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Número 7 - Abril 2004
Acerca del perfil del abusador
María Silvina Jacobsen - Jorge Martín Cruz

INTRODUCCIÓN:

El "abuso sexual infantil" puede ser definido como "el contacto genital entre un/a menor de edad (18 años o menos) y un adulto que lo manipula, engaña o fuerza a tener comportamientos sexuales" (Lamberti – Sanchez – Viar "Violencia familiar y abuso sexual", Editorial Universidad, Bs. As. 1998, pág. 190).

Según el autor citado, implica un abuso de poder, porque una persona mayor, más fuerte y más sofisticada, saca ventaja de una persona más joven, más pequeña y menos sofisticada, con el propósito de sastisfacer sus propios deseos y sentimientos sin importarle los deseos y sentimientos del niño/a.

Partiendo del concepto enunciado, el tema central del presente trabajo será el "perfil del abusador sexual" de niños o adolescentes, es decir, del sujeto que en esa dualidad ejerce la posición dominante y más fuerte.

Si bien la mayoría de los especialistas coinciden en sostener que no existe un perfil o un tipo de personalidad exclusivo o propio de las personas que abusan sexualmente de otras –ya sean mayores o menores de edad-, es posible describir ciertos rasgos comunes de personalidad, es decir, que pueden observarse en un gran porcentaje de ellos.

A partir de esa premisa, la exposición que se efectúe constará de dos partes: en primer término efectuaremos una descripción de esos caracteres comunes, para lo cual hemos consultado la bibliografía que se detallará al final de este trabajo; y en segundo término, nos referiremos a las conclusiones a las que hemos arribado después de analizar dos dictámenes periciales elaborados por peritos oficiales del Departamento Judicial Quilmes y de Capital Federal, sobre dos personas imputadas de delitos de abuso sexual, en las que han resultado víctimas menores de 18 años.

PRIMERA PARTE:

Perfil del abusador:

I-Rasgos comunes en los abusadores de sexo masculino:

Aún cuando el imaginario popular tiende a ubicar a los abusadores como pertenecientes a las clases sociales de nivel socio-económico medio-bajo o bajo, podemos afirmar que la mayoría de ellos comparten nuestra vida diaria. Así, no se diferencian del resto de las personas, se integran a la comunidad, tienen sus familias, trabajo, deportes, comparten salidas sociales como ir al cine, a un restaurante, viajes, incluso pueden ser profesionales y hasta pueden dirigir grupos en los que, a veces, tienen niños a su cargo.

Si bien es cierto que se conocen más casos de abuso sexual entre los integrantes de las clases sociales más humildes, pues la promiscuidad, la pobreza y la escasa o nula educación resultan factores muy influyentes, no es menos cierto que para un sujeto se convierta en abusador no importa que posición socio-económica detente, ni cuál es su nivel educativo, ni cuál su ascendente social.

Suele suceder también, que la sociedad, a modo de defensa, tienda a pensar que sólo pueden ser abusadores los alcohólicos o adictos en general, aquellos que padecen retrasos mentales o frustraciones sexuales, los "viejos verdes" o los desconocidos.

Mas los datos que emergen de las estadísticas demuestran que un gran porcentaje de episodios de abuso se comenten en el seno familiar, ya sea por sus propios miembros o allegados, o en los lugares donde el menor concurre asiduamente a desempeñar sus actividades habituales (escuelas, clubes), y esto, claro está, cualquiera sea el medio social en el que se desenvuelva.

Ello viene a derrumbar algunos "mitos" acerca del abuso sexual infantil.

Uno de ellos el que establece que "el abuso sexual infantil ocurre en familias de bajo nivel sociocultural o aisladas ". Como hemos visto, ocurre en todos los estratos socioculturales, es decir, es democrático.

Sin embargo, no podemos dejar de señalar que los hechos de abuso ocurridos en los estratos más altos son sub-registrados por las estadísticas, pues se ocultan en mayor proporción, y los investigadores prejuzgan.

Otro de los mitos derrumbados es el que enuncia que "los perpetradores son social y sexualmente desviados". Como hemos destacado cualquiera puede ser abusador sexual.

Por último, el que enuncia que "el abuso sexual es raro". Las estadísticas efectuadas han demostrado que uno de cada cinco niños/as es abusado sexualmente por un familiar de confianza antes de los dieciocho años.

Otro rasgo que aparece común del análisis de las estadísticas realizadas sobre personas acusadas de ser abusadores sexuales, es el que la gran mayoría de los mismos revelan episodios de traumatización sexual en la infancia.

También que entre el 90 y 95% de los abusadores son varones, y que sus edades oscilan entre los 17 y 68 años de edad.

