempre coincide con el momento formal en que analista y paciente comienzan a reunirse. A ve-ces sí. Otras antes. Y otras, mucho después. Sin embargo, la transferencia preside el comienzo de cualquier psicoterapia, y para el psicoanálisis, es su condición, su obstáculo y su destino.
S¡ la transferencia está al comienzo de toda relación terapéutica, en aquellos casos donde la demanda es dirigida a un psicoanalista, algo juega éste, que pone bajo la premisa de la relación transferencial, todo lo que ulteriormente se dé.
Es decir que éste no es un proceso que ocurre solo del lado del paciente sino que, también, algo debe jugarse del lado del analista para que tal instauración se haga posible.
Una intervención de Freud precipita el comienzo del análisis de Dora: "¿Y Ud. qué tiene que ver en esto?" Intervención que, del lado de Dora, arroja un producido de implícación de su deseo que ya estaba, o que se construye allí.
Primera intervención de un analista que precipita allí el campo de la estrategia transferencial, sobre el fondo del deseo y abre un análisis, inaugura la "transferencia de trabajo" como la llamaba Freud.
Pero, a la vez ¿qué posibilita que esta intervención sea escuchada y, aun más, que desencadene una rectificación subjetiva en aquel a quien va dirigida?.
En otras palabras ¿qué habilita a que la palabra del analista tenga por efecto la inauguración de un análisis?. Es necesario pensar que algo " ya había" (comienzo antes del comienzo), un algo a lo que llamaremos transferencia- primaria. Transferencia primaria que, ante la desestabilización fantasmática, con su corolario de síntomas y angustia, lleva al sujeto a suponer que hay otro que posee un saber que lo completará y lo "estabilizará" nuevamente.
Se espera del analista que devuelva la "calma", que opere con su saber sobre esta grieta que angustia, que suture, que responda. Se espera que devuelva al niño "a la buena senda".
Y desde el vamos no es a cualquiera que se dirige esta demanda, la opción viene marcada por un nombre propio, o por la pregnancia de quien deriva (sea una persona o una Institución ). Suposición de que un Otro sabe. Sabe sobre el sujeto más que el sujeto mismo. 0 que sabe sobre el hijo más que los padres mismos. Transferencia primaria jugada, entonces en el mismo momento en que se erige un Sujeto supuesto Saber (S. s. S.) .
El psicoterapeuta asume este saber y opera desde allí (recuerdo a Salvador Minuchin, presentándose a los pacientes como "el salvador Minuchin"). El analista habilitado por la suposición de este saber, interviene en cambio, con una PRIMERA INTERPRETACION, lo que, promoviendo una Inversión dialéctica, relanza la pregunta y coloca en el centro del discurso al analizante y su deseo. Ubica al analizante frente al enigma de su deseo. Sólo entonces, la transferencia de saber inconciente comienza a comandar la cura.
No será entonces la fenomenología de lo sintomático lo que quedará en el centro de la escena.
El analizante paga por la transferencia, dice Françoise Doltó ¿qué dice cuando dice esto?. El paciente de análisis es un raro cliente: paga por llevarse nada del consultorio, sino sus propias palabras escuchadas de otra manera, decía José Zuberman en un panel sobre el pago en APBA. Nosotros diríamos paga por trabajar ( es como en el prostíbulo, paga el activo), paga cuando no viene a sesión ( porque así también habla, no dando quórum a determinado asunto, como los políticos).
El paciente de psicoterapia se lleva algo, indicaciones, tareas, contención. La sugestión, eficaz removedora de síntomas, se basa justamente en la transferencia no analizada. La palabra del paciente es escuchada en la psicoterapia como portadora de problemas a solucionar, se acude a su saber conciente.
En análisis hay otro modo de escuchar. El modo que regula un dispositivo: regla fundamental -escucha analítica-neutral¡dad del analista. Este dispositivo permite poner en movimiento el deslizamiento signif¡cante que tendrá como efecto la sanción del deseo inconciente, vía interpretación.
