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Número 7 - Abril 2004
El ser juguete de goce
Mara Barrionuevo

"...no puede resultar ambiguo que al ser tal como se
sostiene en la tradición filosófica, es decir, el que se
asienta en el pensar mismo cuyo correlato supuestamente
es, oponga yo que somos juguetes del goce"
Jacques Lacan
Seminario Aún.

El lugar del goce, es el lugar donde el sujeto es -el carretel en el juego del fort-da-, ser en un objeto que no es nada: sólo letra, sólo anhelo, sólo causa....Objeto cuya esencia es el fallar. Al rechazar toda ontología, al dejar de lado el camino de pensar al ser y analizar su relación con el goce, Lacan produce una reorientación de la práctica y la teoría psicoanalítica.

Juan -7 años- evita la mirada, habla usando la tercera persona; las escasas y reiterativas palabras que pronuncia parecen no estar dirigidas a interlocutor alguno. El ritmo, el tono y la melodía de su voz se asemejan a la de los dibujos animados. Sus gestos también replican estas imágenes, que lo muestran como una caricatura de movimientos "robotizados". Pareciera que todo su ser se sostuviera en estos personajes.

En las primeras entrevistas Juan reproduce "gráficamente", con admirable exactitud, diferentes personajes de series infantiles. Exhibe una memoria asombrosa, minuciosa, fiel a las imágenes a las que esta fijado. Como Funes El Memorioso recuerda cada detalle, cada color; nos remite al precursor de los superhombres... mentado por algunas rarezas como el no darse con nadie y el de saber siempre la hora, como un reloj...Era el solitario y lúcido espectador de un mundo multiforme, instantáneo y casi intolerablemente preciso...el presente era intolerable de tan rico y tan nítido.

Exactitud y memoria estas que contrastan con el hecho de que constantemente borramos, amortiguamos y olvidamos nuestras per-cep-cio-nes. Equivocar constituye un obstáculo a la univocidad del ser. Tenemos necesidad del equívoco. Percibimos y, al mismo tiempo, es como si no lo hiciéramos. Ensoñamos...vivimos distraídos. Nuestra realidad habitual es del orden del fantasma.

Sin que haya equivocación, sin que surja un interrogante en el que se manifieste la falta de la existencia, pareciera que Juan se sostiene aferrado a esos personajes.

Después de concluir una actividad -reproducción gráfica de las chicas Super Poderosas- Juan circula sin parar. Es un deambular que a veces llega a ser desenfrenado, con acciones de riesgo. Convocando la mirada -se muestra-. Su movimiento es un gesto que se da a ver -se ofrece-. Al no dejar fuera la mirada -se entrega-.

Juan lleva a recordar al mimo que en un espectáculo se coloca en forma alternada dos máscaras, una sonriente, la otra triste. La rapidez para cambiarse de máscara aumenta, el movimiento es vertiginoso hasta que -de repente- se interrumpe porque no puede quitarse la máscara sonriente –gesto de desesperación-. La representación ilustra el momento de desesperación al quedar fijado a algo de lo cual el sujeto no puede desprenderse. Cambiar de máscaras, significa, por el contrario, aceptar que no dejamos de tener máscaras pero que también tenemos la posibilidad de cambiar y articularlas. El juego se convierte en terrorífico cuando un niño lo hace en una zona difícil de abandonar.

En el momento en que se sostiene con Juan un lugar-sin demandas ni interpretación- él cae presa de un fuerte desorden -golpea paredes y puertas, protesta, llora-. Más tarde se calma y -en forma dubitativa- esboza una figura humana -llena de imperfecciones y faltas-.

Funciona acaso la presencia del analista ¿Abriendo un margen más allá del circuito infernal de la demanda -margen abismal- pero que abre la pregunta por la ex – sistencia? ¿Funciona, acaso, como una poesía que agujerea el cuerpo?. La angustia a la que debemos aportar aquí una fórmula, es una angustia que nos res-pon---de, con la cual te----nemos una relación determinante. El analista forma parte del cuadro. Es el analista quien se pone en cuestión para constituirse en analizante de la experiencia.

