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Acompañar quiere decir algo así como ir a la par, saber esperar, entender, saber callar, poder hablar sin excesos, porque acompañar siempre está en relación a otro. Estoy hablando de acompañar no de sentirse acompañado o acompañada.
Esta diferencia no es menor ya que acompañar no es ser protagonista, ser acompañado ubica como protagonista a aquel que es objeto de esa voz pasiva. El que es acompañado es el protagonista, no el que acompaña.
Esto es así en la música: está el cantor y el que lo acompaña; es cierto que el que acompaña da el tono con los primeros acordes, también es cierto que el que cantará puede transmitirle al que lo acompaña en qué tono necesita que lo haga. Si el acuerdo es posible será una maravillosa ejecución de ambos en donde el que acompaña permitirá que el cantante se luzca incluso cuando se produce el impasse en donde el acompañamiento pareciera tener el protagonismo.
Ahora bien, si es protagonista ¿por qué no canta solo? Porque no siempre se puede, no siempre corresponde, no siempre quien canta tiene voz entonada y melodiosa para hacerlo a capella. Por lo tanto un buen acompañamiento hasta puede embellecer a una voz que tal vez carezca del virtuosismo que se requiere para entonar una pieza musical.
Raramente se concurre a un concierto en el que cante a capella un cantante, es decir en donde no exista el acompañamiento de una orquesta o un conjunto de músicos que hagan sonar una partitura.
Podría introducir en este punto una pregunta: ¿qué es la música?
dos definiciones posibles entre otras: " Arte de las musas, este vocablo indica en sentido científico la práctica del uso y las combinaciones de los elementos sonoros: acústica, rítmica, armonía, melodía y composición, y en lo artístico la expresión de lo bello por medio de los elementos sonoros".1
La segunda de las definiciones: "... Melodía y armon ía y las dos combinadas, sucesión de sonidos modulados para recrear el oído. Arte de combinar los sonidos de la voz humana o de los instrumentos, o de unos y de otros a la vez de suerte que produzca deleite al escucharlos, conmoviendo la sensibilidad, ya sea alegre, ya tristemente.
Vocal: solas o acompañadas de instrumentos.
Dramática: destinada al teatro la que para conmovernos se atiene al sentido genuino de la expresión.".2 Será motivo de otro trabajo el pensar las implicancias de este significante "combinación" que insiste en ambas definiciones.
El acompañamiento no siempre está en relación a alguien que cante. Cuando planteaba lo anterior, lo hacía tomando un aspecto de la música que es la cantada pero está la orquestal y ahí también hay acompañamiento.
Es importante aclarar esto, ya que se desprenden varias preguntas que son: ¿Por qué escuchamos música? ¿qué relación habrá entre la música y el acompañamiento ó el sentirse acompañado? ¿Por qué a veces no es posible escuchar música? ¿Por qué la música para acunar, para transmitir una consigna (especialmente si de niños se trata), los himnos, las marchas para estimular a la tropa, para torturar recordemos lo que se hacía en la ESMA3, en la Alemania Nazi, la música para bailar, para amar, para llorar, para reír.
La lista podría ser interminable, la música que amansa a las fieras dice el refrán, o la música como el lenguaje universal.
En Hospital de día no todos los niños que atendemos pueden escuchar música, más aún, a veces, algunos parecieran no poder recibir la voz hablada que les dirigimos, entonces otra cuestión es la relación entre la palabra y la música o más bien, la música de la palabra.
Como el objetivo de este trabajo no es escribir sobre la música, vuelvo al primer párrafo pero ahora bajo el modo de una pregunta: ¿qué es acompañar? ¿qué relación hay entre el acompañamiento y la soledad?
Vemos cada día niños deambular por el pasillo solos. ¿Solos?
Nos acercamos y nos rehuyen; otros no, siguen y siguen, les hablamos y se tapan los oídos, otros los tienen tapados, hay otros a los que si les cantamos (más allá de que podamos hacerlo bien o mal) gritan, se tapan los oídos, lloran, sin lágrimas, ¿se desgarran?
Entonces nos vamos acercando al por qué, al para qué y al cuándo acompañar a un niño ó un adolescente dentro del Dispositivo de Hospital de día .
El cuándo. Casi podría plantearlo de entrada, quien acompaña es quien sostiene la posibilidad de que ese niño circule por el dispositivo terapéutico, es decir por las actividades terapéuticas pensadas para él, en el marco de una escena de la que pareciera haber sido expropiado y, en el peor de los casos, de la que nunca fue protagonista. Me refiero a la escena de la infancia.