La regla fundamental: Hable diga todo - tiene estructura de imposible, es imposible decir todo. Su lugar en el dispositivo es el de permitir a la escucha analítica detenerse allí donde falla, donde hace grieta, yerro, lapsus; donde lo dicho literalmente, a la letra, corno Freud nos enseñara, abre al equívoco, a la homofonía.
La escucha analítica opera sobre lo dicho, lo dicho sin saber que se dice. Nunca sobre la anécdota, nunca sobre lo que se "comprende", nunca desde la empatía. Enorme diferencia con la escucha psicoterapéutica
El analista dentro de este dispositivo. se ofrece como resto, como un resto diurno del sueño, privilegiado. Para eso el analista se abstiene. ¿De qué? De incluirse como sujeto, corno "yo ". Vuelvo a recordar a Minuchin aconsejando a un padre que haga como él con su hijo...
El analista tiene interdicto por la ética inherente a esta práctica, desear bien alguno para su paciente, lo cual incluye, obviamente, su renuncia a ideales de salud y a verdades generales. La ausencia de consejos o interpretaciones estándar es una consecuencia lógica de esto.
"No desee nada para su paciente. No desee más que analizar" decía Freud. ¿Para qué? Para posibilitarse como ese resto diurno que se coloque en los dis-tintos lugares a que la cadena asociativa lo convoque. El trabajo del ana-lista en favor de la transferencia consiste en dejar de ser un semejante, para ocupar el lugar del Otro; y de allí caer (con más, o con menos estrépito), resto de una operación que arroje el resultado del advenimiento de un sujeto.
Entonces no se trata de que un "enfermo" se cure identificándose al yo sano, maduro y genital de su terapeuta. No se trata de la ligazón del ana-lizante a su analista.
Un analizante puede necesitar cambiar de analista y sin embargo continuar su análisis. Un sueño puede construirse con varios restos diurnos.
Pensarlo así, equivale a evitar el emplazamiento del terapeuta como Amo, con pleno uso (y abuso) de un poder discrecional sobre la vida del paciente, obviamente por obra y gracia de la sugestión, cuya definición es: uso y abuso de la transferencia. Es por ésto que es necesario, al pensar el lugar del analista en la transferencia, cruzarlo con la ética analítica. El lugar del analista está marcado por la abstinencia-, que no es indolencia, ni tampoco indiferencia.
El analista, esa presencia vacía (esa nada operante, esa jaula vacía bajo una capa, como en el cuadro de Magritte), contribuye a la instalación de la transferencia, pero no se identifica a las investiduras de las que es objeto.
- No responde, pero soporta la pregunta.
- No crea un texto, pero puntúa el que escucha. y lo sostiene.
- No calma ni apacigua, mantiene a su paciente angustiado y sintomático.
- No accede al amor, pero tampoco lo frustra: responde a ese amor con la neutralidad que es lo mismo que decir con la interdicción de la contratrans-ferencia.
- Entre él y el analizante hay una radical asimetría subjetiva. Lo que el analizante pide, no es lo que el analista le ofrece. Dice Lacan: " El de-seo se conserva en el margen de la demanda".
- En el amor de transferencia lo que pasa inadvertido para el analizante es lo esencial: su deseo.
¿Cómo opera entonces el analista?
Como Sócrates en El Banquete: al ser interpelado- por Alcibíades en una demanda de amor, él (Sócrates), sabiendo que su apariencia contiene un vacío, que su ágalma es nada, hace una interpretación. Conduce a Alcibíades a su objeto Agaton.
Efecto analítico, nunca es con uno, siempre es con otro.
Ahora bien ¿se trata de seducir?. No, como en el amor ( Freud decía que la transferencia es un amor como cualquier otro, un amor verdadero), de lo que se trata es de la ilusión de "la otra mitad", de completarse. El analizante (amante ) busca en el amado (analista) aquello que le falta, renegar de la castración, busca el falo; el ágalma.
Dice Lacan " cada psicoanálisis es una aventura única en esta búsqueda del ágalma en el campo del Otro".
