De la producción teatral de mi padre, rescato un texto de una serie que él denominara "juegos dramáticos" . Llamó, a ese texto, "Freud".
El relato (abreviado) de "Freud" introducirá por sí mismo los puntos en cuestión.
Es una escena que se juega entre un paciente y su analista. Hay una asimetría de ruidos de palabras y silencios ( "blablablabla"; bla; blabla;bla...), hasta que el paciente cambia los "blablabla" por la palabra "mamá ". Entonces el analista le dice:"Un momento", y anota en un cuaderno. El juego se repite, sólo que empieza a verse, a medida que el paciente habla, cómo va cambiando su ropa por otra adecuada a edades más tempranas. Llega a un punto en el que se despoja de pantalones cortos y queda en pañales. Cada tanto pronuncia la palabra "mamá", y el analista lo detiene y anota. Cuando el paciente va a quitarse los pañales, el analista pone un biombo y le dice "Siga...". Hasta que de pronto, a la exortación del analista responde un silencio del otro lado del biombo.El analista insiste, y el silencio también.
"Extrañado, el Analista aparta el biombo y ve que no hay nadie. Busca debajo de un mueble. No comprende. Vuelve a su escritorio. Timbre. Abre, y entra una mujer encinta.El Analista se sorprende, pero comprende de pronto.Invita a la mujer a la camilla. Esta se acuesta. El Analista se sienta al lado, saca un estetoscopio, lo aplica al vientre de la mujer, prepara papel y lápiz, aplica el oído al estetoscopio y ordena....-Siga, le escucho! (Anota) Siga, siga...! (Mismo juego, mientras cae la luz en resistencia)" .
Una lectura algo rápida afirmaría que "Freud" es un texto que se compadece con la posición raskovskiana del psiquismo fetal. No me parece: lo que el analista intenta con el estetoscopio es escuchar, se trata de palabras. Tal vez, si el texto hubiera seguido, el analista hubiera instado a la madre... a que continuara hablando. Pero de haber sido así ¿ se trataría de una continuidad o de otro comienzo? En ese espacio se mueve la práctica psicoanalítica con niño; un espacio que ha sido objeto de los más diversos abordajes.
La parodia de la regresión por la que el juego dramático transita no es ajena a custiones de envergadura en el campo en el que la teoría y la clínica se articularan, sobre todo, después de Freud. Y la facilidad con la que se superpusieron el campo de la regresión con el concepto de "niño" para el psicoanálisis oscureció el camino a seguir a partir de que Freud, en 1918, vacilara ante lo que considerara cierta caida en la eficacia terapéutica del psicoanálisis. El, con las neurosis obsesivas; Ferenczi, con las histerias.
Que Melanie Klein haya aparecido en el campo psicoanalítico en 1919, y que haya tomado el camino del psicoanálisis de niños por el costado de la tempranización del Edipo y la precocidad del superyo, (acentuando por una parte la riqueza imaginaria del universo del niño y por la otra produciendo un ordenamiento ontológico, estratificado del inconsciente freudiano que, al estructurarse como una fantasía, organiza zonas de profundidad en las que radicaría el secreto de la falta de respuesta terapeutica) , constituyó una vía que habría de desembocar en una práctica tan posible y eficaz como plena de paradojas, ya que las fantasías inconscientes más profundas parecieran encontrarse a disposición del analista desde los primeros encuentros. Por otra parte, el concepto de regresión tropezó en la clínica con un criterio desarrollista que evitaría obstáculos, como si el niño pudiera ser tomados en una dimensión del inconsciente "a cielo abierto" .
Pero fue a partir de cierta distensión de la hegemonía del discurso kleiniano que los obstáculos de la práctica se asentaron en el espacio acotado por el despliegue de nuestro juego dramático; los analistas empezaron a escuchar a los padres, gen eradores del discurso en el que el niño se constituye y la obra de Lacan ofreció alternativas que nunca eliminaron los obstáculos, pero que abrieron una política de ese espacio que se sostuvo en una experiencia del lenguaje del que la fantasía fuera una precipitación, no una causa y el juego una enigmática respuesta al deseo del Otro y no el vehículo infalible de una interpretación que lo esperara con más o menos paciencia.
La riqueza del imaginario kleiniano había construido esa figura por la cual el núcleo del inconsciente fuera ese interior materno habitado por el pene del padre, pene que habría de recibir, de parte del niño, una intensidad de amor-odio cuyas proporciones serían lo suficientemente importantes como para determinar la estructura clínica del sujeto en cuestión: psicosis, perversión o neurosis. Un espacio, entonces, que albergara un pene fantasmáticamente incorporado y que determinara (producto de una dialéctica imaginaria de facilitado entramado simbólico) la estructura clínica.
¿Y Lacan? "Se trata del lenguaje", dirá una y otra vez. ¿Y la estructura? "Es el lenguaje", dirá. Y el Nombre del Padre será una metáfora , un significante que opere sobre el significante del Deseo de la Madre y deje un vacío en la cadena, vacío en el que habrá de constituirse el enigma de la significación del sujeto en relación al falo.
El pene del padre en el imaginario kleiniano en el interior del cuerpo de la madre; el Nombre del Padre operando en el discurso de la Madre en el corpus lacaniano.
Una operación que subsume la tempranización de todos los estadios y todas las cronologías a una experiencia de la palabra.
Ahí donde ésta se haga escuchar por un analista que habrá de estar siempre, en el decir de Lacan, "para la urgencia subjetiva".
Jorge Palant.