Otro rasgo que se repite en los distintos abusadores es la facilidad y experiencia que poseen para manipular las percepciones, emociones y juicios de los demás, distorsionando la realidad de la manera que les resulte más conveniente.

Tienen fuertes tendencias a utilizar la negación, la proyección, la racionalización, la minimización y la parcialización como mecanismos de defensa, que les permite contar sólo los fragmentos de las situaciones que no los comprometen, a la vez que no sienten que están mintiendo.

Suele definirse a los abusadores tan sencillamente como aquellos que tienen deseo y oportunidad de acercarse sexualmente a un niño. Es cierto que lo que caracteriza a un abusador es un tipo específico de deseo sexual dirigido hacia los niños, y una disposición a atacarlos para obtener gratificación sexual. Por esto la motivación siempre proviene de los perpetradores.

Y ello, derrumba otro de los mitos ya referidos, el que enuncia que "los niños/as -especialmente las adolescentes- son seductores, y por ello parcialmente responsables de ser abusados". Ocurre que muchos niños/as, como parte del desarrollo psicosexual infantil, muestran sus sentimientos e impulsos sexuales a personas con las que están emocionalmente ligados (padres, madres, cuidadores), de manera inocente y exploratoria, o buscan afecto.

Entre otras características que se repiten entre los abusadores podemos mencionar: aislamiento social, relaciones sexuales insatisfactorias con la pareja, inversión de roles en el seno familiar (las hijas toman el lugar de sus madres), alcoholismo, madres ausentes, disfunciones familiares, etc.

También, que después de ocurrido el hecho la mayoría reaccionan manifestando que lo que los niños cuentan no ha sucedido, sólo algunos pocos admiten lo ocurrido, y ello cuando el hecho resulta imposible de negar, lo que sucede por ejemplo cuando las hijas quedan embarazadas. Sin embargo, la mayoría tiene plena conciencia de lo que hace.

Puede afirmarse asimismo que se verifica el siguiene orden de prelación entre los abusadores:

Así, se derrumba otro de los mitos acerca del abuso sexual infantil, cual es el que establece que "los niños/as son molestados más frecuentemente por extraños que por alguien a quien ellos conocen". Entre el 70 y el 80 por ciento de los hechos de abuso sexual infantil son perpetrados por miembros "confiables" de la familia, y ello obedece a que existe una gran cuota de confianza y afecto entre abusador y abusado. La situación de abuso perturba o quiebra esa confianza del niño hacia una persona importante. Además introduce una tensión secreta entre el niño y el agresor u otros familiares cercanos.

Para concluir, enunciaremos algunas clasificaciones posibles de los abusadores; ello, según:

a) las inclinaciones sexuales:

b) la exclusividad de atracción por niños:

c) la edad de las víctimas:

d) el estilo abusivo

En líneas generales, puede sintetizarse las características de cada uno de los tipos enunciados de la siguiente forma:

  1. Sus impulsos, intereses y fantasías sexuales están centrados en prepúberes, generalmente menores de 13 años. Manifiestan no haber mantenido relaciones sexuales adultas exitosas, pierden trabajo con facilidad, se muestran sumisos, albergan sentimiento de fracaso que no condicen con la realidad, son solitarios. Se acercan a los menores mediante la seducción.

  2. Son los que dirigen sus intereses sexuales preferentemente a las niñas de sus familias. Suelen haber tenido relaciones sexuales exitosas con parejas adultas, se muestran mejor adaptados a la comunidad y resuelven adecuadamente sus problemas cotidianos, tienen un buen desempeño laboral. El motivo principal del abuso es precisamente la ira y las víctimas representan sustitutos de sus esposas o parejas. Las conductas sexuales están dirigidas a sastisfacer sus propias necesidades sin tener en cuenta las de las víctimas.

  3. Se trata de los individuos paidofílicos que sólo se sienten atraídos por niños.

  4. Éstos en cambio, son los paidofílicos que se sienten atraídos tanto por niños como por adultos.

  5. Son los que eligen niños prepúberes sin capacidad orgásmica, sin hacer distinción en cuanto al género.

  6. Éstos prefieren púberes o adolescentes, capaces de experimentar orgasmos. Generalmente la edad de las víctimas elegidas coincide con la que ellos mismos tenían cuando lograron disfrutar plenamente su sexualidad (período de fijación sexual).

  7. Los fijados son lo que tienen preferencias sexuales casi exclusivos hacia los niños, instaladas casi desde la adolescencia. Los acercamientos a las víctimas son compulsivos, planificados y premeditados y no generan sentimientos displacenteros en el abusador. En su mayoría son solteros, tienen escasos contactos sexuales con sus pares y su interés está principalmente dirigido hacia los varones.