El discurso de los padres de Juan oscila entre la fascinación por sus producciones gráficas y el espanto ante sus desbordes. El hacer del niño no adquiere para ellos carácter lúdico. Lo significan como genio o villano. Oscilación en la que también caen los que se ocupan de él.

Necesidad de estar advertidos; se nos convoca a quedar adheridos -identificados- a la fascinación o al espanto. Hay que estar advertidos cada realidad se funda y se define con un discurso. Si se supone, por ejemplo, que falta la falta- se cae en la tentación principal que hay que resistir la clínica del déficit y salvar al padre. Si se supone que hay que producir el nacimiento del Otro o acotar el goce- se permanece -como dice Ricardo Rodríguez Ponte- como un como un sacabocados pretendiendo introducir cortes, prohibiciones...

La posición de súper-héroe de Juan nos indica que el lugar de la falta se encuentra obturada por el personaje, posición de objeto que anula la discordancia entre el saber y el ser e impide el juego del aún -juego de la vida-. Como lo expresa Alejandra Pisarnik:

"...la vida juega en la plaza
con el ser que nunca fui..."

Lo que no es jugado se muestra encarnado en una forma de ser sin un objeto que pueda ponerse en juego. Se permanece atrapado como juguete de goce.

Si el analista -como Juan- permanece capturado en una forma de ser soy analista, soy el sujeto supuesto saber, rechaza el orden del equívoco, del malentendido, del desencuentro. Desde esta posición nada quiere saber de la grieta abierta en la esencia del sujeto hablante o del agujero de la no relación sexual que nos deja envueltos en la locura de las palabras, enfrentados a la soledad y a la ausencia. Desde esta posición –pasión del ser- se rechaza el orden de lo imposible y se evita cualquier encuentro del orden de la tyche, aquello que puede implicar un cambio, un viraje. Por el contrario, avanzar por el camino que lo real de la clínica propone, conlleva estar dispuesto a un encuentro que es -efectivamente- un desencuentro, puesto que no hay sistema, teoría o práctica alguna que pueda agotar lo real.

Juan no se dirige al Otro en busca de una respuesta significante, pero esta puede ser instituida por ese mismo llamado y, si hay algo para leer, eso goza. Las letras se hacen significantes sólo en transferencia. Es el analista quien permite el pase; aquí el acento recae en lo que puede escribirse de la letra. No se trata de asumir o no asumir, no es la conciencia en sí, eso ya quedó marcado. Tenemos la posibilidad de resignificar la marca.

Cuando Juan empieza transitar -el camino del errar- pinta sus dibujos garabatos -sólo- con dos colores, rosa y celeste. La analista ofrece -la paleta de colores- pero Juan la ignora. Un día -la sorprende- fija su mirada en ella, sostiene su dibujo –pintado otra vez con los colores rosa y celeste- y le dice: varón –mujer. Como dice Lacan en su S.22 ....es quizás en el juego de la ex –sistencia del errar...que la diferencia consiste.

Como Juan indica -la posición de partida de la función analista- es soportar el lugar de resto, el des-ser, la suspensión del engaño del Sujeto supuesto Saber.. Recibir su testimonio. Actuar de oficiante para leer en lo escrito. Sostener la transferencia al juego para que las escenas se tornen inofensivas –operación de escritura- que permita dejar de mostrar sobre la escena una y otra vez lo que el Otro se ha negado a escuchar. La clínica con Juan nos señala el carácter de texto para leer y trabajar en transferencia que tienen sus gestos, su hacer, sus modos de moverse en el espacio. Sosteniendo siempre el valor de enigma que conlleva todo acto. No podemos hacer predicciones, pero sí apostar al acto.

Referencias Bibliográficas

LACAN, Jacques. Seminario Los Cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis. Editorial. Piados.

LACAN, Jacques. Seminario AUN. Editorial. Piados.

LACAN, Jacques. Seminario R.S.I. Traducción interna de E.F.B.A.

RODRÍGUEZ PONTE, Ricardo E. Psicosis. La Cuestión Preliminar...y Otras Cuestiones. El hospital en la Escuela. –E.F.B.A- 1978

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