Entiendo que la dificultad de hablar sobre lo real, es lo que me ha llevado hasta ahora (diez años después) el tiempo que me ha llevado, alguna formalización, algún escrito algo por decir.
Me refiero a un relato, que también fue testimonio y marcó un momento histórico muy preciso así como la difícil relación y entrecruzamiento del psicoanálisis con la historia.
Me refiero a Laura, una joven que consulta en un servicio hospitalario, llevada por el tratamiento que en ése momento se estaba dando (desde los organismos de derechos humanos y desde el estado) a los familiares e hijos de desaparecidos (1), ella creía que debía formar parte algún grupo porque su padre a quien no había conocido era desaparecido y entendía que debía tomar algún lugar en ése asunto.
¿Pero que posibilidad de tomar algún lugar cuándo justamente lo que ocurre ha borrado cualquier subjetividad? Deja a alguien sin palabras.
Justamente cuando hay un exceso de lo real, lo que queda es un silencio.
Yo me encontré con eso con un silencio de muerte .Para Laura nunca hubo preguntas, no había datos, no hubo explicaciones ni conversaciones, sólo comentarios elípticos acerca de su padre, desaparecido durante la dictadura militar año 1976 en la Argentina.
El silencio por un momento fue de ambas, porque en verdad me tocaba escuchar a alguien que intentaba decir algo sobre lo indecible," lo real provoca el anonadamiento del sujeto y de la posibilidad metafórica" (2) y yo también sentí por un momento que frente a ese horror no tenía que decir, que no es lo mismo que lo no dicho. Pues lo no dicho implica una represión y la posibilidad de un retorno de lo reprimido.
En ése momento para mí la historia, lo histórico-social era un real que se metía, y determinaba las cosas, recuerdo que en ése momento yo misma trataba de pensar cómo se contaría en los libros de historia a las siguientes generaciones lo ocurrido en nuestro país Eso que Laura y yo, también tratábamos de historizar .
Lo que siguió con Laura fueron preguntas, datos, nombres, fechas, recuerdos, dichos de otros, que empezaron a conformar una ficción, una novela familiar, en fin un análisis.
Creo que lo que esta experiencia me ha enseñado (y de allí mi deuda con Laura) es que la necesidad de dar testimonio de lo peor existe luego de un tiempo, que no se trata de una demostración, tampoco se trata de hablar de eso en el sentido de una charla, porque si bien el testimonio ofrece, nos presenta, nos muestra, nos manifiesta, la seguridad de la existencia de cierto hecho, la veracidad de cierta noticia, cuando el testimonio en juego es del horror, de lo real de la muerte, lo que provoca es el fracaso mismo del testimonio, en el sentido de no poder y no querer saber nada de eso, al mismo tiempo este mismo rechazo pone en cuestión el testimonio en juego, con este mecanismo puesto en marcha, el testimonio no puede transmitirse, porque lo real, la muerte, es rechazada .
¿Quién quiere saber de la muerte, en tanto implique la propia muerte ¿sabemos que para poder vivir tenemos que poder olvidar por un momento esta cuestión.
Y en éstos días que algo en nuestro país puede decirse acerca de los muertos durante la dictadura, volvemos a encontrarnos una y otra vez con la misma estr uctura, el testimonio que por momentos impacta, emociona, congela y por momentos fracasa, poniendo en duda una y otra vez lo mismo.
Es de fundamental importancia (al menos lo ha sido para mí) entender éste punto porque nos enfrenta por un lado con los acontecimientos y por otro con el lenguaje mismo y su función en tanto el lenguaje nos da la posibilidad de narrar pero también de evitar y rechazar.
Es por esto que es preciso que en un análisis el analista esté dispuesto a mantenerse en una relación a su deseo que implique una relación con la muerte que no sea de silencio.
Paula Levisman, Abril del 2004-
Referencias.-
Ley 24.411, sancionada y promulgada en 1994 (Indemnización por desaparición forzada de personas)
Robert Lévy. "Un deseo contrariado" Ed. Kliné 1998