  8. Por su parte, la orientación de los regresivos está dirigida hacia compañeros de la misma edad, orientación que se modifica transitoriamente ante situaciones de stress, situaciones en las que se involucran con menores, especialmente con niñas. Paralelamente a la atracción por las menores mantienen relaciones con parejas de su edad.

II- Particularidades que se observan en las mujeres abusadores:

El porcentaje de mujeres abusadoras es sensiblemente menor; a estar a las estadísticas, son autoras de alrededor del 5% de los episodios de abuso. Sin embargo, este dato está sub-registrado, lo que hace suponer que en la realidad el porcentaje es un tanto mayor.

Entre algunas de las características más frecuentes que se observan entre este tipo de abusadores son:

-La edad promedio es de 26 años (entre 16 y 36); a diferencia de los hombres, que prosiguen más tardíamente.

-Suelen conocer a las víctimas: hijos, vecinos, amigos de la familia, o niños adolescentes dejados a su cuidado.

-El abuso puede consistir en manoseos, masturbación mutua, sexo oral, anal o genital, pornografía, juegos sexuales.

-La mayoría presenta antecedentes de abuso en la infancia.

-Son menos violentas que los hombres, y recurren a la violencia con menos frecuencia.

-Amenazan menos a las víctimas para que mantengan el secreto.

-No buscan cómplices.

Por su parte, puede diferenciárselas por los estilos abusivos. Así, tenemos los siguientes:

Segúl el tipo de abuso: maestra/madre; considera su comportamiento como no abusivo y a la víctima como una pareja adecuada, cree que la experiencia sexual será positiva para ambos.

Según la forma de considerar a la víctima : abusadora predispuesta/intergeneracional; suele actuar sola y abusar de niños de su propia familia.

Según la presencia o no de co-ofensores: coercionada por un varón, mujeres sometidas y pasivas en las relaciones interpersonales, ante el temor de ser golpeadas o abandonadas abusan de niños, o por miedo a golpes hacia las víctimas.

Podemos decir también, que el potencial de daño para las víctimas es el mismo, se trate de un abusador masculino o femenino.

III- Particularidades de los ofensores juveniles:

Las investigaciones efectuadas acerca de los abusadores adultos revelan que el comienzo de las conductas abusivas ocurre en la adolescencia.

Generalmente se tiende a justificar esos comportamientos con el surgimiento de los impulsos sexuales propios de la edad, a los juegos exploratorios o de reconocimiento del cuerpo de otros, a la desprolijidad de los primeros escarceos amorosos. Pero estas creencias se apoyan en concepciones distorsionadas de la sexualidad masculina, la que es generalmente agresiva, impulsiva y descontrolada.

Hay dos indicadores que pueden permitirnos identificar cuándo estamos en presencia de conductas abusivas y cuándo de juegos sexuales infantiles; ellos son el empleo de algún tipo de coerción y la participación de niños en diferentes etapas madurativas.

La coerción puede consistir en violencia física, maltrato emocional (amenazas); a veces, basta la dominación que se ejerce a partir de la diferencia jerárquica entre niños o desigualdad de tamaño corporal.

Las víctimas generalmente oscilan entre 3 y 6 años, y las consultas llegan a través de sus padres, quienes se conforman con impedir el contacto con los mayores, más que recurrir ante la justicia.

Una forma de prevenir este tipo de abusos es conocer y evaluar al niño o adolescente abusador, pues su conducta es indicadora de que ha sido o es víctima de abuso por parte de alguien mayor. En estos supuestos, además de alejarlo de otros niños, conviene brindarle tratamiento para evitar que se fije un estilo de interacción sexual abusiva, el que, de lo contrario, puede complejizarse con el tiempo.

La psiquiatra y psicóloga infanto-juvenil Irene V. Intevi, opina al respecto: "...Lo ideal sería que una intervención legal garantizara la posibilidad de iniciar psicoterapia o, en el caso de que el joven o su familia se negaran, hubiera algún tipo de registro de los hechos ocurridos para proceder a un seguimiento periódico de las conductas sexuales...". Expresa también, que, a entender de la mayoría de los especialistas, muchos actos abusivos se podrían haber evitado si se hubiera prestado mayor atención a los antecedentes juveniles de estos hombres (ver obra citada en la bibliografía).

Las conductas abusivas más frecuentes llevadas a cabo por estos abusadores juveniles son las siguientes: manoseos, sexo oral, intento de penetración, penetración anal o vaginal, y exhibiciones.