El rodeo por el analista es necesario: la gente peregrina hasta el Santuario de la virgen de Luján, se cura ante una presencia. El analista es, también, su presencia. Dice Françoise Dolto "el analista es una presencia humana que escucha".
Necesariedad que ya no será tal cuando se pueda por fin aceptar que no hay Otro sin barradura. Que no hay red. Que no hay garantías. Es otro comienzo, el de hacerse dueño de su herencia. Sin absolutos. Sin Amos. El analista ya no hará más falta. Caerá como "uno más".
De hecho, entonces, la cura vendrá por añadidura, ya que el horizonte nunca será la desaparición sintomática.
Quisiera además agregar algo acerca de la transferencia del analista a la teoría: si ésta opera como fetiche, no habrá pregunta, ni creación, ni advenimiento, ni analista alguno. Por ende, tampoco ningún analizante. La teoría es una ficción, una apoyatura, está allí para ser interrogada, re-elaborada, corregida, sustituída. Está ahí para caer.
Sino, entre Schreber y nosotros no habrá diferencia alguna.
Hablando de Padres
Ahora bien, cuando se nos consulta por un niño, el cúmulo de movimientos iniciales descriptos se juegan en el discurso de los adultos, y la constitución de un paciente es un constructo del vínculo transferencial de los padres con el analista. Muchas veces deriva en el análisis de uno de los padres, otras el niño en análisis será el hermano de aquel por el que originalmente se consultó (niño equivocado decía Aberastury) y, sólo algunas veces la consulta desembocará en el análisis del niño que los trajo al consultorio.
Sea como fuere, el trabajo analítico se sustenta en la transferencia que los padres nos dirigen y la rectificación subjetiva que se produzca en las entrevistas con ellos posibilitarán el corrimiento fantasmático de este hijo, lo cual es condición del trabajo del pequeño.
Se me dirá que a veces el niño mismo sostiene su análisis, y es cierto, pero el costo psíquico para él es tan enorme, que amerita el trabajo que los analistas hagamos con los padres.
La rectificación del lugar del niño en el fantasma de los padres, genera a veces por sí mismo una mejoría sintomática, cuando no una franca resolución de la problemática del niño, cuando el peso de lo intersubjetivo era el determinante del síntoma.
Lejos entonces estamos de afirmar que el lugar de las entrevistas con los padres sean "orientadoras". Se trata de un trabajo analítico sobre el discurso de éstos.
Hablando de niños
Cuando trabajamos con niños, esta movida tiene singularidades a considerar. Según Freud 1, la transferencia en el caso de los niños, opera de
manera diversa, a consecuencia de que los padres reales existen todavía. E. Porge 2 entiende esta aseveración freudiana, trabajando el hecho de que la estructuración misma del aparato psíquico requiere el emplazamiento de los padres al lugar del S.s.S. y, por ende, de la transferencia hacia ellos. El niño debe poder suponerles un saber acerca de sí mismo, de la vida, la sexualidad, la muerte ... Es por esto que resulta que resulta imposible hablar de final de análisis en los tratamientos con niños, ya que si el S.s.S. no puede caer, de ninguna manera habrá final, ya que éste implicaría su caída como resto. Los padres soportarán ese lugar durante la infancia, para luego caer, adolescencia mediante. Caída dura si las hay: baste pensar en los desencuentros durísimos que esta etapa depara a padres e hijo en relación al hecho de que éste se haga cargo de su propia vida. El adolescente pregunta"¿Qué debo hacer?" justamente para no hacerlo. A esa altura el sujeto será también "dueño de su propia neurosis".