El niño no es un dato de entrada. El niño o la categoría niño es un tiempo en la constitución subjetiva absolutamente necesario. Cuando no se produce nos encontramos con un cuerpo desvastado por el goce.
Esta categoría requiere de una escena que se arma de representaciones que soportadas por un Otro llevan el nombre de juegos, cuentos, canciones, caricias, modos de hablar y de mirar. Luego aparecen otros nombres del Otro que no son los de la crianza sino los de la circulación social propiamente dicha: la escuela, el guardapolvo, los amigos, el club, la pelota, el barrio, etc.
Los niños y los adolescentes de Hospital de día no encontraron la posibilidad de responder con representaciones, entonces lo hacen con lo que tienen: su cuerpo, que más bien pareciera tenerlos a ellos.
Niños que no juegan con juguetes, las más de las veces, que no jugaron con la voz, que parecieran no haberse descubierto la manito, porque esos ojos no miran o tal vez parecieran no mirar, cuerpos que esquivan el contacto o por el contrario se adosan al cuerpo del otro como si fuera posible el proceso de osmosis entre los humanos.
¿Cómo acompañar a quien no nos pide que lo hagamos? Sin embargo, se lo imponemos de la misma manera que se impone el lenguaje, sin permiso, violentamente.
A sabiendas de que no hubo un pedido, por lo menos no explícito, quien se ofrece a acompañar toma sus recaudos y procura ir con calma, cautelosamente, "sin prisa, pero sin pausa" o mejor aún , con las pausas necesarias para que la búsqueda con la mirada, la mano que pareciera ser tomada por azar sea "esa" la de ese acompañante y no la de otro, y tal vez ¿por qué no?, en el mejor de los casos un día ser recibido con un "¡Hola Juan!"
Para todo ello que son muchos meses e incluso años de trabajo se requiere de una premisa "donde hay un niño hay juego" el juego produce al niño, y no al revés.
Es fácil decir que un niño juega, lo que no es fácil es sostener que hay juego cuando lo que se nos presenta es un niño que se masturba compulsivamente ó grita, ó se muerde, ó se desnuda, ó... . Ahí, no es fácil localizar ¿qué es juego? ó ¿a qué estará jugando? Pero que no sea fácil no implica que no lo haga, solo porque nos tranquilice pensar que no juega y que lamentablemente lo ha invadido el goce y solo nos resta decirle que: " no jugaremos con él hasta que nos hable y nos diga qué quiere", felíz del analista que le pida a sus pacientes que le calmen su angustia... .
Pero es cierto acá no hablamos de analistas sino de acompañantes.
No es lo mismo, no se espera lo mismo de uno y de otro, pero si se requiere del acompañante que se solidarice con el dolor del acompañado pero no por esto que se hunda en la misma miseria porque ahí si, que no es posible acompañar.
En esa situación, quien acompaña extiende su mano, solo en ese momento da un paso más adelante que el acompañado y le propicia una alternativa: jugar, pintarnos las uñas si es una adolescente, hablar de sexo, pajas, chicas, chicos, tocar, tocarse, no dejarse...
En fin todo eso que sucede entre los adolescentes o mejor dicho entre los púberes, porque como plantearon un grupo de acompañantes terapéuticos del equipo de púberes: "¿la adolescencia les llega a estos chicos?", de la pubertad pareciera no haber dudas sus cuerpos hablan a borbotones de ello pero ¿y ese anudamiento que produce al sujeto de la palabra?.
¿Para qué acompañar? Plantee el tema de la soledad, les suponemos a estos niños la soledad, para poder estar solo primero es necesario estar con otro, estar en el Otro, luego entonces podrán estar con otros, podrán querer estar con otros.
Acompañarlos es posibilitarles algún modo posible de "entrar para poder estar donde están los otros": pasillo, taller de juegos, tallarín tallerón, parque, comedor.
Escenarios donde el dispositivo despliega un montaje para que el lazo social sea posible.
¿Cómo acompañar? Jugando, cantando canciones, contando cuentos, en silencio.
A los púberes también a veces hay que contarles cuentos, se puede cantar juntos, bailar cumbia, maquillarse, en fin ser soporte de una escena.
Los modos, las reglas del juego serán propias de cada quien o de quienes lo jueguen por lo tanto de nada valdría que un acompañante pretenda jugar a lo mismo que juega otro acompañante con el mismo niño y/o adolescente. La singularidad del cada quien también corre para el acompañante terapéutico.
Lic Andrea Penón
Julio, 2003