Para estos jóvenes el sexo representa más que la satisfacción o gratificación genital; revela una necesidad compulsiva de dominar, controlar y dañar a otro, generalmente de la misma manera en que fueron dominados, controlados y dañados ellos mismos. Revela también una búsqueda de intimidad, cuidado y sensación de sentirse importante.

Por último, podemos señalar algunas de las características que se observan más frecuentemente: la mayoría son varones, primogénitos o los mayores de su género, solitarios, aislados, presentan trastornos en la escolaridad y tendencias agresivas. A veces, manifiestan episodios violentos en el seno intrafamiliar o en el grupo de pares. En su mayoría han sido abusados sexualmente y pertenecen a familias con problemas de funcionamiento por trastornos físicos o mentales, adicciones o conductas delictivas.

IV- Posibilidades de tratamiento:

Los sujetos abusadores casi nunca realizan una consulta espontáneamente por ese problema o por otras manifestaciones de posible desvío sexual. Habitualmente son llevados a terapia por algún familiar o por la intervención de alguna institución que diagnostica una situación familiar conflictiva o patológica (hospitales, asistentes sociales, juzgados -de distintos fueros-, escuelas, clubes, etc.).

Cuando se presentan por su propia iniciativa lo hacen para consultar problemas de depresión que padecen o por su incapacidad de ligazón afectiva. En estos casos, recién en una etapa avanzada del tratamiento psicoterapeútico, pueden detectarse hechos de abuso sexual en los que han participado.

En caso en que estos sujetos reciban ayuda psicoterapéútica pueden lograr el abandono de sus tendencias sexuales hacia los menores.

Los abusadores sexuales pueden recibir distintos tipos de tratamiento a saber:

Individual: se indica al comienzo y por tiempo indeterminado.

Comprende tres fases:

- Fase I: basada en el apoyo emocional, la obtención de confianza, reforzamiento de la autoestima, y elaboración de tendencias represivas. La recolección de datos vinculados con la desviación sexual se hace de modo indirecto.

- Fase II: recién en esta etapa resulta posible persuadir al abusador sobre la posibilidad de reencausar su vida sexual, sin descuidar la atención de otros aspectos de su mundo emocional, intelectual, social, etc.

- Fase III: en ella pueden aparecer crisis de ansiedad con tendencia a la descarga incontrolable de los impulsos, asociados a sentimientos de culpa e indefensión; pueden establecerse reconstrucciones históricas de situaciones traumáticas infantiles.

Grupal: pueden ensayarse grupos homogéneos o mixtos.

Familiar: en este tipo de tratamiento previo al comienzo del mismo se realiza un estudio con el objetivo de trazar un perfil de los miembros de la familia; ello puede derivar en la orientación y tratamiento del grupo familiar, con menores en situación de abuso sexual. Existen tres categorías:

-Familias de bajo riesgo y buen pronóstico: son las que tiene buena posibilidad contenedora y aquellas en las que el abusador es ajeno a la familia.

-Familias de pronóstico reservado en cuanto al riesgo de desmembramiento y/o abuso hacia otros menores: son aquellas en las que el abusador pertenece a la familia y es avalado por un tipo particular de rol materno.

-Familias con alto riesgo de abuso y posibilidad de otras implicancias en el entorno extra-familiar: son en las que el abusador carece de mínimas pautas éticas y es indiferente hacia el medio (nivel que queda incluído dentro de los límites del Derecho Penal).

SEGUNDA PARTE:

Análisis de dictámenes periciales:

CASO I:

El primer caso analizado está basado sobre las pericias realizadas sobre una persona de sexo femenino por peritos psicólogos del Fuero de Familia y la Oficina de Asistencia a la Víctima del Departamente Judicial de Quilmes, y de la Policía Federal Argentina.

Los estudios se efectuaron por un lado en el marco de una investigación penal preparatoria, instruída por la presunta comisión del delito de abuso sexual, atribuída a una persona de sexo femenino desconocida. Por otro lado, en el marco de los autos en trámite ante un Tribunal de Famila del mismo departamento judicial, en la que el progenitor de una menor de cuatro años demandaba su tendencia, ejercida entonces por la madre.

Durante la tramitación de ambos procesos surgió la posibilidad de abuso sexual de la menor (víctima), imputándose ese abuso a la madre. Esta circunstancia llevó a que la niña pasara a convivir con sus abuelos paternos.

Las pericias realizadas revelaron ciertos caracteres de personalidad de esa madre acusada de abuso hacia su hija menor (4 años).