Pero ¿qué sucede si esa caída ocurre durante la infancia? ¿ Qué sucede si los padres dejan de soportar ese lugar y se declaran incompetentes porque "no entienden" lo que le pasa al hijo? ¿Qué pasa si éste les aparece como amenazante y desconocido? ... Lo que sucede es que la transferencia entre el niño y sus padres, se quiebra. Es ésta la situación cuando se nos consulta a los analistas que trabajamos con niños. Somos convocados allí porque se nos supone un saber sobre los niños, sobre "ese niño" y se nos demanda que lo "retornemos a la buena senda". En verdad se trata de restituir a los padres al lugar de dónde han caído. Dirá Porge que hasta allí debería llegar el análisis de un niño, hasta donde se haya restablecido esa transferencia puesta a prueba. Pero sobre esto volveremos más adelante. Doltó 3 señala que, para el niño, es muy importante que los padres retomen sobre sí mismos la transferencia antes de la resolución edípica. También retomaremos esto. Dejemos "balizado" el hecho de que el niño "se construye" en transferencia.
El corolario
De lo anterior se desprende que las intervenciones del analista de niños están destinadas a reubicar al niño en el plano edípico y a que sea posible la instauración de la prohibición del incesto.
En cuanto a la transferencia padres- analista, Doltó afirma que es deseable que no carezca de ambivalencia para que tiendan, una vez que el trabajo se los haya hecho posible, a retomar el lugar de suponerse ellos mismos, el mejor saber sobre su hijo.
Así entendida la estructura de un inicio de consulta por un niño, podemos afirmar que operar, en sentido psicoanalítico, va a implicar un trabajo que, en primer lugar, deslinde la demanda del niño de la de sus padres, que contemple trabajar con éstos tanto como con aquél.
Por el costado del trabajo con el "infantil sujeto" si no se constituye una demanda articulada a aun síntoma, síntoma en la transferencia a partir de algún significante particular, que represente su demanda, no podremos hablar de un comienzo de análisis. Las interpretaciones lo son en transferencia. Intervenir fuera de tiempo, con los padres o con el niño, es decir intervenir sin articulación a una transferencia establecida, puede provocar la interrupción del tratamiento.
Intervenir con los padres, quiere decir desanudar con ellos, aunque no sean nuestros pacientes, el propio recorrido deseante que fundamenta el lugar de ese hijo en su fantasmática. Es necesario entonces que se coloquen como analizantes. A la repetida regunta de mis supervisantes "¿qué les digo a los padres?" , suelo contestar que no digan nada, que escuchen.
Intervenir con el niño es deslindar su propia pulsionalidad, la fuerza de su deseo, de las marcas que lo preceden y que e n él se actualizan.
Ahora sí, hablando de final de tratamiento
Recién ahora estamos en condiciones de trabajar el tema del fin de tratamiento, o sea que para poder pensar el final, debimos ir al comienzo.
Erik Porge dice que el análisis de niños es posible sólo si uno (el analista) sabe detenerse a tiempo. ¿Qué será detenerse a tiempo? ... Seguramente será no proseguirlo luego de que la transferencia entre niño y padres se haya restablecido. Para eso , el mejor trabajo es "a dos puntas". Cuando los padres recuperan su lugar, el analista debe correrse. Si no lo hace, es corrido, simplemente porque ha caído para los padres. A ésto me refería cuando al principio, hablaba acerca de esas "deserciones" que, en realidad son finalizaciones no escuchadas como tales.
Doltó también alerta del riesgo de no finalizar a tiempo un análisis de niño. Señala el peligro de que el niño "haga un Edipo lateral con el analista", concepto que no aclara demasiado pero que sin duda remite a una erotización del vínculo entre ambos.