Esas características pueden sintetizarse de la siguiente manera:

-La madre evidenciaba una actitud intrusiva hacia su hija durante las entrevistas: la hacía upa, le acomodaba el cabello, le indicaba qué dibujar, intentaba entrar al baño con ella. Ello generaba una actitud hostil en la niña, quien reaccionaba agrediéndola, ya sea verbal o físicamente, defendiéndose de esta manera del acoso de su madre.

-Hablaba sin parar de sus problemas con el progenitor de la menor. De algún modo obligaba a la niña a tomar partido por uno de sus padres.

-Insistía en acusar a su ex-marido del abuso sexual, y señalaba permanentemente que su único objetivo era que se supiera la verdad.

-Presentaba trastornos de personalidad y el vínculo que mantenía con la menor ponía en riesgo la salud psíquica de ésta.

CASO II:

Este segundo caso, en cambio, se sustenta sobre las pericias realizadas sobre un sujeto de sexo masculino, mayor de edad, a partir de la indicación de un Juez en lo Civil y del titular de una Asesoría de Menores de Capital Federal, en el marco de un juicio de divorcio.

El juicio tenía un curso rutinario hasta que el único hijo del matrimonio, de siete años de edad, relató episodios de manoseos durante las salidas con el padre. Esta circunstancia llevó a los citados funcionarios a requerir la intervención de especialistas a fin de dilucidar la cuestión.

Interrogado al respecto, el sujeto acusado de abuso se justificó argumentando que su intención había sido higienizar al niño correctamente.

El Juzgado, después de validar el relato del menor, interrumpió el régimen de visitas y recomendó el tratamiento psicológico del padre.

Según la terapeuta interviniente, resultaba muy difícil comunicarse con el agresor. Las sesiones parecían un campo de batalla, en el que el silencio y la ironía cruel y despectiva eran sus armas.

El padre se colocaba a la defensiva, cuidándose en todo momento de admitir los contacto sexuales inadecuados. A través de los recursos terapéuticos se observó que detrás de su fachada pacífica y colaboradora, subyacían profundos impulsos destructivos, y una disociación en su personalidad.

 

 

CONCLUSIONES:

Después de haber investigado el perfil del abusador, resulta innegable que es muy difícil enfrentar el problema del abuso sexual infantil si uno no está dispuesto a cuestionar supuestos que han funcionado como verdades inamovibles, tanto en lo que hace a las ciencias (psicología, derecho, sociología, entre otras) como a los valores sociales básicos.

Adentrarnos en el abuso sexual es, como dice Irene Intevi, introducirnos en un laberinto de espejos: nada es lo que parece, nuevos interrogantes y problemas surgen cuando creemos que ya hemos encontrado la solución y donde lo crucial es tener en cuenta los hallazgos y las pistas que dejan los que han transitado el lugar antes que nosotros.

También pensamos que la mejor intervención en la que se consigue recurriendo a la justicia, no creemos que un ofensor de niños pueda recuperarse únicamente con la exclusión del hogar, la suspensión de un régimen de visitas, la privación de la libertad, la castración química, ni colgando carteles con las fotos de los abusadores en el barrio.

Entendemos que es necesario, por un lado, impedirles el contacto con los niños hasta que cobren conciencia de la gravedad del problema que los acusia y que acepten, aún a regañadientes, la posibilidad de un tratamiento rehabilitador, basándonos en sus condiciones psicológicas y ambientales. Por otro lado, serán los terapeutas especializados en realizar psicoterapias a abusadores sexuales, y evaluar si el paciente presenta o no una evolución favorable.

En nuestro país resta mucho por hacer en lo que hace al abuso sexual infantil: campañas de divulgación masiva, cuestionamientos a posturas ideológicas que obstaculizan y frenan las investigaciones, capacitación de docentes y profesionales que estén en contacto con los niños, creación de redes de asesoramiento y asistencia para las familias afectadas (centros de protección contra el abuso sexual), estudios estadísticos, investigaciones en relación con los métodos de detección y prevención del abuso sexual, y de las técnicas terapéuticas a aplicar con las víctimas, con los ofensores y con sus familiares, capacitación de los integrantes del Poder Judicial, esclarecimiento a la comunidad acerca de dónde recurrir, y de la legislación vigente.

El esfuerzo debe ser aún mayor en un campo en el que no podemos andar con posturas tibias o ambiguas, y en el que es necesario evaluar cada caso en particular, sin perder de vista que las únicas que por el momento no tienen voces propias son las víctimas, siendo la mejor forma de abordar el tema el estudio a través de un equipo interdisciplinario.

Dra. María Silvina Jacobsen.

Dr. Jorge Martín Cruz.

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