Voy a traerles algunas citas, para oír qué dijeron sobre este tema algunos de los grandes psicoanalistas de niños:
MELANIE KLEIN
"Antes de dar por terminado un análisis, tengo que preguntarme si los conflictos y las ansiedades vividos en el primer año de vida, han sido suficientemente analizados y elaborados en el curso del tratamiento"
"... pienso que ningún análisis de niños, cualquiera sea su edad, puede darse por terminado hasta que el niño no haya empleado en el análisis su más alta capacidad de hablar. Pues el lenguaje constituye uno de los puntos de contacto entre el individuo y el mundo exterior". 4
FREUD
"nuestra aspiración no será borrar toda peculiaridad del carácter individual a favor de una normalidad esquemática ni exigir que la persona que ha sido psicoanalizada por completo no sienta pasiones ni conflictos" 5
WINNICOTT
Acerca del análisis del niño en la latencia, dice que hay que tener en cuenta en qué momento finaliza el análisis de un latente, ya que al estar por llegar la pubertad y recomienda terminarlo antes de ésta o "seguirlo ya en plena pubertad pero teniendo en cuenta las complicaciones de esta etapa" 6
DOLTÓ
"... él tiene proyectos, ha aceptado su pasado, vive su presente. Es, en efecto, el momento en que se puede decir que una psicoterapia llega a su fin, para un niño que superó ampliamente el Edipo ... me parece que el tratamiento de un niño debe acabar cuando se acerca la pubertad, época en que se van a plantear problemas diferentes. El niño asume sus propias dificultades. El problema es que los padres puedan asimilarlas también y asumir su responsabilidad sobre el niño. A menudo se sienten angustiados cuando el tratamiento del hijo llega a su fin. Se han recargado sobre el psicoanalista y han descuidado un poco su papel. El Edipo debe hacerse con los padres. Hay que ayudar a los padres al destete de llevar su hijo al analista. El padre y la madre han de retomar su papel ... No creo que se pueda terminar un tratamiento sin hablar al niño de la muerte, sin que se le represente esta fantasía, la suya, la nuestra, y la de los padres."
A modo de cierre
El fin de análisis debiera ser, como todo movimiento del análisis, algo que llega sin que nadie se lo proponga.
El aprês coup, operando sobre el fin de análisis, resignifica aspectos de la cura, en tanto remite a su comienzo y lo reinaugura, modificando, por ejemplo, ideas de diagnóstico, a través de los nuevos sentidos que fueron posibles en ese trayecto con el niño y sus padres. Por ejemplo: Cuando se acerca el fin del tratamiento, los niños recuerdan, mirando el material, todo lo que han producido en su análisis, y eso mismo, retroactivamente cobra otro valor a la luz del momento actual.
El tema por excelencia, es deslindar mediante la escucha del/de los discursos en juego, si se trata de una finalización o de un intento de interrupción por resistencias de los padres y/o del niño mismo.
Si un escollo transferencial pudo ser superado, se medirá en la posibilidad de seguir dirigiendo la cura, es decir, de seguir promoviendo asociación libre.
¿Remiten todos los síntomas en un análisis? ¿Su remisión es sinónimo de final del mismo?
El síntoma del niño recae sobre los padres y a veces es tan "ruidoso" que retoma sobre sí toda su atención; alrededor suyo se articula la demanda de aquellos. Es decir que además del gasto psíquico que conlleva, tiene el agregado del efecto que produce en los padres.
El análisis siempre es "a través" del síntoma, nunca "en sí mismo". A la búsqueda de la desaparición del síntoma, se obstaculiza el recorrido de la cura.
Hay síntomas que permanecen y que los padres tendrán que aceptar en su singularidad, al mismo tiempo que reconocen en este niño a un sujeto deseante. Dice Freud en Juanito: "A mi juicio concedemos demasiada importancia a los síntomas y no nos ocupamos lo suficiente de sus fuentes de origen. Nuestra única directiva en la educación de los niños es que nos dejen tranquilos y no nos opongan dificultad alguna".
El fin de análisis es una prueba en ese sentido, ya que suelen reactivarse viejos síntomas ... prueba para los padres y para el narcisismo del analista.
El fin del tratamiento de un niño es un acuerdo entre los padres, el niño y el analista, que de ninguna manera será una suerte de certificado de vacunación contra las neurosis, sino una puerta abierta hacia el más allá de la metamorfosis de la pubertad.
Notas
1 SIGMUND FREUD Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis.
2 ERIK PORGE La transferencia hacia bastidores
3 FRANCOISE DOLTÓ Seminario de psicoanálisis de niños I y II
4 MELANIE KLEIN Psicoanálisis de niños
5 SIGMUND FREUD Análisis terminable e interminable
6 D. WINNICOTT El proceso de maduración en el niño